La nanotecnología, definida como la capacidad de manipular la materia a escala atómica y molecular (∼1-100 nm), está abriendo las puertas a desarrollar alimentos y fórmulas nutricionales con características avanzadas. En temas de tecnología alimentaria incluye la modificación del sabor, color o textura de los alimentos, o mejorar la biodisponibilidad de determinados nutrientes. De hecho, en los últimos años, se ha demostrado que la reducción del tamaño ingredientes o sustancias bioactivas puede ser clave para mejorar la biodisponibilidad de nutrientes, además de reducir la dosificación de ingredientes con efectos negativos para la salud sin que se modifique la palatabilidad del alimento. A su vez, también puede utilizarse para encapsular y liberar de manera controlada una determinada molécula bioactiva en alguna parte del sistema gastrointestinal1.
Uno de los ejemplos sobre la aplicación de la nanotecnología es la fortificación de la dieta con hierro. Por una parte, compuestos solubles en agua que se absorben bien, como el sulfato ferroso (FeSO4), a menudo provocan cambios inaceptables en el color o el sabor de los alimentos. Sin embargo, si se administran compuestos poco solubles en agua, que provocan menos cambios sensoriales, éstos no se absorben bien. En este sentido, estudios en modelos murinos han mostrado que la administración de compuestos nanométricos de hierro poco solubles en agua pueden llegar a tener una solubilidad equivalente a la del FeSO4, sin causar un cambio importante en el color de las matrices alimentarias donde se incorporan2.
Por otro lado, la reducción del tamaño no sólo tiene por objetivo mejorar la biodisponibilidad de un determinado nutriente o molécula bioactiva, sino que también permite reducir la cantidad de un determinado ingrediente/aditivo incluido en una formulación sin que varíe la palatabilidad o función de la molécula en el alimento. De esta manera, a través de la nanotecnología se puede mejorar el perfil nutricional de alimentos ricos en grasas o sal. Por ejemplo, recientemente se ha reportado la posibilidad de crear mayonesas bajas en calorías elaboradas con tecnología de nanoemulsión3. Esta tecnología permite que el tamaño de las gotas de una emulsión sea más pequeño, lo que posibilita el uso de menos grasa. Esto permite desarrollar productos con una menor densidad energética que sus variantes convencionales sin comprometer sus características organolépticas originales. De manera homóloga se encuentra el caso del cloruro sódico, utilizado para dotar de sabor salado a los alimentos y cuyo consumo está relacionado con el aumento de probabilidad de padecer hipertensión y enfermedades cardiovasculares. La reducción del tamaño del gránulo de sal aplicado para la formulación de galletas con sabor a queso o cacahuetes salados permite disminuir la cantidad de sodio que se administra, sin comprometer el sabor salado del alimento4.
Otra herramienta para mejorar la administración de nutrientes y moléculas bioactivas a través de la nanotecnología es la encapsulación. Esta técnica se define como un proceso para atrapar agentes activos dentro de un material portador. Concretamente, la encapsulación de compuestos bioactivos en soportes nanoestructurados inorgánicos o de proteínas, carbohidratos o lípidos podría ayudar a: i) una mejor dosificación, ii) prevenir la degradación de los compuestos a causa de las condiciones ambientales (e. g., oxidación, pH, degradación enzimática), iii) permitir la liberación de las moléculas bioactivas en un tramo concreto del tracto digestivo, o iv) mejorar la solubilidad. Todo lo anterior favorece la absorción de los bioactivos en su forma nativa evitando problemas relacionados con la inestabilidad o con propiedades sensoriales no agradables5.
Así pues, ¿por qué ha sido difícil considerar que la nutrición se vuelva nano? La respuesta es sencilla, a la vez que compleja. A nivel legislativo, en el Reglamento (UE) 1169/20116 sobre la información alimentaria facilitada al consumidor, ya se contempla que todos los ingredientes presentes en forma de nanomateriales artificiales deberán indicarse claramente en la lista de ingredientes. Además, refiere que los nombres de dichos ingredientes deberán ir seguidos de la palabra «nano» entre paréntesis. De esta manera, desde un punto de vista legal, se abre en Europa la puerta a que se pueda utilizar la nanotecnología en alimentación. Sin embargo, el camino no es fácil, ya que en otro reglamento (Reglamento (UE) 2015/2283 sobre nuevos alimentos7) se indica que todo alimento que contenga o consista en nanomateriales artificiales debe ser considerado un nuevo alimento. Esto implica que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria debe comprobar que, cuando un nuevo alimento consista en nanomateriales artificiales, se empleen los métodos de prueba más avanzados para evaluar su seguridad. Aunque esta evaluación es gratuita, el volumen y complejidad de estudios solicitados para la evaluación por la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria hace que la propia solicitud sea muy costosa. Por esta razón, en Europa, a diferencia de Estados Unidos o países de Asia, no se esté comercializando ningún producto que contenga nanomateriales artificiales.
Finalmente, desde un punto de vista de aceptación por los consumidores, no implica lo mismo disponer de un sistema nanoestructurado en dispositivo móvil o una crema de aplicación tópica, que encontrarlo en una fórmula que va a ser ingerida por vía enteral o parenteral.
Bajo este análisis, ¿qué suponen estos cambios para los profesionales de la nutrición humana? En primer lugar, este desarrollo debe ser asimilado y entendido por los profesionales de la nutrición y la dietética, con el objetivo de que dispongan de una opinión crítica basada en las evidencias científicas que pueda ser transmitida a los consumidores. A la vez, la comunidad científica que explora sobre las aplicaciones de la nanotecnología en nutrición clínica y en la mejora de las propiedades nutricionales y funcionales de los alimentos debe empezar a contar con profesionales de la nutrición que asesoren sobre las necesidades reales, y participen en el diseño y ejecución de los proyectos de investigación. Por último, debido a la importancia de no dejar de lado la evaluación de los posibles efectos adversos en la salud de diferentes familias de nanopartículas o alimentos nanoestructurados, futuros planes de estudio o cursos de especialización dirigidos a los profesionales de la nutrición deberían incluir un mayor contenido en técnicas de caracterización, modelización de digestiones y fenómenos de biodisponibilidad y de evaluación toxicológica; y a la vez considerar sus implicaciones sociales, éticas, legales y culturales.
Hasta que esto no ocurra, las dudas, generalizaciones o inseguridades seguirán siendo el principal obstáculo al desarrollo de la nanotecnología en nutrición y alimentación, perdiéndose todo su potencial, como ya se ha demostrado en otros sectores como el médico o el cosmético.