Introducción
La soledad no deseada, que puede ser definida como el sentimiento causado por la discrepancia entre las características reales de nuestra red social y las deseadas1, se ha convertido en nuestro contexto en un tema de creciente preocupación, tanto en el ámbito mediático como desde un punto de vista social y de salud pública2. Su magnitud, evolución y efectos en la salud han llevado a considerar este fenómeno también en el ámbito internacional como un importante problema de salud pública3.
En los últimos años, una creciente literatura científica ha mostrado el impacto que la soledad no deseada tiene sobre la salud de las personas4-6. Así, diversos estudios de ámbito internacional han evidenciado que la soledad se asocia a un peor estado de salud general7-9, una mayor mortalidad por todas las causas4,10, mayor riesgo de hipertensión11y de enfermedades coronarias12, problemas de salud mental (como depresión13y suicidio14), así como una mayor probabilidad de tener conductas perjudiciales para la salud (como un mayor consumo de tabaco15o menores niveles de actividad física16, o más obesidad17). Los estudios longitudinales han mostrado de forma consistente y relevante esta asociación entre soledad y salud10.
La prevalencia de soledad no deseada suele variar entre el 20% y el 35% según el contexto analizado2,18,19. Existen algunas características sociodemográficas que parecen estar relacionadas con la soledad no deseada, entre las cuales el sexo, el estado civil y la edad parecen contar con una mayor evidencia. Así, la soledad suele ser más prevalente entre las mujeres, aunque las diferencias respecto a los hombres suelen desaparecer cuando se controla por otros factores como el estado civil, el nivel educativo o los problemas de salud20. Asimismo, la relación de la soledad con algunos factores como el estado civil se ha mostrado consistente, siendo más frecuente entre las personas solteras o viudas18,21. Además, la evidencia internacional muestra que los sentimientos de soledad son más frecuentes entre las personas mayores, aunque los estudios suelen mostrar una distribución en forma de U, siendo también prevalente entre la población adolescente18,22,23. Por ello, la mayoría de los estudios sobre la soledad se han centrado en las personas mayores o en los adolescentes, y es mucho menor el conocimiento sobre la prevalencia y las características de la soledad entre las personas de mediana edad y adultas jóvenes18,19,22. Este hecho es más evidente en lo que respecta al conocimiento acerca del impacto de la soledad en la salud, ya que la mayor parte de los estudios de este tipo se han concentrado en la población mayor5,24 y es aún escasa la literatura que analiza dicho impacto a lo largo del ciclo vital8,23.
Por otro lado, la evidencia en cuanto a la relación entre la soledad no deseada y los factores socioeconómicos como los ingresos, el nivel educativo o el origen étnico no es muy abundante, ha mostrado resultados menos consistentes y se ha centrado fundamentalmente en la población mayor2,23,25,26. Ello contrasta con la abundante literatura existente en relación a las desigualdades sociales en problemas de salud o factores relacionados con la salud.
El objetivo de este estudio fue determinar la prevalencia de soledad no deseada en nuestro contexto y su relación con la salud, desde un marco que integre las diferencias a lo largo del ciclo vital y analice las desigualdades sociales.
Método
Se realizó un estudio transversal para la población de 25 y más años de edad residente en el País Vasco a partir de datos procedentes de la Encuesta de Salud del País Vasco 2018 (ESCAV 18). La muestra utilizada fue de 7228 personas y la tasa de respuesta de la ESCAV 18 fue del 79%. La metodología de la encuesta ya ha sido publicada27.
La ESCAV 18 incorporó por primera vez la medición de la soledad no deseada mediante una pregunta directa autorreportada de ítem único y de respuesta con una escala de frecuencia: «¿Se siente solo/a? Siempre, A menudo, A veces, Nunca». Esta forma de medir la soledad no deseada se utiliza de manera habitual en Europa y Norteamérica, es fácil de usar y parece tener una alta aceptación por parte de las personas encuestadas18,28. En este trabajo, al analizar la distribución social y el impacto en la salud, las respuestas se dicotomizaron en nunca vs. a veces, a menudo y siempre.
Las variables de salud utilizadas fueron la salud autopercibida y la salud mental. La primera se recogió mediante la pregunta: «¿Considera que su salud en general es...? Muy buena, Buena, Regular, Mala, Muy mala». Se trata de un indicador muy utilizado para medir la salud de las poblaciones y que está relacionado con la mortalidad y el uso de servicios de salud. La variable fue dividida en dos grupos para el análisis: muy buena y buena vs. regular, mala y muy mala. En cuanto a la salud mental, se utilizó el Mental Health Inventory en su versión de cinco ítems (MHI-5), que recoge el riesgo de depresión y ansiedad en la últimas 4 semanas en un rango de 0 a 100 y que es considerado un instrumento válido y fiable para valorar la salud mental en personas adultas29. De acuerdo con la literatura, se consideró una puntuación de 52 como punto de corte para identificar mala salud mental. Se utilizó como variable de posición socioeconómica la clase social basada en la ocupación, dividida en clase social manual y no manual siguiendo la metodología propuesta por la Sociedad Española de Epidemiología30.
