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Escritos de Psicología (Internet)

On-line version ISSN 1989-3809Print version ISSN 1138-2635

Escritos de Psicología vol.10 n.3 Málaga Sep./Dec. 2017

https://dx.doi.org/10.5231/psy.writ.2017.30112 

Artículo teórico

Humanos, animales y máquinas: entendiendo el proceso de deshumanización

Humans, animals and machines: understanding the dehumanization process

Rocío Martínez1  , Miguel Moya2  , Rosa Rodríguez-Bailón2 

1Departamento de Psicología Social, Universidad de Granada, España

2Universidad de Granada, España

Resumen

El estudio de la deshumanización comenzó hace poco más de una década. Desde entonces, numerosos estudios han puesto de manifiesto cómo las personas perciben a los miembros del exogrupo de forma menos humana que a los miembros del endogrupo. En este trabajo, se analiza en primer lugar cómo las personas definen la humanidad y cómo podemos, por tanto, entender qué es la deshumanización. En segundo lugar, se exponen las dos formas principales de deshumanizar: la animalización (percibir a los demás como si fuesen animales) y la mecanización (percibir a los demás como si fuesen robots y máquinas). En tercer lugar, se presentan las principales medidas de deshumanización así como los principales enfoques en el área: el enfoque de los rasgos y el enfoque de la metáfora. Por último, se examinan las principales consecuencias de la deshumanización y su impacto en las relaciones intergrupales e interpersonales.

Palabras Clave: deshumanización; infrahumanización; animalización; mecanización; relaciones intergrupales; prejuicio

Abstract

The study of dehumanization began just over a decade. Since then many studies have shown how people perceive outgroup members as less human than ingroup members. In the present work, we firstly analyze how people define humanity is and how we consequently understand what dehumanization is. Secondly, we will present the two main forms of dehumanization: Animalistic (perceiving others as if they were animals) and mechanistic (perceiving others as robots and machines). Thirdly, the main measures of dehumanization as well as the main approaches in the area are presented: the attribute- and the metaphor-based dehumanization. Finally, we examine the main consequences of dehumanization and its impact on intergroup and interpersonal relationships.

Keywords: dehumanization; animalistic dehumanization; mechanistic dehumanization; intergroup relations; prejudice

Introducción

El prejuicio ha sido definido tradicionalmente como una actitud negativa (Stephan 1983) y cómo una antipatía hacia los miembros de otros grupos (Allport, 1954). En este sentido, deshumanizar, esto es, percibir a los demás como si no fuesen seres humanos, implica evaluar a los miembros de dichos grupos de una forma profundamente negativa. En este sentido, un repaso por la Historia de la Humanidad nos permite comprobar cómo el ser humano ha sido capaz de tratar a las personas que no pertenecen a su grupo de forma realmente denigrante. Por ejemplo, en la Edad Antigua, las personas de raza negra fueron consideradas esclavas por sus dueños. Y por tanto, tratadas como seres de su absoluta propiedad. Además, los campos de concentración nazis son otro ejemplo evidente de cómo las personas pueden deshumanizar al exogrupo: denigrándolo y maltratándolo con el objetivo de exterminarlo. El trato degradante que han recibido grupos como los judíos en Europa central o las personas de raza negra en la época de la esclavitud, no se ha observado únicamente en minorías étnicas o épocas pasadas. En la actualidad, podemos observar cómo, por ejemplo, en el contexto deportivo se insulta a determinados jugadores de fútbol de distinta raza llamándoles “monos” o incluso arrojándoles cáscaras de plátano al terreno de juego para humillarlos. También son llamativas las “jaulas para mendigos” en las que se han llegado a encerrar a las personas sin hogar en China.

Estudios recientes en Psicología Social han abordado el estudio de estas formas manifiestas de deshumanización. Así, Kteily, Bruneau, Waytz y Cotterill (2015) han mostrado cómo la deshumanización flagrante surge de forma inmediata en contextos de violencia intergrupal y cómo, además, predice conductas agresivas extremas como la tortura. Sin embargo, tal y cómo Haslam y Loughnan (2012) advierten, la deshumanización no siempre implica una antipatía hacia el exogrupo. Así, coincidiendo con las nuevas expresiones de prejuicio menos directas y menos centradas en la hostilidad y la evaluación negativa del exogroupo, la deshumanización también puede adoptar formas más sutiles (Haslam y Loughnan, 2014). De hecho, Castano y Giner-Sorolla (1996) señalan que la deshumanización es una forma sutil y tóxica de prejuicio presente en gran variedad situaciones. En esa línea, el trabajo de Leyens et al. (2001) mostró cómo las personas, incluso en contextos donde no existe el conflicto intergrupal, tienden a atribuirse más humanidad (sentimientos) en mayor medida que al exogrupo. Además, comprobaron cómo tanto grupos con bajo (participantes de las Islas Canarias) y alto estatus (participantes de la península) se infrahumanizan respectivamente. De forma importante y a diferencia de las formas tradicionales de prejuicio, se observa que la atribución de humanidad mayor al endogrupo independientemente de la valencia de los sentimientos atribuidos (positivos y negativos).

