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Anales del Sistema Sanitario de Navarra
versión impresa ISSN 1137-6627
Anales Sis San Navarra vol.27 supl.1 Pamplona 2004
Clasificación de las anomalías vasculares (tumores y malformaciones).
Características clínicas e historia natural
Classification of vascular anomalies (tumours and malformations).
Clinical characteristics and natural history
P. Redondo
RESUMEN Las anomalías vasculares se dividen en tumores y malformaciones. Dentro de los primeros, los más frecuentes son los hemangiomas, habitualmente no presentes, aunque sí de forma premonitoria en el nacimiento, que durante 10-12 meses crecen por hiperplasia, para posteriormente involucionar de forma progresiva durante un período que puede llegar a durar entre 10 y 12 años. Su incidencia es de hasta un 12% de los recién nacidos, ocurre más en las niñas y se dividen en superficiales, profundos y compuestos. Los hemangiomas congénitos y aquéllos que no involucionan, se consideran entidades raras. Palabras clave. Hemangioma. Malformación vascular. Clasificación. | ABSTRACT Vascular anomalies are divided into tumours and malformations. Haemangiomas are the most frequent amongst the former. Not normally present at birth, except in a premonitory form, they grow for 10-12 months due to hyperplasia, to subsequently undergo a progressive involution for a period that might last from ten to twelve years. They have an incidence of up to 12% in newborns; they are more common amongst girls; and are divided into superficial, deep and compound. Congenital haemangiomas and those that do not undergo involution are considered to be rare entities. Key words. Haemangioma. Vascular malformation. Classification. |
Área de Hemangiomas y Malformaciones Vasculares. Departamento de Dermatología. Clínica Universitaria. Universidad de Navarra. Pamplona. | Correspondencia: Pedro Redondo Bellón Departamento de Dermatología Clínica Universitaria Apdo. 4209 31080 PAMPLONA Tfno: 948 255400 - Fax: 948 2965001 e-mail: predondo@unav.es |
CLASIFICACIÓN DE LAS LESIONES VASCULARES CONGÉNITAS
Hace más de dos décadas, concretamente en 1982, Mulliken y Glowacki1 describieron una clasificación biológica de las anomalías vasculares congénitas, basada en las características patológicas del endotelio predominante y en la evolución natural (Tabla 1).
Esta clasificación fue posteriormente redefinida por Mulliken y Young2, en 1996 adoptada por la International Society for the Study of Vascular Anomalies (ISSVA), y hoy en día considerada clásica con mínimos cambios (Tabla 2).
En el año 1988 tuvo lugar la denominada clasificación de Hamburgo (posteriormente homologada por la ISSVA), donde la malformación es descrita en relación con el componente predominante de la lesión vascular y entonces clasificada como troncular o extratroncular, dependiendo del estado embrionario cuando se produjo el defecto en el desarrollo3,4 (Tabla 3).
Esta clasificación no incluye los hemangiomas ni las malformaciones vasculares linfáticas, pero es útil para realizar un diagnóstico clínico-anatómico, sirve como base para definir el tratamiento de elección y facilita la comunicación entre los diferentes especialistas.
Recientemente, el grupo de Frieden5 tras analizar 472 hemangiomas y dividir el cuerpo humano en 76 regiones, hace una clasificación morfológico-anatómica de los hemangiomas, y los subdivide en:
Localizados (72% de su serie); son aquéllos que sólo ocupan 1 ó 2 regiones y morfológicamente pueden presentarse como nódulos (superficiales, profundos y mixtos) o placas (delgadas, de 1-2 mm; gruesas, >2 mm; telangiectasias superficiales o pápulas superficiales).
Segmentados (18%); presentan una localización lineal o geográfica, aunque no siempre siguen un dermatomo, e incluyen aquellas localizaciones que embriológicamente representan una unidad, como por ejemplo la nariz. Este grupo es el que presenta una mayor asociación a complicaciones o es un marcador sindrómico, y curiosamente es el que se da con mayor frecuencia en niños hispanos en la serie estudiada.
Indeterminados (8%).
Multifocales (3%).
