INTRODUCCIÓN
El desayuno es la primera ingesta tras el ayuno nocturno y supone una comida importante del día. Distintos estudios en niños/adolescentes han examinado la relación del hábito de desayunar con la calidad global de la dieta y el estado nutricional (1), así como con aspectos académicos (asistencia a la escuela o rendimiento escolar). El seguimiento de un patrón saludable de alimentación de forma continuada en el tiempo es importante para el desarrollo físico y mental de los niños y adolescentes. El papel que puede jugar el desayuno en el establecimiento de patrones de alimentación saludable, junto con la revisión de su influencia en el riesgo de padecer ciertas enfermedades crónicas no transmisibles, o conocer cuáles son las características de un desayuno saludable constituyeron el programa del Foro de Debate sobre Desayuno Infanto-juvenil en España, cuyos contenidos se resumen a continuación.
COMPOSICIÓN DE UN DESAYUNO SALUDABLE
El desayuno es parte importante de una alimentación equilibrada (2), siendo difícil seguir unas pautas saludables sin desayunos que también lo sean. Entre los criterios para definir un desayuno de calidad y saludable se encuentran la regularidad del hábito, su aporte energético y su calidad nutricional (3).
El desayuno saludable debe ser variado, completo, equilibrado y satisfactorio. No existe un desayuno “ideal” sino que hay multitud de combinaciones que tienen que adecuarse a las necesidades y circunstancias personales (y también geográficas y culturales). La inclusión de alimentos de grupos diferentes es importante nutricionalmente, porque se complementan y ayudan a que esa comida sea más apetecible.
Uno de los criterios más empleados para definir un desayuno saludable es incluir al menos tres grupos de alimentos principales (4-6): un alimento del grupo de los cereales (preferiblemente entero/integral), leche o un producto lácteo y una fruta (preferiblemente entera aunque, según algunas guías, también puede ser en forma de zumo natural si no se le añade azúcar). Incluir estos tres grupos de alimentos en el desayuno ayuda a cubrir las recomendaciones de consumo de cada uno de ellos y su consumo por separado se asocia a mejores patrones alimentarios (4). En la encuesta nacional de 2007 sobre nutrición y actividad física de los niños de Australia, la ingesta diaria de lácteos era mayor si la primera ración se tomaba en el desayuno (7). Por tanto, incorporar lácteos en el desayuno contribuía a cumplir las recomendaciones de su ingesta diaria. En dos encuestas nutricionales realizadas a adolescentes, en Italia (8) y Dinamarca (9), la baja ingesta de fruta se asociaba a un patrón de comidas más irregular, incluido el desayuno. Respecto a los cereales, su ingesta en el desayuno se ha asociado a patrones de alimentación con mayor densidad nutricional (10).
La Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) sugiere completar el desayuno con otros alimentos (11), como un zumo natural preparado en casa (no lo incluyen dentro de la categoría de frutas), aceite/mantequilla, hortalizas, frutos secos, alimentos proteicos (huevos, jamón…), chocolate a la taza, etc.
Desayunar algunos alimentos puede influir en aumentar/disminuir el consumo de otros o proporcionar combinaciones con mayor/menor valor nutricional. Por ejemplo, desayunando cereales generalmente se toman más leche y azúcar y menos panes y grasas untables y otras bebidas (10). Por otra parte, la combinación de yogur y fruta es muy saludable. A las propiedades nutricionales de la fruta (bajo contenido calórico, alto contenido en antioxidantes, fibra prebiótica, polifenoles, vitamina C y carotenoides) y del yogur (alto contenido en proteína, calcio, magnesio, B12 y bacterias con efecto probiótico), cuando se toman juntos se les suma un efecto potencialmente sinérgico (prebiótico y probiótico) porque aumenta la supervivencia de los probióticos en el tracto digestivo, se aportan sustratos selectivos que facilitan la proliferación de los probióticos y se facilita la modulación de la microbiota (12).
Además, sin duda, para configurar un desayuno saludable deben evitarse los alimentos de alto contenido calórico y baja densidad nutricional, que simplemente aportan calorías, grasa, sodio o azúcar a la ingesta total del día (13).
CALIDAD DEL DESAYUNO E IMPACTO SOBRE LA CALIDAD GLOBAL DE LA DIETA
Consumir un desayuno saludable se relaciona con una mayor ingesta diaria de nutrientes, un mejor cumplimiento de las recomendaciones nutricionales y una mejor calidad de la dieta total (3).
En los niños/adolescentes, la mayoría de los estudios han mostrado que los que desayunan habitualmente consumen mayores cantidades de energía, fibra dietética, frutas y verduras, y menos bebidas azucaradas, en comparación con aquellos que no desayunan (14-19). Los niños/adolescentes que desayunan habitualmente presentan también una ingesta diaria mayor de algunos micronutrientes (calcio, hierro, potasio, magnesio, zinc y yodo) en comparación con los que no desayunan (20,21).