Además de los ejemplos señalados, existen otros contextos donde se ha observado el trato degradante que reciben numerosos colectivos. Por ejemplo, en relación al contexto laboral, en los siglos XIX y XX, surgieron talleres de explotación laboral, donde los trabajadores eran obligados a trabajar por un sueldo muy bajo, durante una cantidad excesiva de horas y sin apenas tiempo para realizar un descanso. No sólo los adultos recibían este trato inhumano, también podemos comprobar cómo los niños han sido víctimas de dicha explotación laboral. Además, actualmente, es fácil observar cómo existen contratos precarios que obligan a gran cantidad de personas a trabajar en condiciones laborales infrahumanas, sin ningún tipo de cobertura en caso de accidente o enfermedad. De tal forma, más que tratados como seres humanos, son percibidos como seres mecanizados o robots sin sentimientos, cuya principal función es la de cumplir con su obligación laboral. En este sentido, el trabajo realizado por Martínez, Rodríguez-Bailón, Moya y Vaes (2015) puso de manifiesto que en el contexto profesional, el deseo de interactuar con los grupos mecanizados (percibidos como si fuesen robots) viene determinado por la instrumentalidad atribuida a los mismos. Así, los autores pusieron de manifiesto que, en esta esfera, las personas sólo se acercan a los grupos a los que habitualmente deshumanizan cuando perciben cierto grado de utilidad en los mismos.

Dos formas de deshumanización: animalización y mecanización

La literatura sobre deshumanización ha generado gran cantidad de investigación capaz de explicar los mecanismos psicológicos responsables de la animalización y de la mecanización. Así, en primer lugar, centrándonos en la animalización es importante destacar como desde la teoría de la infrahumanización (Leyens et al., 2001), se ha demostrado que las características que se niegan a los exogrupos son los sentimientos, esto es, las emociones exclusivamente humanas. Por tanto, se sugiere que la infrahumanización o animalización se produciría cuando las personas reservan los sentimientos (tanto positivos como negativos) para su propio grupo y se los niegan al exogrupo. De esta forma, dado que junto a los sentimientos positivos también atribuyen más sentimientos negativos a su grupo, la deshumanización no debe ser entendida en términos de favoritismo endogrupal (Leyens, Demoulin, Vaes, Gaunt y Paladino, 2007). En otras palabras, si la deshumanización fuese una tendencia a beneficiar al endogrupo (Fiske, 2010), sólo se observaría una mayor atribución de sentimientos positivos (pero no negativos) al propio grupo. Sin embargo, se ha constatado empíricamente que la deshumanización es un fenómeno que va más allá del favoritismo endogrupal ya que implica la negación de las cualidades exclusivamente humanas (tanto positivas como negativas) a las personas que no pertenecen al mismo grupo social.

En segundo lugar, y de forma posterior a la teoría de la infrahumanización, surge el modelo de las dos dimensiones de la humanidad (Haslam, 2006). Es importante destacar que de forma diferente a la propuesta de Leyens et al. (2001) este nuevo señala que además del ámbito intergrupal, la deshumanización puede observarse en el contexto interpersonal. En relación a la animalización, Haslam (2006) propone que la animalización se produce cuando las personas niegan los rasgos de personalidad exclusivamente humanos (EH) a otros individuos. Concretamente, la animalización se produciría cuando las personas piensan que otros individuos o grupos carecen de civismo, racionalidad, madurez, sensibilidad moral o refinamiento (ver figura 1). Por tanto, los grupos animalizados serían percibidos como seres incultos, carentes de civismo, brutos, sin moralidad y/o irracionales. Sobre su comportamiento, se sugiere que además podría estar guiado por instintos o deseos en mayor medida que el comportamiento de los grupos no animalizados, ya que estos últimos tendrían una mayor racionalidad (Haslam, Loughnan, Kashima y Bain, 2008).

Figura 1 Representación de las características del Factor EH y de la Animalización (adaptado de Haslam, 2006). 

La mecanización

Sin duda, una de las potencialidades del modelo de Haslam (2006)reside en el estudio de una nueva forma de deshumanizar: la mecanización. Así, este modelo marcó el inicio de una nueva línea de investigación en el campo de la deshumanización. Según este autor, mecanizar significa percibir a los demás como si fuesen robots o máquinas. De esta forma, la mecanización sería fácilmente observable en el contexto de la industrialización o tecnología, en el mundo de los negocios donde los ejecutivos son comparados con robots (Loughnan y Haslam, 2007) o en el ámbito de la medicina moderna (Haslam, 2006) donde los pacientes pueden ser deshumanizados por los médicos y pueden ser percibidos como máquinas compuestas por diferentes piezas que hay que reparar (Haque y Waytz, 2012).

