Introducción
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han permitido nuevas formas de comunicación entre las personas (Cooper, Quayle, Jonsson y Svedin, 2016; Döring, 2014; Gámez-Guadix, Borrajo y Almendros, 2016). Por ejemplo, un 92% de los adolescentes de 13-17 años señalaron usar el celular y un 24% indicó que lo usaban constantemente (Lenhart, 2015). Las TIC dieron lugar a aspectos positivos, como estar más comunicados, pero también generaron conductas negativas (Holfeld y Grabe, 2012). Entre dichos comportamientos negativos o de riesgo, se encuentra la creación y el intercambio de mensajes de texto, videos, imágenes o fotos con contenido sexual personal mediante la Internet, redes sociales o el celular. Dicho fenómeno se denomina como sexting (Agustina y Gómez-Durán, 2012; Barrense-Dias, Berchtold, Surís y Aire, 2018; Mitchell, Finkelhor, Jones y Wolak, 2012; Morelli, Bianchi, Baiocco, Pezzuti y Chirumbolo, 2016) o sexteo en idioma español (Quesada, Fernández-González y Calvete, 2018). El sexting es un factor de riesgo para el ajuste psicosocial de los sujetos, principalmente en los menores de edad, como los niños o adolescentes. Entre dichos comportamientos de riesgo, se pueden citar las conductas sexuales de riesgosas (Benotsch, Snipes, Martin y Bull, 2012), una mayor probabilidad de sufrir de cyberbullying (Crimmins y Seigfried-Spellar, 2014; Quesada et al, 2018; Reyns, Burek, Henson y Fisher, 2013; Ricketts, Maloney, Marcum y Higgins, 2015), mayor consumo de sustancias tóxicas (Temple, Le, van den Berg, Ling, Paul y Temple, 2013), sintomatología depresiva (Jasso Medrano, Lopez Rosales y Gámez-Guadix, 2017) o sufrir de abuso sexual (Kopecky, 2012). Desde otro punto de vista, algunos autores señalaron que el sexting podría constituir simplemente un comportamiento normativo, una nueva forma de intercambio amoroso o de contacto social (Crimmins y Seigfried-Spellar, 2014; Cooper et al., 2016; Döring, 2014; Walker, Sanci y Temple-Smith, 2013). Al margen de si el sexting es un importante factor de riesgo o un comportamiento normativo entre los adolescentes, la investigación a este respecto todavía es bastante reciente (por ejemplo, Doring, 2014).
El comportamiento de sexting es frecuente en los adolescentes (Fleschler Peskin, Markham, Addy, Shegog, Thiel y Tortolero, 2013; Gámez-Guadix, Santiesteban y Resett, 2017; Mitchell et al., 2012; Strassberg, McKinnon, Sustaíta y Rullo, 2013). Por ejemplo, recientes revisiones sistemáticas en adolescentes sobre la prevalencia del sexting encontraron una fluctuación entre el 7% y el 27.6% (Barrense-Dias et al., 2018; Cooper et al., 2016). En lo relativo a las diferencias de género a este respecto, algunos estudios no detectaron diferencias entre varones y mujeres (Benotsch et al., 2012; Weisskirch y Delevi, 2011), mientras que otros hallaron que más varones que mujeres llevaban a cabo el sexting (Baumgartner, Sumter, Peter, Valkenburg y Livingstone, 2014; Gámez-Guadix, Almendros, Borrajo y Calvete, 2015; Gámez-Guadix et al., 2017; Ybarra y Mitchell, 2014). Finalmente, otras investigaciones encontraron que estos comportamientos eran más elevados en mujeres (por ejemplo, Reyns et al., 2013). La edad también fue una variable muy examinada, sugiriendo que el sexting se incrementa progresivamente con la edad lo largo del período adolescente, (Dake, Price, Maziarz y Ward. ,2012; Rice et al., 2012).