En primer lugar, se describió la muestra a partir de las variables utilizadas en el estudio y se analizó la significatividad de las diferencias por sexo con la prueba de ji al cuadrado de Pearson. Se calcularon las prevalencias brutas de sentirse solo/a, total y por grupos de edad quinquenales. Para analizar la asociación entre la soledad no deseada y, por una parte, la posición socioeconómica, y por otra las diferentes variables de salud, se calcularon razones de prevalencia (RP) mediante modelos de regresión de Poisson de varianza robusta y sus intervalos de confianza del 95% (IC95%). Se calcularon RP ajustadas por edad, totales y por grupos de edad (30-44, 45-64, 65-79, 80 y más años). Todos los análisis se llevaron a cabo de forma separada para hombres y mujeres, y se utilizaron los programas Microsoft Office Excel y SAS.
Resultados
En la Tabla 1 se muestra la distribución de la muestra según las principales variables utilizadas. El 36,2% de los hombres y el 32,5% de las mujeres tenían entre 25 y 44 años, el 39,3% de los hombres y el 37,2% de las mujeres tenían entre 45 y 64 años, y el 6,2% de los hombres y el 10,9% de las mujeres tenían 80 o más años. El 58,9% de los hombres y el 54,0% de las mujeres eran de clase social manual. El 2,6% de los hombres y el 4,3% de las mujeres se sentían siempre o a menudo solos/as, y el 20,1% de los hombres y el 25,4% de las mujeres algunas veces. Más del 80% de las mujeres tenían una buena salud general y un 82,9% referían buena salud mental; de los hombres, más del 86% tenían buena salud y el 90,1% referían buena salud mental.
Hombres | Mujeres | pa | |||
---|---|---|---|---|---|
N = 3456 | % | N = 3772 | % | ||
Edad | <0,000 | ||||
25 a 44 años | 1251 | 36,2 | 1226 | 32,5 | |
45 a 64 años | 1357 | 39,3 | 1402 | 37,2 | |
65 a 79 años | 634 | 18,3 | 734 | 19,4 | |
80 y más años | 214 | 6,2 | 410 | 10,9 | |
Clase social | <0,000 | ||||
No manual | 1415 | 40,9 | 1728 | 45,8 | |
Manual | 2035 | 58,9 | 2037 | 54,0 | |
No consta | 6 | 0,2 | 8 | 0,2 | |
Sentimiento de soledad | <0,000 | ||||
Siempre/a menudo | 89 | 2,6 | 163 | 4,3 | |
Algunas veces | 696 | 20,1 | 957 | 25,4 | |
Nunca | 2671 | 77,3 | 2652 | 70,3 | |
Salud percibida | <0,000 | ||||
Buena/muy buena | 2984 | 86,3 | 3037 | 80,5 | |
Regular/mala/muy mala | 472 | 13,7 | 735 | 19,5 | |
Salud mental | <0,000 | ||||
Buena | 3114 | 90,1 | 3128 | 82,9 | |
Mala | 342 | 9,9 | 644 | 17,1 |
a. Prueba de ji al cuadrado de Pearson.
El 23,3% de los hombres y el 29,7% de las mujeres presentaron con alguna intensidad (siempre, a menudo o a veces) sentimientos de soledad no deseada. Según el grupo de edad hubo importantes diferencias (Fig. 1). Así, en los hombres, las mayores prevalencias se produjeron en dos grupos de edad: entre los 30 y 34 años (29,8%), y a partir de los 80 años (30,6% en los de 80-84 años y 36,6% en los de 85 y más años). En el caso de las mujeres, la prevalencia de soledad fue más estable a lo largo de toda la vida, con ligeros picos de alrededor del 30% a los 25-29 años, a los 50-54 años y a los 70-74 años, para aumentar considerablemente en la última etapa. Entre las mujeres de 80 a 84 años, el 38,3% declaraba tener sentimientos de soledad no deseada, y entre las de 85 y más años el 42,5%.