Pocos estudios han evaluado la calidad de la dieta según el desayuno. Sin embargo, no desayunar se asocia a una menor calidad nutricional. Según cinco estudios de la revisión sistemática de Monzani y colaboradores (22), los niños/adolescentes que no desayunaban presentaban una menor calidad (macronutrientes y micronutrientes) en el total de las ingestas diarias, siendo por ello más difícil que cumplieran los requerimientos nutricionales diarios.
En niños de Estados Unidos (estudio transversal de la cohorte NHANES 2005-2012), los que desayunaban habitualmente presentaban valores del índice de calidad de la dieta HEI (Healthy Eating Index) superiores a los de aquellos que no desayunaban habitualmente en los grupos etarios de 2-5 años (51,4 vs. 45,9, n = 3443) y de 6-12 años (44,8 vs. 40,8, n = 5147), respectivamente (20). Los niños que no desayunaban habitualmente consumían menos fibra, folato, hierro, calcio, fruta, semillas integrales y lácteos, y más ácidos grasos; además, consumían menos energía total al día, y el 40 % de esa energía provenía de tentempiés (aportando un 10 % de azúcar añadido).
Según el estudio HELENA (Healthy Lifestyle in Europe by Nutrition in Adolescence), los adolescentes que desayunaban habitualmente, comparados con los que no desayunaban (23), consumían más vitamina D y folato (las chicas también más vitaminas B6 y E), y tenían niveles sanguíneos más altos de vitaminas C y D (además de niveles sanguíneos más altos de holo-transcobalamina y más bajos de homocisteina total en las chicas, y más altos de cobalamina en los chicos).
En el estudio HELENA también se calculó un “índice de calidad del desayuno” de los adolescentes europeos de acuerdo con el consumo de tres grupos de alimentos: cereales, lácteos y frutas/verduras (24). Solo el 4 % de los adolescentes habían consumido los tres grupos de alimentos en los dos días evaluados, mientras que el 53 % habían consumido dos o menos. Mediante análisis de regresión lineal múltiple se observó que la calidad del desayuno era mejor en los niños de los países del norte/centro de Europa (β = 0,142, p < 0,001), con madres que tuvieran estudios universitarios (β = 0,129, p < 0,001), de familias de mayor nivel económico (β = 0,068, p = 0,002) y que convivieran con los dos progenitores (β = 0,055, p = 0,006); y era peor en los niños con edades mayores (β = -0,063, p = 0,001). No había asociación con el sexo del adolescente ni con la educación paterna (24). En estos resultados cabe destacar que mejoraba la calidad nutricional del desayuno con el mayor nivel económico y también, incluso con mayor efecto significativo, cuando las madres tenían mayor nivel educativo. Sin embargo, el nivel económico no tenía efecto significativo en cuanto al hábito de desayunar (véase la sección “Hábito del desayuno en niños y adolescentes”).
En una encuesta canadiense observaron beneficios de desayunar y algunas diferencias según las edades (21). Frente a los que no desayunaban, los adolescentes (13-17 años, n = 2026) que desayunaban (84 %) consumían más energía, así como más fibra, colesterol, vitaminas A, B6, B12, C y D, tiamina, riboflavina, calcio, hierro, magnesio, potasio y zinc; mientras que los niños (6-12 años, n = 2331) que desayunaban (96 %) consumían más hidratos de carbono, fibra, grasa, tiamina, vitamina C, hierro y magnesio. Calculando la proporción con respecto a la energía total, los que desayunaban consumían más hidratos de carbono y menos grasa. No había diferencias en los demás nutrientes evaluados. Además, la puntuación del índice de calidad nutricional NRF (Nutrient-Rich Foods) era mayor en los que desayunaban.
HÁBITO DEL DESAYUNO EN NIÑOS Y ADOLESCENTES
En la iniciativa IBRI (Iniciativa Internacional de Investigación sobre el Desayuno o International Breakfast Research Initiative), con muestras representativas de seis países (Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Dinamarca, Francia y España), la frecuencia del desayuno se distribuía en forma de U según las edades. Los niños (hasta 12 años) y las personas mayores (> 64 años) eran los más regulares, mientras que los adolescentes (13-17 años) eran los que más se saltaban el desayuno (25).
En el estudio transversal HELENA, realizado en nueve ciudades europeas con 2672 adolescentes (en 2006-2007), el 93 % eran “consumidores de desayuno”, es decir, habían desayunado al menos uno de los dos días evaluados (24). Ser “consumidor de desayuno” estaba favorecido por tener menos de 15 años (< 15 años: 95 % vs. ≥ 15 años: 91 %, p = 0,005) y por el mejor nivel educativo de las madres (universitarias: 96 % vs. primaria/secundaria: 92 %, p = 0,040). Sin embargo, no había diferencias significativas con respecto al sexo, la región, el nivel educativo paterno, la estructura familiar (convivencia con los dos padres, con uno de ellos o compartidos) o el nivel económico. Más de la mitad de los adolescentes desayunaban en familia (con padres y hermanos) y aproximadamente el 40 % desayunaban solos. Llama la atención, y debe tenerse en cuenta en las campañas de promoción de la alimentación saludable, que el nivel económico no sea significativo con respecto al hecho de que los adolescentes consuman el desayuno, mientras que sí lo son la edad y la educación de las madres.
