INTRODUCCIÓN
El agua es esencial para la vida, aunque con frecuencia se ignora su importancia en la salud y el bienestar. La restricción hídrica se asocia con estados de deshidratación que representan un riesgo de padecer obesidad, diabetes, enfermedad cardiovascular (ECV), irritabilidad, confusión, hipertermia y disminución del rendimiento físico y cognitivo (1-4). Es importante conocer el papel de la hidratación en la mejora de la salud y de la función cognitiva.
AGUA Y SALUD
El agua es el componente mayoritario del cuerpo. Los valores varían en función del sexo (⅔ de la masa corporal en el hombre y la mitad en la mujer), de la edad (75-80 % del peso en el lactante, disminuyendo hasta un 55 % en edad avanzada), de la composición corporal, la temperatura, la actividad física y el estado de salud.
A nivel funcional, participa como solvente, lubricante, interviene en el transporte y en la eliminación de productos de desecho, en la modulación de la presión osmótica, en la termorregulación y está localizada mayoritariamente (⅔) en el compartimento intracelular y extracelular (⅓). Forma parte del plasma, de la linfa, del líquido intersticial y del transcelular (líquido cefalorraquídeo, sinovial, pericárdico, etc.) (5). Pese a ser el componente principal del cuerpo, no tiene capacidad para su almacenamiento, por lo que las pérdidas deben reponerse para conseguir un adecuado balance hídrico. La entrada de agua procede de la ingesta líquida, de los alimentos y de la producida en el metabolismo celular. Respecto a las vías de salida, la principal es la orina, seguida de la transpiración cutánea, la ventilación pulmonar, la sudoración y las heces.
La ingesta de agua se ve afectada por factores como la edad, el sexo y la temperatura, entre otros. Es beneficiosa en el tratamiento de infecciones urinarias y colabora en la prevención y en el tratamiento de la litiasis renal, el estreñimiento, la diabetes, la composición corporal, la salud cardiovascular (SCV) y el rendimiento físico y cognitivo (2-4,6).
FISIOLOGÍA DE LA HIPOHIDRATACIÓN
La restricción de forma crónica de la ingesta hídrica está relacionada con hipovolemia y deshidratación, lo que causa un aumento en la osmolalidad proporcional a la disminución del agua corporal (5).
La hiperosmolaridad plasmática se detecta por osmorreceptores hipotalámicos, lo que ocasiona la liberación de vasopresina, que será conducida a través del eje hipotálamo-hipofisiario hasta la neurohipófisis, donde será liberada a la sangre. A nivel renal, la vasopresina reduce la pérdida de agua a través de la disminución de orina. Además, se produce la estimulación del centro de la sed a nivel hipotalámico cuando aumenta la osmolaridad. Por otra parte, como consecuencia de la hipovolemia, se pone en marcha el sistema renina-angiotensina-aldosterona, lo que ocasiona un aumento de angiotensina II, que estimula el centro de la sed y la liberación de vasopresina, lo que mantiene una presión adecuada en todos los órganos (7).
HIPOHIDRATACIÓN Y ENFERMEDADES CRÓNICAS
OBESIDAD
La hipohidratación se ha relacionado con aumento de peso. El estudio NHANES (2009-2012) observó una asociación entre hidratación inadecuada y mayor índice de masa corporal (IMC) y obesidad. Además, las personas con obesidad muestran mayor osmolaridad plasmática y urinaria (1).
Un estudio realizado en China mostró una asociación entre ingesta de agua y disminución del riesgo de sobrepeso/obesidad (8). Igualmente, estudios realizados en población española indican una asociación entre menor consumo de agua y mayor IMC, grasa corporal y circunferencia de cintura (6,9,10).
Los mecanismos propuestos para explicar estos efectos incluyen el aumento del metabolismo (beber 2 litros al día aumenta el gasto en 400 kJ) (11). Otra hipótesis es que a medida que el adipocito se deshidrata aumenta el paso de glicerol, con lo que se incrementa la síntesis de triglicéridos (12). Además, el consumo de agua conduce a un aumento de la saciedad, lo que disminuye la ingesta calórica (10).