El riesgo de sentirse solo/a fue desigual por sexo y según la posición socioeconómica. Así, la prevalencia de soledad no deseada fue mayor en las mujeres (RPa: 1,30; IC95%: 1,18-1,42). Esta mayor prevalencia en las mujeres ocurrió en todos los grupos de edad y especialmente en el de 65 a 79 años (RPa: 1,80; IC95%: 1,47-2,21). En las personas de 80 y más años, las diferencias no fueron significativas (Tabla 2).
25 a 44 años RP(IC95%) | 45 a 64 años RP(IC95%) | 65 a 79 años RP(IC95%) | 80 y más años RP(IC95%) | Total RP(IC95%) | |
---|---|---|---|---|---|
Hombres | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
Mujeres | 1,23 (1,02-1,48)a | 1,18 (1,03-1,35)a | 1,80 (1,47-2,21)a | 1,20 (0,96-1,51) | 1,30 (1,18-1,42)a |
Hombres | |||||
No manual | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
Manual | 1,42 (1,05-1,92)a | 1,10 (0,88-1,36) | 1,01 (0,71-1,46) | 1,35 (0,88-2,09) | 1,22 (1,04-1,42)a |
Mujeres | |||||
No manual | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
Manual | 1,44 (1,11-1,88)a | 1,25 (1,05-1,49)a | 1,20 (0,94-1,53) | 1,24 (0,94-1,63) | 1,30 (1,15-1,46)a |
IC95%: intervalo de confianza del 95%; RP: razón de prevalencia. a. p <0,05.
Así mismo, la prevalencia de sentirse solo/a fue significativamente mayor entre las personas de clase social manual que entre las de clase social no manual, tanto en hombres (RPa: 1,22; IC95%: 1,04-1,42) como en mujeres (RPa: 1,30; IC95%: 1,15-1,46) (Tabla 2). Cuando se analizó esta asociación por grupos de edad, se observó que las diferencias fueron estadísticamente significativas para el grupo de edad más joven, entre 25 y 44 años (RPa hombres: 1,42, IC95% 1,05-1,92; RPa mujeres: 1,44, IC95% 1,11-1,88), y para el de grupo de 45 a 64 años en mujeres. En el resto de los grupos la tendencia se mantuvo, pero las diferencias no fueron significativas.
Al analizar la asociación entre la soledad no deseada y la salud se observó una mayor prevalencia de mala salud percibida y de mala salud mental entre las personas que se sienten solas (Tabla 3). Así, la prevalencia de mala salud percibida fue el doble tanto en hombres (RPa 2,11, IC95% 1,77-2,51) como en mujeres (RPa 2,10, IC95% 1,83-2,41). Esta situación se repitió en todos los grupos de edad, pero aún de forma más acusada en las edades jóvenes, de entre 25 y 44 años (RPa hombres: 2,95, IC95% 1,60-5,41; RPa mujeres: 4,55, IC95% 2,70-7,67).
25 a 44 años RP(IC95%) | 45 a 64 años RP(IC95%) | 65 a 79 años RP(IC95%) | 80 y más años RP(IC95%) | Total RP(IC95%) | |
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Salud general | |||||
Hombres | |||||
Soledad: no | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
Soledad: sí | 2,95 (1,60-5,41)a | 2,09 (1,55-2,80)a | 2,09 (1,58-2,78)a | 1,77 (1,27-2,47)a | 2,11 (1,77-2,51)a |
Mujeres | |||||
Soledad: no | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
Soledad: sí | 4,55 (2,70-7,67)a | 2,57 (2,00-3,31)a | 1,99 (1,62-2,45)a | 1,28 (1,05-1,55)a | 2,10 (1,83-2,41)a |
Salud mental | |||||
Hombres | |||||
Soledad: no | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
Soledad: sí | 4,54 (2,79-7,38)a | 3,29 (2,36-4,60)a | 4,49 (2,79-7,22)* | 3,04 (1,67-5,55)a | 3,95 (3,15-4,95)a |
Mujeres | |||||
Soledad: no | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
Soledad: sí | 5,80 (3,68-9,13)a | 3,28 (2,59-4,15)a | 3,45 (2,57-4,62)a | 2,16 (1,56-3,00)a | 3,50 (2,99-4,12)a |
IC95%: intervalo de confianza del 95%; RP: razón de prevalencia. a. p <0,05.
Por su parte, la soledad también estuvo fuertemente asociada con la salud mental. La prevalencia de mala salud mental fue mayor entre aquellas personas que dijeron sentirse solas, casi 4 veces mayor en los hombres y 3,5 veces mayor en las mujeres (Tabla 3). Además, por grupos de edad, estas diferencias en las prevalencias fueron mayores en las personas adultas jóvenes de entre 25 y 44 años (RPa hombres: 4,54, IC95% 2,79-7,38; RPa mujeres: 5,80, IC95% 3,68-9,13), si bien esta mayor prevalencia de mala salud mental entre las personas que se sienten solas se repitió en el resto de los grupos de edad.
