La introducción de los medicamentos peligrosos (MP), fundamentalmente citostáticos, se remonta a la década de 1940. Estos fármacos no son selectivos en su mecanismo de acción, por lo que afectan tanto a las células cancerosas como a las sanas, con efectos secundarios tóxicos bien documentados1. Así, la publicación de una serie de estudios cuyos resultados apuntaban a la posible relación entre la exposición ocupacional a citostáticos y el aumento de diversos efectos sobre la salud, fue clave para que distintas organizaciones gubernamentales y sociedades científicas establecieran las primeras pautas para el manejo seguro de este tipo de sustancias. En 1981, la sociedad de farmacéuticos hospitalarios de Australia publicó la primera guía para el manejo seguro de medicamentos citostáticos y, cuatro años más tarde, la sociedad norteamericana hizo lo mismo2.
El riesgo para la salud de los MP está influido por el grado de exposición y la potencia y toxicidad del fármaco. En consecuencia, los sanitarios tienen diferentes tipos de exposición en función de su puesto de trabajo1. Por tanto, estos trabajadores deben conocer cómo manejar, con seguridad, los materiales peligrosos para proteger al paciente, a otros miembros del personal sanitario y a ellos mismos3. Por lo demás, a pesar de que existen guías para la prevención y el manejo de los MP su implementación aún se encuentra obstaculizada por dificultades tecnológicas, económicas, sociales y un inadecuado entrenamiento del personal responsable del manejo de estas sustancias2. Por ello, la Occupational Safety and Health Administration (OSHA) recomienda disminuir el riesgo de exposición mediante el uso correcto de los equipos de protección personal (EPI)4.
Ahora bien, a pesar de las recomendaciones sobre el uso de los EPI durante las actividades clínicas en las que existe riesgo de exposición a los MP la adhesión a las medidas de seguridad y protección sigue sin ser la ideal5. Por otra parte, numerosos informes han documentado la contaminación de las áreas de trabajo donde se manipulan MP, lo que indica claramente la existencia de una exposición laboral6 y, en este mismo sentido, existe personal sanitario que trabaja con fluidos de individuos que toman estos MP que están en riesgo de efectos adversos7.
La Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo (EU-OSHA) estableció que la manipulación de MP es uno de los factores de riesgo más relevantes para la salud de los trabajadores sanitarios8. Con tal sentido, la Unión Europea (UE) apoya la creación y adopción de normas mínimas en la manipulación de los MP que fueran comunes para sus Estados miembros. En 2016, el Parlamento de la UE publicó el documento preventing occupational exposure to cytotoxic and other hazardous drugs9. Recomendaciones europeas, en las que se declaraba la elaboración de normas básicas relativas a la vigilancia periódica de la exposición de los trabajadores sanitarios a los MP. En la actualidad, las directrices europeas para la manipulación segura de MP se describen en el documento editado por el comité de normalización de la International Society of Oncology Pharmacy Practicioners (ISOPP)10; sin embargo, al igual que otras directrices, incluyendo guías clínicas, no son legalmente vinculantes.
No obstante, a pesar del cumplimiento generalizado de las directrices existentes, tanto en la UE como en el resto de países, no existe una normativa legal armonizada, orientada a la protección de la salud, que especifique las obligaciones de las entidades que emplean a los trabajadores sanitarios en caso de exposición a MP. En este contexto, una revisión sistemática, publicada en 2018 por Bernabeu et al.2, hacía hincapié en la no existencia de sistemas de seguimiento normalizados que garantizasen la trazabilidad de los procesos y la minimización de los riesgos asociados a los MP.
Por todo lo anteriormente expuesto, sería necesario disponer de sistemas de seguimiento normalizados y auditados que permitan evaluar la utilidad de los EPI usados por el personal sanitario frente a las sustancias peligrosas.