El desarrollo de los hábitos alimentarios es complejo y está influenciado por las creencias y actitudes hacia la alimentación del entorno cercano (26). Los niños aprenden los hábitos de alimentación familiares (padres/abuelos/hermanos), así como los de sus cuidadores y compañeros/amigos. Compartir el desayuno con la familia en niños de 10 años se asocia a una mayor frecuencia de consumo del desayuno a los 16 años (27).
En una encuesta nacional canadiense (Canadian Community Health Survey o CCHS) de 2015, con 4357 niños/adolescentes (21), entre los que desayunaban había una proporción significativamente mayor que tenían alguno de los progenitores con estudios universitarios (44,2 %) en comparación con los que no desayunaban (31,6 %).
En un estudio longitudinal de 43.663 niños japoneses con seguimiento desde los 1,5 hasta los 12 años, aquellos cuyos padres no desayunaban habitualmente presentaban una probabilidad mayor de no desayunar que aquellos con padres que sí desayunaban, siendo la asociación más fuerte cuando ambos padres no desayunaban (28).
El consumo del desayuno también se asocia a otros comportamientos relacionados con la salud, como la actividad física. En 860 adolescentes británicos, desayunar se asociaba con dedicar más tiempo a realizar actividad física moderada/intensa los fines de semana (p < 0,001), en comparación con los que no desayunaban habitualmente, tras ajustar el nivel socio-económico, el porcentaje de grasa corporal y la ingesta energética total (29). Los que desayunaban irregularmente realizaban más actividad física moderada/intensa los días que desayunaban.
SITUACIÓN DEL DESAYUNO EN ESPAÑA
Las principales fuentes de información con respecto al desayuno en España se obtienen de los estudios ALADINO 2015 y ANIBES. También algunos estudios internacionales incorporan datos españoles, como el estudio HELENA, la iniciativa COSI (Childhood Obesity Surveillance Initiative) 2015-2017 de la oficina regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la iniciativa IBRI.
En la iniciativa COSI 2015-2017, en siete de los 19 países que aportaron datos, la mayoría de los niños (rango: 90-96 %; en España: 93 %) de 6 a 9 años desayunaban todos los días (30).
En el estudio ALADINO 2015 o “Estudio de Vigilancia del Crecimiento, Alimentación, Actividad Física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España” (31) se evaluó una muestra representativa de 10.899 niños (6-9 años) de toda España. El 93 % desayunaban todos los días. El desayuno más frecuente (49,7 %) era un lácteo (leche, batido lácteo o yogur) más un alimento del grupo de los cereales (galletas, cereales de desayuno o pan/tostadas). Solamente un 2,8 % realizaban un desayuno de calidad (con lácteo, cereal y fruta).
En el estudio ANIBES (32,33) o estudio de antropometría, ingesta y balance energético (Anthropometry, Intake, and Energy Balance Study), el 85 % de los españoles (muestra representativa: 9-75 años) eran “consumidores regulares” del desayuno (es decir, habían desayunado los tres días evaluados). Una mayor proporción de niños y personas mayores desayunaban regularmente (93 %), seguidos por los adultos (84 %) y después los adolescentes (80 %). Los adolescentes solían omitir más el desayuno los días laborables frente a los fines de semana (sin diferencias marcadas en otras edades a este respecto). Los españoles tardaban 11,20 minutos de media en desayunar (más tiempo en fines de semana). La duración disminuía cuanto menor era el hábito: entre las personas que desayunaban regularmente, 11,50 minutos; irregularmente, 9,13 minutos; habitualmente no desayunaban, 9,11 minutos. En general, los adolescentes empleaban menos tiempo y las personas mayores eran las que más. La hora media de inicio del desayuno variaba con la edad (más temprano en los niños/adolescentes y más tarde en las personas mayores). Los fines de semana retrasaban el inicio del desayuno, unas dos horas los niños/adolescentes, aproximadamente una hora los adultos y pocos minutos las personas mayores (33). En cuanto al lugar, los niños solían realizar el desayuno en casa, en compañía de la familia. En la adolescencia, empezaba a estar más presente el desayuno en las instituciones y los locales de restauración, tomándose cada vez más el desayuno sin ninguna compañía (33).