Una de las variables psicosociales más estudiadas con relación al sexting ha sido la personalidad (Delevi y Weisskirch, 2013). Los estudios sugieren que determinadas características de personalidad podrían incrementar la probabilidad de implicarse en el sexting (Gámez-Guadix et al., 2017). Las pocas investigaciones que lo hicieron tomaron el modelo de los Cinco Grandes Factores de la Personalidad -o Big Five en inglés- de Costa y McCrae (1992). En esta línea, Van Ouytsel, Van Gool, Ponnet y Walrave (2014) encontraron que la faceta búsqueda de sensaciones incrementaba la probabilidad de implicarse en el sexting. Temple et al. (2014) comprobaron que una mayor impulsividad se relacionaba con una mayor probabilidad de enviar imágenes con contenido sexual. Aunque estos dos trabajos constituyen un valioso punto de partida sobre la relación entre la personalidad y el sexting en adolescentes, ambos están limitados por las medidas empleadas, ya que en dichos trabajos se evaluó el sexting únicamente como el envío de imágenes y con un solo ítem. Por otra parte, ambos estudios estudiaron dimensiones aisladas de personalidad, por ejemplo, la impulsividad o búsqueda de sensaciones, más que un conjunto de rasgos de personalidad, como es el modelo de los Cinco Grandes Factores de la Personalidad o la Tríada Oscura de la Personalidad.
La Tríada Oscura de la Personalidad o Dark Triad Personality, en inglés, (Paulhus & Williams, 2002) en inglés es un enfoque reciente de la personalidad. Dentro de dichos rasgos, se hallan el maquiavelismo, la psicopatía y el narcisismo (Furnham, Richards y Paulhus, 2013; Paulhus y Williams, 2002). Dicha teoría en su conjunto puede responder a una estrategia social a corto plazo, la cual busca la explotación de los demás (Jonason, Li, Webster y Schmitt, 2009; Jonason, Valentine, Li y Harbeson, 2011), como lo indican las relaciones entre la personalidad oscura con altos niveles de agradabilidad y con motivaciones para cortejar o conquistar a una pareja (Jakobwitz y Egan, 2006; Jonason et al., 2009; Paulhus y Williams, 2002). Aunque no se han detectado investigaciones entre la personalidad oscura y el sexting, es posible hipotetizar que esta conducta se hallará asociada a la personalidad oscura. Muchos estudios indican las asociaciones positivas entre dicha dimensión con las motivaciones para cortejar, como detectaron Jakobwitz y Egan (2006 y Jonason et al. (2009). Por lo tanto, la presente investigación hipotetiza que los rasgos oscuros de la personalidad, más significativamente puntajes elevados en maquiavelismo, serán predictores del sexting.
Los problemas emocionales, como la depresión y la ansiedad, son un factor de riesgo para la transición hacia la adultez (La Greca y Harrison, 2005; Steinberg, 2010). Estos problemas, a diferencia de los problemas de conducta, afectan la dimensión psicológica interna, dando lugar a individuos sobrecontrolados y autopunitivos (Arnett, 2012). Por otra parte, la depresión y la ansiedad son los trastornos mentales más frecuentes (Hughes y Gullone, 2010). En lo relativo al comportamiento de sexting y su asociación con los problemas emocionales, muchos estudios hallaron que, a mayores niveles de sexting, puntajes más altos en sintomatología depresiva (Jasso Medrano et al., 2017; Temple et al, 2013; Van Ouytsel et al., 2014). La mayoría de las investigaciones detectaron que la depresión era el correlato más significativo del sexting (Van Ouytsel et al., 2014). De este modo, el presente estudio hipotetiza que, los puntajes elevados en depresión, serán más significativo para la predicción del sexting que los de ansiedad.
Un estudio del perfil de personalidad -tanto a nivel de los cinco grandes factores como desde la tríada oscura- y emocional de los adolescentes que se implican en el sexting se vuelve vital con el fin de entender el contexto y las motivaciones que llevan al adolescente a realizar estas conductas (Van Ouytsel et al., 2014). Por otra parte, la pronta identificación de los perfiles psicosociales de los adolescentes que hacen sexting es de gran relevancia para la prevención de dicha conducta.
Aunque el sexting está empezando a ser muy investigado en los países anglosajones e, incluso, en naciones de habla hispana, como España, los estudios en los países latinoamericanos son casi inexistentes a nuestro conocimiento. Teniendo en cuenta la escasez de estudios sobre el sexting en población adolescente de países de Latinoamérica, las fortalezas del presente trabajo eran: 1) medir el sexting con preguntas que incluían mensajes escritos sexuales, imágenes y videos y, 2) indagar si la personalidad oscura y los problemas emocionales eran predictores del sexting en una muestra de adolescentes argentinos. Por otra parte, la ventaja del presente trabajo es emplear ecuaciones estructurales para la predicción, en lugar de regresiones lineales múltiples. El modelo de ecuaciones estructurales aporta la ventaja de permitir un análisis más complejo de las relaciones entre las variables, como la incorporación de constructos latentes en dicho análisis (Kline, 2015).