Waner y Sue6 introducen dos pequeñas modificaciones en la clasificación de Mulliken (Tabla 1). Por un lado consideran erróneo el término malformaciones arteriovenosas, ya que se trata más bien de malformaciones capilares, siendo realmente en el lecho capilar donde se producen las pequeños uniones arteriovenosas, y todos los demás hallazgos característicos (hipertrofia de la arteria aferente y dilatación del sistema venoso eferente) son efecto secundario de lo anterior. Aunque esta primera modificación no altera la clasificación previa ya que los autores consideran que más que aclarar podría originar confusión, la segunda sí lo hace; concretamente, introducen el término de malformación vascular venular para denominar a la mancha en vino de Oporto o nevus flammeus. Los autores defienden que histológicamente estas lesiones se corresponden con vénulas postcapilares ectáticas del plexo papilar, y las subclasifican según el grado de ectasia vascular, siendo las de tipo I correspondientes a vasos de pequeño tamaño, y las de tipo IV a las de vasos de gran tamaño. De esta manera, las malformaciones venulares en función de su tamaño se clasifican en aquellas comprendidas:
1. Entre 50-80 mm de diámetro, caracterizadas clínicamente por máculas rosadas.
2. Entre 80-120 mm, de coloración más intensa que la anterior.
3. Entre 120-150 mm y coloración rojo-violácea.
4. >150 mm, correspondientes a vasos dilatados que forman nódulos palpables, de aspecto en empedrado y coloración violácea.
En este grupo también se incluyen las denominadas malformaciones vasculares venulares de la línea media, vulgarmente conocidas como mancha salmón, picadura de la cigüeña o beso del ángel.
Por otra parte, otros especialistas7 han realizado una clasificación de las malformaciones vasculares venosas en base a la localización anatómica y características hemodinámicas, que resulta especialmente útil para valorar la eficacia del tratamiento esclerosante. Para definir las características hemodinámicas de la lesión debe realizarse una flebografía. Así, las malformaciones venosas quedan divididas en 4 grupos: malformaciones aisladas sin drenaje periférico, malformaciones que drenan en venas normales, malformaciones que drenan en venas displásicas y ectasias venosas. Las primeras y segundas son más faciles de tratar y tienen una mejor respuesta a la escleroterapia.
Finalmente, la historia natural de una malformación arteriovenosa está documentada en el estadiaje clínico descrito por Schobinger8, según la cual existen 4 estadios:
Quiescente: caracterizada por una mancha rosada-violácea y la presencia de un shunt arteriovenoso detectable por eco-Doppler.
Expansión: igual al estadio anterior, pero clínicamente pulsátil, siendo evidente la presencia de vasos tensos tortuosos Destrucción: igual al estadio anterior, junto a cambios cutáneos distróficos, ulceración, sangrado y dolor continuo.
Descompensación: similar al estadio anterior asociado a fallo cardíaco.
TUMORES VASCULARES
Hemangiomas
Los hemangiomas son tumores de estirpe endotelial, y por tanto representan un modelo de angiogénesis, término que hace referencia al desarrollo de nuevos vasos desde una vasculatura preexistente, inicialmente referido al reclutamiento de nuevos vasos por un tumor. Los hemangiomas son los tumores más frecuentes de la infancia. Se observan a las pocas semanas de edad aproximadamente en un 12% de los recién nacidos, aumentando su incidencia hasta casi un 25% de los recién nacidos con bajo peso (<1.200 g). Son entre 3 y 5 veces más frecuentes en niñas que en niños, y existen algunos datos preliminares que sugieren una incidencia 10 veces mayor en niños de mujeres a quienes se les ha realizado una biopsia de vellosidad coriónica9. Curiosamente, la incidencia en niños asiáticos y negros es menor, no llegando al 1,5%10. Los hemangiomas pueden estar presentes desde el nacimiento (30%), aunque en su mayoría aparecen en las dos primeras semanas de vida. Su aspecto físico dependerá de la profundidad respecto a la piel, del tamaño y del estadio evolutivo. En un 30-50% de los niños afectos existe en el momento del nacimiento alguna mínima lesión cutánea premonitoria sobre la que después se desarrollará el hemangioma, concretamente una mancha pálida perfectamente contrastada con la piel normal, una mácula o pápula rojiza, una pequeña zona de telangiectasias o un área equimótica. Según su localización en la piel, los hemangiomas se dividen en: superficiales, los que afectan a la dermis superficial, que clínicamente tienen un color rojizo; profundos, los que afectan a la dermis reticular y al tejido celular subcutáneo, que suelen tener un color azulado y una consistencia gomosa; y compuestos, que son una mezcla de los anteriores. Clásicamente, a los hemangiomas superficiales se les ha denominado en fresa y a los profundos cavernosos, aunque nos parece más acertada la clasificación anterior y a ella nos referiremos.
