INTRODUCCIÓN
Durante el envejecimiento son frecuentes los trastornos del sueño, de los cuales el insomnio es el más prevalente en la población anciana y se asocia a menudo con una pobre satisfacción de la calidad del sueño1,2,3,4. En los últimos años se han producido cambios en las clasificaciones de los trastornos del sueño, lo que se traduce en diferentes prevalencias de insomnio según los criterios utilizados y la población a estudio3,5,6,7,8, siendo elevada sobre todo en los países occidentales, aumenta claramente con la edad6,8 y es predominante entre las mujeres4,6,8. En la actualidad contamos con herramientas válidas para evaluar los trastornos del sueño, tales como la quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-V)5 y el Índice de calidad del sueño de Pittsburgh (ICSP)9. Sin embargo, son escasos los estudios que las incluyen para evaluar específicamente los trastornos del sueño en ancianos internados en un centro sociosanitario a pesar de ser un grupo en riesgo de padecer estos problemas1. En general, los estudios dirigidos a conocer las prevalencias de las quejas y trastornos de sueño en población adulta son escasos en España10, datan de hace tiempo y están referidos a áreas geográficas limitadas2,3.
Revisiones de la literatura especializada han relacionado el insomnio con el sexo femenino, el estado de ánimo depresivo11, peor estado cognitivo12, con mayor porcentaje de grasa corporal13, con una peor percepción de su estado de salud2, con mayor riesgo de caídas14 y de dependencia a psicofármacos y polifarmacia15, así como con una mayor utilización de los servicios sanitarios16.
Concretamente, en la población anciana de Albacete se evaluó la prevalencia y las características del insomnio y su relación con el consumo de fármacos, situación sociosanitaria, otros problemas de salud y hábitos higiénicos. Este estudio resultó con un 34,2% de sujetos con problemas para dormir, con repercusiones de sensación de descanso nocturno insuficiente y/o cansancio o somnolencia diurna; según los criterios del DSM-IV, el 20,3% cumplió criterios de insomnio primario, que fue mayor en mujeres, en los que tenían dos o más problemas de salud, horarios irregulares e insatisfacción con las condiciones ambientales del dormitorio. Además, el 26,9% consumía habitualmente psicofármacos3. Otros estudios también concluyen un peor estado de salud en mayores con insomnio de cualquier tipo y cuando existía consumo de psicofármacos2.
A pesar de que el insomnio también es un problema frecuente en ancianos internados en centros sanitarios y que puede poner en peligro su calidad de vida17, pocos estudios han investigado específicamente el insomnio y sus factores relacionados en residencias de ancianos7,17,18,19,20,21 a pesar de existir prevalencias que varían entre el 13% y el 30%7. E incluso en algunos estudios se han encontrado prevalencias de hasta el 69-74% en esta población19,20,21.
Uno de los estudios encontrados que evalúa el insomnio y sus factores asociados es a nivel europeo y sus principales hallazgos demuestran que el riesgo de insomnio es alto en residentes que usan medicamentos hipnosedantes y en aquellos con depresión7. Otro estudio demostró la relación entre una peor calidad del sueño y el estado funcional de los ancianos que viven en residencias20. También en 2013, Bourgeois y cols. investigaron sobre los determinantes de la mala calidad del sueño, concluyendo una asociación con el uso a largo plazo de benzodiacepinas15. Además, otro estudio de tipo descriptivo, llevado a cabo en una residencia de ancianos en Turquía, dirigido a examinar la calidad del sueño, somnolencia diurna excesiva, siestas durante el día, y la depresión, concluyó una alta prevalencia de mala calidad del sueño en relación con depresión18.
Debido a toda esta problemática, y a la escasez de investigaciones en este ámbito, nos hemos planteado el diseño de este estudio con la finalidad de describir los factores relacionados con el insomnio en ancianos internados en centros sociosanitarios así como conocer cuál es la percepción de los residentes sobre la calidad de su sueño con las herramientas más actuales de las que disponemos.
OBJETIVOS
Describir las características del sueño de los ancianos internados en la residencia Núñez de Balboa de Albacete tanto en relación con la presencia de insomnio como mediante la medición de la calidad del sueño.
Evaluar la gravedad del insomnio.
