Introducción
La violencia durante el noviazgo (dating violence) es la que se produce en parejas de jóvenes. Tiene una frecuencia dos a tres veces superior a la registrada en parejas adultas, aunque generalmente de menor gravedad1. Dentro de la categorización clásica de la violencia, se diferencia entre física y psíquica2. Habitualmente, las personas jóvenes tienden a identificar como violencia solo las agresiones físicas (acciones que causan un daño físico, como empujones, golpes y agresiones sexuales)3, mientras que las psicológicas (conductas de control y denigración, amenazas explicitas o implícitas, o acciones para causar miedo o culpa, entre otras) resultan difíciles de detectar y, por tanto, no se denuncian4 5 6 7 8.
Otro de los problemas que subyace en las parejas jóvenes es la normalización de la violencia como estrategia para resolver conflictos, llegando a constituirse como elemento habitual en la relación2. Al inicio del cortejo, o aproximación hacia otra persona con interés romántico o sexual, es el momento en que los modelos sociales de idealización del amor y la inexperiencia pueden hacer más fácil justificar los celos, el control obsesivo e incluso las conductas violentas, como demostraciones del vínculo de pareja9 10. En este sentido, hay estudios que afirman la existencia de diferencias de género en los motivos para ejercer violencia en las relaciones de pareja; en las chicas responde a un deseo de afirmar roles en la pareja para afrontar estados de inseguridad, y en los varones responde a deseos de reafirmar la masculinidad y a estrategias para ejercer el control y el poder2 11 12. En estas relaciones de cortejo y noviazgo, los/las jóvenes utilizan cada vez más las redes sociales y las tecnologías de la información, constatándose nuevas formas de ejercer violencia por parte de parejas o exparejas que las utilizan para controlar, lo que se define como ciberacoso (ciberbullying) o e-violencia13 14 15.
En cuanto al impacto que generan estas formas de relación violentas sobre la salud, tienen un gran alcance psicoemocional, produciendo elevados niveles de estrés y sufrimiento, con consecuencias más graves para las chicas que la padecen que para los chicos, implicando mayores secuelas físicas y psicoemocionales, sentimientos de tristeza, tendencia suicida, consumo de drogas y estrés postraumático4 16 17. Según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer de 2015, la violencia psicológica de control tiene una mayor prevalencia (38,3%) en las chicas jóvenes en el segmento de 16 a 24 años de edad, en comparación con las mujeres mayores de 24 años (25,4%)18. En España, la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (LO 1/2004) ha sido un paso decisivo para mejorar la respuesta a la violencia contra las mujeres19.
Hay numerosos estudios que demuestran que las mujeres en la etapa universitaria (20-24 años) se encuentran en riesgo elevado de sufrir violencia en su relación de pareja7 16 19. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la juventud es el periodo comprendido entre los 10 y los 24 años, en el que se encuentra incluida la adolescencia desde los 10 hasta los 19 años.20 La OMS, a través del programa Universidades saludables, insta a las universidades a detectar las necesidades de salud de la comunidad universitaria promoviendo la participación de la misma en acciones que supongan la atención y la solución de sus propios problemas16 21.
Existen instrumentos que evalúan de forma general la violencia de pareja en la población juvenil, entre los que destacan el Cuestionario de Violencia entre Novios (CUVINO), que mide la violencia padecida7; el Cuestionario de Violencia Psicológica en el Cortejo (PDVQ), que estudia la violencia psicológica sutil en el cortejo22; y el Conflict in Adolescent Dating Relationships Inventory (CADRI), que evalúa las conductas de agresión, pero no las de victimización23. Otros cuestionarios miden algún elemento específico de la violencia padecida, como el Physical Violence Victimization, que explora la violencia física con acciones como zarandear, dar bofetadas, puñetazos o patadas3; el Courtship Persistence Inventory, de 41 ítems, que investiga desde los elementos de aproximación y persistencia en el cortejo hasta las agresiones físicas y las autolesiones24; el Multidimensional Measure of Emotional Abuse, de 28 ítems, que evalúa el abuso emocional, las conductas restrictivas y de control, como espiar teléfonos, correos y redes sociales, o vetar las relaciones con amigos y familiares, así como la retirada hostil (negarse a hablar o cambiar de tema a propósito cuando la otra persona intenta conversar sobre un problema)25; y el Psychological Abuse, de 21 ítems, que mide el abuso psicológico con conductas de denigración, ridiculización y menosprecio4.
