Introducción
En España son numerosos los estudios que analizan las relaciones entre el estatus social de la mujer, el cuerpo, los cánones de belleza, la presión social y los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) para ajustarse al cuerpo normativo.1,2 Sin embargo, el desarrollo de estos estudios en los países de África y en especial en los del Sahel y el Sáhara Occidental son muy escaso,s por lo cual creemos necesario ampliar el contexto geográfico de esta problemática. El presente trabajo se centró en la sociedad Saharaui ya que existen indicios de altas tasas de obesidad femenina en relación a un ideal estético caracterizado por la preferencia de la figura de la mujer con exceso de peso.3,4 La presión social sobre el cuerpo de la mujer no se manifiesta con la misma intensidad en el cuerpo de los hombres y es una de las causas de desigualdad de género en salud.5,6
La mayoría de los trabajos sobre nutrición realizados en África ponen el foco en detectar las situaciones de desnutrición en la población. Aunque muchos de estos estudios señalan que la obesidad coexiste con la malnutrición,6 también resaltan que en los países del Sáhara, la prevalencia del infrapeso es baja en comparación a las altas tasas de obesidad.7 Trabajos publicados en los últimos ocho años ya advierten que la obesidad femenina constituye un fenómeno de alta prevalencia en la región del Sáhara.8,9
Rguibi y Belahsen estudiaron la obesidad en las mujeres saharauis de territorios controlados por Marruecos. Su trabajo se llevó a cabo en los centros de salud pública de Laayounnee incluyó una muestra de 249 mujeres. Se detectó un 30 % de sobrepeso y un 49 % de obesidad en las mujeres y sin embargo el 90.4 % de ellas expresaron su deseo de aumentar de peso.10
Recientemente, Naigaga en un estudio transversal realizado sobre una muestra de 180 mujeres y 175 hombres saharauis, detectó una tasa del 42 % de sobrepeso y 48 % de obesidad.11 Significativamente más mujeres (60 %) presentaban sobrepeso y obesidad en comparación con los hombres (25 %). Los resultados reflejaron una tendencia en mujeres a manifestarse más delgadas de lo que realmente están según su Índice de Masa Corporal (IMC), así como un patrón generalizado en mujeres de querer conseguir un cuerpo más grueso del que tenían en el momento de realizar el trabajo. Los resultados evidencian que la presión social por conseguir el cuerpo ideal es mucho más acusada en las mujeres que en los hombres.
La consideración de la figura femenina con exceso de peso como atractiva, al menos en relación con los estándares del normopeso dictados por los distintos grupos científicos, era habitual en los pueblos saharauis, y ha sido ilustrada en numerosas etnografías.12,14 Algunas de ellas ya resaltaban los estereotipos positivos que el pueblo tuareg asocia a la obesidad femenina, quienes consideraban que esta situación aceleraba la pubertad y permitía conseguir un matrimonio rápido y en mejores condiciones.11
Rebeca Popenoe había llegado a conclusiones parecidas, mostrado la persistencia del sobrepeso en las mujeres como deseable en otras sociedades africanas. Los resultados de su trabajo de demostraron que los ideales locales de belleza no pueden entenderse de forma aislada sino relacionándolos con las distintas estructuras de la sociedad en la que dichas imágenes se construyen con sus lógicas culturales particulares.15
El presente trabajo analiza la relación entre el autoconcepto de la imagen corporal con el sobrepeso y obesidad en mujeres saharauis. Las preferencias estéticas son ejemplos de particularismos, porque obedecen a variaciones regionales que se mueven en un continuum entre delgadez y obesidad.3 Sin embargo, la presión por ajustar el cuerpo real al ideal social afecta más a las mujeres que a los hombres y esto se ha constatado a nivel universal, tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados.7 Los objetivos de esta investigación fueron: estudiar la prevalencia actual de sobrepeso y obesidad en una muestra de mujeres Saharauis así como la percepción de la imagen corporal de las mujeres y el grado de satisfacción con su cuerpo y averiguar si estos factores se relacionaban con la presencia de obesidad.
