Sr. Director:
Uno de los objetivos actuales de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es la erradicación del sarampión y la rubéola en al menos cinco regiones de la OMS para el año 2020, como se recoge en el Plan Estratégico Mundial encabezado por la Iniciativa Sarampión y Rubéola1. Sin embargo, en los últimos meses, el sarampión se ha convertido en un importante problema de salud pública en Europa debido al aumento de casos registrados en diversos brotes2. Atendiendo a la definición de «enfermedad emergente» de la OMS3, en la actualidad podríamos incluso considerar este proceso como tal.
Cabe destacar que la mayor incidencia de casos se está registrando en países con una cobertura de vacunación con la segunda dosis de vacuna triple vírica muy por debajo del objetivo marcado del 95% para conseguir la inmunidad de grupo o comunitaria4. Este hecho está permitiendo que el elevado número básico de reproducción del sarampión, el más alto entre las enfermedades transmisibles, se manifieste en bolsas de población susceptible y resulte en largas cadenas de transmisión. Sin embargo, también se han registrado recientemente brotes en países como España, donde la cobertura de vacunación se alcanza o es cercana al 95% para el global nacional, pero no es así en el ámbito autonómico5, tal como demuestra el brote que tuvo lugar en el primer trimestre de 2017 en Barcelona y que, a fecha 7 de abril, había afectado a 46 personas2.
Disponer de una vacuna del sarampión tremendamente eficaz nos obliga a identificar los obstáculos reales con que se encuentran los sistemas de salud para controlar y erradicar una enfermedad ya descrita en el siglo IX Uno de ellos es el movimiento antivacunas, que en nuestro país afortunadamente se puede considerar anecdótico6. Por otro lado, hay que referirse a los determinantes sociales de la salud. La desigualdad y la falta de acceso a los recursos sanitarios con origen en la marginalidad y la discriminación de determinados grupos se han demostrado en el pasado como un elemento clave para favorecer la circulación del sarampión7. Este hecho nos debe llevar a aproximar el zoom al ámbito local e implementar actividades de promoción de la salud a través de programas de educación sanitaria que tengan como objetivo la repesca de los individuos más vulnerables. Finalmente, no podemos olvidar la actual perspectiva global de las enfermedades transmisibles, en la que los agentes infecciosos recorren distancias que eran impensables en el pasado, reforzando los sistemas de vigilancia. Es posible que solo un correcto balance entre ambas pueda permitir la erradicación de esta enfermedad.