Introducción
Los aspectos socioculturales de las personas, familias y comunidades son claves en la práctica enfermera, ayudando a comprender mejor su estado de salud y enfermedad utilizando una valoración integral holística e implementando prácticas centradas en los mismos individuos. Así, el cuidado cultural es un campo imprescindible en los sistemas de asistencia de enfermería. Una de sus mayores exponentes fue la enfermera y doctora Madeleine Leininger que entendía los cuidados culturales de enfermería como las prácticas de apoyo, asistencia, capacitación o facilitación que se ajustan cognitivamente a las creencias, valores culturales, y modo de vida de los individuos y grupos con el objetivo de ofrecer cuidados sanitarios provechosos, significativos y satisfactorios.1,2
La actual dinámica social hace que el cuidado de enferme-ría se convierta en un desafío permanente, pues debe considerar los valores socioculturales, creencias y prácticas de individuos que tiene bajo su cuidado. Como ejemplos de aspectos socioculturales claves en el entendimiento del proceso salud-enfermedad, se encuentran las estructuras y normas familiares. Estas han experimentado y vienen experimentando continuas transformaciones, adaptándose a las demandas de una sociedad cambiante que poco tiene que ver con la decimonónica.3 Por ejemplo, dentro del ámbito familiar, existen nuevas formas de relación: parejas de igual sexo, hogares con un solo progenitor, hijos adoptados de otros países o el aumento del número de divorcios. También, existen nuevos principios y valores: el dinero, las nuevas tecnologías, el trabajo fuera de casa, las uniones entre personas de edad avanzada, la maternidad tardía o tener pocos hijos por familia. Los cuidados de salud (cuidados físicos, espirituales y sociales) están en manos de individuos extrafamiliares. Como ejemplo, se delega la asistencia de familiares mayores y enfermos a las instituciones, la educación formal de los hijos está en manos de los profesores, o se consiente que las nuevas tecnologías (televisión, videojuegos, Internet…) sean las principales estrategias encargadas de inculcar valores y modelar la personalidad de nuestros descendientes.4,5 Sin embargo, a pesar de esta evolución, hay personas que mantienen creencias, normas y prácticas familiares tradicionalmente mantenidas y transmitidas dentro de las mismas.
La variedad de cuidados que ofrezcan las enfermeras no será de calidad a menos que las experiencias vitales de estas personas y sus interacciones con el contexto que les rodea sean comprendidas y analizadas.6,7 Este conocimiento ayuda a que las enfermeras puedan planificar y ejecutar intervenciones donde el paciente se sienta valorado y tratado como ser único y respetado considerando sus características de individualidad.8 Hay diferentes estrategias a través de las cuales se pueden profundizar en los aspectos socioculturales. Una de ellas es la consulta y el análisis de fuentes documentales históricas que reflejen las costumbres familiares de áreas geográficas y espacios temporales concretos. Así, este estudio utiliza La Encuesta del Ateneo de Madrid 1901-1902.9 Han sido diferentes estudiosos en el campo de la enfermería los que, de manera más o menos directa, han empleado esta fuente documental para estudiar acontecimientos vitales como el nacimiento10-15 o la muerte.16 Sin embargo, aún no se ha utilizado para analizar el matrimonio y el contenido relacionado con las estructuras y normas familiares. Por lo tanto, el objetivo de este estudio es conocer las creencias, tradiciones, prácticas y estructuras familiares de la comarca del Bierzo (León, España) en 1901 a través de La Encuesta del Ateneo de Madrid.
Metodología
Se lleva a cabo un estudio sociohistórico basado en la observación y el análisis de la fuente documental primaria La Encuesta del Ateneo de Madrid, 1901-1902. A principios del siglo XX, la “Sección de Ciencias Morales y Políticas” del Ateneo de Madrid (www.ateneomadrid.org) realizó una investigación para conocer las costumbres, ritos mágicos, modos de vida, religiosos y prácticas de medicina popular de la época, en relación con tres acontecimientos de las personas: el nacimiento, el matrimonio y la muerte. La recogida de datos se hizo mediante el envío de un cuestionario a informadores repartidos por España (personas letradas). Los resultados se mostraron en esta encuesta; un amplio fichero localizado en el Museo Etnológico Nacional de Madrid.17 Para este estudio, se consultaron las fichas de la provincia de León, correspondientes a la segunda etapa del ciclo vital, las respuestas dadas desde Bembibre, Congosto, Villafranca, y Bierzo.