Metodología
Entre mayo y noviembre de 2018 en los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf (Argelia) se realizó un estudio transversal de prevalencia mediante técnicas cuantitativas que incluyeron mediciones antropométricas de peso (en kg), talla (en cm) e IMC.
La selección muestral se hizo con criterios de conveniencia, incorporando en la muestra a las mujeres mayores de 14 años que acudían a los dispensarios de salud, a las farmacias locales o asociaciones de mujeres de la Wilaya de Auserd durante el período de recogida de datos. Se excluyeron a mujeres con enfermedades psiquiátricas, embarazadas o con problemas de comunicación. Tanto para la selección de las mujeres, como para las posteriores mediciones y análisis de las mismas, se contó con la participación de las enfermeras y enfermeros locales a quienes se explicó previamente el estudio y los instrumentos de medición. Para la estimación del tamaño poblacional se consultó el documento más reciente de ACNUR sobre población refugiada Saharaui que cifra en 36.400 personas el total de la población en Auserd.16
La muestra final del presente estudio fue constituida por 210 mujeres, con una edad media de 34,2 años, una desviación estándar de 12,8 años con un mínimo de 14 y un máximo de 80.
Todas las mujeres fueron informadas previamente tanto del procedimiento como de la finalidad del estudio, solicitando su consentimiento explícito, garantizando en todo momento la confidencialidad de datos y se les explicó el objetivo final de la investigación. Solo el 20 % de las mujeres dominaban el castellano, por lo que para la comunicación y traducción de los cuestionarios se contó con la ayuda del personal de enfermería local.
Las variables analizadas fueron las siguientes:
Edad: en años cumplidos. Se categorizó para el análisis en los siguientes grupos: menores de 20, de 21 a 30, 31 a 40, 41 a 50, 51 a 60, mayores de 60.
IMC: Se calculó mediante la fórmula peso/talla2 y los datos se agruparon siguiendo los criterios de la Organización Mundial de la Salud (OMS).17 Que consideran: Infrapeso <18.5 kg/m2; Normopeso 18.5-24.9 kg/m2; Sobrepeso 25-29.9 kg/m2; Obesidad >30 kg/m2.
Mujer ideal: representa a la figura preferida como ideal de mujer, elegida entre una escala de siluetas siendo 1 la más delgada y 8 la más gruesa, medido a través del Test de la Silueta de Maganto y Cruz.1
Hombre ideal: representa a la figura preferida como ideal de hombre, elegida entre una escala de siluetas siendo 1 el más delgado y 8 el más grueso, medido a través del Test de la Silueta de Maganto y Cruz.1
Índice de distorsión de la imagen corporal (TSA-D). Este índice representa la dimensión de la diferencia entre la silueta que la persona percibe como representante de su peso actual y la silueta que corresponde en función a su IMC real.1 Para asignar la silueta que corresponde a la persona en función de su IMC, el cuestionario previamente asigna a cada categoría de IMC su correspondiente silueta. El valor 0 del TSA-D indica que no hay distorsión de la imagen corporal: la silueta elegida por el individuo se corresponde con la asignada por el sistema según su IMC. Los valores negativos muestran que la persona ha elegido una silueta más delgada de lo que le corresponde. Por el contrario, los valores positivos indican que ha seleccionado una silueta más gruesa de la que le pertenece.
Índice de insatisfacción (TSA-I), calcula la diferencia entre la imagen corporal que la persona desearía tener con la que cree tener en la actualidad, por lo que valora el grado de satisfacción del individuo con su cuerpo en el momento de aplicación del cuestionario.1 El mayor grado de satisfacción se obtiene cuando las respuestas tienen un valor cero o cercanas al mismo. Los valores negativos revelan que el sujeto desearía estar más delgado y los valores positivos muestran que el sujeto desearía estar más grueso.
Todas las mujeres fueron pesadas y talladas a la misma hora del día y con los mismos instrumentos de medida: báscula mecánica y tallímetro separados.