Así, los objetivos del presente estudio fueron:
Describir la prevalencia y cronicidad del envío de contenidos sexuales (mensajes escritos, fotos y videos) o sexting en adolescentes y si existían diferencias por género y edad.
Poner a prueba un modelo de ecuaciones estructurales para predecir el sexting a partir de la personalidad oscura (maquiavelismo, psicopatía y narcicismo) y los problemas emocionales (ansiedad y depresión).
Método
Participantes
La muestra intencional de este estudio estuvo compuesta por 722 adolescentes entre 12 y 17 años (56% eran varones) con Medad = 15.08 años (DE = 1.51). Los adolescentes cursaban de primer año a quinto año de cuatro escuelas secundarias privadas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Paraná, Argentina. La mayoría de los adolescentes señalaba que sus progenitores estaban casados o que vivían juntos (67%).
Instrumentos
Cuestionario sociodemográfico. Género, edad, escuela, curso al que asistían y si sus padres residían juntos o no.
Cuestionario de Sexting (Gámez-Guadix et al., 2015)
Este instrumento evalúa la frecuencia con la que los adolescentes enviaron contenidos sexuales online. Este cuestionario pide a los participantes que indiquen cuántas veces han hecho las siguientes cosas de manera voluntaria: 1) “Enviar información escrita o mensajes de texto con contenido sexual sobre ti”; 2) “Enviar fotos con contenido sexual (por ejemplo, desnudo/a) sobre ti”; y 3) “Enviar imágenes (por ejemplo, a través de webcam) o vídeos con contenido sexual sobre ti”. Las opciones de respuesta son: 0 = nunca; 1 = de 1 a 3 veces; 2 = de 4 a 10 veces; y 3 = más de 10 veces. La prevalencia se calcula considerando, al menos, aquellos participantes que marcan la opción de 1 a 3 veces o más. Por otra parte, para obtener una información más exacta de las veces que se lleva a cabo el sexting, se puede calcular la cronicidad media. La cronicidad implica el promedio de veces que se produce entre aquellos que presentaron al menos una ocasión el comportamiento en cuestión (por ejemplo, Straus y Ramirez, 2007). En este caso, la cronicidad se calcula para aquellos participantes que marcan la opción de 1 a 3 veces o más. También es posible derivar un índice de sexting sumando o promediando las preguntas, esto es, obtener puntajes totales para la escala. Esta escala ha mostrado una adecuada validez de constructo en muestras españolas (Gámez-Guadix et al., 2015) y adecuada consistencia interna (α de Cronbach) con un índice alfa de Cronbach (α) de 0.71 (Gámez-Guadix et al., 2017). En la presente muestra el α de Cronbach fue 0.86.
Escala de Síntomas Psicosomáticos de Rosenberg (RPS, Rosenberg, 1965)
Los 10 ítems de la RPS miden la ansiedad a partir de la activación del sistema nervioso autónomo (Rosenberg, 1965). Las respuestas se puntúan en una escala que va de 0 (Nunca) a 3 (Muchas veces). Las preguntas se suman y puntajes más altos indican mayor ansiedad. En la Argentina las αs de Cronbach fluctúan de 0.74 a 0.78 (Facio, Resett, Mistrorigo y Micocci, 2006). En esta muestra el α fue de 0.84.
El Inventario de Depresión de Kovacs para Niños (CDI, Kovacs, 1992)
CDI es uno de los inventarios más usados para medir depresión y se compone de 27 ítems. Cada uno consta de tres afirmaciones con una graduación de severidad de la sintomatología depresiva de 0 a 2, los participantes deben seleccionar cuál de ellos caracteriza mejor cómo se han sentido en las últimas dos semanas. CDI presenta buenas propiedades (Kovacs, 1992). Las respuestas se suman y los puntajes más altos indican mayor depresión. En la Argentina, las αs de Cronbach fluctúan de 0.86 a 0.89 (Facio et al., 2006). En la presente muestra el α fue de 0.83.
