INTRODUCCIÓN
La resistencia a la insulina se caracteriza por la incapacidad de los tejidos diana de la insulina para eliminar adecuadamente la glucosa en sangre, suprimir la producción endógena de glucosa o estimular la síntesis de glucógeno en concentraciones elevadas de insulina plasmática (1).
El pronóstico de la resistencia a la insulina puede variar, desde individuos sin sintomatología hasta individuos con eventos cardiovasculares severos y su morbilidad y mortalidad resultantes (2). Aunque las personas con resistencia a la insulina pueden no desarrollar diabetes tipo 2, la resistencia a la insulina por sí misma se relaciona con otras complicaciones, como aterosclerosis, obesidad (especialmente, obesidad central), hipertensión, dislipemia, síndrome de ovario poliquístico, hígado graso o cáncer (3).
Tradicionalmente se ha estudiado la resistencia a la insulina en la edad adulta, pero actualmente se ha vuelto cada vez más común encontrarla en las primeras etapas de la vida. Sin embargo, la prevalencia de la resistencia a la insulina en la edad infantil aún no está bien definida debido a la falta de estándares para diagnosticarla, en distintos estudios en este grupo de edad la prevalencia varía del 5 % a más del 50 % (4-7). Además, el sexo, la pubertad, la obesidad, los factores perinatales o el estilo de vida (mala alimentación, actividad física insuficiente, estilo de vida sedentario, etc.) son factores de riesgo que pueden contribuir al desarrollo de la resistencia a la insulina (8).
En este contexto, el objetivo de este trabajo es analizar la relación entre los factores nutricionales y la resistencia a la insulina en escolares y adolescentes.
DEFICIENCIAS NUTRICIONALES
La deficiencia de ciertos micronutrientes en el organismo está asociada con la resistencia a la insulina. Niveles alterados de zinc, cobalto, cromo, selenio, calcio, boro, magnesio y hierro pueden contribuir a una mayor resistencia a la insulina. Por ejemplo, el boro inhibe la adipogénesis, el selenio regula el estrés oxidativo, el cromo y el magnesio mejoran la sensibilidad a la insulina en los tejidos, y el hierro y el calcio modulan el metabolismo de la glucosa (9). El zinc desempeña un papel importante en la resistencia a la insulina, ya que es antioxidante; interviene en el proceso de maduración, almacenamiento y secreción de la insulina en las células β pancreáticas; interactúa con los islotes ZnT8 y los transportadores de zinc; y estimula la translocación de GLUT-4 a la membrana plasmática de los tejidos diana de la insulina (10).
Además, la deficiencia de vitaminas, especialmente las antioxidantes, también se ha relacionado con la resistencia a la insulina. En particular, la deficiencia de vitamina D se ha relacionado con una mayor intolerancia a la glucosa, menor secreción de insulina y mayor resistencia a la insulina (11).
DIETA Y RESISTENCIA A LA INSULINA
La dieta es uno de los factores de riesgo que se relaciona con la resistencia a la insulina. Además de que una dieta adecuada permite corregir deficiencias nutricionales de vitaminas y minerales, existen ciertos patrones dietéticos que se han relacionado con un menor riesgo de presentar resistencia a la insulina en escolares.
La dieta mediterránea es uno de los patrones que se ha relacionado con la resistencia a la insulina en escolares y adolescentes. De hecho, Calcaterra y cols. concluyen en su revisión narrativa que es el tratamiento nutricional con más evidencia para manejar la resistencia a la insulina (12). En un estudio realizado en escolares españoles de entre cuatro y nueve años con obesidad y con niveles alterados de glucosa, insulina e índice homeostático de resistencia a la insulina (HOMA-IR), después de la intervención con una dieta mediterránea y actividad física, dichos niveles mejoraron en el total de su muestra (13). Sin embargo, la tendencia actual es alejarnos cada vez más de la dieta mediterránea, lo que conduce a una mayor probabilidad no solo de resistencia a la insulina sino también de dislipemia y obesidad central (14).
Además de la dieta mediterránea, se han identificado otros patrones dietéticos que pueden reducir el riesgo de presentar resistencia a la insulina en este grupo de edad. Por ejemplo, una dieta basada en el Healthy Eating Index, que se caracteriza por ser rica en productos vegetales, lácteos, proteína vegetal y del mar y ácidos grasos insaturados, y baja en ácidos grasos saturados, sodio, azúcar añadido y cereales refinados, se relacionó con menor riesgo de presentar resistencia a la insulina en escolares españoles (5) y en escolares y adolescentes turcos con sobrepeso (15). Por otro lado, la dieta Dietary Approaches to Stop Hypertension (DASH), que se caracteriza por ser rica en productos vegetales y lácteos bajos en grasa, y baja en sodio, carnes rojas y bebidas azucaradas, se ha asociado con un menor riesgo de resistencia a la insulina en un estudio longitudinal con adolescentes mexicanos (16) y en un estudio con escolares iraníes (17), aunque no se encontró una relación en escolares españoles (5).
Existen otros factores nutricionales que también parecen reducir el riesgo de presentar resistencia a la insulina. No incluir comida rápida en la dieta, cenar en familia todos los días y comer mientras se ve la televisión menos de una vez por semana son comportamientos que se han relacionado con menor resistencia a la insulina en escolares y adolescentes (18,19).
El consumo regular de desayuno también se ha asociado con un perfil cardiovascular más saludable y menor riesgo de presentar resistencia a la insulina en población infantil (18-20). No obstante, en un estudio realizado en escolares españoles de 8-13 años, se observó que no afecta únicamente desayunar o no, sino que es importante tener en cuenta la calidad del desayuno, ya que esta se asociaba a menor riesgo de presentar resistencia a la insulina y mejor calidad de la dieta a lo largo del día. Por ello, es importante realizar un desayuno suficiente y de calidad que incluya lácteos, cereales (especialmente integrales) y frutas enteras, y que excluya alimentos ricos en azúcares simples y mantequilla (21).
Por tanto, llevar una dieta rica en vitaminas y minerales antioxidantes, fibra, calcio y ácidos grasos poliinsaturados y baja en azucares libres, sodio y ácidos grasos saturados; evitar la comida basura; realizar un consumo regular del desayuno; consumir un desayuno de calidad; y/o comer en familia son conductas que se relacionan con menor riesgo de presentar resistencia a la insulina en escolares y adolescentes (Fig. 1).
CONCLUSIONES
La resistencia a la insulina es un problema cada vez más común en la infancia y hay que tenerlo en cuenta, sobre todo en escolares y adolescentes con exceso de peso. Los escolares con resistencia a la insulina tienen mayor riesgo de presentar déficits nutricionales. Un patrón dietético adecuado, como la dieta mediterránea, la dieta DASH, o la dieta basada en el Healthy Eating Index, se asocia con menor riesgo de presentar resistencia a la insulina. Asimismo, ciertos comportamientos nutricionales, como comer en familia, evitar la comida rápida y/o desayunar, especialmente un desayuno de calidad, también se han relacionado con menor resistencia a la insulina en este grupo de edad. Sin embargo, se necesitan más estudios para comprender exactamente la relación entre la nutrición y la resistencia a la insulina en escolares y adolescentes.