Sin embargo, no existe un instrumento que evalúe la violencia en jóvenes de forma integral, que integre las dimensiones física, sexual, de control y psicoemocional, tanto en la violencia ejercida como en la padecida. Las conductas violentas en las relaciones de noviazgo durante la juventud no han recibido tanta atención en la investigación como la violencia en parejas adultas, por lo que resulta necesario detectarlas previamente, pues en la mayoría de los casos las primeras agresiones aparecieron ya durante el noviazgo8 13 26.
Por lo tanto, el objetivo de este estudio es diseñar y validar un instrumento específico para detectar la violencia ejercida y padecida en las relaciones de parejas jóvenes: la Escala Multidimensional de Violencia en el Noviazgo (EMVN).
Método
El diseño del cuestionario se realizó a partir de la revisión bibliográfica. A continuación, se llevó a cabo la adaptación transcultural y se exploró la validez de aspecto y contenido mediante la técnica de consenso Delphi. Previamente al trabajo de campo se efectuó un estudio piloto.
Diseño del cuestionario
Definición de dimensiones y atributos
Para la construcción de la EMVN se tomaron como base los instrumentos Physical Violence Victimization3, Courtship Persistence Inventory24, Multidimensional Measure of Emotional Abuse6 y Psychological Abuse4, que exploraban dimensiones específicas de la violencia identificadas en la revisión teórica (violencia física, comportamientos de acoso, abuso emocional y psicológico a través de conductas de denigración, ridiculización y menosprecio). Las preguntas que conformarían el cuestionario se seleccionaron basándose en estas dimensiones.
Validación transcultural, aspecto y contenido
A continuación se realizó la adaptación transcultural al español, por un filólogo en lengua inglesa y una traductora inglesa nativa. Dichas traducciones fueron valoradas por tres expertas en género, que estimaron una semejanza entre ellas del 94%, seleccionando entre el 7% restante la traducción que estimaron más adecuada en función de las dimensiones del instrumento. Posteriormente se procedió a la validación de aspecto y contenido mediante técnica de consenso Delphi. El panel estuvo formado por tres expertas en género, dos especialistas en metodología de la investigación (concretamente en diseños de instrumentos de recogida de datos) y nueve alumnas universitarias que habían cursado la asignatura Género y salud del Grado de Enfermería. Se obtuvo una versión preliminar de 74 ítems.
Estudio de campo
Seguidamente se realizó el estudio de campo con la versión original (74 ítems) durante el segundo trimestre de 2013. La población de referencia fue de 57.965 alumnos matriculados en Grado en la Universidad de Sevilla, según datos facilitados por el Secretariado del Vicerrectorado de Estudiantes de la Universidad de Sevilla. Se efectuó un muestreo aleatorio estratificado por áreas de conocimiento (Arte y Humanidades, Ciencias, Ingeniería y Arquitectura, Ciencias de la Salud, y Ciencias Sociales y Jurídicas), en el que se adoptó como criterio de inclusión tener o haber tenido alguna relación de pareja. No se establecieron criterios de exclusión. Asumiendo un nivel de confianza del 95%, un error del ±4.62% y el máximo grado de variabilidad de las puntuaciones en la población (0,25), el tamaño muestral fue de 447 estudiantes (Tabla 1).
Dimensión | Componente | Ítems violencia ejercida | Fiabilidad | Ítems violencia padecida | Fiabilidad |
---|---|---|---|---|---|
Física Control | Abuso físico y sexual | 20, 23-32 | 0,888 | 23-32 | 0,865 |
Acoso | 7-12 | 0,839 | 7-12 | 0,837 | |
Vigilancia | 2-5 | 0,678 | 1, 2-6 | 0,766 | |
Ciberacoso | 1, 6 | 0,611 | - | - | |
Psicoemocional | Dominación | 16-19, 21, 22 | 0,801 | 16-22 | 0,795 |
Denigración | 13-15 | 0,796 | 13-15 | 0,771 | |
Total | 0,93 | 0,91 |
Se obtuvo una versión de 64 ítems, 32 por cada subescala (violencia ejercida: «yo lo he hecho»; violencia padecida: «me lo han hecho»), con seis opciones de respuesta (0: nunca; 1: alguna vez; 2: más de tres veces; 3: más de cuatro veces; 4: más de 10 veces; 5: siempre, de forma habitual). Se eliminaron de la versión original (74 ítems) cuatro ítems con cargas factoriales considerables en más de un factor y otros seis que no saturaban convenientemente en ninguno de ellos (correlaciones inferiores a 0,4).