Los datos se analizaron con el programa estadístico SPSS Statistics v. 20. Para determinar las relaciones entre las variables analizadas se aplicó la prueba del chi-cuadrado y el análisis de varianza (ANOVA) considerando una la existencia de diferencias significativas cuando la significación asintótica era < 0,05. Además, se utilizó el coeficiente de correlación Rho de Spearman para determinar tanto la fuerza como el sentido (negativo o positivo) de relación entre las variables.
Los resultados y conclusiones de análisis fueron compartidos y se devolvieron a los profesionales sanitarios locales para que dispongan de ellos.
Resultados
El perfil medio de las participantes fue el de una mujer de 34 años, con dos hijos, 27 de IMC y un índice de distorsión de -2. Un 0,2 de índice de insatisfacción con la imagen corporal, un 4,6 en la silueta que las mujeres eligieron como hombre ideal y 6,1 en la mujer ideal (ver Tabla 1).
Mín | Max | Media | Desviación | |
---|---|---|---|---|
Edad | 14 | 80 | 34,2 | 12,8 |
Número hijos | 0 | 8 | 1,7 | 2 |
IMC | 18,6 | 49 | 27 | 4,8 |
Índice Distorsión | -4 | 1 | -2 | 1 |
Índice Insatisfacción | -3 | 4 | 0,2 | 0,9 |
Silueta hombre ideal | 3 | 7 | 4,6 | 0,9 |
Silueta mujer ideal | 4 | 8 | 6,1 | 1 |
El 60,47 % del total de mujeres que se incluyen en este estudio presenta un IMC superior al normal. Del total de la muestra el 38,57 % tiene sobrepeso, el 21,9 % obesidad y el 39,52 % presentan normopeso, con una correlación positiva entre la edad de las mujeres y el IMC, es decir, a más edad más peso (ver gráfico 1).
Los datos correspondientes al Índice de Distorsión de la imagen corporal reflejan que 194 mujeres de la muestra (92,4 %) presentan un índice negativo, es decir, que se identifican con una silueta más delgada de la que les corresponde. En 14 mujeres (6,6 %) no se detectó distorsión de su imagen corporal y solo 2 (1 %) manifiestan un índice positivo de distorsión, que se relaciona con una silueta más robusta de la que les corresponde. En el gráfico que representa estos datos, la línea correspondiente al punto cero, representa el punto de correlación más ajustado entre el cuerpo percibido y el cuerpo real (ver gráfico 2). A la derecha de esa línea se sitúan las mujeres que se identifican con un cuerpo más grueso del que realmente tienen (según su IMC) y a la izquierda las que se ven con un cuerpo más delgado del que les corresponde por IMC.
Respecto al Índice de Insatisfacción, los datos muestran que 85 mujeres (40,5 %) de la muestra se sienten satisfechas de su imagen corporal, 43 mujeres (20,5 %) desearían estar más delgadas y 82 son las mujeres (39 %) que desearía estar más gruesas. El promedio obtenido (0,22) indica una alta satisfacción general de las mujeres con su cuerpo. Es de resaltar que, aunque la media de este índice es cercana a cero, lo que indicaría un alto grado de satisfacción general de las mujeres con su imagen corporal, cuando este dato se desglosa por grupos de edad sí se observan diferencias, con una tendencia entre las mujeres más jóvenes a expresar una mayor insatisfacción con su cuerpo que las más mayores.
La comparación de las respuestas del ítem 6 del cuestionario (“¿Qué silueta crees que elegiría una persona del sexo contrario como pareja?”), con las del ítem 5 (“¿Qué silueta elegirías como pareja?”) permite valorar el nivel de ajuste o desajuste entre el modelo de imagen corporal que las mujeres elegirían como pareja (“hombre ideal”) y la atribución que estas hacen al sexo contrario en la elección de las mujeres (“mujer ideal”). La asimetría en las preferencias corporales entre hombres o mujeres quedan de manifiesto al comprobar que el 73 % de las mujeres elegirían como pareja a hombres más delgados (siluetas número 4 y 5) mientras que, el 41 % de las mujeres piensan que los hombres elegirían como pareja a mujeres más gruesas (silueta 6 y 7).
