Introducción
En 1987 apareció en el mercado austríaco una nueva bebida, ‘Red Bull’, que supuso el inicio de la comercialización de un nuevo grupo de bebidas que se conocen como bebidas energéticas [1]. A partir de ese año, se produjo una expansión progresiva por todo el mundo y el éxito de las ventas ha determinado la aparición de más de un centenar de marcas de bebidas con estas características [2].
La denominación de bebidas energéticas procede de su alto contenido en cafeína, que produciría en el sujeto que las consume un ‘extra de energía’ para estar más activo. Esta idea está claramente reflejada en el lema publicitario más conocido de esa marca: ‘te da alas' [3].
En la composición química de estas bebidas [4], además de la cafeína, podemos hallar carbohidratos (diversos azúcares de distinta velocidad de absorción), vitaminas (sobre todo del complejo B: riboflavina, niacina, B5, B6 y B12), minerales, aminoácidos (como la taurina), extractos vegetales (como el ginseng y el guaraná), todo ello acompañado de saborizantes, colorantes, conservantes y aditivos [5].
El grupo de población al que especialmente se han dirigido los esfuerzos publicitarios para el consumo de estas bebidas son los adolescentes y adultos jóvenes [6]. Estas campañas publicitarias en las que se relacionan las marcas a actividades deportivas asociadas a la juventud y al riesgo, como free skiing, windsurf, parapente, motociclismo, snowboard, fórmula 1, hockey sobre hielo, fútbol, etc., han sido uno de los factores que ha determinado que, en los últimos años, se haya producido un incremento progresivo del consumo en el mundo. En estas campañas se publicita el efecto estimulante ‘teóricamente positivo’, pero no se hace relación de su composición química ni de los posibles riesgos asociados a su consumo [7].
Al mismo tiempo que se ha incrementado el consumo, se han empezado a ver los primeros problemas médicos derivados de éste. Así, la comunidad científica ha comenzado a realizar estudios que han demostrado que el consumo de estas bebidas puede no ser inocuo para la salud y producir múltiples problemas cardiovasculares, neuropsiquiátricos, digestivos, dentales, etc. [8], e incluso llama la atención a las autoridades sanitarias de los países para que tomen cartas en el asunto [5].
Realmente, ¿la población a la que están dirigidas estas bebidas sabe qué posibles efectos secundarios se pueden derivar de su consumó, ¿debería haber una mayor información y concienciación de la población?
Ante la falta de información en nuestro país al respecto, nos planteamos realizar un estudio con los siguientes objetivos:
- Averiguar cuáles son los conocimientos de los alumnos de primer y segundo grado de medicina sobre la composición química de las bebidas energéticas.
- Describir sus conocimientos acerca de los efectos secundarios relacionados con la ingesta de este tipo de bebidas, y cuáles de estos efectos han experimentado en sí mismos o han observado en otros individuos.
- Comparar los conocimientos sobre composición y efectos secundarios entre alumnos de primer y de segundo curso y entre consumidores habituales de bebidas energéticas y no consumidores.
Sujetos y métodos
Estudio observacional transversal donde se incluyeron todos aquellos alumnos matriculados en primer y segundo grado en medicina durante los cursos académicos 2017-2018 y 2018-2019. Todos ellos eran mayores de edad, con capacidad de elegir su participación o no en el estudio y completar el cuestionario de forma libre y voluntaria.
Se elaboró una encuesta, basada en otras tres publicadas en estudios realizados por la Universidad de West Indies [9], en la utilizada en el Informe EFSA (European Food Safety Authority) en 2013 [10] sobre el consumo de bebidas energéticas en diferentes grupos de población en Europa y en la realizada en la Escuela de Medicina de Palermo [11]. En la encuesta debían cumplimentarse 20 cuestiones. Las variables estudiadas se agruparon en dos apartados: siete preguntas (de la 1 a la 7) sobre datos sociodemográficos y de estilo de vida (edad, sexo, nacionalidad, grado, curso, consumo de tabaco y realización de ejercicio físico) y 13 preguntas (de la 8 a la 20) sobre el conocimiento (composición de estos productos y efectos secundarios) y hábitos de consumo de bebidas energéticas (marca consumida, cantidad de consumo, motivación o justificación del consumo, consumo asociado a alcohol).
Todas las encuestas se suministraron y cumplimentaron en la misma sesión y con explicaciones homogéneas en todos y cada uno de los grupos de alumnos. En los de primer se eligió la clase de la asignatura ‘Fisiología’, y en los de segundo grado, la elegida fue ‘Introducción a la práctica clínica’.
Todos los alumnos cumplimentaron previamente su consentimiento informado y se les informó del carácter anónimo y voluntario de su participación. Se adoptaron todas las medidas necesarias para salvaguardar su intimidad durante la recogida de información, automatización de datos, análisis y publicación de resultados.
Análisis estadístico
Las frecuencias de las variables categóricas se muestran como número absoluto y porcentaje. Las variables cuantitativas se muestran como media ± desviación estándar y rango. Para la comparación de variables cualitativas en diferentes grupos se utilizó la prueba chi cuadrado o el test exacto de Fisher en caso necesario. Se consideraron estadísticamente significativos valores de p < 0,05. Todos los análisis se realizaron con el programa estadístico SPSS v. 21.0.