Consideraciones éticas
Este Proyecto de Investigación Biomédica cuenta con el dictamen favorable del Comité de Ética de Investigación de los Hospitales Universitarios Virgen Macarena y Virgen del Rocío. El estudio se plantea siguiendo los requisitos de la Ley Orgánica (LO 14/2007) de Investigación Biomédica.
Análisis estadístico
La fiabilidad del instrumento se determinó mediante la prueba alfa de Cronbach, y la validez de constructo a través del análisis factorial exploratorio por componentes principales, administrado para cada una de las dos escalas de violencia (ejercida y padecida). Esta técnica se aplicó tras haber descartado previamente, mediante la prueba KMO (Kaiser-Meyer-Olkin) y el test de esfericidad de Bartlett, que las correlaciones entre los ítems constituyesen una matriz de identidad. Para la rotación de los componentes, dada la existencia de correlaciones entre los factores, se utilizó el método Promax, que ayudó a minimizar la cantidad de factores y el número de variables con cargas altas dentro de cada uno de ellos. Únicamente se aceptaron valores de correlación (R)>0,4.
Para probar la validez del ajuste de un modelo multifactorial se ha aplicado un análisis factorial confirmatorio por el método de máxima verosimilitud y técnica de bootstrapping, empleada para controlar la falta de normalidad en la distribución de las puntuaciones. En cada tipo de violencia se propone un primer modelo unifactorial que se utiliza como hipótesis nula, según el cual existe un único factor en el que saturan todos los ítems. El rechazo de este modelo, por falta de bondad de ajuste, supondría la pertinencia del modelo multifactorial planteado en cada escala, en el que se considera que cada ítem carga únicamente sobre una variable latente, los factores covarían y los términos de error no están correlacionados.
Para valorar la bondad de ajuste de cada uno de los modelos se ha considerado, tomando como referencia a Boomsma,27 la razón entre ji al cuadrado y los grados de libertad, los índices de ajuste incremental (Incremental Fit Index, Comparative Fit Index, Tucker-Lewis Index) y el error cuadrático medio de aproximación (RMSEA). Se han estudiado también los coeficientes de correlación estandarizados entre factores, y entre variables y factores, con objeto de confirmar, por un lado, la validez de constructo de cada escala, y por otro la validez discriminante del mismo, prestando especial atención, en este último caso, a si la correlación entre las variables latentes, atenuadas por el error de medición (±2 veces el error de medición), era inferior a la unidad.
Para el estudio de diferencias en función del sexo, en cuanto a las puntuaciones de violencia ejercida y padecida por parejas de jóvenes universitarios/as, hemos empleado la prueba U de Mann-Whitney (al no existir distribución normal de las puntuaciones) y la d de Cohen28. En los análisis realizados se han empleado los programas SPSS 21.0 y AMOS 22.0.
Resultados
La EMVN es una escala de 32 ítems compuesta de dos subescalas que miden la violencia ejercida y padecida por parejas de jóvenes universitarios/as. En la subescala de violencia ejercida, los resultados de la prueba KMO (0.93) y del test de esfericidad de Bartlett (χ2=5361,959; gl=496; p <0,001) indican que es posible la extracción de factores a partir de la matriz de correlaciones observadas. A idéntica conclusión llegamos también al observar los resultados de la subescala de violencia padecida (KMO: 0.91; test de esfericidad de Bartlett χ2=5014,445; gl=496; p <0,001).
Subescala de violencia ejercida
Tomando como criterio los autovalores mayores de 1, los ítems quedan agrupados en seis factores y ofrecen información sobre tres dimensiones de violencia (física, control y psicoemocional), con un poder explicativo de la varianza del 58,33%. En la rotación promax, los ítems obtuvieron pesos iguales o mayores a un valor R de 0,52 en el factor al que pertenecían. En cuanto a la fiabilidad de esta subescala, tomando como referencia los criterios de George y Mallery29, resulta aceptable porque se alcanzan valores alfa de Cronbach entre 0,611 y 0,888 para cada uno de los factores (Tabla 1).