Según el modelo, la mecanización se produciría negando a los individuos características de la naturaleza humana (NH) (ver figura 2). De esta forma, los grupos mecanizados son percibidos como seres fríos, rígidos, sin imaginación, pasivos y superficiales ya que se les niega la capacidad de emocionarse de ser cálidos o abiertos mentalmente.

Figura 2 Representación de las características del Factor NH y de la Mecanización (adaptado de Haslam, 2006). 

¿Cómo medir la animalización y la mecanización?

Es importante resaltar que la consolidación del estudio de la deshumanización como una línea de investigación esencial en el campo del prejuicio y la discriminación se debe a la gran cantidad de procedimientos y metodologías utilizados para evaluar dicho proceso. Así, de forma pionera, Leyens et al. (2000) realizaron un estudio donde se preguntó a los participantes (españoles y belgas) qué características eran para ellos genuinamente humanas. Los resultados mostraron que las tres características que los sujetos mencionaron con mayor frecuencia y por este orden fueron: la inteligencia, los sentimientos y el lenguaje. Además, también se observó que mientras que los participantes consideraron los sentimientos como características genuinamente humanas, las emociones, por el contrario, eran concebidas como aspectos compartidos por otras especies.

Los resultados de este estudio llevaron a los investigadores a elegir la atribución de sentimientos (vs. inteligencia y lenguaje) como indicador de humanidad. Tal y como describen Leyens et al. (2007), dicha elección venía respaldada por las siguientes razones: a) El estudio de los sentimientos había sido vinculado en menor medida al estudio del prejuicio y la discriminación; b) los sentimientos no dependen de las relaciones estructurales ni del status de los grupos; y c) los sentimientos no se ven afectados por la deseabilidad social. En esta línea, para poder captar la deshumanización, Leyens et al. (2001) presentaron a los participantes un listado de sentimientos (emociones exclusivamente humanas) y emociones (compartidas con otras especies) con valencia positiva y negativa junto con palabras de relleno (relacionadas con sociabilidad y competencia). La tarea de los sujetos consistió en seleccionar aproximadamente diez rasgos que bajo su punto de vista definían al grupo presentado. Los resultados mostraron que los participantes seleccionaron más sentimientos tanto positivos como negativos para el endogrupo que para el exogrupo. Sin embargo, los participantes no atribuyeron diferencialmente las emociones al endogrupo o al exogrupo.

Además, otros investigadores han utilizado procedimientos implícitos para analizar atribución diferencial de emociones y sentimientos a los grupos. Así, Paladino et al. (2002) usaron una adaptación del Test de Asociación Implícita (IAT, Greenwald y Banaji, 1995; Greenwald, McGhee, y Schwartz, 1998) para comprobar si las personas tienen asociados más fuertemente los sentimientos al endogrupo que al exogrupo. Concretamente, Paladino et al. (2002) desarrollaron cuatro estudios en los que pidieron a los participantes que clasificaran una serie de palabras que aparecían en la pantalla de un ordenador tan rápido como les fuera posible. Tras varios ensayos de práctica, se les presentó dos tipos de tareas, una congruente y otra incongruente. En la tarea congruente, los participantes tenían que utilizar la misma tecla para contestar cuando aparecían en la pantalla nombres propios del endogrupo (Belgas francófonos o españoles) y sentimientos y otra tecla diferente cuando aparecían nombres de un exogrupo (norte-africanos) y emociones. En la tarea incongruente, se invirtió el patrón de respuesta: los participantes utilizaron la misma tecla para responder a nombres del endogrupo y las emociones, y otra diferente para designar los nombres del exogrupo y los sentimientos. La diferencia entre los tiempos de reacción empleados en la tarea congruente y en la tarea incongruente se utilizó como índice de infrahumanización. Así, los resultados mostraron que los tiempos de reacción en la realización de la tarea congruente (asociación entre endogrupo y sentimientos) fueron significativamente menores que en la tarea incongruente (asociación entre exogrupo y sentimientos). De esta forma se observó que los participantes fueron más rápidos en asociar nombres de su propio grupo (vs. nombres del exogrupo) con los sentimientos. Además, también se observó que asociaban más rápidamente los nombres del exogrupo (vs. endogrupo) con las emociones. De forma importante, los autores mostraron que este patrón de resultados no sólo aparece con minorías estigmatizadas y grupos de bajo estatus (norte-africanos) sino que también se observa con otros exogrupos no estigmatizados. Así, Paladino et al. (2002) comprobaron que los participantes también asociaron los nombres del endogrupo (belgas francófonos) con los sentimientos en mayor medida que los del exogrupo (belgas flamencos). Tal y cómo subrayan los autores, de forma diferente al colectivo norte-africano, el grupo constituido por los belgas flamencos no sólo no es un colectivo minoritario sino que además tienen un estatus mayor que los belgas francófonos. Por tanto, los participantes tendieron a reservar la humanidad para el endogrupo (vs. exogrupo) independientemente del estatus del mismo.