Resultados
Respondieron a la encuesta 353 alumnos de una muestra de 440 (80% de los alumnos matriculados en primero y segundo). En el curso académico había matriculados en la asignatura de ‘Fisiología’ de primero un total de 240 alumnos, de los que 192 contestaron a la encuesta, y matriculados en segundo en la asignatura de ‘Introducción a la práctica clínica’ un total de 200 alumnos, de los cuales 161 cumplimentaron la encuesta.
De ellos, 247 eran mujeres (70%; IC 95%: 65-74,5%) y 106 eran varones (30%; IC 95%: 25,5-35%), la mayoría (92,2%; IC 95%: 89,7-95,2%) de nacionalidad española. La edad media del grupo era de 19,4 ± 1,7 años (rango: 18-33 años).
En cuanto al conocimiento de la composición de este tipo de bebidas, 279 (79%) dijeron creer conocer alguno de los componentes: 237 (67,1%) indicaron que contenían taurina; 182 (51,6%), que tenían cafeína; 110 (31,2%), azúcar; 10 (2,8%), ginseng, y 6 (1,7%), vitaminas.
Cuando se compararon los alumnos de primero y segundo en cuanto al conocimiento de la composición, el porcentaje de alumnos de segundo que conocían la presencia de cafeína fue significativamente mayor que los de primero (74,4% frente a 58,6%; p = 0,002); no se halló diferencia alguna en relación con los otros componentes. Los varones dijeron conocer algún componente en mayor proporción que las mujeres (88,7% frente a 74,9%; p = 0,004).
En cuanto al conocimiento de los efectos secundarios derivados de la toma de este tipo de bebidas, el 73,9% de los alumnos indicaban conocer alguno de ellos: taquicardia (59,8%), nerviosismo (22,7%), insomnio (19,8%) e hipertensión (7,9%).
Habían probado alguna vez este tipo de bebidas el 83,9% de los alumnos (n = 296).
En cuanto al patrón de consumo, 115 alumnos (32,9%) afirmaron consumir al menos una lata de bebidas energéticas al mes, por lo que fueron considerados ‘consumidores'. En ellos, los tres efectos secundarios que más frecuentemente habían padecido tras la ingesta fueron: un 54,7% presentaron dificultad para conciliar el sueño (insomnio), un 46% sintieron palpitaciones o se objetivó taquicardia y un 44,3% notaron un incremento en la necesidad de ir al baño (incremento de la diuresis).
Sobre los diferentes síntomas que los 353 alumnos respondedores habían observado en las personas que les acompañaban tras la ingesta de este tipo de bebidas, el 39,3% (n = 139) comprobaron dificultad para iniciar el sueño (insomnio), el 37,6% (n = 133) presenciaron alguna vez conductas de ansiedad/inquietud y el 36,8% (n = 130) habían vivido la sensación de palpitaciones o taquicardia en alguno de sus acompañantes.
En cuanto al conocimiento de efectos secundarios, los alumnos de segundo conocían con mayor frecuencia alguno de los efectos secundarios, en concreto el nerviosismo (39,1% frente a 22,6%), y esta diferencia fue estadísticamente significativa (p = 0,004). No se encontraron diferencias significativas entre primer y segundo curso en el conocimiento del resto de efectos secundarios.
Discusión
En este estudio nos planteamos como objetivos averiguar el conocimiento sobre la composición y efectos secundarios de las bebidas energéticas en estudiantes universitarios de primeros cursos de medicina. Se trata del primer estudio de estas características que se realiza en España. En relación al conocimiento de la población sobre los componentes básicos de este tipo de bebidas (cafeína, taurina, extractos vegetales, vitaminas y edulcorantes), se han publicado pocos estudios y además la pregunta sobre este conocimiento se formuló de diferentes maneras en los distintos estudios, por lo que resulta difícil la comparación de datos.
En una encuesta en adolescentes (12-19 años) en Arabia Saudí [12], la mitad de los encuestados desconocían por completo los componentes de las bebidas energéticas, y a la pregunta de si creían que contenían cafeína, contestaron afirmativamente en torno al 50%. Así mismo, la mayoría de alumnos neerlandeses de educación secundaria [13] desconocían la cantidad de cafeína que contienen estas bebidas.
En relación a estudios publicados en estudiantes de medicina, en una facultad de medicina de Pakistán [14], solo un 46,8% dijeron conocer la composición de las bebidas energéticas, aunque la mayoría (84,5%) contestaron afirmativamente a la pregunta de si estas bebidas contenían cafeína, pero solo un 3,4% afirmaron conocer la cantidad aproximada de cafeína que contenían. En un estudio italiano en la Escuela de Medicina de Palermo [11] sobre una muestra de alumnos entre primer y sexto curso, se preguntó a los estudiantes: ‘¿cuál de las siguientes sustancias cree que contienen las bebidas energéticas: cafeína, taurina, vitaminas, azúcar, glucurolactona, edulcorantes, aspartamo, guaraná o carnitina?’. Hasta un 75% de los alumnos dijeron que sí a alguno de los componentes.