Tomando como referencia a Boomsma27, los índices de bondad de ajuste considerados serían buenos cuando la razón χ2 y los grados de libertad supusiesen valores inferiores a 5, los índices de ajuste incremental (IFI, TLI, CFI) fuesen superiores a 0,90 y los de error (RMSEA) se encontrasen por debajo de 0,080, aunque lo ideal para este último serían valores por debajo de 0,0527. Los resultados mostrados en la Tabla 2 indican una falta de ajuste para el modelo unifactorial, lo cual permite rechazar la unidimensionalidad de la escala y plantear la existencia de medidas diferenciadas para diversos factores.
Modelo | χ2/d.f. | IFI | TLI | CFI | RMSEA (IC90%) |
---|---|---|---|---|---|
Un solo factor | 6,13 | 0,633 | 0,578 | 0,629 | 0,107 (0,104-0,111) |
Seis factores | 3,04 | 0,859 | 0,832 | 0,857 | 0,068 (0,064-0,072) |
CFI:Comparative Fit Index; IC90%: intervalo de confianza del 90%; IFI:Incremental Fit Index; RMSEA:Root Mean Square Error of Approximation; TLI:Tucker-Lewis Index.
La bondad de ajuste es notablemente mejor para el modelo de seis factores (Fig. 1). Como se observa en la Tabla 2, la razón entre χ2 y los grados de libertad (χ2=1365,666; gl=449) se sitúa en 3, lo que supone un ajuste aceptable entre el modelo propuesto y los datos observados, al no superarse el límite del valor 5. Las medidas de ajuste incremental se encuentran muy próximas a 0,900, valor a partir del cual puede considerarse un buen ajuste. El error cuadrático medio de aproximación (RMSEA), de 0,068, se encuentra por debajo de 0,08, pero por encima de 0,05, por lo que se estimaría únicamente como aceptable.
En la Tabla 3 se presentan las cargas factoriales de cada variable (ítem) en el factor al que pertenecen. La mayoría presentan valores cercanos a 0,70, todas ellas superan el valor 0,52 y resultan estadísticamente significativas (p <0,01). Ello apoya la estructura de seis factores propuesta para la escala de violencia ejercida, y se respalda, por tanto, la validez de constructo.
Violencia ejercida | Violencia padecida | |||
---|---|---|---|---|
Ítems | R | R2 | R | R2 |
1. Enviar mensajes por SMS, WhatsApp, redes sociales u otra forma de comunicación | 0,565 | 0,319 | 0,420 | 0,176 |
2. Hacer regalos o favores no solicitados | 0,587 | 0,345 | 0,583 | 0,340 |
3. Cambiar clases, prácticas o similares para estar más cerca (de él o ella) | 0,648 | 0,420 | 0,672 | 0,452 |
4. Esperarle/a fuera de clase, casa o trabajo | 0,674 | 0,454 | 0,665 | 0,442 |
5. Pasar a propósito por los lugares donde la otra persona suele estar (casa, trabajo, bares, fiestas...) | 0,543 | 0,295 | 0,667 | 0,445 |
6. Buscar información del otro/a en redes sociales o de otra forma que no sea preguntándoselo directamente | 0,626 | 0,392 | 0,581 | 0,338 |
7. Perseguirle/a | 0,562 | 0,316 | 0,562 | 0,316 |
8. Preguntar dónde está «cada minuto del día» | 0,695 | 0,483 | 0,679 | 0,461 |
9. Enfadarse porque la otra persona pasa mucho tiempo con amistades o familiares | 0,807 | 0,651 | 0,805 | 0,648 |
10. Tratar de hacer sentir culpable a la otra persona por no pasar suficiente tiempo juntos | 0,783 | 0,613 | 0,747 | 0,558 |
11. Espiar sus cosas (teléfono, correos, redes sociales...) | 0,645 | 0,416 | 0,635 | 0,403 |
12. Comprobar por amistades, familiares u otra vía si es cierto que el/la otro/a estaba donde decía estar | 0,750 | 0,563 | 0,723 | 0,523 |
13. Decir al/a la otro/a que no vale nada, que es un/a perdedor/a, un/a fracasado/a o algo parecido | 0,807 | 0,651 | 0,758 | 0,575 |