Dirty Dozen (DD; Jonason y Webster, 2010)
El DD es un instrumento de 12 ítems dividido en tres subescalas para medir cada una un rasgo de la triada oscura: maquiavelismo, psicopatía y narcisismo. Está dividido en cuatro ítems por subescala y usa una escala tipo Likert de siete opciones (1 = totalmente en desacuerdo a 7 = totalmente de acuerdo). El maquiavelismo consiste en la manipulación y explotación de otras personas. El narcisismo consiste en una grandiosidad o admiración excesiva hacia uno mismo. La psicopatía se caracteriza por baja empatía, impulsividad y conducta antisocial. Ejemplos de preguntas son: “Soy de manipular a los otros para conseguir lo que quiero” (maquiavelismo), “No tengo culpa o remordimiento” (psicopatía), y “Soy de querer que los otros me presten atención” (narcicismo). Dicho instrumento presenta buena estructura factorial, confiabilidad y validez convergente y discriminante en el primer mundo (Jonason & Webster, 2010), como en muestras de habla española (Nohales Nieto, 2015). En esta investigación se usó la versión al español de Nohales Nieto (2015). En la presente muestra las αs de Cronbach fueron 0.80, 0.73 y 0.88, respectivamente.
Procedimiento
El propósito de esta investigación fue explicado a los directivos de las escuelas y sus padres. Luego de obtener el consentimiento de la escuela y los padres por escrito, se les informó a los participantes del propósito y se garantizó participación voluntaria, anonimato y confidencialidad. Los alumnos llenaron los cuestionarios en las horas que la escuela destinó a este fin.
Análisis de datos
Los datos se analizaron con el programa Statistical Package for the Social Sciences (SPSS) versión 22 para sacar estadísticos descriptivos e inferenciales. Se usaron χ² para determinar si el género introducía diferencias en los porcentaje de sexting, y pruebas t de student y ANOVAs para determinar si el género y la edad se asociaban con las conductas de sexting. Se usaron regresiones lineales múltiples para explorar cuál de las dimensiones de la personalidad múltiple era un predictor más significativo del sexting. Para poner a prueba el modelo estructural, se usó el programa AMOS 17 con el método de máxima verosimilitud (ML). Para determinar el ajuste del modelo, se tuvieron en cuenta el CFI (Índice comparativo de ajuste), el TLI (Índice de Tucker-Lewis) y el SRMR (Residuales estandarizados al cuadrado), siguiendo las recomendaciones de Byrne (2010). Aunque valores de CFI y TLI por encima de 0.90 y SRMR por debajo de 0.10 son aceptables para evaluar el ajuste de un modelo (Bentler, 1992; Byrne, 2010), en la actualidad existen criterios más exigentes de CFI y TLI mayores de 0.95 y RMSEA y SRMR menor de 0.05 (Hu y Bentler, 1999) o –incluso- de CFI más de 0.97 y SRMR menor de 0.07 (Hair, Black, Babin y Anderson, 2010)
Resultados
En la tabla 1 se presentan los resultados del sexting sobre la prevalencia para cada una de las preguntas y para la escala total discriminados según el género. La prevalencia total fue del 21.5%. La forma más frecuente de sexting fue el envío de mensajes escritos con contenido sexual sobre uno mismo, con una prevalencia del 18.0% y fotos personales con contenido sexual, con un 17.6%. Asimismo, un 6.9% envío videos con contenido sexual. En cuanto a las diferencias según sexo, más varones que mujeres enviaron mensajes con contenido sexual: 23.7% versus 10.0%; χ² (1)= 6.48, p < 0.03 y también se hallaron diferencias de sexo marginales para el total debido a porcentajes más altos de varones que mujeres que lo realizaban: 25.4% versus 15.6%; χ² (1)= 2.95, p < 0.07. No se encontraron diferencias significativas entre varones y mujeres para el envío de fotos o videos.
Con respecto a los puntajes totales con la que los adolescentes se implicaron en el sexting, al igual que en el caso de la prevalencia, la media total fue más elevada -aunque marginalmente- para los varones (M = 2.26) que para las mujeres (M = 1.00) t (520) = 1.88, p <0.07.
Con respecto a la cronicidad, según género, se puede observar en la tabla 2, para los que practicaron sexting durante el último, la media total era 7.95. Varones y mujeres no diferían a este respecto (M varones = 8.89 y M mujeres = 6.42), como se muestra en la tabla 2. Tampoco emergían diferencias para los puntajes totales de la escala, según el género (M varones = 3.35 y M mujeres = 3.36).
Con respecto a la prevalencia del sexting por edad, la tabla 3 muestra el porcentaje de adolescentes que se implicaron en algún tipo de sexting según las edades. Las edades se agruparon en 13-14, 15-16 y 17-18, las cuales coincide con las subetapas de la adolescencia inicial, media y alta adolescencia o finales de la adolescencia (Griffa y Moreno, 2005).