Estudios posteriores realizados por Boccato, Cortes, Demoulin y Leyens (2007) han obtenido resultados similares utilizando de nuevo el IAT como forma de medida de la deshumanización, mostrando cómo los participantes fueron particularmente rápidos asociando el endogrupo con los sentimientos (vs. el exogrupo). Bajo nuestro punto de vista, la relevancia de estos trabajos con medidas implícitas se debe a la constatación de la existencia de una asociación automática más fuerte entre el endogrupo y los sentimientos que para el exogrupo.

Además, tal y como subrayan, Vaes, Leyens, Paladino y Pires Miranda (2012), la medida de sentimientos y emociones ha sido utilizada en una amplia variedad de investigaciones con diferentes grupos y en diferentes contextos (Ej. Con alto y bajo estatus; con diferente grado de poder; en ausencia o presencia de conflicto intergrupal; con diferentes niveles de conocimiento del exogrupo y diferentes grados de familiaridad y amistad con el mismo, etc.) (Rodríguez Pérez, Delgado-Rodríguez, Betancor-Rodríguez, Leyens y Vaes, 2011). Sin lugar a dudas, la importancia de este conjunto de estudios reside en la comprensión del alcance y magnitud de este fenómeno. A través de diferentes metodologías implícitas y explicitas, se observa cómo la atribución menor de sentimientos al exogrupo no sólo implica una percepción menos humana sino que impacta de forma negativa sobre las relaciones intergrupales e interpersonales (como se detallará en el apartado “Las consecuencias de la animalización y mecanización” del presente trabajo).

De forma adicional, la literatura ha mostrado otras formas de captar la deshumanización. Así, otros autores han medido la animalización de los exogrupos utilizando atributos diferentes. Por ejemplo, Viki et al. (2006)pidieron a los participantes que asociaran palabras de animales (e.g., animal doméstico) o humanos (e.g., gente) con el endogrupo (ingleses) y con diferentes exogrupos (alemanes, italianos y franceses). De forma concreta, en el estudio 1, usando el Test de Asociación Implícita los autores mostraron que los participantes fueron más rápidos asociando las palabras de humanos con el endogrupo y también las palabras de animales con el exogrupo. En un segundo estudio, se utilizó una tarea en la que los participantes debían unir nombres del endogrupo y del exogrupo con palabras de humanos o animales. Se encontró una mayor asociación entre los nombres del endogrupo (vs. exogrupo) con palabras de humanos. Además, de forma similar, en el tercer estudio, los autores repitieron el procedimiento del segundo estudio, pero en este caso la mitad de las palabras de animales y humanos fueron positivas y la mitad restante negativas. Se encontró que los participantes unieron en mayor medida los nombres del endogrupo con palabras de humanos (vs. exogrupo) independientemente de la valencia de las palabras. Por último, los investigadores pidieron a los participantes que seleccionaran de una lista formada por palabras de animales y de humanos, aquellas que, según su opinión, mejor caracterizaban al endogrupo. De nuevo, se evidenció cómo los participantes seleccionaron más palabras de humanos para el endogrupo en comparación con el exogrupo.