14. Ridiculizar el aspecto físico de la otra persona, decirle feo/a o algo similar | 0,786 | 0,618 | 0,799 | 0,638 |
15. Insultarle/a o menospreciarle/a delante de los demás | 0,776 | 0,602 | 0,777 | 0,604 |
16. Amenazarle/a con dejarle/a y comenzar a salir con otra persona | 0,705 | 0,497 | 0,730 | 0,533 |
17. Decirle que otra persona sería mejor pareja | 0,726 | 0,527 | 0,721 | 0,520 |
18. Sacar a relucir algo del pasado para hacer daño | 0,740 | 0,548 | 0,598 | 0,358 |
19. Culparle/a de las cosas que no salen bien | 0,716 | 0,513 | 0,634 | 0,402 |
20. Amenazarle/a con arruinar su reputación | 0,673 | 0,453 | 0,662 | 0,438 |
21. Evitar o negarse a hablar con la otra persona (durante mucho tiempo) cuando se está enfadado/a | 0,521 | 0,271 | 0,482 | 0,232 |
22. Enfadarse tanto como para asustar a la otra persona | 0,567 | 0,321 | 0,561 | 0,315 |
23. Amenazar con agredir físicamente a alguna persona conocida | 0,696 | 0,484 | 0,629 | 0,396 |
24. Dañar físicamente a alguien conocido | 0,772 | 0,596 | 0,727 | 0,529 |
25. Conducir temerariamente para asustar a la otra persona | 0,593 | 0,352 | 0,589 | 0,347 |
26. Amenazar con romper, robar o tirar sus cosas personales | 0,770 | 0,593 | 0,727 | 0,529 |
27. Romper, robar o tirar sus cosas personales | 0,763 | 0,582 | 0,706 | 0,498 |
28. Agredir físicamente a la otra persona de forma leve (agarrón, empujón) | 0,673 | 0,453 | 0,672 | 0,452 |
29. Agredir físicamente a la otra persona de forma fuerte (bofetada, puñetazo) | 0,573 | 0,328 | 0,685 | 0,469 |
30. Amenazar con autolesionarse | 0,827 | 0,684 | 0,709 | 0,503 |
31. Autolesionarse | 0,791 | 0,626 | 0,741 | 0,549 |
32. Forzar el contacto sexual | 0,584 | 0,341 | 0,464 | 0,215 |
Las correlaciones entre los factores alcanzan valores medios (Tabla 4), situándose entre 0,124 (correlación entre las subescalas de abuso físico y de aproximación) y 0,772 (correlación entre abuso físico y denigración). La inexistencia de correlaciones próximas a la unidad nos hace descartar que dos factores representen en realidad una misma dimensión. Ello avala la validez discriminante de la escala de violencia ejercida, que presentaría dimensiones suficientemente diferenciadas.
Violencia ejercida | Ciberacoso | Vigilancia | Acoso | Denigración | Abuso físico y sexual |
---|---|---|---|---|---|
Ciberacoso | |||||
Vigilancia | 0,763 | ||||
Acoso | 0,475 | 0,529 | |||
Denigración | 0,179 | 0,245 | 0,670 | ||
Abuso físico | 0,124 | 0,205 | 0,515 | 0,772 | |
Dominación | 0,228 | 0,352 | 0,725 | 0,750 | 0,689 |
Violencia padecida | Vigilancia | Acoso | Denigración | Abuso físico y sexual | |
Vigilancia | |||||
Acoso | 0,592 | ||||
Denigración | 0,322 | 0,628 | |||
Abuso físico | 0,229 | 0,550 | 0,798 | ||
Dominación | 0,326 | 0,684 | 0,766 | 0,791 |
Subescala de violencia padecida
Tomando como criterio los autovalores mayores de 1 se obtienen únicamente cinco factores, que ofrecen información sobre las tres dimensiones (física, control y psicoemocional), con un poder explicativo de la varianza del 53,5%. El factor de aproximación (ítems 1 y 6), registrado en el caso de la violencia ejercida, se diluye ahora en la dimensión vigilancia (Fig. 2). En la rotación promax, los ítems obtuvieron pesos iguales o mayores a un valor R de 0,42 en el factor al que pertenecían, y los valores alfa de Cronbach para cada factor indican una buena fiabilidad (Tabla 1) según la escala de George y Mallery29.
