La presente columna es una invitación a repensar la enfermería, sus límites y sus alcances, es decir, el lugar que le ocupa como ciencia, y las fronteras disciplinares autoimpuestas. Es una invitación a repensar tres aspectos cruciales para la ciencia de enfermería: el foco disciplinar, el mantener abierta la discusión en torno a ese objeto-sujeto que las enfermeras debemos estudiar, y los modos o formas en que podríamos alcanzar el conocimiento. Es, en otras palabras, una invitación más para mirar la realidad del cuidado de la experiencia de salud humana desde su totalidad, su complejidad y abrir el diálogo y retorno al saber disciplinar.

Es posible comenzar por mirar que los programas académicos, las normas y políticas estructurales de la mayoría de las instituciones de salud y educativas, así como el surgimiento de múltiples organizaciones no gubernamentales. Actualmente, se especifican preponderantemente en términos de ciencia médica, ciencias naturales o biológicas (privilegiando el uso y desarrollo de la tecnología), con poca referencia al conocimiento único de enfermería.

Otra era ha llegado y el desarrollo del conocimiento científico toma rumbos sin precedentes, inspirados en la tecnología y los desarrollos de las ciencias de la complejidad en general. Pero también esta era enfrenta retos igual de complejos, como el cambio climático, los movimientos migratorios, la marginación y exclusión social en salud, el abuso en el consumo de sustancias, los malestares psíquicos y el aumento desmedido de las enfermedades no transmisibles ¿Cuál es nuestro rol disciplinar en este escenario? Podemos comenzar por pensar en el campo de actuación, pero este será infértil si desde la disciplina no es problematizado. Es importante expandir el dominio de la enfermería, pensar las fronteras y si es posible, una vez asumida su particularidad disciplinar, atravesarlas. Por el bien de la disciplina y de la salud planetaria, pensar desde una enfermería como cuidado transdisciplinar, por paradójica que parezca la propuesta. Es un desafío.

Desde sus inicios, la noción de disciplina de enfermería ha estado sujeta a debates académicos y científicos. Discusiones que giran en torno a lo que es y lo que no es la disciplina. Una actividad cada vez menos realizada por el colectivo académico en América Latina (y quizá en Iberoamérica). Pues cada vez es más la demanda de recursos humanos: sujetos-máquina que trabajen para sostener el sistema desde las instituciones, bajo una organización estructural; de conocimiento, proceso y resultados orientados a otros asuntos que cada vez más abandonan la humanidad de lo humano.¹ Y que de cierto modo obliga, bajo un discurso de poder y supuesto saber (mercantil, de consumo y de opresión), a expandir profesional, académica y científicamente a la enfermería. Esto visto a partir de los problemas que la enfermería pretende resolver desde las múltiples estrategias metodológicas que le suponen un desarrollo científico.

Con lo anterior se invita a pensar la enfermería en el contexto de los países en vías de desarrollo, a la puesta en marcha de programas que inciten a esta discusión y a que los espacios de difusión académica estén dispuestos a replantearse el conocimiento de la enfermería como ciencia contemporánea.² Este conocimiento es la guía científica para vivir el arte de la enfermería. El conocimiento específico de la disciplina nace y se fomenta en entornos académicos donde la investigación y la educación mueven el conocimiento a nuevos ámbitos de comprensión.

Por su parte, un grupo bien identificado de enfermeras norteamericanas, en los inicios, cuando aparece la enfermería en el contexto académico, desde sus agrupaciones como colectivo a través de colegios u organizaciones no gubernamentales, se han dispuesto a clarificar aquello por lo que da cuenta la noción de disciplina de enfermería. A decir, que se han dado a la tarea de problematizar el foco de estudio, su objeto, los fenómenos que particularmente conciernen a la disciplina y que la diferenciarán de otras, aquello que las enfermeras deberán desarrollar, discutir y resolver en los espacios académicos y llevarlos a la práctica para su implementación, a partir de la ciencia. En este sentido, se han dado a la tarea por esclarecer el alcance que tiene la disciplina, su dominio, y aquello que debe ser problematizado dentro de esas fronteras disciplinares, el campo de conocimiento.³-⁵

