Sr. Editor:
En el artículo de Ruiz y cols. (1) se presenta una visión general sobre las reacciones adversas a los alimentos (RAA), centrándose en dos grupos: alergias e intolerancias alimentarias. El trabajo citado ofrece una buena sistematización de la información disponible, facilitando a los lectores la introducción al tema. El presente artículo tiene como finalidad complementar la visión de los autores, haciendo énfasis en los factores genéticos y microbiológicos.
En relación a los factores genéticos, es necesario considerar las frecuencias poblacionales de los alelos asociados a las RAA para poder comprender las dinámicas epidemiológicas. Este aspecto ha sido parcialmente abarcado en el artículo de Ruiz y cols. (2018) al analizar el caso de la intolerancia a la lactosa. Diversas bases de datos ofrecen vasta información sobre los genes y alelos asociados a las RAA, que pueden servir de referencia para el análisis de poblaciones específicas. A modo de ejemplo, en la tabla I se muestran las frecuencias alélicas de los alelos de riesgo para los SNP asociados a intolerancias alimentarias en cuatro poblaciones latinoamericanas y en España, según la base de datos 1000Genomes (1 kg; www.internationalgenome.org) (2).
CLM: población colombiana de Medellín; MXL: población mexicana de Los Ángeles; PEL: población peruana de Lima; PUR: población puertorriqueña de Puerto Rico; IBS: población ibérica de España.
La mayor frecuencia del alelo del riesgo de intolerancia al gluten (IG), la lactosa (IL) y la histamina (IH) se encuentra en las poblaciones de México, Perú y España, respectivamente. Considerando que las poblaciones latinoamericanas se han estructurado en base a dos ancestrías principalmente, la europea y la nativa americana, y que esta última a su vez deriva de Asia, es posible realizar predicciones acerca de la incidencia de diversas RAA en función de las frecuencias de los alelos de riesgo. Por ejemplo, en las poblaciones con mayor componente nativo-americano existiría una alta frecuencia de IL (3), dada su baja frecuencia en Europa y su alta frecuencia en Asia. Al contrario, puede predecirse una baja incidencia de IH, dada la alta frecuencia de esta en Europa (Tabla I).
Un segundo componente a considerar en las RAA es el microbioma intestinal. Si bien el citado artículo menciona el papel de este en la determinación de la IL, es necesario extender su papel también a la IG, a otras RAA y a ciertas enfermedades autoinmunes (4). Un aspecto muy importante del microbioma intestinal humano es que puede interpretarse como un ecosistema en constante transformación y a la vez estructurado poblacionalmente: presenta diferencias entre poblaciones y se modifica durante la ontogenia, siendo la alimentación uno de los factores modificadores del mismo (5). Así, los alimentos modifican al microbioma, que a su vez interviene en ciertas RAA.
La interacción entre factores genéticos y microbioma intestinal configuran un modelo complejo: personas con un mismo genotipo para la IL, por ejemplo, pueden presentar síntomas muy diferentes, debido a las características de microbioma intestinal (6). Este modelo podría extrapolarse a otras enfermedades alimentarias de base genética. Junto a estos dos componentes biológicos (genoma y microbioma), un tercer componente, la cultura alimentaria, debe integrarse para la comprensión y el tratamiento de las RAA (7).