En el estudio ANIBES (33), solo el 25 % de la población española realizaban un desayuno con energía suficiente y variedad adecuada o “completo” (20 % o más de la energía total ingerida y conteniendo tres o más grupos de alimentos), mientras que el 38 % tomaban un desayuno “incompleto” (menos del 10 % de la energía total ingerida y conteniendo uno o dos grupos de alimentos) y el 37 % uno “aceptable” (10-20 % de la energía total ingerida y tres o más grupos de alimentos o bien 20 % o más de la energía total ingerida y dos grupos de alimentos). El desayuno “incompleto” tenía una gran prevalencia entre los adultos (39 %), después entre los adolescentes y las personas mayores (ambos, 35 %), siendo menor en los niños (22 %). El desayuno era “completo” en el 24 % de los niños y el 27 % de los adolescentes, y era “aceptable” en el 54 % delos niños y el 38 % de los adolescentes (33). Los alimentos que más consumían los niños en el desayuno eran los chocolates (principalmente en polvo o disueltos en leche), seguidos en orden decreciente por los productos de bollería/pastelería, la leche entera, la leche semidesnatada, el pan y los cereales (32,33). En cambio, los alimentos menos consumidos por los niños eran los quesos y la fruta fresca, seguidos de la leche desnatada, los zumos/néctares y el aceite de oliva. Los adolescentes presentaban un patrón muy similar al de la población infantil (32,33). En general existía bastante monotonía en la composición del desayuno y la presencia del componente “salado” y de los alimentos integrales era muy escasa. En la población infantil, la energía de los alimentos del desayuno provenía principalmente del pan y la bollería/pastelería, seguidos de la leche entera y los chocolates; y en los adolescentes contribuían principalmente el pan y la bollería/pastelería, seguidos de la leche entera, los chocolates y la leche semidesnatada (32,33). Todos los grupos de edad también consumían azúcares añadidos (principalmente de chocolates, panadería y bollería/pastelería) y azúcar. La leche en sus diferentes presentaciones era la principal fuente de calcio. Es interesante destacar que los cereales para el desayuno constituían una fuente importante de vitamina D en los niños/adolescentes (32,33).
El estudio ANIBES (34) mostró ingestas inadecuadas de al menos tres micronutrientes muy importantes. Para todos los grupos de edad, los folatos y la vitamina D eran las vitaminas en las que menos sujetos tenían una ingesta superior al 80 % de la recomendada (Recommended Dietary Intake o RDI). No obstante, el consumo de vitamina D aumentaba con la edad. La ingesta de zinc era baja en los niños, los adultos y las personas mayores, pero no en los adolescentes. Estos estudios son esenciales para que las autoridades puedan desarrollar una política nutricional adecuada a escala nacional, específicamente para la población diana, enfocándose principalmente en los segmentos poblacionales y en los nutrientes donde existen deficiencias.
DESAYUNO Y RIESGO DE ENFERMEDADES CARDIOMETABÓLICAS
Omitir el desayuno o tomar uno de baja calidad nutricional puede asociarse a problemas de salud. A continuación se revisa la evidencia científica respecto a la asociación entre el desayuno y el riesgo de enfermedades cardiometabólicas en la población infanto-juvenil.
DESAYUNO Y OBESIDAD
En el estudio ALADINO 2015 (31), en niños españoles de 6-9 años se encontraron prevalencias del 23,2 % para el sobrepeso (similar según sexo) y 18,1 % para la obesidad (mayor en niños). Entre los factores asociados a la obesidad destacaban no desayunar a diario, desayunar fuera de casa, la falta de actividad física, el bajo nivel económico y el bajo nivel educativo de padres/madres. El hábito de desayunar a diario disminuía en los niños con más peso, siendo del 93,9 % en los niños con normopeso y del 92,9 % en los niños con sobrepeso, ambos con diferencia significativa (p < 0,05) respecto al 90,2 % en los niños con obesidad. Un porcentaje significativamente mayor (p < 0,05) de niños con normopeso (83 %) desayunaban en casa, en comparación con los que tenían sobrepeso (81,4 %) u obesidad (79,4 %).
En el estudio HELENA, los adolescentes que desayunaban regularmente tenían valores menores de distintos marcadores de obesidad, como el índice de masa corporal (IMC) y el grosor de los pliegues cutáneos; y en los chicos (pero no en las chicas), también de la circunferencia de la cintura (35).
En la encuesta canadiense CCHS (21), la prevalencia de la obesidad/sobrepeso entre los niños/adolescentes era significativamente menor en los que desayunaban (30,7 %) que en los que no desayunaban (39,0 %).
Diversas revisiones y metaanálisis de estudios epidemiológicos en una población infanto-juvenil muestran una relación inversa entre el consumo del desayuno y la prevalencia e incidencia del sobrepeso/obesidad. Una limitación importante es que estos resultados se han obtenido principalmente de estudios de diseño transversal. En la tabla I se presentan estudios de cohortes en niños/adolescentes, que evalúan el efecto del desayuno sobre el sobrepeso/obesidad. Estos estudios realizaron un seguimiento, lo cual aporta una mayor evidencia que la obtenida en los estudios transversales. Globalmente, los resultados muestran que desayunar regularmente se asocia inversamente con el IMC y con una menor puntuación normalizada Z (o Z-score), y que consumir cinco comidas al día (incluyendo el desayuno) protege del sobrepeso y la obesidad. En cambio, no desayunar se ha asociado significativamente con un riesgo superior de sobrepeso y obesidad. Solo hay discrepancia en dos estudios. Un estudio (36) en el que no desayunar no se asoció con un mayor riesgo de obesidad, aunque sí de sobrepeso, y otro estudio (37) en el que no se encontró asociación entre no desayunar y el IMC o el sobrepeso/obesidad. Cabe destacar que no encontrar asociación no significa que no exista un riesgo incrementado para otros aspectos del estado de salud, y que este estudio (37) solo evaluaba niños de 4 años.
