Introducción
De entrada, puede parecer extraordinariamente fácil diferenciar entre un cerebro humano y uno de otro animal. Cuando estas vísceras se encuentran en mal estado provocan serias dudas incluso entre patólogos de dilatada experiencia, ya que el diagnostico in situ no tiene por qué ser tan evidente. No es suficiente con una impresión inicial rápida, sino que este diagnóstico tiene que ser certero y argumentado. En estos casos en los que surgen dudas se requieren los resultados de pruebas complementarias que corroboren o descarten el diagnóstico inicial.
Presentación del caso
En el servicio para discapacitados de una hamburguesería encontraron, dentro de una bolsa de plástico con la inscripción de una carnicería, dos cerebros semicongelados (Figura 1). La dotación policial actuante durante este atípico levantamiento se personó en la carnicería cuya dirección constaba en la bolsa, y los responsables del establecimiento negaron haber vendido ningún cerebro.
Una vez trasladados ambos cerebros al Servicio de Patología Forense, constatamos que se trataba de dos cerebros sin meninges, los identificamos como cerebro A y B, y pesaban 395 y 425 gramos, respectivamente. Ambos tenían la médula espinal cortada de forma rectilínea, eran extremadamente friables, el cerebelo y la protuberancia estaban muy desarrollados, destacaba la disposición horizontal de los mismos en relación a los hemisferios cerebrales, y la sustancia gris tenía un grosor de 3 mm. En función de estas características los orientamos como probablemente no humanos. Recogimos muestras para estudio histopatológico y biológico, que remitimos al laboratorio con la finalidad de que confirmaran o descartaran este diagnóstico de presunción.
Los resultados de dichas pruebas complementarias fueron:
- Histológicamente, el sistema nervioso central mostraba tractos de neuropilo focal y levemente arremolinados, con separaciones neuronales y glial dentro de la normalidad. La sustancia gris neuronal estaba adelgazada y la distribución neuronal era homogénea, parcheada. En el cerebelo, la capa granular estaba difusamente agrandada. Por tanto, mostraba un encéfalo dentro de la normalidad y objetivaba una serie de alteraciones citológicas y arquitecturales incompatibles con la naturaleza humana del tejido. En términos de probabilidad y desde un punto de vista anatomopatológico, se compatibilizó como un encéfalo de probable origen bovino.
- Desde el punto de vista del análisis biológico, el resultado del test de Adler para la detección de posibles restos de sangre fue positivo, siendo negativa la presencia de hemoglobina humana. Las secuencias de la región del citocromo b del ADN mitocondrial fueron compatibles con la especie Bos taurus (bovino).
Discusión
La determinación sobre el origen animal o humano de determinados órganos, como el cerebro, puede ser difícil de realizar durante un acto de levantamiento.
En el caso objeto de estudio establecimos el diagnóstico diferencial (en atención al peso del cerebro, sus dimensiones y características macroscópicas) entre el encéfalo de un recién nacido o lactante menor de 6 meses1 y el de un animal doméstico. La apreciación macroscópica inicial objetivó un importante desarrollo del tronco y del cerebelo, así como la disposición horizontalizada de los mismos en relación al encéfalo, concordantes con la disposición del cerebro en los animales cuadrúpedos. Por tanto, desde un primer momento los orientamos como de origen animal. Otra cuestión que nos planteamos fue de qué tipo de animal se trataba. Para ello fue útil comparar con los pesos de los animales domésticos más frecuentes en nuestro medio, que se muestran en la Tabla 1. Esta tabla es únicamente orientativa, considera solo los valores medios de peso del sistema nervioso central, y no tiene en consideración otros datos como la raza, la edad y el sexo. A pesar de estas limitaciones, debemos admitir que puede ser de utilidad en casos similares. Por tanto, el cerebro animal que, en atención a su peso, más se aproximaba al encontrado fue el de vaca.
Animal | Peso sistema nervioso central (g) |
---|---|
Vaca | 4232, 425-4583 |
Cabra | 1152 |
Cobaya | 5,52, 43 |
Burro | 4192 |
Caballo | 6552, 5323 |
Gato | 25,62, 303 |
Conejo | 12,12, 10-133 |
Oveja | 1752 |
Cerdo | 1802,3 |
Perro | 723 |
Con la finalidad de poder disponer de una base iconográfica de cerebros de animal doméstico que pudiera ser de ayuda para los médicos forenses que se encontraran en situaciones similares, adquirimos distintos cerebros de animales domésticos. Los considerados más representativos fueron los de vaca, cerdo, cordero y cabra (Figura 2). En nuestro caso, fue el de vaca el que tenía una morfología similar al compararlo con los hallados en el lugar del levantamiento, si bien debemos admitir que no pudimos acceder a cerebros de burro ni de caballo, que por su peso también eran similares a los encontrados.
Consideramos que, en estas situaciones, no deberíamos basarnos (salvo en casos muy evidentes) únicamente en una impresión diagnóstica no contrastada. En circunstancias como la descrita, los estudios biológicos de confirmación son de utilidad4), (5), (6), (7), (8), (9.
El estado en que se encontraron estos cerebros sugería conocimiento y técnica apropiada de extracción de los mismos. Probablemente, los hechos tuvieron su origen en un descuido, sin que pueda descartarse algún tipo de acción con intencionalidad maliciosa o de desprestigio hacia la hamburguesería donde se hallaron.
A modo de conclusión del caso estudiado, extraemos como máxima fundamental que, en casos como el expuesto, debemos actuar con máximo celo, admitir que no es un diagnóstico fácil y realizar todas las pruebas complementarias necesarias para que el juez pueda archivar el caso con fundamento.
No hubiera sido aceptable entregar un informe en el que únicamente se argumentara “estos cerebros no parecen humanos”.
Trabajar con humildad y de forma metódica y concienzuda es el mejor aliado de nuestro trabajo como médicos forenses.