Al efectuar el análisis factorial confirmatorio, los índices obtenidos (Tabla 5) muestran la falta de ajuste en el modelo unifactorial, justificándose, por tanto, el modelo multifactorial representado en la Figura 2. Como puede apreciarse en la Tabla 5, este modelo presenta unos índices que suponen niveles aceptables de bondad de ajuste.
Modelo | χ2/d.f. | IFI | TLI | CFI | RMSEA (IC90%) |
---|---|---|---|---|---|
Un factor | 5.55 | 0,642 | 0,588 | 0,638 | 0,101 (0,097-0,101) |
Cinco factores | 3.08 | 0,840 | 0,811 | 0,838 | 0,068 (0,064-0,072) |
CFI:Comparative Fit Index; IC90%: intervalo de confianza del 90%; IFI: Incremental Fit Index; RMSEA: Root Mean Square Error of Approximation; TLI: Tucker-Lewis Index.
En la Tabla 3 se presenta la carga factorial de cada variable en el factor al que pertenece (Fig. 2). La mayoría presentan valores cercanos a 0,70, todas ellas superan el valor 0,42 y resultan estadísticamente significativas (p <0,01), por lo que se confirma la validez de constructo de la estructura de cinco factores propuesta para la escala de violencia padecida.
Como puede apreciarse en la Tabla 4, las correlaciones entre los factores alcanzan valores medios, situándose entre 0,23 (correlación entre las subescalas de abuso físico y de vigilancia) y 0,79 (correlación entre abuso físico y denigración). Al no situarse próximas a la unidad, asumimos la existencia de dimensiones suficientemente diferenciadas, garantizándose así la validez discriminante de la escala de violencia padecida.
Diferencias en función del sexo
No se han encontrado diferencias estadísticamente significativas entre la violencia ejercida y la padecida. De las tres dimensiones analizadas sobre la violencia (física, control y psicoemocional), solo encontramos diferencias significativas (p <0,05), en función del sexo, en ítems correspondientes a la violencia de control y a la psicoemocional. En relación con la dominación, las mujeres suelen recordar en mayor medida a sus parejas hechos del pasado con la intención de hacer daño, mientras que los hombres protagonizan con más frecuencia enfados que pueden llegar a asustar a la otra persona (Tabla 6).
Ítems | Sexo | N | Rango prom. | Sig. | d |
---|---|---|---|---|---|
1 (A) | H | 174 | 201,48 | 0,012a | 0,30 |
M | 259 | 227,42 | |||
4 (A) | H | 173 | 196,64 | 0,008b | 0,23 |
M | 257 | 228,19 | |||
5 (A) | H | 169 | 187,76 | 0,001b | 0,33 |
M | 251 | 225,81 | |||
6 (B) | H | 178 | 192,96 | 0,000c | 0,37 |
M | 261 | 238,44 | |||
9 (B) | H | 174 | 205,50 | 0,017a | 0,22 |
M | 261 | 226,33 | |||
11 (B) | H | 173 | 195,26 | 0,003b | 0,32 |
M | 258 | 229,91 | |||
12 (B) | H | 178 | 206,09 | 0,047a | 0,15 |
M | 260 | 228,68 | |||
18 (A) | H | 173 | 230,38 | 0,015a | 0,21 |
M | 253 | 201,96 | |||
22 (A) | H | 174 | 194,83 | 0,012a | 0,24 |
M | 247 | 222,39 |
(A): ítems «Me lo han hecho»; (B): ítems «Yo lo he hecho»; H: hombre; M: mujer. a p <0,05; b p <0,01; c p <0,001.
El estudio del tamaño del efecto se ha desarrollado atendiendo a la fórmula de Cohen (1988), considerándose para los cálculos desviaciones típicas combinadas.