Además de las medidas de animalización, es interesante describir de qué forma la literatura se ha aproximado al fenómeno de la mecanización. En este sentido, en la mayoría de los trabajos de Haslam y su grupo de investigación (Haslam, Bain, Douge, Lee y Bastian, 2005; Haslam et al. (2008) para una revisión) se ha utilizado un listado de rasgos de personalidad para evaluar ambas formas de deshumanización. De esta forma, para poder captar en qué medida el grupo está siendo animalizado o mecanizado se debe analizar en qué medida los participantes niegan los rasgos incluidos en los factores EH y NH a los grupos evaluados. Así, una baja atribución de rasgos de EH indicaría que el grupo está siendo percibido de forma animalizada mientras que una baja atribución de rasgos de NH informaría de una visión mecanizada del grupo. Como ejemplo, Bain, Park, Kwok y Haslam (2009), realizaron una investigación para analizar la atribución de EH y HN entre participantes de diferentes países y culturas. De este modo, se centraron en la atribución de humanidad entre estudiantes australianos y chinos. Así, tal y cómo señalan los autores, ambas culturas difieren en la propia percepción de humanidad. De esta forma, mientras que el grupo formado por participantes australianos se percibe como alto en HN (y bajo en EH), el grupo de participantes chinos tiende a percibirse como alto en EH y bajo en rasgos HN (Bain et al., 2009). Según los autores, cabe esperar, por tanto, que los participantes australianos negaran los rasgos HN (representativos de su endogrupo) al exogrupo para diferenciarse de los mismos. Siguiendo el mismo razonamiento, esperaban que el grupo de estudiantes chinos negase los rasgos EH al grupo formado por los estudiantes australianos para aumentar la distancia entre los grupos. Para poner a prueba estas hipótesis, dividieron su experimento (estudio 1) en dos partes. En primer lugar, presentaron a sus participantes un listado con 48 características, en la que los participantes debían indicar en qué medida esos rasgos describían a los estudiantes australianos y chinos de su universidad. En segundo lugar, los participantes evaluaron los rasgos presentados anteriormente en la dimensión EH (¿En qué medida las siguientes características son únicamente humanas, o por el contrario también las pueden experimentar otras especies?) y en la dimensión NH (¿En qué medida estas características son aspectos de la naturaleza humana?). Las respuestas de los sujetos en esta segunda parte sirvieron a los investigadores para crear los índices de humanidad. De esta forma, se seleccionaron los ocho rasgos más representativos de ambas categorías: EH y NH (para más detalles del proceso de selección de rasgos, ver Bain et al., 2009, p. 792). Una vez creados los índices, los autores procedieron a analizar la diferente atribución de cada índice a los grupos evaluados. Los resultados mostraron que los australianos deshumanizaron a los chinos solo en la dimensión NH, percibiéndolos, por tanto, de forma mecanizada, mientras que los estudiantes chinos animalizaron a los australianos, negándoles los rasgos incluidos en el factor EH. Según los autores, la mecanización del grupo podría implicar un intento de mantener distancia con el grupo mecanizado. Sin embargo, la animalización se relacionaría con el trato no igualitario hacia los mismos y la justificación de un estatus inferior.

Además de grupos que difieren en cultura, la deshumanización ha sido observada en otros grupos. Así, Loughnan et al. (2007) utilizando la tarea implícita de “Go No-Go” (Nosek y Banaji, 2001) demostraron que mientras que la ausencia de rasgos EH llevó a los participantes a asociar el grupo de los artistas con los animales, los ejecutivos (o gente de negocios) se percibieron como carentes de rasgos NH y por tanto asociados más fácilmente con autómatas. Por último, Martínez, Rodríguez Bailón y Moya (2012) propusieron una medida de deshumanización similar a la creada por Viki et al. (2006) pero con la ventaja de poder captar no sólo la animalización sino también la mecanización. Concretamente, con dicha medida se analiza la atribución de palabras relacionadas con humanos, animales y máquinas al endogrupo y al exogrupo.

El enfoque de la atribución de rasgos y el enfoque de la metáfora

Es importante señalar, como con poco más de diez años de investigación en Psicología Social, la literatura sobre deshumanización cuenta a día de hoy con numerosos trabajos englobados en el estudio sobre el prejuicio y la discriminación. Recientemente se ha sugerido (Loughnan, Haslam y Kashima, 2009) cómo dichos trabajos pueden ser agrupados en dos grandes enfoques: el enfoque de la atribución de rasgos y el enfoque de la metáfora, en función de la forma de aproximación al fenómeno. De esta forma, aquellos estudios que han utilizado la atribución de diferentes rasgos o atributos para conocer si los grupos deshumanizan a los exogrupos formarían parte del primer enfoque, mientras que los trabajos que han tratado de medir la deshumanización haciendo uso de metáforas o imágenes para ver en qué medida se asocian con los animales y las máquinas, quedarían recogidos en el segundo enfoque. Así, bajo el enfoque de la atribución de rasgos, quedarían englobados tanto los trabajos de Leyens et al. (ver Leyens et al., 2007 para una revisión) como los de Haslam et al. (ver Haslam et al., 2008 para una revisión). Ambas perspectivas, en primer lugar, exploran qué rasgos definen la humanidad (sentimientos, rasgos exclusivamente humanos, rasgos de la naturaleza humana) y en segundo lugar, evalúan en qué medida son atribuidos a los diferentes grupos evaluados. Por ello, se consideran enfoques basados en la atribución de rasgos, ya que asumen que la deshumanización ocurriría cuando las personas niegan ciertas características o atributos a los grupos. Por el contrario, según Loughnan et al. (2009) el enfoque de la metáfora, tiene una orientación distinta ya que exploran el grado en el que los grupos son directamente comparados con entidades no humanas (e.g. animales o robots). Así, los estudios de Viki et al. (2006) y Martínez et al. (2012) descritos anteriormente se incluirían dentro de este enfoque ya que, utilizando palabras de humanos, animales y máquinas, se evalúa si los participantes asociaban de forma directa el endogrupo y los exogrupos evaluados con dichos estímulos. Es importante recordar que tal y como señala Loughnan et al. (2009) la mayoría de los estudios incluidos en el enfoque de la metáfora se han centrado en el estudio de la animalización. En esta línea, Goff, Eberhardt, Williams y Jackson (2008) mostraron la relación entre la asociación de personas de raza negra y los simios y la conducta discriminatoria. De forma específica, los autores mostraron que percibir a este colectivo de forma animalizada (asociándolos con simios) se relacionó con un mayor uso de la violencia hacia los mismos (vs. personas de raza blanca) cuando eran sospechosos de haber cometido un crimen.