Habitualmente, los hemangiomas se presentan como una lesión única, pero hasta en un 20% de los casos pueden ser múltiples, situación en la que hay que descartar una afectación interna. Aunque no se considera una enfermedad hereditaria, el 10% de los hemangiomas tiene una historia familiar11,12.
La presentación más frecuente es la cabeza y el cuello (80%) seguida del tronco y extremidades (20%), aunque pueden ocurrir en cualquier localización, incluyendo órganos internos. A nivel del polo cefálico se aprecia una mayor predilección tanto de las lesiones denominadas focales como de las difusas. Las primeras pueden aparecer a lo largo de una línea que comienza en la mitad de la mejilla y pasa lateral a la ceja, cubriéndola hasta llegar a la glabela. Desde ahí pasa a través del canto interno hasta llegar a la columella y punta nasal. El punto medio del labio superior y la mitad lateral del inferior también son localizaciones frecuentes. La explicación para estas localizaciones no se conoce, aunque se aprecia una coincidencia con las líneas de fusión embrionaria. Las lesiones difusas presentan una distribución metamérica siguiendo las ramas del nervio trigémino. Una serie reciente de 232 hemangiomas faciales aprecia un 76,3% de afectación focal (sobre todo frente, párpado superior y labio superior) y un 23,7% de afectación difusa (mandibular, maxilar y frontonasal). Éstas últimas fueron casi 6 veces más frecuentes en mujeres, y presentaron un mayor número de complicaciones, concretamente en las mandibulares hubo obstrucción de la via aérea en el 38% de los pacientes y en las maxilares ulceración en el 63% de los casos13.
Durante el primer año de vida los hemangiomas crecen (hiperplasia endotelial, al contrario que las malformaciones vasculares, que crecen por hipertrofia), aumentando de tamaño y acentuándose la intensidad del color. En muchos hemangiomas se aprecian 2 ciclos de crecimiento, uno desde el nacimiento hasta los 2 meses2 y otro a los 4-6 meses. Durante la fase proliferativa la lesión puede crecer rápidamente, tensando la piel y ocasionando dolor. A partir de los 10-12 meses los hemangiomas suelen involucionar, disminuyendo progresivamente de tamaño y apagándose la intensidad de color por un tono azulado, parduzco o grisáceo. Progresivamente, la induración de la lesión decrece y la tensión disminuye. Lógicamente estos cambios no son evidentes en los hemangiomas profundos, aunque la evolución es similar. El tiempo de regresión es extremadamente variable, y puede ser rápido (3-4 años), o lento, durando hasta los 10-12 años. Se considera que el 50% de las lesiones involucionarán para los 5 años de edad, y un 20% más lo hará a los 7 años; en el resto la involución puede alargarse otros 3-5 años14 (Figs. 1A 1B). Esto último ocurre con más frecuencia en algunas localizaciones como la nariz y el labio superior.
