Sr. Editor:
Hemos leído con gran interés el artículo recientemente publicado en esta revista por Martín-Prado y cols. (1), en el que se realiza un análisis sobre el control en carbohidratos de los antiepilépticos más comunes utilizados en paciente pediátricos epilépticos con dieta cetogénica (DC). Nos gustaría aprovechar esta oportunidad para compartir algunas reflexiones y ampliar el debate en torno a la restricción de carbohidratos en la medicación para estos pacientes.
En primer lugar, compartimos con los autores la importancia de reducir al mínimo el contenido de hidratos de carbono en los medicamentos utilizados en el tratamiento de la epilepsia refractaria. Esto no solo mejora la calidad de vida del paciente, sino que también permite una mayor flexibilidad en la DC y ayuda a alcanzar y mantener la eficacia del tratamiento. Sin embargo, la necesidad o no de un análisis exhaustivo que implique recurrir a alternativas farmacéuticas, como puede ser la adquisición de una alternativa comercializada, un cambio de vía de administración, fórmulas magistrales o fármacos de difícil acceso, debe valorarse de forma individualizada por parte de todo el equipo según una serie de variables: la situación clínica del paciente, cómo de restrictiva ha de ser la DC, si el paciente alcanza y mantiene niveles de cetosis (2-5 mmol/l), cantidad y dosis de la medicación (en ocasiones, el aporte es tan ínfimo que no es necesario buscar otra alternativa), así como otras consideraciones.
Además, el paciente pediátrico con DC es habitualmente un paciente complejo con comorbilidades asociadas a la epilepsia y otras patologías. Las comorbilidades más comunes en estos pacientes se describen en el estudio realizado por García Ron y cols. (3), donde el 41,3 % de los pacientes de su muestra padecían alguna comorbilidad neuropsiquiátrica y el 28,3 %, alguna comorbilidad sistémica, entre las cuales destacan afectaciones respiratorias, gastrointestinales e infecciosas. Todas estas patologías aumentan el riesgo o son desencadenantes del ingreso hospitalario y todas ellas necesitan también tratamiento farmacológico que influye de igual manera en el cómputo total de aporte de hidratos de carbono.
En este sentido, creemos que es igual de relevante conocer el aporte de otros medicamentos habituales durante el ingreso, los cuales detallamos en la tabla I (4), donde se expresa el contenido calórico en hidratos de carbono en forma de kcal por comprimido o capsula y, en el caso de soluciones/suspensiones, en forma de kcal/ml. En la última columna figuran los excipientes que se tuvieron en cuenta para el cálculo del contenido calórico.
Por otro lado, proponer alternativas mediante la elaboración de fórmulas magistrales es un recurso clave que debe valorarse en los casos más restrictivos. Al final de la tabla I (5), se muestran algunas opciones de fórmulas magistrales elaboradas en nuestro Servicio de Farmacia que reducen a cero el aporte de hidratos de carbono de fármacos comercializados.
En conclusión, la DC es un recurso cada vez más utilizado para estos pacientes y resulta interesante seguir investigando en esta área, ampliando el estudio del contenido en carbohidratos y la elaboración de fórmulas magistrales a más medicamentos.