Tratando de entender la relación entre el enfoque de la atribución de rasgos y el enfoque de la metáfora, Loughnan et al. (2009) llevaron a cabo dos estudios en los que pusieron de manifiesto que cuando los participantes aprendían que el exogrupo era deshumanizado de forma metafórica (se presentaba un grupo ficticio directamente asociado a animales/máquinas), eran capaces de inferir el factor de humanidad que le faltaba a cada uno de los grupos. Así, por ejemplo, los participantes atribuyeron menos EH cuando previamente se les había presentado un grupo con una imagen animalizada. En segundo lugar y de forma complementaria, se evidenció cómo el proceso inverso también ocurría. Cuando se presentaba a los participantes un grupo carente de rasgos incluidos en uno de los factores de humanidad: EH y NH, los participantes percibían al grupo de forma animalizada/mecanizada respectivamente. Por tanto, tras observar los resultados de ambos estudios, los autores concluyen que ambos enfoques están estrechamente relacionados.

Las consecuencias de la animalización y la mecanización

La deshumanización es un fenómeno generalizado que ocurre en una gran variedad de contextos (Vaes et al., 2012). Por tanto, es crucial, bajo nuestro punto de vista, mostrar las consecuencias que dicho proceso tiene. En esta línea, Vaes, Paladino y Leyens (2002) se centraron en analizar el impacto de la deshumanización sobre la conducta prosocial y de ayuda. Los autores utilizaron el paradigma del “e.mail perdido” en una de sus investigaciones. En la tarea experimental utilizada en dicho procedimiento, los participantes debían leer un e.mail facilitado por los experimentadores. La tarea de los sujetos era imaginar que lo habían recibido en su cuenta de correo y responder una serie de preguntas al respecto. Los resultados mostraron que aquellos mensajes que comenzaban expresando sentimientos (emociones exclusivamente humanas) provocaron más intenciones de ayudar a la persona que enviaba el mensaje (estudio 1) y respuestas más amables (estudio 2) por parte de los participantes que cuando que cuando el mensaje comenzaba expresando emociones (emociones compartidas con los animales).

En relación a la conducta de ayuda, Cuddy, Rock y Norton (2007), también mostraron cómo en situaciones reales, como la ocurrida con la catástrofe ocasionada por el huracán Katrina, los participantes que más deshumanizaron a las víctimas de la catástrofe fueron los que menos ayuda informaron estar dispuestos a ofrecer. En la misma línea, Cehajic, Brown, y Gonzalez (2009) pusieron de manifiesto la existencia de una relación negativa entre la deshumanización del exogrupo y la empatía experimentada hacia las víctimas los conflictos de Bosnia-Herzegovina y Chile-contra los indígenas.

Además, otros investigadores se han ocupado de estudiar el impacto de la deshumanización en variables como la credibilidad política (Vaes, Paladino, y Magagnotti, 2011) evidenciando cómo cuando los miembros del endogrupo (misma afiliación política) utilizaban eslóganes políticos expresando más sentimientos provocaban más reacciones de conformidad que cuando los mismos eslóganes eran utilizados por un miembro del exogrupo (candidato de la oposición). Sin embargo, cuando los eslóganes contenían emociones no se encontraron diferencias en las reacciones de conformidad entre el candidato del endogrupo y del exogrupo. Estos resultados son consistentes con los mostrados por Vaes, Paladino, Castelli, Leyens y Giovanazzi (2003) quiénes mostraron que el uso de sentimientos por parte de un miembro del endogrupo provocó más conformidad que cuando era una persona la del exogrupo la que expresaba su opinión en los mismos términos (no produciéndose diferencias entre el endogrupo y el exogrupo cuando se trataba de emociones, estudios 2 y 3). También el uso de sentimientos provocó que los participantes se mostraran más proclives a adoptar la perspectiva de los miembros del endogrupo que del exogrupo (Vaes, Paladino, y Leyens, 2004). De forma complementaria, el impacto de los sentimientos también ha sido analizado en relación a las conductas de acercamiento y evitación (Vaes et al., 2003, estudio 4), mostrando que describir al endogrupo y al exogrupo con sentimientos, facilita las respuestas de acercamiento de los sujetos al endogrupo y de evitación del exogrupo.

Además de las consecuencias descritas, la deshumanización también se ha relacionado con la agresión. En este sentido, Rudman y Mescher (2012) demostraron que percibir a las mujeres como animales u objetos se relaciona con una mayor proclividad a la violación y al acoso sexual de las mismas. En otro contexto diferente, Viki, Osgood y Phillips (2013) mostraron como percibir a los enemigos de forma menos humana se relaciona con la tortura de los prisioneros de guerra o con el apoyo a la guerra (Jackson y Gaertner, 2010).