Como puede observarse en la tabla 3, el porcentaje total fue creciendo -aunque marginalmente- desde 11.1% a los 13-14 años, a 22.7% a los 15-16 hasta 26.4% a los 17-18; χ² (2) = 3.98, p < 0.09. Este patrón fue similar para el comportamiento del envío de mensajes de índole sexual: 4.4%, 19.3% y 23.6%, respectivamente, con dicho incremento siendo estadísticamente significativo χ² (2) = 7.36, p < 0.03. No emergían diferencias de edad para el envío de fotos ni videos.
En la tabla 4, se muestra la cronicidad del sexting, según la edad. No emergían diferencias en la cronicidad a este respecto. Se observaban, en cambio, diferencias en los puntajes totales del sexting debido a que estos se incrementaban con la edad. Se realizó un análisis de tendencias con las puntuaciones totales para determinar si existía una tendencia lineal significativa, esto es, a mayor edad, mayores comportamientos de sexting. Los resultados mostraron una tendencia lineal significativa ascendente a lo largo de la adolescencia para los puntajes totales que fluctuaban de 3.07 a los 13-14 años a 3.82 a los 17-18 años F(1) = 3.60, p < 0.05, como se ve en la tabla 4. Con comparaciones Scheffe post hoc –debido a que los grupos eran desiguales en la cantidad de participantes (Howell, 2002)-, se determinó que la diferencia radicaba entre los grupos de 13-14 años y los de 15-16 años (M = 3.07 y M = 3.73, respectivamente), aunque esta era marginal p < 0.07.
Se puso a prueba un modelo estructural para predecir el sexting –como variable latente endógena- y los puntajes en depresión y ansiedad como variables exógenas y la personalidad oscura como variable latente exógena, como se muestra en la figura 1.
Al poner a prueba el modelo se halló un ajuste adecuado CFI = 0.98, TLI = 0.97 SRMR = 0.04 χ² (16)= 42.59, p < 0.001. Las tres variables exógenas –personalidad oscura, depresión y ansiedad- eran predictores del sexting con coeficientes de 0.14, 0.10 y 0.09 ps = 0.001 0.008 y 0.02, respectivamente. Se llegaba a una varianza explicada de R2 = 11%.
Finalmente, para determinar cuál de las dimensiones de la personalidad oscura eran predictores más significativos del sexting, se llevaron a cabo regresiones lineales múltiples para predecir dicha conducta. Los valores de VIF eran adecuados, ya que se hallaban por debajo de 4 y apenas superaban un valor de 1 (de 1.45 a 1.57), por lo cual no había indicios de multicolinealidad (Field, 2009). Los resultados se muestran en la tabla 3. Como se muestra en dicha tabla, se llegaba a una varianza explicada de R2 = 7% con la ecuación de predicción siendo significativa p < 0.005. El único predictor significativo era el maquiavelismo -a mayor maquiavelismo, mayor nivel de sexting-, como se muestra en la tabla 5.
Discusión
Los hallazgos de la presente investigación indicaban que el sexting representa una forma habitual de relacionarse sexualmente a través de las TIC entre adolescentes. El 21.5% de los adolescentes entre 12 y 18 años reconocieron haber llevado una conducta de sexting al menos en una ocasión. Las formas más frecuentes eran el mandar mensajes escritos de tipo sexual (17.6%) y las fotos (18%), luego seguían -en orden de frecuencia- los videos (6.9%). Estos datos eran similares a los de investigaciones meta-analíticas con adolescentes que han informado una prevalencia entre el 2.5% y el 27% (por ejemplo, Cooper et al., 2016; Döring, 2014). Un estudio en España que empleó el mismo instrumento aquí usado detectó unos porcentajes de información escrita de un 11%, un envío de fotos sexuales de 7%, un envío de videos de un 2% y un total de 14%. (Gámez-Guadix et al., 2017). Por lo cual, los resultados encontrados en la presente muestra de adolescentes argentinos eran muchos más elevados.
Se encontraron diferencias entre hombres y mujeres en la implicación del sexting, ya que más varones que mujeres realizaban dicho comportamiento para el puntaje total y para el caso de los mensajes escritos. Si bien la evidencia con respecto a las diferencias de género es inconsistente, muchas investigaciones señalan que -en los países con una cultura más tradicional como la Argentina- las diferencias entre los sexos en el sexting son más grandes que en otros países (por ejemplo, Ybarra y Mitchell, 2014).