Sobre la base de los resultados obtenidos en un metaanálisis acumulativo (38), los autores indican que, aunque existe la creencia general de que desayunar habitualmente, comparado con no desayunar, protege de la obesidad, lo cierto es que la evidencia es insuficiente.
No obstante, dos revisiones sistemáticas recientes (una incluyendo un metaanálisis) también han detectado un aumento del riesgo de obesidad en los niños/adolescentes al omitir el desayuno. En la revisión sistemática de Monzani y colaboradores (22), que incluía 39 estudios observacionales, transversales y longitudinales (edad: 2-18 años, n = 286.804, procedencia de 33 países, publicados entre 2008-2018), la mayoría de los niños/adolescentes que no desayunaban presentaban sobrepeso/obesidad (37 estudios, n = 270.362) y no desayunar se asociaba con un peor perfil cardiometabólico (6 estudios, n = 16.130). Aunque no se podía determinar si no desayunar era la causa directa de esos efectos, los niños/adolescentes que no desayunan tendrían un peor estado nutricional debido a la menor calidad del total de sus ingestas diarias (22). En la revisión sistemática y metaanálisis de Ardeshirlarijani y colaboradores (39) se incluyeron 16 estudios (14 transversales y 2 de cohortes) que evaluaban el riesgo de obesidad por no desayunar en niños/adolescentes. En los estudios transversales, el riesgo de obesidad de los que no desayunaban aumentaba un 43 %, comparado con los que desayunaban regularmente. Sin embargo, no había diferencias en los estudios de cohortes (aunque los estudios incluidos eran pocos y bastante heterogéneos).
Aunque no se conocen los mecanismos por los que desayunar o no puede cambiar el peso corporal, algunos estudios sostienen que el hábito de desayunar, aunque aporte más calorías en el momento del desayuno (comparado con no desayunar), se asocia a una menor ingesta energética durante el resto del día. También se ha planteado la hipótesis de que el consumo de energía en el desayuno podría ayudar a perder peso debido a una metabolización eficiente de la misma a horas tempranas, lo que lleva a la prevención del consumo excesivo durante el día. Otros estudios sugieren que no desayunar se relaciona con comportamientos sedentarios y con hábitos alimentarios menos saludables (22,29,40), pudiendo este hecho explicar la relación existente entre la omisión del desayuno y el exceso de peso corporal. Estos razonamientos coinciden con los hallazgos de un estudio transversal realizado en Brasil (40) con 174 niños/adolescentes (6-16 años) que eran obesos y sedentarios, ya que menos de la mitad desayunaban diariamente (47,5 % de chicos y 44,7 % de chicas).
DESAYUNO, RESISTENCIA A LA INSULINA Y DIABETES DE TIPO 2
En el estudio HELENA, los adolescentes que desayunaban regularmente tenían mejores indicadores de regulación de la glucemia de acuerdo con los niveles de insulina y HOMA-IR (ambos sexos), y los varones tenían también menores niveles de glucosa (35).
En la tabla II se muestran estudios (transversales y de cohortes) en niños/adolescentes que evaluaron el efecto del desayuno sobre la resistencia a la insulina y la diabetes de tipo 2 (DT2). Generalmente, los estudios son de diseño transversal y la mayoría muestran una asociación positiva entre no desayunar y las alteraciones de los biomarcadores de la DT2. Consumir un tentempié por la mañana o desayunar se ha asociado con un menor índice HOMA en la mayoría de los estudios, así como con concentraciones inferiores de insulina. Cabe destacar que no todos los estudios transversales observan una asociación significativa con estos biomarcadores.
*Análisis de regresión lineal entre calidad del desayuno (variable independiente: BQI o BED) y factores de riesgo cardiometabólico (variable dependiente), ajustado por sexo, edad, centro de estudio, nivel de educación materno, consumo energético, índice de masa grasa y actividad física total. BED: densidad energética del desayuno (breakfast energy density); BEDb: BED de bebidas; BEDs: BED de alimentos sólidos; BQI: índice de calidad del desayuno (breakfast quality index); DT2: diabetes de tipo 2; HOMA: evaluación de modelo homeostático (homeostatic model assessment); HOMA-IR: HOMA de resistencia a la insulina (HOMA insulin resistance); IC: intervalo de confianza; OR: razón de probabilidades (odds ratio).
La influencia del hábito de desayunar sobre el riesgo de desarrollar DT2 y sobre los marcadores de riesgo de esta enfermedad es menos conocida en los niños/adolescentes que en los adultos, por lo que hay pocos estudios de cohortes. Sin embargo, la limitada evidencia procedente de estudios longitudinales de niños/adolescentes sugiere que no desayunar se asocia con niveles superiores de insulina en ayunas y que el hábito de desayunar diariamente se asocia con un índice HOMA significativamente inferior.
En la revisión sistemática de Monzani y colaboradores (22), los niños/adolescentes que no desayunaban tenían mayor resistencia a la insulina (dos de tres estudios) y en ellos se incrementaba el riesgo de síndrome metabólico (seis estudios evaluados para variables metabólicas).