Resultados
1. Lazos entre hombres y mujeres: noviazgo, matrimonio y otro tipo de relaciones. El dónde y cómo encontrar pareja siempre fue una preocupación consecuente con la edad casadera, que no solo preocupaba al o a la joven, sino también a sus padres. Así, existían ciertas ocasiones de verse y hablarse. Los lugares propicios para el inicio de relaciones eran los bailes, los campos, las fuentes (Congosto) o también los “corrillos” formados a las puertas de las casas, al caer la noche. Otro lugar habitual de reunión eran los “hilanderos” (Bembibre), o “filandones” (Villafranca del Bierzo), nombre que se daba a las veladas que se hacían, a partir del mes de octubre o noviembre, cuando las noches eran más largas. En este caso, el sitio era siempre la cocina, al amor de la lumbre, y los días habituales de celebración los miércoles y sábados, después de cenar y hasta media noche. En caso de tratarse de pueblos grandes solían formarse varios. Los mozos iban rondando de filandón en filandón, y con el pretexto de cantar o de contar cuentos, aprovechaban así para cortejar a alguna moza de su gusto.
De gran interés resulta también conocer las normas y costumbres seguidas habitualmente para acordar los matrimonios, es decir, las condiciones del casamiento. Los datos de la Encuesta nos revelan que eran los novios quienes decidían con quién deseaban formar familia. Si en alguna ocasión fuesen los padres quienes concertaban el casamiento, este no se celebraría hasta que los implicados así lo aceptaran (respuesta dada por el informante de Bembibre). Las edades más frecuentes para contraer matrimonio oscilaban entre los 18 y los 30 años; la mujer era normal que se casase a partir de los 18 y el varón a partir de los 24 (Bembibre). En ocasiones, se celebraban matrimonios entre parientes, una situación que no estaba mal vista (Bembibre), lo que a la larga ocasionaba, sobre todo en los pueblos pequeños, que la mayor parte de los vecinos fuesen parientes entre sí. Sin embargo, tampoco era de extrañar que se produjesen enlaces entre forasteros (Congosto y Bembibre). El matrimonio era también una estrategia, pues entraban en juego múltiples intereses económicos, sociales y de prestigio. En Bembibre, Congosto y Villafranca del Bierzo, se daba mucha importancia a las condiciones económicas y sociales de la familia del otro contrayente, hasta tal punto que, en pueblos como en Villafranca del Bierzo, contaba el informante cómo se habían roto las relaciones de noviazgo al descubrir que alguno de los novios carecía de los recursos que se presumía. Los padres de los prometidos se reunían antes de la boda, y formalizaban oralmente (Bembibre), o en documento privado ante testigos (Villafranca del Bierzo), los bienes que darían a sus hijos -capitulaciones matrimoniales-, hecho de gran importancia, sobre todo, en las familias labradoras (Congosto, Bembibre). En ellas, se convenían las fincas que cada uno cedía a sus hijos, si los novios debían vivir en casa de alguno de los padres o solos (Bembibre) y “la dote”: fincas o ganados que daba el padre de la novia (Bembibre), o bienes de toda clase (Villafranca del Bierzo). A la hora de celebrar las capitulaciones matrimoniales, el hijo mayor de cada familia era el más beneficiado; a él le correspondía la casa y los dos tercios de la hacienda de los padres (Villafranca del Bierzo). La entrega de las capitulaciones se realizaba antes de celebrarse el matrimonio (Bembibre).
Los divorcios es otro aspecto para considerar. Si el matrimonio no se consolidaba, los novios se devolvían mutuamente los regalos recibidos (Congosto), existiendo casos en los que incluso se indemnizaba a ambas partes (Villafranca del Bierzo). Si el incumplimiento era por causa de la novia, ésta tenía que pagar al novio los gastos que le había ocasionado para adquirir la ropa de ella para la boda (Bembibre). Las desavenencias entre los cónyuges eran de poca duración, y si alguna vez se producía la separación, no se llevaban a cabo por divorcio, sino por mutuo consentimiento (Bembibre), acordando ellos mismos todo lo que a la situación de los hijos se refería. Los hijos nacidos de estas relaciones se quedaban con la madre, pues el padre se desatendía de la situación (Bembibre).