Relacionar la calidad del sueño de los pacientes con el consumo de psicofármacos.
Asociar la calidad del sueño con la situación funcional, cognitiva, afectiva y nutricional.
Relacionar la calidad del sueño de los pacientes con la presencia de dolor.
METODOLOGÍA
Se llevó a cabo un estudio descriptivo y transversal donde la población a estudio fue la totalidad de hombres y mujeres, de edad igual o mayor de 65 años, internados en la residencia de mayores Vasco Núñez de Balboa situada en la ciudad de Albacete. Para la selección de la muestra se excluyeron residentes con deterioro cognitivo moderado o grave, con alteraciones auditivas graves y la negativa a participar en el estudio y/o firmar el consentimiento informado.
Mediante un proceso de entrevista individual y revisión de la historia clínica realizado por personal entrenado, se recogieron las siguientes variables:
Características sociodemográficas: sexo, edad, nivel de escolarización y estado civil.
Índice de Charlson: se considera ausencia de comorbilidad: 0-1 puntos, comorbilidad baja: 2 puntos y alta más de 3 puntos.
Consumo de psicofármacos: número total y tipo de fármacos (neurolépticos, ansiolíticos, hipnóticos y antidepresivos).
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Diagnóstico de trastorno de insomnio: presencia o ausencia, mediante los criterios del DSM-V.
- Criterio A: predominante insatisfacción por la cantidad o la calidad del sueño, asociada a uno (o más) de los síntomas siguientes: dificultad para iniciar el sueño, dificultad para mantener el sueño, que se caracteriza por despertares frecuentes o problemas para volver a conciliar el sueño después de despertar, despertar pronto por la mañana con incapacidad para volver a dormir.
- Criterio B: la alteración del sueño causa malestar clínicamente significativo o deterioro en lo social, laboral, educativo, académico, del comportamiento u otras áreas importantes del funcionamiento. Se considera presencia de trastorno de insomnio si se cumple uno o más de los síntomas del criterio A y el criterio B. Además, la presencia predominante de insomnio no se debe explicar por condiciones desfavorables para dormir, ni por otro trastorno del sueño-vigilia, así como tampoco se debe atribuir a efectos fisiológicos de una sustancia ni a la coexistencia de trastornos mentales y afecciones médicas.
Dolor: valorado mediante la escala visual analógica (EVA). Las puntuaciones superiores a 0 puntos son significativas de dolor.
Escala de depresión geriátrica de Yesavage (GDS) para valorar estado afectivo. Utilizamos la versión de 15 preguntas. Se considera normal entre 0 y 4 puntos, y 5 o más puntos, riesgo de depresión.
Minimental State Examination (MMSE) de Folstein para el cribado de deterioro cognitivo. El punto de corte se encuentra en 23; las puntuaciones iguales o inferiores a esta cifra indicarían la presencia de un déficit cognoscitivo.
Actividades básicas de la vida diaria (ABVD) mediante el Índice de Barthel. Utilizamos los puntos de corte sugeridos por Shah y cols. para su interpretación (0-20 dependencia total, 21-60 dependencia grave, 61-90 dependencia moderada, 91-99 dependencia escasa y 100 independencia).
Índice de calidad del sueño (ICSP) de Pittsburgh para evaluar la calidad del sueño. Contiene un total de 19 cuestiones que se combinan para formar siete áreas, incluyendo la calidad subjetiva del sueño, la latencia del sueño, la duración del sueño, la eficiencia habitual de sueño, las perturbaciones del sueño, el uso de medicación para dormir y la disfunción durante el día. De la suma de los 7 componentes se obtiene la puntuación total del ICSP que oscila de 0 a 21 puntos. El punto de corte se sitúa en 5 puntos para catalogar a los sujetos entre “buenos dormidores” (≤5 puntos) y “malos dormidores” (>5 puntos).
Índice de gravedad del insomnio (ISI) para evaluar la gravedad del insomnio. Clasificamos de 0 a 7 ausencia de insomnio clínico, de 8 a 14 insomnio subclínico, de 15 a 21 insomnio moderado y de 22 a 28 insomnio grave.
Mini Nutritional Assessment-Short Form (MNA-SF) para la evaluación nutricional. Se considera indicativo de riesgo nutricional una puntuación inferior a 12, mientras que una puntuación por debajo de 8 es sugestiva de malnutrición.