Por otro lado, además del hábito de desayunar, la calidad del desayuno se ha identificado como un factor relacionado con el desarrollo de la DT2. A pesar de que las evidencias en niños/adolescentes son limitadas, varios metaanálisis y estudios prospectivos a gran escala concluyen que el consumo adulto de lácteos (independientemente de su contenido en grasa) y de alimentos de origen vegetal (especialmente los más saludables, como frutas, verduras, cereales integrales, legrumbres y nueces) podría jugar un papel importante en la prevención de la DT2 y los trastornos cardiometabólicos (48,49).
DESAYUNO E HIPERTENSIÓN ARTERIAL
Entre los adolescentes del estudio HELENA, los chicos que desayunaban regularmente tenían valores menores de distintos marcadores de riesgo cardiovascular, como la tensión arterial sistólica y diastólica, sin diferencias significativas entre las chicas (35).
Existen evidencias que asocian no desayunar con la prevalencia de la hipertensión en la población infanto-juvenil, en paralelo con el aumento de la prevalencia del sobrepeso/obesidad. En la tabla III se muestran estudios transversales y de cohortes en niños/adolescentes que evalúan el efecto del desayuno sobre la tensión arterial. Aunque en la mayoría se ha encontrado una asociación significativa entre no desayunar y unos niveles superiores de tensión arterial, los resultados no son totalmente concluyentes.
IC: intervalo de confianza; OR: razón de probabilidades (odds ratio); PR: relación de prevalencia; RR: riesgo relativo; TA: tensión arterial; TAD: TA diastólica; TAS: TA sistólica.
En dos de tres estudios de la revisión sistemática de Monzani y colaboradores, los niños/adolescentes que no desayunaban tenían niveles superiores de tensión arterial (22).
DESAYUNO, PERFIL LIPÍDICO Y DISLIPEMIA
En 925 adolescentes del estudio HELENA, en los que se recogieron muestras sanguíneas, se observó que los chicos que desayunaban regularmente tenían mejor perfil lipídico (cocientes de colesterol total:colesterol-HDL y colesterol-LDL:colesterol-HDL), sin diferencias significativas entre las chicas (35). En los chicos con sobrepeso/obesidad también se detectaban diferencias en el colesterol total y el colesterol-LDL, mientras que no se observaban en los que tenían peso normal, ni tampoco en las chicas, independientemente de su peso.
En la tabla IV se muestran estudios transversales de niños/adolescentes que valoran el efecto del desayuno sobre el perfil lipídico. La mayoría de las evidencias obtenidas de estudios transversales muestran una relación directa entre desayunar diariamente y un perfil lipídico más saludable en los niños/adolescentes. Así, algunos estudios muestran una asociación negativa entre el consumo del desayuno y los niveles elevados de triglicéridos, colesterol-VLDL, colesterol-LDL y colesterol total, o los niveles bajos de colesterol-HDL, aunque otros estudios no son concluyentes al respecto (Tabla IV).
*Análisis de regresión lineal entre calidad del desayuno (variable independiente: BQI o BED) y factores de riesgo cardiometabólico (variable dependiente), ajustado por sexo, edad, centro de estudio, nivel de educación materno, consumo energético, índice de masa grasa y actividad física total. BED: densidad energética del desayuno (breakfast energy density); BEDb: BED de bebidas; BEDs: BED de alimentos sólidos; BQI: índice de calidad del desayuno (breakfast quality index); HDL-C: colesterol de lipoproteínas de alta densidad; IC: intervalo de confianza; LDL-C: colesterol de lipoproteínas de baja densidad; OR: razón de probabilidades (odds ratio); TC: colesterol total; TG: triglicéridos.
Los estudios longitudinales son escasos. En un estudio australiano con seguimiento de 2184 sujetos (evaluados con 9-15 años y después con 26-36 años edad), no desayunar (comparado con desayunar), en las dos etapas de la vida evaluadas, se asoció con niveles superiores de colesterol total y de colesterol-LDL (Tabla IV). Estos resultados sugieren que no desayunar durante la infancia podría tener efectos adversos a largo plazo sobre la salud cardiovascular (57).
En cuatro de seis estudios de la revisión sistemática de Monzani y colaboradores, los niños/adolescentes que no desayunaban tenían niveles más bajos de colesterol-HDL, así como niveles elevados de triglicéridos, colesterol total y colesterol-LDL (22).
DESAYUNO Y FUNCIÓN COGNITIVA
La función cognitiva y su rendimiento dependen de numerosos factores, como el individuo, la familia y la escuela (método educativo y competencia docente de los profesores), pero también de la salud y el estado nutricional global. Sin embargo, el análisis de la relación entre la función cognitiva y la alimentación, o sus ingestas (como el desayuno), es complejo. Además de los diferentes criterios para definir el desayuno y su calidad, también hay variedad en los aspectos cognitivos (atención, memoria a corto/largo plazo, etc.) y en las herramientas para valorar un mismo aspecto cognitivo.
