Introducción
Aunque resultan categorías conceptualmente diferentes, existe una tendencia a confundir los términos de agresividad y violencia: la primera representa un elemento presente en cada sujeto al enfrentar situaciones de la vida, mientras que la segunda constituye un indicativo de incapacidad para controlar las emociones por quien la ejerce, pudiendo incluir actos agresivos hacia sí mismo o el prójimo de manera intencional y consciente con el objeto de generar algún daño.1 La violencia de género se establece mediante actos con la capacidad de producir daño o sufrimiento sexual, físico o psicológico en una mujer, pudiendo producirse en el contexto de su vida pública o privada e incidir en el desarrollo de eventos de agresividad en las parejas. La prevención y búsqueda activa de estos casos es recomendada por la Asociación de Ginecólogos y Obstetras Americanos.2
Las dinámicas que se establecen en las relaciones de pareja se encuentran influenciadas por el comportamiento de cada integrante, pues los rasgos de la personalidad se manifiestan durante la intimidad de la relación. En este entorno, agresor y víctima poseen patrones que se acoplan entre sí, los que pueden generar la ocurrencia de actos violentos reiterados.3 En algunas culturas, la violencia de género se confunde con dominación masculina, por lo que las mujeres asumen una postura de conformidad frente a las agresiones de su pareja, convirtiéndose en cómplices de la perpetuación de su situación.4
A principios del siglo XX, diferentes investigadores establecieron métodos para la valoración de los riesgos de violencia mediante guías, escalas y protocolos dirigidos a la predicción de conductas violentas o agresivas en distintos grupos cerrados o institucionalizados.5 Esos instrumentos tienen un principio de funcionamiento similar a otros dirigidos a medir categorías de orden conductual o cognitiva. Los patrones identificados constituyeron la base para generar los perfiles de agresores y víctimas.3
Dentro de cada pareja, la posición que tiene la víctima y el agresor no siempre están bien definidas, no es extraño encontrar “reciprocidad de la violencia”. El modelo teórico propuesto por Muñoz Vicente y López Ossorio establece la presencia de tres elementos que intervienen en todo acto o conducta violenta de un individuo: carácter intencional, consecuencias negativas o peligro y su variedad expresiva.6
Los sujetos emocionalmente dependientes tienden a constituir y conservar relaciones marcadas por violencia, abusos y maltrato, estableciéndose una relación directa e indisoluble entre ambas categorías psicológicas.7 La valoración de la inseguridad a través del modelo dimensional del apego se realiza mediante dos características: ansiedad y evitación. La primera está referida al miedo al rechazo y al abandono, mientras que la dependencia y la cercanía definen a la segunda.8
La dependencia se establece por la generación de un exceso de preocupación y atención del sujeto por un objeto, concentrando casi todos sus esfuerzos en mantener esa relación patológica.9 Este rasgo de la personalidad constituye un constructo psicológico con diversas concepciones y dimensiones. Su presencia genera que las necesidades afectivas se intensifiquen en uno de los miembros de la pareja, desarrollando una conducta sumisa y complaciente con la creencia de que garantiza la persistencia de la relación sentimental.7
Entre los factores de riesgo de la dependencia de la pareja sentimental en las mujeres son: edad, nivel de instrucción, condiciones sociodemográficas, antecedentes de violencia en la familia de origen, características psicológicas y otros.10 La idealización del amor romántico en la mujer puede conducir al desarrollo de vínculos afectivos dependientes hacia su pareja. El término “amor confluente” puede ser apreciado como una forma de contrarrestar ese anhelo irracional. La relación en la pareja romántica debe manejarse con mayor grado de libertad, sin que exista una expectativa de amor incondicional.11 Comúnmente, las parejas románticas que presentan enraizadas conductas de violencia y dependencia emocional no reconocen que se encuentran en medio de una relación patológica plagada de eventos invasivos y perjudiciales.12 Así, las vivencias afectivas contradictorias fomentan una forma de vínculo intermitente, que resulta un justificativo para mantener esa relación.10
El embarazo produce cambios fisiológicos, somáticos y psicológicos en la mujer, por lo que requiere de una adecuada salud física y mental. La preeclampsia-eclampsia constituye una enfermedad gestacional hipertensiva, que representa un alto riesgo para la vida de la madre y su producto. La etiología de esta patología es desconocida, por lo que los investigadores se preocupan por la identificación de factores riesgo asociados con esta.13
Los autores realizaron un proceso investigativo con el objetivo de asociar comparativamente el riesgo de violencia de pareja, la dependencia afectiva y el diagnóstico de preeclampsia en gestantes atendidas en el Centro de Salud Santa Rosa en la ciudad de Riobamba, Ecuador.
Métodos
Desde un enfoque cuantitativo, se realizó un estudio no experimental comparativo, a través de una estrategia asociativa14 de variables inherentes a un mismo fenómeno en dos grupos de individuos.