En primer lugar, se realizó un análisis descriptivo de todas las variables mediante proporciones, medidas de tendencia central y medidas de dispersión, según la naturaleza de las variables. A continuación, se construyeron los correspondientes intervalos de confianza al 95% para describir la prevalencia de trastorno de insomnio, así como de mala calidad de sueño. Se realizó, asimismo, un análisis bivariante entre las variables del estudio mediante las pruebas de la χ2, t de Student y correlación de Pearson según la naturaleza de las mismas. Los datos fueron introducidos, almacenados y analizados mediante el paquete estadístico SPSS 22.0.
Todos los sujetos seleccionados expresaron por escrito su consentimiento para participar en el estudio una vez informados del propósito del mismo, pudiendo abandonar su participación en cualquier momento.
El protocolo fue aprobado por el Comité Ético de Investigación Clínica del Área Sanitaria de Albacete. A lo largo de todo el estudio se garantizó la confidencialidad de la información suministrada por el paciente, restringiendo los datos, en exclusividad, a la investigación propuesta.
RESULTADOS
Se incluyeron 100 sujetos con datos válidos para el análisis. En la Tabla 1 se exponen las características de la muestra.
Datos expresados en medias (con desviación típica entre paréntesis) o en número de sujetos (con porcentaje entre paréntesis).
GDS: escala de depresión geriátrica Yesavage; IMC: índice de masa corporal; MMSE: Mini-Mental State Examination de Folstein. MNA-SF: Mini Nutritional Assessment versión abreviada.
En cuanto a la descripción de las características del sueño, según los criterios del DSM-V, el 15% de los sujetos presentó diagnóstico de trastorno de insomnio, de los cuales, y mediante el ISI, el 26,7% presentó insomnio subclínico, el 60% insomnio clínico moderado y el 13,3% insomnio clínico grave.
Respecto a la calidad del sueño evaluada mediante el ICSP, la puntuación total media fue de 8,7 (desviación estándar [DE] 4,3). Encontramos que el 77% de la muestra eran “malos dormidores” frente al 23% que eran “buenos dormidores”. En la Tabla 2 se exponen las variables analizadas por el ICSP atendiendo a sus siete componentes.
A continuación, se analizó la asociación entre el diagnóstico de trastorno de insomnio y las covariables del estudio tal y como se muestra en la Tabla 3. Un peor estado afectivo, así como un índice de masa corporal (IMC) más alto, se relacionó significativamente con el diagnóstico de trastorno de insomnio.
La relación del sexo con el diagnóstico de insomnio ha sido analizada mediante el test χ2 (los datos representan n (%). La relación entre el resto de los parámetros y el diagnóstico de insomnio ha sido analizada mediante la prueba de la t de Student (los datos representan medias).
DSM-V: Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales versión 5; GDS: escala de depresión geriátrica Yesavage; IMC: índice de masa corporal; MMSE: Mini-Mental State Examination de Folstein; MNA-SF: Mini Nutritional Assessment, versión abreviada; NS = no significativo.
De la misma manera, se investigó la relación entre la calidad del sueño y las covariables del estudio, y se observó que las puntuaciones más altas del PSQI se relacionaron significativamente con un peor estado funcional (r = -0,22, p < 0,05), un mayor riesgo de depresión (r = 0,33, p < 0,001), un IMC más elevado (r = 0,2, p < 0,05) y peor estado nutricional (r = -0,25, p < 0,05). También se estudió la relación individual de cada componente del ICSP frente al sexo, al estado funcional y al estado afectivo. Encontramos que del 28% que valoró su calidad de sueño como muy buena, el 75% eran mujeres y el 53,6% presentó dependencia moderada; sin embargo, del 11% que valoró su calidad de sueño como muy mala, el 72,7% presentó riesgo de depresión (p < 0,05). Del 21% de los sujetos cuya latencia de sueño era superior a 60 minutos, el 57,1% fueron mujeres y el 38,1% presentó un grado de dependencia grave. De los participantes que dormían menos de 5 horas durante la noche, el 61,5% eran mujeres y el 38,5% presentaron una probable depresión. De los que obtuvieron una eficiencia del sueño inferior al 65%, el 57,1% fueron mujeres y el 81% presentó una dependencia moderada o grave. En relación con las perturbaciones del sueño, de los sujetos que manifestaron perturbaciones moderadas, el 62,5% fueron mujeres y el 84,4% presentó un grado de dependencia moderado o grave (p < 0,05). De los que utilizaban medicación hipnótica para dormir tres o más veces a la semana, el 69,5% eran mujeres (p < 0,05) y el 39,7% presentaron riesgo de depresión (p < 0,05). Solamente el 7% de los casos presentó graves disfunciones durante el día, siendo en este caso un 71,4% mujeres.
