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Index de Enfermería
versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296
Index Enferm vol.13 no.47 Granada 2004
MISCELÁNEA
CARTAS AL DIRECTOR
La humanidad de lo humano
Sr. Director: En enfermería, uno recuerda muchos primeros días y muchas primeras veces, tal vez esto sea así porque esta maravillosa profesión nos invita a no bajar la guardia nunca y a ver en cada persona a la que cuidamos un nuevo desafío, tanto profesional como personal. Esta es una de esas vivencias que llegan a uno casi sin darse cuenta, que uno tarda en madurar y asimilar, pero que viajarán siempre con nosotros en ese equipaje de vida que nunca se abandona.
Así, y como el tiempo no se detiene por mucho que nos empeñemos en absorber su sustancia de aprendizaje, de repente me encontré con que habían pasado como un suspiro mis tres años de formación enfermera pregrado. Me había matriculado en primer curso en junio del 93 y ya estaba recogiendo mi título en junio del 96.
Bueno, las cosas debían seguir su curso natural, el siguiente paso sería trabajar en aquello para lo que me habían formado y que tanto me llenaba. Y así fue, empecé a trabajar, y en uno de mis primeros contratos caí en una de esas unidades que inspiran cierto temor, se trataba de la Unidad de Oncología Infantil.
Durante mi período de formación en la Universidad había desarrollado módulos de práctica-clínica en Unidades de Pediatría, pero dadas las características del área sanitaria donde éstas se realizaban nunca había tomado contacto con la oncología infantil sobre el terreno. En lo que respecta a una formación ya más de tipo teórico tampoco contaba con ella, en ese momento esta enfermera no disponía de recursos para saber "cómo era la idiosincrasia de los pacientes de estas unidades". Mientras firmaba el contrato pensaba en si sería capaz de estar a la altura de las nuevas circunstancias profesionales que se me iban a plantear en breve, tampoco sabía muy bien a la altura de qué.
Cuando comenté a mis compañeros mi nuevo destino las reacciones de todos ellos eran muy similares: "Buff menudo marrón"; "es que con niños.". Ya no había vuelta atrás, yo era una enfermera, un profesional en la prestación de cuidados, y ¿qué podía pasar? Pues, podía pasar lo que finalmente pasó.
Mi incorporación a la planta fue buena, mis compañeros me pusieron al corriente en seguida y en principio todo parecía ir sobre ruedas. Pasado el tiempo reflexioné sobre esos inicios y concluí que en esos días solamente me preocupé por dar una atención técnica excelente, pero que de manera inconsciente estaba huyendo de enfrentarme a la realidad humana que se presentaba ante mí, sabía con total certeza que el hecho de aproximarme podría causarme dolor.
Durante un tiempo anduve de "puntillas" por la unidad, marcando una línea de seguridad. Y no creo que por esta actitud fuese una mala enfermera pero ahora sé que lo que sí estaba siendo era una "enfermera incompleta". En la vida cotidiana uno se encuentra con personas que son capaces de los rodeos más diversos con el único fin de no tener que enfrentarse a situaciones conflictivas con otras personas, y no por ello son peores ni mejores que nadie, pero tal vez lo que si sean es incompletas. En el momento en el que se desarrolla la acción de esta narración, yo huía de circunstancias que me generaban un conflicto interior, tal vez lo que no quería ver era la humanidad de lo humano, pero una humanidad bidireccional, esto es la del paciente y su familia y la mía propia como individuo. Pero, tuve la gran suerte de que una pequeña gran persona me frenó en seco y me hizo caer de mi atalaya protectora, y aunque es cierto que el impacto me dolió, una vez me recuperé y pude reflexionar sobre ello, el resultado fue un fortalecimiento personal y profesional.
Lo recuerdo como si estuviese sucediendo en este preciso momento. Era un domingo por la tarde, había sido un turno tranquilo, nada que se saliese de lo habitual. Serían aproximadamente las 20:30 horas, cuando nos llaman para avisar que sube un ingreso, se trataba de una niña, la llamaremos María, con un diagnóstico previo de leucemia. El motivo de ingreso en esta ocasión es estado febril, con una temperatura de 38.5ºC. Por protocolo médico del Servicio de Oncología Infantil, todos estos pacientes en los cuales se den estas circunstancias cuando sufren una elevación de temperatura ingresan en observación y vigilancia. Se trata por supuesto de una situación especial.
María llega a la planta por su propio pie, más tarde me enteré que se había negado rotundamente a un traslado en silla de ruedas, acompañada por su madre y una celadora. María era desconocida para mí, no habíamos coincidido nunca en la Unidad. Sin embargo, ella ya era una veterana (bastante más que yo), esta situación se evidenciaba de forma clara porque pacientes, familiares y personal la reconocían y la saludaban.
Entré en la rutina del ingreso, pero de repente me paré y miré a María, y María estaba llorando, bajé la vista huyendo de enfrentarme al azul intenso de sus ojos, huyendo de lo que yo suponía el motivo de su llanto. Pero mi huida fue un fracaso, porque de manera casi hipnótica volví a mirar a María, y de modo casi inconsciente le pregunté ¿por qué lloras?. Creyendo que ya sabía la respuesta, ni siquiera la dejé contestar y ya me encontraba replicándole: que tenía que ser mayor y no llorar por estar en el hospital, que tenía amigos, que su madre estaba allí, que todos la íbamos a cuidar mucho...
María dejó de llorar, se me quedó mirando y me dijo con voz clara y serena, voz que dejaba reflejada una humanidad aplastante: "Tienes razón, pero es que yo no lloro por lo que tú dices, yo lloro porque hoy es el cumpleaños de mi hermano pequeño y no voy a poder ir a la fiesta que hemos organizado para él. Y no me digas que podré ir el año que viene porque no sé si el año que viene estaré aquí o ya me habré muerto".
Si la tierra pudiera abrirse y engullirnos cuando uno lo desea, éste hubiese sido el momento. María era fuerte aún en su debilidad, y yo debía entender que el cuidado va mucho más allá de lo físico. Hay que conocer las vivencias personales, para saber cómo nos afectan como profesional, y ver a las personas que cuidamos desde la humanidad de lo humano, no es posible cuidar sin entender y para entender hay que conocer todos los parámetros que entran en juego en la realidad de todos los actores.
Tiempo después leí en el libro "La pedagogía del cuidado: saberes y prácticas en la formación universitaria en enfermería" de JL Medina lo siguiente: "El objeto material de la Enfermería, como ciencia humana que es, es el hombre, y el punto de vista particular (objeto formal) desde el que la Enfermería intenta comprenderlo es el cuidado".
¡Qué cierta me pareció esta afirmación! El autor explicó con precisión quirúrgica lo que María me dijo con inocencia infantil, yo entendí lo que tanto me angustiaba y aún me preocupa hoy en día, la necesidad de enfrentarse a la humanidad de lo humano del paciente y del profesional para poder ser cada vez unos enfermeros y enfermeras más completos.
María Jesús Movilla Fernández
Escuela Universitaria de Enfermería y Podología.
Campus de Esteiro. Ferrol, España
movilla@cdf.udc.es