Como puede observarse, gran parte de la investigación sobre las consecuencias de la deshumanización han evidenciado el impacto de los sentimientos sobre diversas variables conductuales. De esta forma, han puesto de manifiesto la relevancia de las emociones exclusivamente humanas cuando se analizan las consecuencias de las formas más sutiles de deshumanización. Sin embargo, dado que la deshumanización no siempre adopta formas sutiles, otras investigaciones han adoptado un enfoque diferente que permite analizar las consecuencias de la animalización cuando se produce de una forma abierta o flagrante. Así, Haslam Loughnan y Sun (2011) se centraron en el estudio de los efectos de las metáforas sobre la animalización en las relaciones intergrupales. Los autores pusieron de manifiesto como las metáforas resultaban más ofensivas en la medida en que implicaban la visión menos humana del individuo. Además, también se observó que el contexto también pareció tener un papel importante en la evaluación de las mismas, ya que no siempre resultaron ofensivas. De esta forma, cuando se utilizaron metáforas para describir a miembros del propio grupo de forma jocosa, los participantes no consideraron que negaban la humanidad del individuo. En esta línea, los resultados encontrados por Saminaden, Loughnan y Haslam (2010)también mostraron que algunos grupos implícitamente asociados con los animales (gente primitiva o grupos tradicionales) no siempre eran evaluados de forma negativa. De acuerdo con Haslam y Loughnan (2012) esta aparente evaluación positiva de los grupos primitivos o tradicionales, podrían ser indicadores de un paternalismo benevolente (similar al sexismo benevolente con las mujeres) dado que dichos grupos pueden ser considerados como grupos que necesitan protección y ayuda para poder desarrollarse.

Por otro lado, otros estudios han analizado las consecuencias de la mecanización. Así, se ha sugerido que el campo de la medicina moderna es un contexto donde los efectos de dicha forma de deshumanización pueden ser observadas con relativa frecuencia. Según Haque y Waytz (2012), el contexto hospitalario facilita que las personas sean deshumanizadas y tratadas como sistemas mecánicos dañados que necesitan reparación. Como resultado, los pacientes a menudo son denominados con números (e.g. “paciente de la habitación 313”) o por las enfermedades y síntomas que padecen (e.g. mujer, 36 años, no alérgica, padece diabetes, etc.). De esta forma, en opinión de los autores, los pacientes pueden ser percibidos como cuerpos sin identidad en busca de ayuda, más que como agentes individuales que requieren empatía y humanidad.

En línea con las ideas de Haque et al. (2012), Bastian, Laham, Wilson, Haslam y Koval (2011), demostraron que una mayor atribución de rasgos NH (exclusivamente humanos) provocaba que los individuos recibieran más elogios por sus actos morales y además se percibieran como individuos que necesitan protección ante actos inmorales. Por el contrario, la negación de los rasgos HN implicaba que los seres mecanizados fuesen percibidos con menor capacidad para contribuir en pro de la comunidad y consecuentemente menos merecedores de trato moral. Dado que esta investigación no solo se centró en las consecuencias de la mecanización, los autores también observaron que grupos percibidos de forma animalizada (baja atribución de características exclusivamente humanas (EH) fueron percibidos como incapaces de inhibir comportamientos inmorales y por tanto, menos merecedores de castigo en caso de actuaciones inmorales por su parte. En otro trabajo, Leidner, Castano y Ginges (2013) demostraron como la mecanización de los palestinos y los israelíes se relacionaba con el apoyo de medidas violentas hacia el oponente como forma de justicia en mayor medida que tratados de paz.

Por último, para finalizar este apartado, en nuestra opinión es indispensable, citar dos trabajos que exploran nuevas líneas de investigación en esta área. Así, la investigación de Bastian y Haslam (2010) fue la primera en examinar la deshumanización desde el punto de vista de las víctimas de la misma, y puso de manifiesto cómo las personas que sufren aislamiento social se perciben a sí mismas y a personas como ellas de forma menos humana. Concretamente, se observó que las víctimas del ostracismo se auto-mecanizan, esto es, se perciben como seres emocionalmente inertes, fríos y rígidos. Adicionalmente, los datos de dicho estudio también constataron como además los participantes se sentían deshumanizados de esta forma por los demás. En esa misma línea, Bastian y Haslam (2011) mostraron que la animalización (se percibido como incompetente, incívico, poco sofisticado) provocó que los participantes experimentasen vergüenza y culpa. Mientras que la mecanización tuvo otros efectos, ya que los participantes informaron sentirse tristes y enfadados. Además, las cogniciones también se vieron afectadas ya que los sujetos quiénes informaron tener mayores dificultades para pensar con claridad.