En lo referente a comportamientos de vigilancia y ciberacoso, ellas buscan más información sobre las actividades de sus parejas en redes sociales, pero afirman recibir mayor cantidad de mensajes controladores y sufren mayor vigilancia que los chicos. Sin embargo, protagonizan en mayor medida situaciones de acoso, como por ejemplo espiar o comprobar, a través de amigos o familiares, dónde se encuentra su pareja. Asimismo, hemos registrado cifras en torno al 12% en agresiones físicas (bofetadas y puñetazos) «al menos una vez» en chicas y chicos, sin diferencias significativas entre víctimas (11,8% de los chicos y 11,6% de las chicas) y agresores (12,8% de los chicos y 12,7% de las chicas han sido agresores). También declaran haber forzado el contacto sexual «al menos una vez» el 10,4% de las chicas y el 14,1% de los chicos. Todas las diferencias registradas (Tabla 6) son estimadas, basándose en el valor d, como pequeñas28.
Discusión
En nuestra investigación se ha diseñado y validado un instrumento específico, la EMVN, que mide los distintos elementos de la violencia en parejas de jóvenes, con un número de factores o componentes de violencia que supera el clásico agrupamiento en física o psicológica1 2. Aunque los resultados obtenidos sobre la violencia ejercida y la padecida son muy similares, los factores de ciberacoso y vigilancia se agrupan en el caso de la violencia ejercida, por lo que deducimos que la percepción de las actuaciones relacionadas con estos subtipos es distinta en función de si se ejercen o se padecen. Cuando el sujeto ejerce ciberacoso, considera que «está cortejando» y son conductas normalizadas, pero cuando las padece, la consideración sobre las mismas cambia, las percibe como desagradables y las cataloga como acciones de vigilancia. Estos datos confirman que les resulta muy difícil delimitar dónde termina el cortejo y comienza la intimidación19 24. Además, debido a una idealización del amor romántico, tienden a justificar y normalizar conductas censurables de control y vigilancia9 10.
Las conductas de control son las más prevalentes en parejas jóvenes y adolescentes, según los datos de la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2015. Estas se dan indistintamente en chicos y chicas, y pueden no ser identificadas como abusivas, por lo que las víctimas de la situación no suelen reconocerse como tales7 9 10 30. Coincidiendo con otros estudios, hemos constatado que las agresiones psicoemocionales se instauran como una práctica normalizada en las relaciones de pareja en ambos sexos2 4 16 31. Gómez et al.14 confirma, en parejas de edades comprendidas entre los 14 y los 20 años, que la violencia verbal-emocional es el subtipo de agresión más frecuente con independencia del sexo26. Las chicas ejercían más violencia verbal-emocional, mientras que los chicos cometieron más violencia de tipo relacional y sexual14. Muñoz Rivas et al.31, en su investigación con 2890 adolescentes, señalan que el 90%, sin diferencia por sexo, habían utilizado la violencia verbal como forma de resolver conflictos con sus parejas. Y Bliton et al.32, en su estudio con 598 jóvenes universitarios/as, afirma que hombres y mujeres comparten motivaciones similares para ejercer violencia en la relación de pareja y dificultades para hacer frente a emociones negativas, pero la forma de expresarlo es diferente entre chicos y chicas.
En nuestra investigación no se han encontrado diferencias estadísticamente significativas entre la violencia ejercida y la padecida, pero sí coincidimos con otros estudios en cuanto a diferencias de comportamientos en función del sexo32 33 34. Hemos registrado que los chicos manifiestan significativamente más que las chicas conductas de dominación y acciones intimidatorias; sin embargo, no encontramos diferencias significativas por sexo en cuanto a violencia física y sexual. Los datos obtenidos en nuestro estudio referidos a las agresiones físicas (12%) y sexuales (10,4% en las chicas y 14,1% en los chicos) resultan preocupantes tomando en consideración la gravedad de este tipo de acciones y el criterio de «tolerancia cero» (que se hayan producido al menos en una ocasión), ya que la normalización de la violencia a estas edades es el preámbulo de conductas violentas en la pareja en la edad adulta, y de ahí el interés por estudiar el fenómeno a edades cada vez más tempranas26 35. Se perpetúa así la construcción social de masculinidad y feminidad clásica, que justifica en cierta forma la «performatividad» de violencia en las relaciones afectivo-sexuales, donde la fuerza es un recurso socialmente legitimado en los mitos y creencias sobre la masculinidad10.