Discusión
El sentimiento de soledad no deseada afecta a una de cada cuatro personas en el País Vasco. La soledad no deseada es mayor en las mujeres y presenta una clara desigualdad social, por la cual en las clases sociales más desfavorecidas es más frecuente sentirse solo/a. Aunque la prevalencia de soledad más alta se da en los grupos de 80 y más años, también afecta de manera especial a las personas de 25 a 44 años. Sentirse solo/a está asociado con una peor salud, tanto general como mental. Las desigualdades sociales en la soledad, así como la asociación entre esta y la mala salud, fueron mayores entre las personas adultas jóvenes.
Los resultados del estudio están en consonancia con otros estudios en el ámbito internacional que ya han mostrado tanto un mayor prevalencia de soledad no deseada en las edades avanzadas18,23 como una asociación entre esta y la mala salud5,7-9,24, especialmente relevante en el caso de la salud mental13,14. Asimismo, en relación con las desigualdades sociales en la soledad, los resultados del estudio coinciden con lo descrito en estudios previos en los que, aunque la evidencia sobre las desigualdades sociales en la soledad es escasa y no muy consistente por la diversidad de indicadores de posición socioeconómica utilizados, se observa que las personas de menor nivel socioeconómico se encuentran más frecuentemente solas2,23,26.
En todo caso, la comparación con la evidencia es complicada e incluso muestra resultados diferentes si se tiene en cuenta la perspectiva del ciclo vital. En primer lugar, en cuanto a las diferencias en la prevalencia de soledad no deseada en las diferentes fases del ciclo vital, los datos del estudio presentan ligeras diferencias respecto a lo descrito en la mayor parte de los estudios. Así, la prevalencia de soledad no parece seguir en el País Vasco la forma de U descrita en otros contextos18,23, en particular entre las mujeres, en las que la prevalencia es más estable a lo largo de la vida. En ambos sexos, pero de manera más acusada en los hombres, la prevalencia de soledad en adolescentes y jóvenes no parece ser mayor que en otras edades, sino que es el grupo de 25 a 44 años el que sigue a las personas mayores en cuanto a prevalencia de soledad. Estos resultados, aunque parcialmente, sí parecen coincidir con lo descrito para la ciudad de Madrid2, pero no es posible su comparación por sexo puesto que los estudios no realizan esta estratificación. Las características sociodemográficas del sur de Europa pueden estar entre las razones de este factor diferencial. Las características del sistema familiar, económico y residencial español conllevan que este grupo de edad tenga unas características diferenciales que en el resto de Europa, con importantes consecuencias para la promoción de la salud31. La soledad no deseada puede presentar características diferentes a lo largo del ciclo vital, ya que mientras en edades avanzadas puede relacionarse en mayor medida con el aislamiento físico, en ocasiones, debido a las características arquitectónicas de las viviendas32 o por viudedad21, en el caso de la población joven puede relacionarse más con situaciones de precariedad vital, así como con procesos sociales de individualización y la pérdida de la capacidad que las instituciones sociales clásicas como el trabajo, la política o la religión tienen para otorgar sentido, cohesión y sentimiento de pertenencia a las personas33.
Respecto a la asociación entre soledad no deseada y salud, nuestros datos muestran una mayor asociación en los grupos de edad más jóvenes. Dado que la gran mayoría de los estudios encontrados se han centrado en la población mayor5,24, y pocos analizan las diferencias por grupos de edad, resulta complicado comparar estos resultados con la literatura, aunque sí parece que los pocos estudios que han analizado el impacto de la soledad en la salud teniendo en cuenta los diferentes grupos de edad muestran que el impacto de la soledad sobre la salud puede ser mayor en las personas jóvenes o de mediana edad que en los mayores de 60 años8,23.
Por último, los resultados del estudio también muestran el diferente impacto que la posición social tiene en la soledad en las diferentes etapas de la vida. No obstante, la evidencia al respecto es escasa. Un estudio realizado en Dinamarca ha mostrado que factores socioeconómicos como el origen étnico y el desempleo suponen un mayor riesgo de sentir soledad en todas las edades23. Ello contrasta con nuestros resultados, que muestran unas mayores desigualdades en las edades de 25 a 44 años.