La población estuvo integrada por las 83 gestantes atendidas en el Centro de Salud Santa Rosa, en la ciudad de Riobamba, Ecuador, durante el período de abril-agosto de 2019, las que declararon ser víctimas de algún tipo de violencia doméstica. La muestra se determinó mediante un procedimiento no probabilístico de sujetos voluntarios, que incluyó una cifra intensional de 60 participantes, procurando conformar dos grupos de 30 cada uno. El primero constituido por aquellas que fueron diagnosticadas con preeclampsia y el segundo por las que no desarrollaron esa patología.
Los investigadores aplicaron dos instrumentos para medir el riesgo de violencia de pareja y dependencia afectiva:
a) La adaptación española de la Guía de Evaluación de Riesgos de Agresión Conyugal (SARA, por sus siglas en inglés), cuyos autores reportaron un alfa de Crombach de 0,827. Esta se diseñó para aplicarse a personas mayores de 18 años, en la que el terapeuta recopila datos a partir de la anamnesis, la entrevista intencional y el expediente del paciente. A través de 20 ítems, esta mide cuatro dimensiones psicosociales: historial de violencia contra la pareja, historial delictivo, presencia de delito y agresión actual. La escala está compuesta por tres categorías: 0 (no existe evidencia de riesgo), 1 (riesgo moderado), 2 s(riesgo alto).15
b) El Cuestionario de Dependencia Emocional (CDE) de Lomos y Londoño, con un alfa de Cronbach de 0,93. Este se compone por 23 ítems que miden seis factores: ansiedad de separación, expresión afectiva de la pareja, modificación de planes, miedo a la soledad, expresión límite y búsqueda de atención. Su escala es de tipo Likert de 6 valores: 1 (Completamente falso de mí), 2 (Mayormente falso de mí), 3 (Ligeramente más verdadero que falso), 4 (Moderadamente verdadero de mí), 5 (Mayormente verdadero de mí) y 6 (Me describe perfectamente).16
Los valores obtenidos fueron procesados mediante estadísticas descriptivas de distribución de frecuencias absolutas y relativas, medida de tendencia central (media) y de dispersión (desviación estándar). Además, se emplearon pruebas inferenciales para medir la asociación y las diferencias entre las variables de investigación: chi cuadrado de dependencia y T-Student para muestras independientes respectivamente. La normalidad en la distribución de los datos se verificó mediante las pruebas de Kolmogorov-Smirnov y Shapiro-Wilk. Estos procedimientos se realizaron empleando el paquete estadístico SPSS en su versión 21.
Los autores tomaron en cuenta los principios éticos de la investigación científica en salud. Las participantes firmaron un consentimiento informado y la máxima autoridad del área de salud en cuestión emitió el correspondiente permiso. El anonimato de las pacientes se respetó y la información resultante tuvo un uso exclusivamente investigativo.
Resultados
El análisis de los datos obtenidos mediante la aplicación de los instrumentos SARA y CDE permitió comparar ambos grupos estudiados, en cuanto a riesgos de violencia y dependencia emocional, además de medir la asociación entre las variables estudiadas.
Las edades de las participantes estuvieron comprendidas entre 18 y 36 años, con una µ=25,85 y una δ=4,974. El 83,3% de estas tenía estado civil de casada o unión libre, predominando el nivel de instrucción secundario (68,3%) y el nivel socioeconómico medio (70%).
La distribución de los datos resultó normal con una significación de 0,000; observándose que los valores agrupados en los tres niveles de escala de la dependencia emocional se ajustaron a la curva normal con una asimetría positiva y existió homogeneidad en las varianzas.
Con respecto al nivel de riesgo de violencia en la pareja, se determinó que en el primer grupo predominaron aquellas con un alto nivel (56,7%); sin embargo, en las que no desarrollaron preeclampsia, ninguna tuvo esa categoría, predominando las del nivel moderado, para un 66,7% (tabla 1).
Preeclampsia | Nivel de riesgo | No. | % |
---|---|---|---|
Presenta | Moderado | 13 | 43,3 |
Alto | 17 | 56,7 | |
Total | 30 | 100,0 | |
No presenta | Bajo | 10 | 33,3 |
Moderado | 20 | 66,7 | |
Total | 30 | 100,0 |
En relación con los niveles de dependencia emocional y de riesgo de violencia de pareja, la prueba estadística T para muestras independientes (tabla 2) permitió establecer diferencias significativas entre ambos grupos (p=0,000 en ambas variables).
t | gl | Sig. (bilateral) | ||
---|---|---|---|---|
Resultado_CDE | Se asumen varianzas iguales | 4,303 | 58 | 0,000 |
Resultado_SARA | Se asumen varianzas iguales | 7,086 | 58 | 0,000 |
En el contexto estudiado, el 90% de las pacientes diagnosticadas con preclamsia fueron valoradas con elevado nivel de dependencia emocional, mientras que, en el segundo grupo, esa característica solo se observó en el 46,7% de las participantes (tabla 3).