En nuestro estudio, planteamos la pregunta de forma que los alumnos debían contestar primero si conocían o no los componentes, y luego, indicar qué componentes conocían. En torno al 79% de nuestros alumnos creían conocen alguno de los componentes, lo que coincide con el estudio italiano [7], pero difiere en cuanto al porcentaje de los que conocen que contiene cafeína (50%), muchos menos que en el estudio realizado en Italia. Destaca el alto porcentaje (67%) que señala a la taurina como uno de los componentes, hecho que no se ha encontrado en ninguno de los estudios publicados. Desconocemos cuál es la justificación de que nuestra población de estudiantes ponga como componente habitual la taurina en mayor proporción que la cafeína. Quizás al ser ‘Red Bull’ la marca de bebida energética más conocida y que en su logotipo aparezca un toro, sea fácil para el castellanoparlante recordar la taurina.
Los efectos secundarios derivados del consumo que fueron más señalados en nuestro estudio coinciden con otros estudios similares realizados en estudiantes de educación secundaria o universitaria: problemas cardiovasculares, en especial la taquicardia [11,15 16-17], y con menor frecuencia la elevación de la presión arterial, manifestaciones en la esfera psíquica como insomnio, irritabilidad y nerviosismo [9,11], y aumento de la diuresis [18]. La existencia de cefalea y dolor abdominal, que aparece en algún estudio como efecto secundario [19], o el incremento del peso corporal [20] no han sido referidos por nuestros estudiantes.
Estos efectos secundarios parecen relacionarse con las altas concentraciones de cafeína de estas bebidas. En cuanto a las marcas comerciales más consumidas en España (‘Red Bull’, ‘Monster’ y ‘Burn’), la cantidad de cafeína que suelen llevar es de 30-32 mg/100 mL; habiendo latas de 250, 355 y 473 mL, la cantidad de cafeína oscila entre 80 y 150 mg. Se han realizado diferentes estudios en voluntarios sanos para ver el efecto que tiene este tipo de bebidas. En relación a la modificación de parámetros cardiovasculares, la mayor parte de ellos objetivan que, en dosis moderadas (por debajo de 200 mg de cafeína), no se producen cambios cardiovasculares relevantes en voluntarios sanos, mientras que con dosis superiores a 200 mg de cafeína se pueden producir cambios en cuatro parámetros: presión arterial, frecuencia cardíaca, longitud del intervalo QT y contractilidad miocárdica [21]. Una elevación de la presión arterial sistólica entre 10 y 20 mmHg, que aparece unos 30 minutos después de la ingesta, alcanza el máximo a los 60-90 minutos y desaparece a las 2-4 horas. En relación a la frecuencia cardíaca, algunos estudios muestran un efecto taquicárdico, pero en el metaanálisis los resultados son contradictorios. Otro parámetro cardiovascular analizado ha sido el intervalo QT; se ha encontrado un alargamiento del intervalo QT con altas ingestas de cafeína (> 320 mg) o moderadas (160 mg) en sujetos diagnosticados previamente de síndrome QT largo familiar. Por último, algunos estudios han objetivado un incremento en la contractilidad cardíaca (inotropismo positivo) que no está claro si se relaciona con la cafeína o la taurina. Algún artículo [22] plantea la posibilidad de que la combinación de cafeína con taurina reduce los problemas cardiovasculares de la primera.
En relación a los efectos secundarios en el ámbito mental, la mayor parte de estudios relaciona el consumo de estas bebidas con acostarse más tarde [23,24] y con situaciones de estrés o ansiedad [25]. Los efectos mentales que nuestros alumnos dicen haber observado en otros tras la toma de estas bebidas (insomnio, irritabilidad y nerviosismo) pueden relacionarse con las altas concentraciones de cafeína, pero no descartamos que alguno de ellos se deba al consumo simultáneo de alcohol, un hecho frecuente en los consumidores de estas bebidas [26, 27], o incluso de drogas.
Por último, el incremento de la diuresis se ha asociado al efecto diurético de la cafeína y de la taurina [28].
Se trata del primer estudio en población de estudiantes universitarios que se realiza en España. Al tratarse del estudio de una muestra seleccionada en una sola universidad, no podemos generalizar nuestros resultados. La realización de futuros estudios serviría para completar y comparar la información obtenida.
En conclusión, la mayoría de nuestros estudiantes de medicina de primer y segundo año conocen los dos componentes químicos básicos de estas bebidas: cafeína y taurina. Llama la atención que hay más alumnos que conocen que llevan taurina que los que dicen que contienen cafeína, a pesar de ser ésta la sustancia distintiva común de todas las bebidas energéticas. Taquicardia, nerviosismo e insomnio son los efectos secundarios más conocidos por nuestros estudiantes.
A vista de los resultados y de la información obtenida de la revisión de la bibliografía, nos parece recomendable, como ya proponen otros autores [5], que los organismos de salud pública pongan en marcha campañas informativas sobre la composición y los riesgos de este tipo de bebidas, dirigidas en especial a adolescentes y adultos jóvenes.