Los resultados indican una relación negativa entre el IMC y los índices de distorsión e insatisfacción, es decir, son las mujeres con normopeso o ligero sobrepeso las que presentan mayores cifras de distorsión e insatisfacción con su imagen corporal. Por el contrario, aquellas con mayores índices de IMC se encuentran más satisfechas y con menor índice de distorsión.
Discusión
El sobrepeso y la obesidad constituyen un problema de salud en las mujeres de los campamentos de refugiados saharauis. Los datos del presente trabajo indican que el 60,47 % de las mujeres de la muestra analizada presentan exceso de peso, coincidiendo con los resultados de trabajos anteriores realizados en el mismo entorno.6 7-8 El análisis de los datos correspondientes a los índices de distorsión e insatisfacción señalan que las mujeres se encuentran satisfechas con sus cuerpos, a pesar del elevado IMC detectado entre ellas.
La preferencia por cuerpos gruesos en sociedades con déficit alimentario ha sido documentada en anteriores estudios.9 10-11 En la actualidad, la sociedad saharaui está en un momento de transición en los hábitos dietéticos.20 La paulatina mejora en la diversidad de los productos disponibles hace que se estén incorporando hábitos y elementos propios de la dieta occidental, a costa del progresivo abandono de la dieta tradicional Saharaui.21 Sin embargo, la preferencia por los cuerpos “grandes” propia de los tiempos de escasez, posee en las mujeres del Sáhara una inercia que se resiste a desaparecer como, en este caso, revelan las cifras de los índices de insatisfacción y de distorsión de la imagen corporal.
El índice de distorsión mide el grado de adecuación de la imagen percibida de nuestro cuerpo con la realidad. En las mujeres del presente estudio, este índice muestra una desviación negativa de casi 2 puntos (-1,97) que señala una tendencia a la subestimación de la propia imagen corporal. Dicha subestimación contrasta con estudios similares realizados entre mujeres de países occidentales que apuntan siempre en dirección contraria, es decir, hacia una sobrestimación del tamaño corporal.14,15 Dicho de otra forma: mientras en los campamentos saharauis las mujeres se ven más delgadas de lo que realmente están, en Occidente se ven más gordas. En este sentido, se considera interesante destacar que el grado de distorsión de la imagen corporal que se detecta entre las mujeres de nuestro trabajo, coincide casi exactamente con las encontradas entre los hombres que en los países desarrollados son catalogados como vigoréxicos, una alteración de la imagen corporal asociada a un trastorno de la alimentación, característica de hombres que acuden con frecuencia a gimnasios para aumentar su masa muscular.23
Esta tendencia a la subestimación del peso atraviesa las fronteras de la edad de las mujeres Saharauis, ya que no hemos encontrado relación entre este índice y la edad de las participantes. Nuestros resultados señalan en dirección contraria a los de anteriores trabajos,9 en los que si se detectaron diferencias en la subestimación por grupos de edad. En dichos estudios se explicaban estas diferencias por el deseo de las más jóvenes de tener un cuerpo más obeso para conseguir casarse, mientras que, en las más mayores, esta tendencia se perdía. Interpretamos nuestros datos como resultado de la normalización social y cultural de la figura de las mujeres con sobrepeso, lo que tiene sentido al ser esta imagen la continuación de toda una tradición cultural.
En el presente estudio, el índice de distorsión evidencia una relación inversa con el IMC, ya que cuanto más sobrepeso y obesidad se detecta, menor es la cifra de distorsión de la imagen corporal que presentan las mujeres. Esto podría relacionarse igualmente con la explicación referida anteriormente, aceptando la obesidad como una norma, y no como algo rechazable.