DIABETES
La ingesta inadecuada de agua (< 0,5 litros al día) se asocia con riesgo de desarrollar hiperglucemia (13).
Se ha evidenciado en individuos normoglucémicos una relación entre la ingesta de agua y un menor riesgo de diabetes mellitus de tipo 2 (DMT2), lo que indica que el consumo de 240 ml/día reduce el riesgo en 0,72 puntos, así como la HbA1c (-0,04 %) (2,14,15). Estos resultados respaldan las recomendaciones actuales de ingesta de agua como parte inseparable de una dieta con menor riesgo de DMT2 (15).
Los posibles mecanismos implicados incluyen el papel de la vasopresina (en gluconeogénesis y glucogenólisis hepática) y niveles altos de copeptina asociados con menor sensibilidad a la insulina y mayor riesgo de DMT2 (16).
Aunque la mayor evidencia científica muestra una asociación entre restricción hídrica e hiperglucemia, un estudio con baja muestra no obtuvo esta relación (17).
Respecto a pacientes con DMT2, se ha observado una asociación entre hipohidratación, hiperosmolaridad plasmática y mayor glucemia, aunque no se indicaron diferencias en los niveles de insulina. También se ha expuesto mayor disminución de cortisol en pacientes hidratados frente a hipohidratados (18).
ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR
La limitación de la ingesta hídrica puede tener efectos sobre la SCV. Diversos autores indican que la hipohidratación perjudica la función endotelial (19). La liberación de endotelina está aumentada en casos de infarto agudo de miocardio (IAM) e insuficiencia cardíaca. La disfunción endotelial es un marcador de la SCV (20). También la viscosidad de la sangre, el hematocrito y el fibrinógeno pueden aumentar por deshidratación. La ingesta adecuada de agua se asocia con menor riesgo de enfermedad coronaria mortal (3).
Respecto a la composición del agua, niveles bajos de magnesio y de calcio están asociados con mayor riesgo de ECV, incluida la fibrilación auricular e IAM (21,22). Un metaanálisis realizado a partir de 10 estudios mostró una asociación inversa entre el nivel de magnesio en agua y la mortalidad por cardiopatía coronaria (23).
HIDRATACIÓN Y RENDIMIENTO COGNITIVO
El agua representa el 75 % de la masa cerebral e interviene en la regulación de las funciones cerebrales. Se ha observado que los niños y los jóvenes que beben más agua obtienen mejores puntuaciones en pruebas de memoria visual (24,25).
Un estudio realizado en escolares en los que se evaluó el estado de hidratación mediante osmolalidad en orina mostró una asociación entre deshidratación y disminución de memoria a corto plazo y analogía verbal (26).
La disminución de la ingesta líquida y el riesgo de deshidratación aumentan con la edad avanzada. Diversos autores han observado una relación entre hipohidratación y menor atención/velocidad de procesamiento en adultos mayores (27). La restricción de la ingesta hídrica induce cambios cerebrales (reducción del volumen cerebral y aumento del ventricular) (28), que son reversibles con la rehidratación.
Un metaanálisis expone que la deshidratación afecta al rendimiento cognitivo, particularmente en tareas que involucran atención, función ejecutiva y coordinación motora (29). No obstante, otros estudios no detectan estas alteraciones (30).
CONCLUSIONES
El consumo de agua parece estar relacionado con una mejora de la composición corporal, de los niveles de glucemia y de la circulación sanguínea, lo que puede ser un indicador útil en la prevención y en el tratamiento de la obesidad, de la diabetes de tipo 2 y de la salud cardiovascular.
La hipohidratación tiene un impacto negativo en la atención, en la memoria visual memoria a corto plazo, en la comprensión verbal, en la velocidad de procesamiento y en las habilidades visomotoras, lo que mejora la capacidad cognitiva con la rehidratación.