Preeclampsia | Nivel de dependencia | No. | % |
---|---|---|---|
Presenta | Dependencia moderada | 3 | 10,0 |
Dependencia elevada | 27 | 90,0 | |
Total | 30 | 100,0 | |
No presenta | Ausencia de dependencia | 8 | 26,7 |
Dependencia baja | 2 | 6,7 | |
Dependencia moderada | 6 | 20,0 | |
Dependencia elevada | 14 | 46,7 | |
Total | 30 | 100,0 |
Al comparar la distribución global de la población atendiendo a los niveles de dependencia emocional y de riesgo de violencia de pareja, se pudo apreciar que las diferencias se concentraron entre las categorías de moderada y la de severa o elevada, en las que se conglomeraron la mayoría de las participantes (83,33%). Al respecto, el valor de escala de severa o elevada predominó en la dimensión nivel de dependencia emocional (32 pacientes); mientras que, en el caso del riesgo de violencia, preponderaron las evaluadas con el nivel de moderada (41 pacientes).
Resulta importante señalar que las 17 participantes preeclámpticas con alto nivel de riesgo de violencia de pareja (28,33%) tuvieron nivel elevado de dependencia emocional.
A través de la prueba chi cuadrado, se determinó una asociación estadísticamente muy significativa (p≤0,01) entre la presencia de preeclampsia y los niveles de dependencia emocional y de riesgo de violencia.
Discusión
El análisis de dimensiones cognitivas, emocionales y conductuales relacionadas con la violencia permite medir los niveles de riesgo de esta en los individuos.17 Varios autores asocian su presencia con el desarrollo de preeclampsia.18-20 Con un p valor de 0,03, Ku establece que las gestantes víctimas de violencia tienen una alta probabilidad de desarrollar esa patología hipertensiva;21 al respecto, Torres Laguna determinó que tienen una probabilidad de 3 a 4 veces mayor con respecto a aquellas no afectadas por ese fenómeno psicosocial.22
López Ossorio y cols. identificaron 7147 denuncias de violencia contra la mujer, con un 14,3% de reincidencia y un 79% de sensibilidad.23 Mientras que, en otro contexto investigativo se observaron 18 grávidas que declararon haber experimentado violencia de pareja, de las cuales, el 30% la sufrió durante el embarazo. Otros autores reportaron que un 41,1% de gestantes que dijeron ser víctimas de este flagelo: física (21%), sexual (19,8%), psicológica (29,1%).24
En un entorno francés, investigadores observaron que el 1,8% de las embarazadas estudiadas era víctima de violencia física y que, coincidentemente, tenían antecedentes de abortos, prematuridad y sus hijos tuvieron bajo peso al nacer.25 Una proporción superior se observó por otros autores en India, con 16,2% de gestantes afectadas.26
La presencia de dependencia emocional asociada a actitudes violentas es reportada por varios autores. Aiquipa Tello informa que el 100% de las mujeres que experimentaron violencia de pareja tenían dependencia afectiva.10 En publicación se reportó una proporción del 66,7%27 y en otro estudio en un contexto ecuatoriano fue del 60%.28
La dependencia emocional en la pareja es más frecuente de lo deseado. En un estudio realizado en España se encontró que existía en un 23,3% de las relaciones de noviazgo investigadas,29 lo que puede generar sentimiento de culpabilidad que conlleva a perdonar o justificar reiteradamente determinadas conductas poco saludables.10 El nivel en que la dependencia emocional se manifiesta resulta importante, en una investigación realizada en Lima con una población de 372 mujeres de edades entre 17 y 34 años predominó el nivel medio (49,2%),30 lo que difirió de otros resultados observados en 139 estudiantes universitarios, donde los nivel bajo o normal fueron más frecuentes (68%).31 En otro contexto peruano, el 97,4% de las involucradas presentó niveles de dependencia afectiva alto o medio, además de determinar una correlación significativa entre esa variable y las actitudes de riesgo de violencia conyugal (p = 0,000).32
Con respecto a los trastornos hipertensivos durante la gestación, Silva Conde y Rosero Miranda observaron que el 61,6% de las pacientes con ese diagnóstico dijo ser víctima de violencia física o psicológica.33 En una investigación desarrollada en un entorno español, se estableció que el historial de violencia constituye un factor de riesgo para la salud de las embarazadas, con un valor de Odds Ratio de 2,47. Estos autores hallaron que el maltrato se asoció significativamente con la mala percepción del estado de salud, la morbilidad psíquica y el uso de medicación en el embarazo.34
Conclusiones
El diagnóstico de preeclampsia en las gestantes que participaron en el estudio se relacionó de manera estadísticamente significativa con los niveles de dependencia emocional y riesgo de violencia. La prueba T-Students permitió establecer diferencias estadísticamente significativas entre ambos grupos, en cuanto al estado de los niveles de dependencia emocional y riesgo de violencia.
Al comparar los grupos, se pudo observar que en el grupo de gestantes con preeclampsia predominaron aquellas con alto nivel de riesgo de violencia y elevado nivel de dependencia emocional.
Los resultados muestran que las políticas de salud pública para la prevención de la preeclampsia deben considerar el bienestar psicológico de la embarazada y su protección contra la violencia en los entornos sociales con los que interactúa.