Existe actualmente un consenso de lo que es el foco disciplinar de enfermería. Este, eminentemente aportado por los desarrollos epistemológicos de las enfermeras estadounidenses, a partir de la expansión del campo en la ciencia de enfermería, más allá de lo que se puede comprender como enfermería científica. Pese a que la clarificación del foco disciplinar depende de la visión del mundo que tiene cada enfermera, es importante no olvidar que esta perspectiva del mundo debe mantener, epistemológicamente, una articulación lógica y propositiva. Hecho que parece desvanecerse en los espacios académicos y de difusión científica.

La enfermera iberoamericana, cada día se esfuerza por abrirse un espacio en los dominios de las ciencias de la salud, por ocupar un lugar en los cabildos legislativos y por alcanzar posiciones profesionales cada vez más difíciles. Un camino largo y complejo, sobre todo en un contexto en el que aún hay que vencer las barreras impuestas por las mismas estructuras burocráticas y disciplinares que han sometido al saber femenino como es el del cuidado, desarrollado profesionalmente por la enfermería. Este esfuerzo no debe hacer que la enfermería olvide el núcleo de la disciplina y las crisis sociales que enfrenta nuestro contexto.

Aparentemente ya ha sido aclarado este punto de discusión académica, pues nos es obvio para las enfermeras que la enfermería es una disciplina profesional, académica y científica.⁶ Sin embargo, parece que está costando asumir la declaración disciplinar, proyectar en las estrategias metodológicas, aplicarlas en la realidad y contexto de cuidado y, sobre todo, transmitirlo en los espacios de discusión académica.

La preocupación aumenta cuando los marcos educativos de posgrado (sobre todo los de doctorado en enfermería) se alejan de la enseñanza del saber particular de enfermería y cada vez las enfermeras admiten que el conocimiento de enfermería se debe dejar de usar. Algo que, visto desde una ontología, puede llevar a la desaparición de la disciplina como tal.

Esta columna editorial es, en realidad, una invitación a retornar al pensamiento como profesionales, académicos y científicos hacia los problemas de salud humana desde la mirada a la disciplina de enfermería, considerando la eminencia de su esencia. Entenderla como el estudio del cuidado de la experiencia de la salud humana⁷,⁸ y, propiamente dicho, para fines de comprensión del método científico en enfermería, como una ciencia humana (de totalidad, de patrones y de experiencia humana), orientada a la práctica, cuidando, y orientada a la salud.³ Y recordar que, en realidad, la ciencia de enfermería es aquella en la que el conocimiento de la disciplina se desarrolla a través de los marcos y teorías de enfermería existentes, a partir de la investigación y conceptualización creativa.⁹

El conocimiento de enfermería que integra la teoría y la práctica a partir de la investigación debe ser la evidencia para que la sociedad y las instituciones reconozcan el valor de la enfermería y que haya una conciencia que reconozca que a medida que disminuye el número de enfermeras al lado de la cama, aumentan las posibilidades de morir.

Pero primero es importante reconocer el conocimiento disciplinar, su campo, sus límites y su alcance, así como definir sus métodos de construcción y los recursos para llevarlos a la práctica. Después, de la práctica, a través de la investigación, regresarlos, por decirlo de algún modo, a la teoría.

Finalmente, esta invitación es a aumentar la visión epistemológica, teórica y empírica de la disciplina de enfermería, a insistir en la comunicación del saber propio para mantener a salvo la dignidad epistemológica, el conocimiento contemporáneo de enfermería desde las nuevas tendencias y paradigmas desarrollados propiamente por enfermeras. Por poner un ejemplo, articular a la enfermería a paradigmas posmodernos, poscoloniales y posestructuralistas, pensar la enfermería como profesión desde su propio contexto social, es decir, como una enfermería contemporánea.