Además, existían otro tipo de relaciones que, o estaban mal vistas socialmente o resultaban desconocidas para los lugareños. Por ejemplo, las bodas entre adultos, es decir, solteros, viejos o viudas que habían guardado poco luto al finado. Se les daba una “cencerrada” con utensilios de cocina y canciones mortificantes (Villafranca del Bierzo):
“Pobre… Fulana
Qué lástima me da!
Palos y cachetes
No le han de faltar”
Otro ejemplo son las uniones ilegítimas. Normalmente, eran desconocidas y, si se llevaban a cabo, era debido a la falta de documentos u otros obstáculos para casarse. Una vez vencidos estos, se legitimaba la unión (Bierzo). El informante de Bembibre nombra un único caso que decía conocer, de dos ancianos que habiendo vivido juntos desde los 24 años, se habían negado a casarse. Además, quienes vivían así recibían el vacío de su alrededor (Bembibre). La excepción la consti-tuían los pueblos cercanos a la provincia de Lugo, donde este tipo de uniones eran frecuentes (Villafranca). Finalmente, estarían los adulterios. La respuesta del Bierzo es que el adulterio era desconocido. En Bembibre se dice que, en los pocos casos que se registraban, los adúlteros llevaban el desprecio general de sus convecinos.
2. La consideración de la mujer y los hijos. Respecto a la consideración de la mujer, el informante de Congosto relata cómo la mujer tenía la misma autoridad que el marido en los asuntos domésticos. En Bembibre y en el resto del Bierzo, no se le guardaba otro tipo de consideración relativa a su condición, ya que además de las tareas domésticas tomaba parte muy activa en las labores del campo, ejecutando toda clase de trabajos, hasta los más rudos y penosos.
La consideración de los hijos era muy diferente. Abandono y descuido son las palabras que mejor parecen definir todo lo relativo a la educación de los hijos. Apenas sabían andar, se les dejaba solos en la calle con otros niños, y de ellos no se ocupaba la familia hasta que llegaban las horas de comer o acostarse. Los padres tampoco se procuraban que acudieran a la escuela, ni les enseñaban en casa. Era frecuente que los adolescentes desobedecieran a los padres y se marchaban de casa para volver a los pocos días. Cuando dormían fuera, los padres no se preocupaban de ello, ni de si las hijas lo hacían acompañadas. Una vez que crecían, los hijos e hijas se dedicaban a la agricultura (Bembibre). El hijo mayor era el mejorado en la herencia y daría estado y protección al resto de hermanos (Villafranca del Bierzo). Un aspecto relevante es el relacionado con los bienes y los hijos. Cuando los padres vivían en familia con los hijos casados o mayores de edad y estos tenían bienes propios, existía lo que se denominaba “sociedad gallega”. Las adquisiciones y ganancias habidas mientras vivían juntos se dividían entre el número de personas mayores que compartían techo (Bembibre). Los hijos carecían de peculio (dinero que el padre permitía tener a sus hijos para uso y disfrute), y si alguno adquiría algo, lo guardaba para que no se lo quitaran sus padres (Bembibre).
En relación a los hijos, la adopción es un tema a destacar. El prohijamiento era algo frecuente como hecho, sin embargo, se desconocía la adopción judicial (Bierzo). Era usual, como se reconoce en Bembibre, que la mujer de clase baja a quien se le moría un hijo de pecho sacara a otro del hospicio para criarle, abonándole por ello una cantidad mensual. Al concluir la lactancia no solía volver al hospicio, bien porque así seguía la familia percibiendo esa pensión, porque le tomaban cariño, o porque servía para las labores de la casa. Así pues, le consideraban como un hijo (legalmente no adoptado porque se desconocía por aquel entonces). A estos niños se les nombraban herederos en el testamento. En Villafranca del Bierzo, era frecuente el prohijamiento entre matrimonios sin hijos.
Discusión
Para comprender y entender a los individuos y su manera de enfrentar un problema de salud, resulta relevante que las enfermeras tengan presentes el conocimiento de sus valores y costumbres socioculturales. Las experiencias de los pacientes, sus familias (p. ej. diferentes generaciones), sus prácticas y comportamientos de salud y su relación con el contexto (p. ej. lugar de residencia) son claves a la hora de planificar unos cuidados de calidad ajustados a cada ser humano. Este estudio trata de recomponer el mapa de las costumbres y tradiciones del Bierzo, una comarca variada y plural en su geografía, su historia, su cultura y sus gentes. Para ello, se consulta una fuente documental histórica, La Encuesta del Ateneo de Madrid, 1901-1902. Este articulo constituye el tercero de una serie sobre el ciclo vital iniciada hace tiempo, en la que se pretendía evocar cómo se vivían y se afrontaban los tres acontecimientos clave de la vida a principios del siglo XX: el nacimiento,11 la muerte,17 y, finalmente en este trabajo, todo lo relacionado con la unidad familiar más típica del Bierzo: el matrimonio (subsistema paternal) y los hijos (subsistema filial). Esta familia nuclear disponía de una estructura y unas costumbres características de la época.