El desayuno proporciona nutrientes al cerebro, los cuales son necesarios para realizar las funciones cognitivas con eficiencia (69), suministrando una proporción considerable de la energía y los nutrientes de la dieta total y siendo además especialmente relevante tras el ayuno nocturno. El desayuno aporta glucosa (importante para el funcionamiento del cerebro), además de otros nutrientes (como vitaminas y minerales), que facilitan la síntesis inmediata de neurotransmisores. Los niños son un grupo vulnerable desde el punto de vista nutricional y más sensibles que los adultos a los cambios metabólicos producidos en situaciones de ayuno, por lo que los efectos del desayuno y su calidad son más patentes en este grupo de edad (70).
En un estudio realizado en Madrid con 180 niños (9-13 años) se utilizó el método de registro de alimentos de los últimos 7 días junto con la prueba de aptitud escolar SAT-1 (71). El desayuno aportaba el 19,1 % de la energía diaria. Se consideraron los desayunos adecuados si proporcionaban más del 20 % de la energía diaria. Un 42,2 % de los niños tomaban un desayuno adecuado y tenían mejores puntuaciones de razonamiento que los que tomaban un desayuno inadecuado. Sin embargo, no se encontraron efectos significativos en los aspectos verbales o de cálculo.
A continuación, se presenta un resumen de cuatro revisiones sistemáticas relevantes, de estudios que analizaron el efecto del desayuno sobre la función cognitiva de niños/adolescentes. Debido a la heterogeneidad y a las deficiencias de los estudios, solo en una revisión sistemática también se pudo realizar un metaanálisis. Se han evaluado diferentes aspectos, como el efecto agudo de ciertos desayunos experimentales o bien el efecto a más largo plazo de programas escolares de desayuno o del desayuno que toman en casa.
En una revisión sistemática de 45 estudios de intervención en niños/adolescentes, respecto al efecto sobre el funcionamiento cognitivo, en 34 de dichos estudios se evaluaba el efecto agudo de un solo desayuno y en 11 estudios los efectos a largo plazo de programas de desayuno en colegios (70). En 24 estudios sobre el efecto agudo, comparado con no desayunar (es decir, estar en ayunas), desayunar tenía efectos positivos en la cognición, especialmente en cuanto a realizar tareas que requieren atención, función ejecutiva y memoria, aunque solo era un efecto agudo (perdurando aproximadamente durante las siguientes cuatro horas). Este beneficio era más aparente en los niños desnutridos. Por otra parte, ni en los 15 estudios del efecto agudo en los que se comparaban composiciones del desayuno (diferentes aportes energéticos o distintas cantidades de macronutrientes), ni en los 11 estudios sobre los efectos del desayuno a largo plazo se pudieron obtener conclusiones firmes, pues eran pocos estudios y existían inconsistencias en los resultados. Los autores también resaltaban las limitaciones metodológicas de estos estudios, como que había pocos estudios con adolescentes, que las muestras eran pequeñas y que los ensayos de cognición tenían muy baja sensibilidad.
En otra revisión sistemática (72) se evaluaron 40 estudios (33 de ellos de diseño transversal) en relación con los efectos a largo plazo de distintos aspectos de la dieta sobre el rendimiento académico de 166.148 escolares (5-18 años). En los 12 estudios que evaluaron el efecto del desayuno, su consumo habitual estaba asociado a mejores puntuaciones de rendimiento académico.
En la tercera revisión sistemática (actualización de otra revisión sistemática previa), de estudios que evaluaban el efecto de la energía y la composición nutricional del desayuno sobre las tareas escolares y la cognición (73), se apreciaban ciertos beneficios en la función mental con los desayunos que proporcionaban más del 20 % de la energía diaria, pero los resultados no eran concluyentes. Se seleccionaron dos estudios de aleatorización cruzada que investigaban los efectos agudos de desayunos con distinto índice glucémico, cuyos resultados sugerían que una menor respuesta glucémica pospandrial era más beneficiosa para la función mental.
En el metaanálisis se incluyeron estudios publicados hasta junio de 2019 que comparaban el efecto del índice glucémico (alto vs. bajo) de los desayunos sobre la función cognitiva de niños y adolescentes (74). Sin embargo, no se encontraron diferencias significativas en la memoria (inmediata o diferida) ni en la atención entre los desayunos con distinto índice glucémico.
También es destacable una revisión sistemática cuyos estudios presentan efectos positivos sobre la función cognitiva y el rendimiento académico, además de sobre la calidad de vida, el bienestar y los factores de riesgo de morbilidad, cuando los niños/adolescentes desayunaban (75).
En resumen, por lo general hay bastante consenso al concluir que desayunar es más beneficioso para la función cognitiva que no hacerlo (70,76), especialmente en los niños con peor situación nutricional (70,76) y de menor edad (77). Los programas escolares de desayuno también muestran efectos positivos sobre el rendimiento escolar, aunque probablemente sea debido al menor absentismo escolar (70,76). También parece que hay una asociación positiva entre la frecuencia de desayunar y el rendimiento académico en los niños (72), y entre el aporte energético del desayuno y las aptitudes escolares y la atención (71).
Los pocos estudios que han analizado el efecto de la calidad nutricional del desayuno (según los alimentos que lo conforman) en general concluyen que desayunar más alimentos básicos o de mayor calidad se asocia a un mejor rendimiento escolar (76-80).