El índice de insatisfacción refleja tanto el nivel de aceptación del propio cuerpo como el deseo por una figura más delgada o por una más gruesa. El índice medio detectado en la muestra sugiere que existe un alto grado de satisfacción de las mujeres con su cuerpo. Aunque no hay una correlación estadística entre este índice y la edad de las mujeres, sí que podemos apreciar una ligera tendencia en el grupo de las menores de 30 años a preferir un cuerpo más grueso. Este dato se hace más relevante en las mujeres más jóvenes donde las tasas de obesidad y sobrepeso son menores que en las mujeres mayores de 30 años. Cuando correlacionamos este Índice con el IMC de las mujeres los resultados son más significativos porque los datos revelan que hay una acusada tendencia entre el grupo de mujeres que presentan normopeso o incluso sobrepeso a desear un cuerpo más grueso. Este deseo de ganar peso ayuda a explicar la alta prevalencia de la obesidad entre las mujeres saharauis y aunque no es el objetivo de este estudio contribuye a la persistencia de diversas técnicas y costumbres13,23 de engorde para ganar peso de forma rápida.
La presión por ajustarse al canon estético de un cuerpo con exceso de peso incide sobre todo en las mujeres. Como autores anteriores ya habían advertido,21 en el presente trabajo también hemos detectado un consumo clandestino de corticoides en las mujeres Saharauis, con ánimo de aumentar de peso rápidamente. En nuestro estudio hemos encontrado una diferenciación por género respecto al cuerpo que las mujeres consideran más atractivo o ideal. Mientras que la silueta del “hombre ideal” gira entorno a la figura 4-5 del cuestionario (siendo 1 la más delgada y 8 la más gruesa), la considerada “mujer ideal” está en torno a la 6-7. Esto quiere decir que el ideal de belleza de las mujeres respecto al cuerpo femenino no coincide con el masculino, prefiriéndose a las mujeres más gordas que a los hombres.
El aumento de peso siempre ha significado estatus, bienestar y riqueza ya que las mujeres de las capas socioeconómicas más altas realizaban menos tareas en el hogar, teniendo más tiempo para sentarse, descansar y comer. Hoy en día se sigue manteniendo esa asociación.24 25-26
Tanto los Índices de Distorsión e Insatisfacción de la imagen corporal como los problemas asociados de alimentación se enmarcan en un contexto sociocultural determinado que establece la figura de la mujer gorda como ideal de belleza. La presión social para que el cuerpo real se ajuste al cuerpo normativo se percibe de forma más acusada sobre las mujeres y constituye uno de los principales factores para el mantenimiento del sobrepeso y la obesidad entre las mujeres.
En el trabajo hemos elegido solo a las mujeres como objeto de estudio, por una parte, para comparar los datos antropométricos recogidos con el mismo sexo en países occidentales, y por otro lado para centrarnos en las concepciones de las mujeres sobre sus propios cuerpos. No obstante, consideramos interesante realizar futuros estudios centrados en los hombres para contrastar sus respuestas con las representaciones mentales expresadas por las mujeres en nuestro trabajo.
Otra de las posibles limitaciones tiene relación con el instrumento empleado. Los cuestionarios que utilizan siluetas de figuras humanas para medir variables como distorsión de la imagen corporal, satisfacción con el cuerpo, cuerpo ideal, etc. están construidos tanto para mujeres como hombres de países occidentales, en los que los trastornos de la conducta alimentaria en relación a la imagen corporal se manifiestan en forma de cuadros anoréxico-bulímicos y no contemplan trastornos derivados del deseo de engordar. Este sesgo eurocéntrico en el diseño del cuestionario empleado supone una limitación al aplicarlos en contextos como el del presente trabajo. No hemos localizado cuestionarios adaptados a esta realidad local por lo que consideramos necesario diseñar y validar instrumentos mejor ajustados a las distintas condiciones sociales y culturales y que pudieran ser utilizados en futuras investigaciones.
Los resultados de nuestro trabajo confirman la necesidad de incluir en los programas de educación nutricional llevados a cabo en los campamentos contenidos y talleres relacionados con los estereotipos de belleza, la autoestima y visibilizar las presiones sociales que influyen en el sobrepeso o la obesidad que padecen las mujeres.