Este estudio presenta una serie de limitaciones que deben tenerse en cuenta. En primer lugar, la soledad no deseada se mide de manera directa (incluyendo la palabra «soledad» en su formulación) con una pregunta de ítem único que además ha sido dividida para los análisis en dos categorías. Sin embargo, la soledad no deseada es un concepto complejo y de difícil medición debido a los posibles sesgos asociados, como el de deseabilidad social. Además, podría haber un sesgo diferencial por edad, ya que esta forma de medir la soledad podría estar infraestimando la prevalencia de los sentimientos de soledad en grupos en los que el estigma de la soledad es más acusado, especialmente entre los hombres y las personas jóvenes18. A pesar de ello, aproximaciones similares a la realizada en este artículo han sido utilizadas por estudios previos para medir la soledad no deseada8,12, y los estudios que han analizado el impacto de usar diferentes tipos de medición de la soledad muestran que, en términos generales, las prevalencias son similares18,28. Asimismo, la utilización de la clase social basada en la ocupación en la población mayor puede presentar dificultades especialmente en las mujeres, y aunque su uso es habitual en el estudio de las desigualdades sociales en salud34, la interpretación de la asociación con la soledad debe considerar esta cuestión. Por otro lado, hay que tener en cuenta que se trata de un estudio transversal, por lo que las limitaciones de este tipo de estudios también afectan a este trabajo. En primer lugar, puede que las diferencias atribuidas al ciclo vital sean diferencias generacionales. Sin embargo, las razones que hay detrás de la prevalencia de la soledad y sus características aluden a cuestiones relativas al ciclo vital. Además, el diseño no permite establecer causalidad entre variables, ni al analizar el impacto de la posición social sobre la soledad no deseada ni el de esta sobre la salud. No obstante, desde el punto de vista conceptual es difícil que el sentido de la asociación sea el contrario del que se ha interpretado en este estudio. De hecho, algunos estudios longitudinales han mostrado que la soledad y la salud son cuestiones independientes y que la soledad predice el aumento de los síntomas de depresión, pero no viceversa13. Sin embargo, y para tener en cuenta el posible efecto que los estados de mala salud puedan tener en la soledad, se han repetido los análisis eliminando de la muestra las personas con alguna dependencia y los resultados no han variado significativamente (datos no mostrados).
Los resultados de este estudio tienen importantes implicaciones desde el punto de vista de las políticas de salud. Así, destacan la importancia que tiene intervenir para reducir la soledad no deseada en nuestro contexto. De hecho, ya son varias las intervenciones que se están llevando a cabo en diferentes ámbitos y desde diferentes perspectivas32,35. Los resultados del estudio aportan importantes potenciales aspectos de mejora al respecto. En primer lugar, la intervención sobre la soledad no deseada se ha centrado casi exclusivamente en población mayor, hasta el punto de que se ha asociado la soledad no deseada a una característica del envejecimiento. Sin embargo, los resultados muestran la importancia que este fenómeno tiene en otras etapas del ciclo vital, como en las personas adultas jóvenes, tanto por su prevalencia como por el impacto que esta tiene en la salud, mayor que en poblaciones de edad avanzada. Además, conviene tener en cuenta que las características de la soledad en las diferentes etapas del ciclo vital pueden mostrar características muy distintas, y por tanto las intervenciones deben planificarse adaptándose a esas diferentes etapas del ciclo vital22. Estos resultados no solo tienen implicaciones para las políticas de salud, sino que también plantean nuevas necesidades de investigación. En concreto, los datos sobre población adulta joven abren la necesidad de nuevas investigaciones que analicen estos procesos de soledad en personas jóvenes que pueden estar provocando importantes impactos en la salud y desigualdades sociales en salud. En segundo lugar, el estudio constata la importancia de que las desigualdades sociales en la soledad sean tenidas en cuenta al intervenir en la prevención o la reducción de la soledad; no hacerlo puede provocar no solo un aumento de las desigualdades sociales en salud, sino también que las intervenciones no sean todo lo eficientes que podrían ser, ya que no consideran adecuadamente un aspecto importante que puede estar relacionado con la soledad y sus características.
¿Qué se sabe sobre el tema?
La soledad no deseada se ha mostrado muy relacionada con un peor estado de salud general y con peor salud mental. La gran mayoría de los estudios han analizado esta relación centrándose en la población mayor, y son escasos en otros grupos de edad y con un enfoque de equidad social.
¿Qué añade el estudio realizado a la literatura?
El estudio explora la prevalencia de soledad no deseada a lo largo del ciclo vital, identificando desigualdades sociales, así como un importante efecto en la salud general y en la salud mental de la población adulta joven. Los resultados subrayan la importancia de diseñar intervenciones para reducir la soledad no deseada en grupos de edad jóvenes y desde una perspectiva de equidad.