Con respecto al sexting en función de la edad, se detectó que el mismo aumentaba de 4.4% a los 12-13 años a los 23.6% a los 16-17 años para los mensajes escritos, y para el puntaje total se incrementaba de 11.1% a principios de la adolescencia a 26.4% a finales de dicha etapa. De este modo, estos resultados eran similares a los estudios con muestras norteamericanas (Dake et al., 2012) y con muestras españolas (Gámez-Guadix et al., 2017). Posiblemente factores relacionados con la adolescencia, como la maduración sexual, una mayor importancia emocional del grupo de pares, las primeras experiencias sexuales y una menor supervisión adulta, podrían explicar estos resultados (Arnett, 2012; Steinberg, 2010).
El último objetivo del presente trabajo era determinar si la personalidad oscura y los problemas emocionales eran predictores significativos para el sexting. Se obtuvo una predicción del 11% para el sexting. Los predictores significativos fueron la personalidad oscura, la ansiedad y la depresión. Cuando se evaluó cuál de las dimensiones de la personalidad oscura era un mejor predictor, se observó que solamente el maquiavelismo lo era. El maquiavelismo implica el usar y explotar a los otros para el propio beneficio. Muchos autores señalan que el sexting podría constituir una forma de relación interpersonal (Döring, 2014). Estos resultados no son llamativos, ya que está comprobado que en las relaciones virtuales -con la superficialidad del contacto y la falta de información no verbal- las personas con rasgos con baja agradabilidad y con tendencia a explotar a los demás se sienten cómodos. También otras investigaciones detectaron resultados semejantes, pero con el modelo de los Cinco Grandes de la Personalidad. Por ejemplo, el estudio de Delevi y Weisskirch (2013) con adultos y el de Gámez-Guadix et al. (2017) con adolescentes encontraron que la baja agradabilidad o cordialidad predecían una mayor implicación en el sexting. Al tratarse de una investigación transversal, no es posible determinar si los adolescentes con un determinado perfil de personalidad –altos puntajes en maquiavelismo- son más proclives al sexting o si es la implicación en el sexting –con su intercambio superficial y la posibilidad de controlar en una mayor medida la presentación social de sí mismo- lo que conlleva a un incremento del maquiavelismo. Si bien la predicción era de un tamaño mediano con 11%, hay que recordar que el sexting –como tantos otros constructos psicológicos- está multideterminado.
La ansiedad y la depresión también predecían una mayor implicación en el sexting. Este hallazgo es similar a los de otros estudios que hallaron que un elevado neuroticismo se asociaba con una mayor probabilidad de sexting (Dir, Cyders y Coskunpinar 2013; Gámez-Guadix et al., 2017). El neuroticismo hace referencia a la inestabilidad a nivel emocional y a la tendencia a actuar de forma precipitada e impulsiva ante emociones negativas, lo cual se relaciona con una mayor probabilidad de mandar mensajes de contenido sexual personal. Al igual que otros estudios, la sintomatología depresiva –antes que la ansiedad- era la que se relacionaba más significativamente con dicha conducta (por ejemplo, Temple et al., 2013; Van Ouytsel et al., 2014).
Este estudio tiene una serie de limitaciones. En primer lugar, los resultados no pueden ser generalizados a toda la población de adolescentes debido a que trabajó con una muestra intencional. En segundo lugar, el diseño de la investigación era descriptivo-correlacional y transversal, por lo cual este tipo de estudios no permite inferir la direccionalidad de la causalidad entre las variables. Otra limitación es que se usó el autoinforme como técnica de recolección de datos, lo cual aumenta artificialmente las correlaciones entre las variables por el método de recolección de datos compartido. Asimismo, dicha técnica puede generar falta de honestidad en las respuestas, mayormente en un tema como el sexting. Finalmente, el medir el sexting con un instrumento con solo tres ítems es una limitación. Futuros estudios deberían ser con muestra de adolescentes de un tamaño más grande, recogidas aleatoriamente y con un diseño longitudinal; además de usar otras técnicas además del autoinforme.
Se sabe que el sexting puede ser un importante factor de riesgo para el desarrollo psicosocial, principalmente en los menores de edad al ser psicosocialmente más vulnerables. Por estas razones, los adolescentes deberían ser informados sobre sus posibles riesgos y socializados en un uso adecuado de las TIC prontamente.