Actualmente, las líneas de trabajo en este aspecto se basan en conceptualizar y delimitar el consentimiento que se otorga al acto sexual, que tiene un abanico amplio tanto de prácticas como de escenarios sexuales. En nuestro estudio, la violencia sexual está poco explorada y solo se valora con el ítem «forzar el acto sexual», que tiene connotaciones distintas en hombres y mujeres. Probablemente las chicas han considerado como «forzar» el hecho de iniciar o incentivar el acto sexual, ya que no hay penetración sin erección del chico. Y quizás para los chicos «forzar el acto sexual» solo haya sido entendido como agresiones físicas con penetración, interpretando que la insistencia o el acoso para acceder a la sexualidad, fuera e incluso dentro de la propia pareja, no se considera «forzar» si se da en un escenario sexual, por una mala interpretación del consentimiento.
Esta puede ser una interesante línea de estudio, la investigación sobre consentimiento y sexualidad en jóvenes, que por complejidad y extensión del tema no ha sido objeto de este estudio. Por tanto, la principal limitación de este estudio es no haber tenido la precaución, en la prueba piloto, de comprobar si el concepto «forzar el acto sexual» se entendía de distinta forma en función del sexo. Por esta razón, con objeto de evitar un posible sesgo en futuros resultados, sería recomendable incluir en la EMVN una nota a pie de página en la que se explicase qué se entiende exactamente por «forzar el acto sexual», especificando dos tipos de acciones: las agresiones sexuales de contenido verbal o visual (insultos, gestos con intención obscena o exhibir partes íntimas) y las agresiones sexuales físicas (besar, tocamientos, penetración).
Nuestra investigación ha sido transversal y coincidimos con otros autores en la necesidad de realizar en el futuro estudios de carácter longitudinal y cualitativo que exploren las motivaciones subyacentes al maltrato y las repercusiones sobre las víctimas26 35. Una de las limitaciones es que no se ha podido controlar la deseabilidad social y puede que algunas conductas no hayan sido declaradas. En estudios futuros habrá que tener en cuenta la orientación sexual, así como explorar en profundidad el ciberacoso, e incluirlo en instrumentos que estudien la violencia en parejas de jóvenes y adolescentes.
En cuanto a las fortalezas de la escala EMNV, destacamos especialmente su facilidad de aplicación, pues es fácil de usar y de interpretar, y la amplitud en cuanto a la cantidad de facetas de la violencia (física, sexual, control y psicoemocional) que aborda. Este instrumento puede constituirse en una herramienta para utilizarla con distintos colectivos de jóvenes, que permita la detección y la constatación de actitudes de violencia y malos tratos hacia la pareja.
Las universidades son instituciones de especial relevancia, pues además de desarrollarse en ellas la docencia y la investigación, son entornos que velan por el derecho a la libertad, la dignidad y la integridad física y emocional de todo su colectivo, y garantes del avance de nuestra sociedad. A raíz de la promulgación de la Ley Orgánica (LO 3/2007) para la igualdad efectiva de mujeres y hombres se fomentó la creación de las Unidades de Igualdad de Género, con el compromiso de luchar contra la violencia. Por ello, la EMVN, al estar probada en este entorno, puede suponer un recurso válido y fiable en la detección integral de conductas violentas en jóvenes universitarios/as.
Por otra parte, es importante invertir esfuerzos en la implementación de programas, nacionales y autonómicos, de prevención de formas violentas de relación en las parejas de jóvenes. Estos programas pueden contribuir a promover las relaciones afectivas sin violencia basadas en el respeto y la igualdad.
¿Qué se sabe sobre el tema?
La violencia durante el noviazgo es tres veces más frecuente que en las parejas adultas, y las primeras agresiones aparecen en este periodo. Habitualmente suelen identificare solo las agresiones físicas; las psicoemocionales están normalizadas como forma de resolver conflictos y demostraciones de amor. Sin embargo, tienen gran repercusión en la salud.
¿Qué aporta el estudio realizado a la literatura?
La Escala Multidimensional de Violencia en el Noviazgo (EMVN) puede ser una herramienta para detectar de forma integral conductas violentas en el noviazgo, fácil de usar y de interpretar. Podría utilizarse en colectivos juveniles para la detección de malos tratos, como base para implementar programas de prevención de violencia en la edad adulta, mediante la promoción de relaciones afectivas respetuosas e igualitarias.