Por otro lado, la media del número de fármacos que tomaban diariamente fue de 10,9 (DE 4,7), donde el 86% tenía polifarmacia (≥5 fármacos). Además, el 54% consumía entre 1 y 2 psicofármacos, siendo la media de 1,36 (DE 1,3). Del total de malos dormidores, el 75% tomaba psicofármacos diariamente, aunque esta relación no fue significativa; sin embargo, se encontró que una peor calidad de sueño se asociaba con un mayor número de fármacos totales (r = 0,22, p < 0,05).
Por último y de modo similar se evaluó la relación entre la calidad del sueño y la presencia de dolor. La media de la intensidad del dolor según la EVA fue de 2,1 (DE 3,1). El 60,2% de los sujetos no presentó dolor; sin embargo, de los sujetos que manifestaron dolor, 35 (89,7%) eran malos dormidores (p < 0,05).
DISCUSIÓN
En primer lugar destacamos una baja prevalencia de trastorno de insomnio según los criterios del DSM-V, que se acerca a la presentada en otros estudios en ancianos internados en centros sociosanitarios, y es muy variable (13%-74%) probablemente debido al concepto utilizado para definir insomnio y a la herramienta utilizada para su diagnóstico7,19,21. Sin embargo, existe una alta prevalencia de “malos dormidores” entre nuestros sujetos, y esta prevalencia es similar en otros estudios donde la herramienta para evaluar la calidad del sueño en mayores internados fue el ICSP20.
Nos llama la atención una falta de correlación entre la percepción subjetiva que tenían los sujetos con respecto a la calidad de su sueño, -un 77% consideraba su sueño como muy bueno o bastante bueno-, y el porcentaje de “malos dormidores” que según el ICSP existe en nuestra muestra. Esto hace que nos planteemos posibles limitaciones que puedan existir en el ICSP aplicado a los mayores internados en centros sociosanitarios dificultando su uso.
Por otro lado, hemos apreciado que existen aspectos valorados por el ICSP, como la latencia y la eficiencia del sueño, que pueden dar lugar a errores interpretativos al tratarse de mayores internados en centros. Entre ellos cabe destacar un mayor nivel de dependencia que podría favorecer que la eficiencia habitual del sueño sea mucho menor, al pasar más tiempo en la cama sin dormir, así como también los horarios para dormir establecidos por parte de la institución que favorecerían una mayor latencia de sueño.
A pesar de ser mayor la frecuencia de mala calidad del sueño en las mujeres, no hemos podido establecer una relación significativa entre la calidad del sueño y el sexo femenino, a diferencia de la mayoría de estudios realizados en ancianos no internados en centros sociosanitarios4,6,8. Similar a otros estudios, una peor calidad de sueño se ha asociado con un peor estado funcional20, con mayor riesgo de depresión7, con un IMC más elevado y peor estado nutricional12 y con dolor18,20. Además nuestros resultados coinciden con los de Bourgeois y cols., donde cuanto más intensa era la polifarmacia más pobre era la calidad del sueño15.
Consideramos la necesidad de estudios más amplios en esta población con herramientas de carácter más objetivo adaptadas a la situación de internamiento y basándonos en las limitaciones apreciadas, por lo que la validación del ICSP en nuestra población como herramienta de evaluación de los trastornos del sueño podría ser otro camino para futuras investigaciones.
CONCLUSIONES
Nuestros resultados indican una baja prevalencia de trastorno de insomnio frente a una alta prevalencia de “malos dormidores”, principalmente en sujetos con un mayor nivel de dependencia, con mayor riesgo de depresión, con un peor estado nutricional, con la presencia de dolor y polifarmacia.