La amplia variedad metodológica utilizada así como los diferentes enfoques utilizados evidencian el impacto dramático que la deshumanización (sutil y flagrante) tiene sobre las relaciones interpersonales e intergrupales. Además, bajo nuestro punto de vista, el uso de diferentes indicadores de deshumanización (sentimientos, rasgos de personalidad, metáforas, etc.) contribuye a comprender la solidez del fenómeno así cómo a enriquecer el repertorio de herramientas y procedimientos que los investigadores pueden utilizar cuando abordan el estudio de la animalización y la mecanización en sus trabajos.

Conclusiones

En síntesis, tal y como se ha puesto de manifiesto en este trabajo, la deshumanización es un fenómeno generalizado que ocurre en gran cantidad de contextos y escenarios. De acuerdo con Dixon, Levine, Reicher y Durrheim (2012): “este proceso ha estado asociado históricamente a las formas más degradantes de prejuicio” (p. 415). En este sentido, la investigación ha demostrado que los grupos a los que se les niega la humanidad son discriminados en mayor medida que los grupos que son considerados completamente humanos (Pereira, Vala y Leyens, 2009).

La literatura sobre Psicología Social recoge dos aproximaciones principales en el estudio de la deshumanización. Así, desde la teoría de la infrahumanización, se evidencia que cuando las personas niegan los sentimientos al exogrupo (vs. endogrupo) están negando sutilmente la humanidad a los miembros de dicho colectivo. Bajo este enfoque, son numerosos los estudios que han mostrado la importancia de evaluar la atribución de sentimientos cuando se aborda el análisis de esta forma sutil de deshumanización. De forma diferente, de acuerdo con Haslam (2006), los investigadores pueden utilizar otros indicadores de humanidad (rasgos de personalidad) cuando estudian este fenómeno. Por tanto, sin lugar a dudas, ambas aproximaciones han generado gran cantidad de evidencia empírica, con diferentes índices de humanidad, que constata la perversidad del fenómeno. Además, otra de las aportaciones principales de Haslam (2006) es mostrar que existen dos formas de deshumanizar: la animalización y la mecanización. En su modelo, el autor describe como los individuos pueden ser comparados con los animales y por tanto, percibidos como brutos, incívicos, inmorales o poco inteligentes. De forma contraria, los grupos también podrían ser percibidos como robots o máquinas, en cuyo caso serán vistos como rígidos, fríos, carentes de agencia y emociones.

Finalmente, en nuestra opinión, la importancia del estudio de la deshumanización reside en los efectos que dicho proceso. En este sentido, como Leyens et al. (2007) señalaron, este proceso tiene importantes consecuencias sobre las relaciones intergrupales. Así, como se ha expuesto en este trabajo, la literatura ha descrito el impacto que tiene en variables tan importantes como la ayuda que se brinda a los miembros del exogrupo (Cuddy et al., 2007; Vaes et al., 2002) o en las emociones que experimentan los propios grupos deshumanizados (Bastian et al., 2011) utilizando diferentes procedimientos y metodologías. Sin embargo, es importante que futuras investigaciones sigan profundizando en la comparación entre la animalización y la mecanización para poder conocer sus similitudes y sus diferencias. El estudio de la mecanización surgió hace diez años únicamente, por lo que se requieren más estudios que permitan comprender en mayor medida el alcance de sus consecuencias. Además, bajo nuestro punto de vista, los efectos de la auto-deshumanización deben ser explorados y analizados en el futuro. Tal y cómo se ha mostrado, son limitados los estudios que existen en el área centrados en estudiar los efectos perniciosos de percibirse de forma animalizada y/o mecanizada. Por último, pensamos que es absolutamente necesario abordar el estudio de la re-humanización de aquellos individuos y colectivos a los que habitualmente se le resta la humanidad. Si queremos disminuir los efectos negativos de la deshumanización, sin lugar a dudas, debemos estudiar nuevas formas de re-humanización. En ese sentido, como investigadores, coincidimos absolutamente con Haslam y Loughnan (2011) cuando apuntan que no puede existir nada peor que considerar y tratar a los demás de una forma no humana. Por tanto, estamos convencidos de la importancia de investigar nuevas estrategias que permitan devolver la humanidad a los individuos y grupos deshumanizados.

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Cómo citar este artículo: Martínez, R., Moya, M. y Rodríguez-Bailón, R. (2017). Humanos, animales y máquinas: entendiendo el proceso de deshumanización. Escritos de Psicología, 10, 178-189.

Recibido: 01 de Agosto de 2016; Revisado: 21 de Noviembre de 2017; Aprobado: 30 de Noviembre de 2017

Correspondencia: Rocío Martínez, Departamento de Psicología Social. Campus Universitario de Cartuja, 18071 Granada. Email:mrocio@ugr.es.

Email del coautor Miguel Moya:mmoya@ugr.es.

Email de la coautora Rosa Rodríguez Bailón: rrbailon@ugr.es.

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