Los lazos de amistad, familiares y las calles de los pueblos suponían la combinación perfecta a la hora de configurar parejas y trasmitir valores. Las reuniones que se hacían entre la gente de los pueblos al anochecer (filandones) eran propicias para el inicio de relaciones. Con estas, se conseguía reunir a miembros de distintas generaciones en un mismo lugar, compartiendo los momentos de ocio de todos los asistentes, al tiempo, se convertían en espacios idóneos para transmitir creencias, prácticas o tradiciones culturales de todo tipo.18 El paso al matrimonio suponía mucho más que la formalización de una relación, pues entraba en juego la valoración social de los allegados y la posibilidad de adquirir unos bienes capitales relevantes. Así, muchas veces, los recién casados no disponían de otro medio de vida que las tierras recibidas de los padres; estos últimos con un rol imprescindible en la dotación de bienes y la aceptación del enlace matrimonial. Además, el casamiento era eclesiástico y es que la religión era la base de muchas de las creencias y prácticas populares (entre las que se incluían, por ejemplo, varias referentes al cuidado de la salud en el nacimiento o la muerte).19 La edad normal para contraer matrimonio solía ser a partir de los veinte años. Tanto es así, que los matrimonios de personas entradas en edad o viudas estaban mal vistos, así como otro tipo de relaciones, como los adulterios y las uniones ilegitimas. Las separaciones no resultaban nada frecuentes, y si ocurrían, solían tener poca duración.
Una cuestión muy importante en todas las culturas era la división de trabajo y atribución de un estatus social en relación con el sexo.20 De acuerdo con ello, cada miembro de la familia tenía un rol diferente, determinado por el sexo y la edad. Los roles de la mujer están en línea con los de la época. Hijas y madres se encargaban del cuidado de la casa y de la satisfacción de las necesidades de la familia (alimentación, higiene o salud), además de las labores del ganado y agricultura.21 Estos roles se siguen transmitiendo de generación en generación y es que, desde el origen de la humanidad, los cuidados que mantienen la vida: la lactancia, la crianza, cuidados de los enfermos, alimentación o higiene, se han vinculado a la figura de la mujer.22 El hombre, padre o hijo, se encargaba de las labores del campo y del ganado, como correspondía a una sociedad en la que se le tenía mayor estima al sexo masculino.21 De ahí que los hijos mayores varones fueran los mejor parados a la hora de recibir la herencia.
El estatus atribuido a los padres e hijos era y es también un hecho cultural. Los padres ejercían un rol protector, controlaban la economía de sus hijos y con quien establecían futuro matrimonio. La importancia que se daba a la educación de los hijos poco se asemeja a la actual. La escuela era la calle donde pasaban el día y el anochecer, sin que los padres repararan en ello. Los hijos cobraban verdadero valor cuando eran mayores y podían ayudar en las tareas del campo. Por otra parte, el prohijamiento era frecuente en los matrimonios que no tenían descendencia o en familias de clase baja a las que se les moría un hijo.
Como se ha comprobado, la población del Bierzo dependía en gran medida de sus relaciones, costumbres y normas familiares. Esto puede ser relevante en la actualidad en el proceso de cuidado, sobre todo, de las personas mayores del Bierzo y aquellas personas que mantienen unos valores más “tradicionales” que se van pasando de generación en generación. Los factores socioculturales cambian a un ritmo vertiginoso, al mismo ritmo que el mundo sufre un fenómeno de globalización continuo. Cuidar implica entender y ello, necesariamente incorpora un proceso de empatía, identificación y planificación de acción. Las enfermeras deben ser conscientes de los nuevos cambios sociales, así como las costumbres y valores más continuistas, para ofrecer unos cuidados diferenciales de calidad y centrados en la singularidad de cada individuo inmerso en un contexto particular.