Finalmente, es esencial señalar las muchas limitaciones que existen para analizar el efecto del desayuno sobre la función cognitiva de los niños y adolescentes (81). Por ejemplo, en los estudios de intervención con evaluación del efecto agudo, los diseños son muy diferentes: grupos paralelos o cruzados, en el laboratorio o en condiciones de campo, distintas formas de muestreo y selección de pacientes, algunos test son poco sensibles a los cambios nutricionales, diferentes momentos del día, administración de un desayuno fijo o ad libitum, no poder realizar estudios ciegos, etc. En los estudios de intervención a largo plazo, a veces el diseño no es el más adecuado para evaluar la función cognitiva, con limitaciones como la dificultad de aislar el efecto del desayuno, la posibilidad de sesgos de los participantes, el poder confundir el efecto agudo con el efecto a largo plazo, etc. Y en los estudios observacionales, respecto al desayuno rutinario tomado en casa, hay variables de confusión no controladas (edad, sexo, nivel socioeconómico, actividad física, entorno familiar…) y la definición de qué toma se considera desayuno o qué frecuencia se considera suficiente puede cambiar entre los distintos estudios, etc.
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
El desayuno debe formar parte de una dieta saludable. Para que además lo sea, debe consumirse diariamente, proporcionar nutrientes y suficiente energía (alrededor del 20 % de la dieta diaria), y estar equilibrado en cuanto a los alimentos que lo conforman. Uno de los criterios que definen un desayuno saludable es la inclusión de alimentos de al menos tres grupos: lácteos, cereales y frutas, debido a que su consumo se asocia a patrones dietéticos más saludables. En cualquier caso, no hay un desayuno “ideal” para todos, debiendo adecuarse este a las necesidades personales como la edad, el nivel de actividad física, las alergias/intolerancias y el gusto (debe ser apetecible y palatable). Como ocurre con las demás comidas del día, el desayuno está influenciado por aspectos socioeconómicos, religiosos y culturales.
La calidad global de la dieta es mayor en los niños/adolescentes que desayunan habitualmente, ya que presentan una mayor ingesta de varios nutrientes (especialmente, de vitaminas y minerales) en comparación con los que no desayunan.
El hábito de desayunar diariamente está bien establecido en la población infanto-juvenil española, siendo la adolescencia el periodo que presenta un cumplimiento algo menor. Sin embargo, la calidad del desayuno presenta margen de mejora, siendo baja la proporción de niños/adolescentes que toman desayunos de alta calidad nutricional.
Los estudios centrados en evaluar el efecto del desayuno sobre diversos aspectos de la salud de los niños/adolescentes suelen mostrar beneficios, como una menor prevalencia del sobrepeso/obesidad y un perfil más saludable de biomarcadores cardiometabólicos (diabetes y resistencia a la insulina, tensión arterial y perfil lipídico). No obstante, los diseños de estos estudios tienen limitaciones (suelen ser observacionales y trasversales) y se hace necesario realizar estudios prospectivos de intervención para establecer una relación causa-efecto entre desayunar o no desayunar (o la composición nutricional del desayuno) y el riesgo de sobrepeso/obesidad y de otras complicaciones cardiometabólicas.
Además, algunos estudios en niños/adolescentes han mostrado un efecto positivo del desayuno sobre diversas funciones cognitivas, aunque tampoco hay uniformidad en los resultados, lo que en parte puede deberse a la dificultad que supone evaluar variables complejas (como el rendimiento escolar). Los estudios de intervención (programas de desayunos escolares) en poblaciones menos favorecidas muestran mejores resultados. El beneficio cognitivo se aprecia especialmente cuando se compara con la ausencia de desayuno y con los resultados obtenidos en niños desnutridos.
Por otra parte, sería interesante profundizar en el conocimiento de los fundamentos fisiológicos de la asociación entre el desayuno y sus diferentes beneficios para la salud.
En conclusión, el desayuno debe tenerse en consideración en los planes de alimentación saludable de la población, pues permite incorporar alimentos que son difíciles de consumir en otras comidas y puede contribuir a reducir el riesgo de desarrollar enfermedades cardiometabólicas y a mantener un buen estado de salud general. Para promover la ingesta de desayunos saludables es imprescindible actuar sobre los factores sociodemográficos y culturales que influyen en su cumplimiento y en su calidad, como la edad, la educación nutricional (principalmente padres y niños/adolescentes, pero también de otros familiares, la escuela, las amistades…) y el hecho de tomarlo en casa en compañía de la familia.
El nivel económico afecta a la calidad de los desayunos, puesto que puede ser más caro comprar muchos alimentos saludables, como lácteos, cereales y frutas/verduras, aunque también se puede conseguir un equilibro entre calidad y precio: frutas de temporada, cereales más económicos ricos en nutrientes, etc. Asimismo, algunos requisitos de la alimentación saludable no se ven afectados por su coste, como el consumo de alimentos básicos y menos procesados, con poca o nula presencia de azúcares añadidos y de grasas saturadas. De hecho, para la calidad del desayuno es mayor el efecto positivo de la educación de las madres que el nivel económico.