Durante años, e incluso hoy en día, tantos especialistas insisten con énfasis en la involución natural de los hemangiomas y por tanto en la abstención terapéutica, que la mayoría de los padres inicialmente angustiados creen que el hemangioma desaparecerá completamente sin dejar ningún tipo de señal. Analizando una serie de 298 hemangiomas, se distinguen 2 grupos respecto a la involución: los que lo hacen antes o después de los 6 años. En el 38% de los que involucionaron antes de esa edad persistía una marca en forma de cicatriz, residuo fibroadiposo o telangiectasias. Para aquéllos que no involucionaron antes de los 6 años el pronóstico fue desalentador, persistiendo una deformidad cosmética en el 80% de los casos tras la completa involución15. Waner y Sue3, teniendo en cuenta que sólo la mitad de las lesiones involucionan a los 6 años14 y que sólo el 40% lo hace de una manera aceptable, consideran que el 60% de los hemangiomas necesitará de una correción quirúrgica. Concretamente, en sus series aprecian que los hemangiomas cutáneos (superficiales) dejan atrofia epidérmica y telangiectasias, los subcutáneos (profundos) un tejido fibroadiposo, y los combinados una mezcla de ambos. Los hemangiomas del cuero cabelludo destruyen los folículos pilosos dejando áreas alopécicas. Los hemangiomas, al contrario que algunas malformaciones vasculares, raramente causan alteraciones esqueléticas en forma de hipertrofia, incluso aquéllos que raramente se extienden a lo largo de una extremidad. Únicamente los grandes hemangiomas metaméricos faciales pueden, a veces, asociarse a alteraciones cartilaginosas o sobrecrecimiento óseo por aumento del flujo sanguíneo o por producir un efecto masa sobre estructuras como la nariz, la oreja o la mandíbula.
Los hemangiomas congénitos son aquéllos que aparecen en el momento del parto como un tumor totalmente desarrollado; es decir, completan la fase de crecimiento durante la vida prenatal, sin tener una fase proliferativa postnatal. Ecográficamente se han detectado incluso a las 12 semanas de gestación16. Su presentación clínica y localización es similar a la del resto de los hemangiomas, apareciendo sobre todo en las extremidades y a veces ulcerados en el momento del parto. Puede ser necesario realizar una resonancia magnética para determinar su extensión y una biopsia para hacer un diagnóstico diferencial con otros tumores congénitos como el angioma en penacho congénito, rabdomiosarcoma, fibrosarcoma, hemangiopericitoma, miofibromatosis infantil y neuroblastoma. La regresión habitualmente ocurre muy rápida, como máximo entre 6 y 14 meses, pudiendo incluso comenzar a nivel intrauterino, valorándose en estos casos, mediante ecografías seriadas, la tendencia a la involución más que al crecimiento16. En general, no requieren ningún tratamiento adicional, salvo alguna corrección quirúrgica postregresión similar a los hemangiomas clásicos.
Por otra parte, Enjolras y col17 describen un grupo de 53 pacientes con hemangiomas que no involucionan, de aparición preferentemente en varones, caracterizados clínicamente por ser lesiones congénitas, de desarrollo intrauterino, y siempre de localización única sobre todo a nivel de cabeza y cuello. Se diferencian de una malformación arteriovenosa, aparte de mostrar las características histológicas propias, por su bajo flujo y por no tener un riesgo de sangrado o una tendencia a la recidiva tras su extirpación. Curiosamente, los 26 casos estudiados resultan negativos para GLUT-117 un marcador específico, que diferencia el endotelio de los hemangiomas de otros tumores o malformaciones vasculares18, circunstancia que para algunos resulta dudosa dado el carácter selectivo de este anticuerpo como marcador de hemangiomas. En esta línea, Mulliken también reporta pacientes adultos diagnosticados de hemangiomas, que nunca han regresado19.
Otros tumores vasculares benignos ( tabla 4)
Hemangioendotelioma kaposiforme
Es un tumor vascular benigno que afecta exclusivamente a niños y, aunque su localización más frecuente es el retroperitoneo, también puede darse en la piel. Ocasionalmente (3 de 9 pacientes en la descripción original)20 se asocia a linfangiomatosis. Al igual que el angioma en penacho, puede producir una coagulopatía por consumo secundaria al atrapamiento local de las plaquetas, denominada fenómeno de Kasabach-Merritt. En las lesiones grandes y profundas el tratamiento de elección son los corticosteroides y el interferón, mientras que las superficiales pueden extirparse quirúrgicamente. Histológicamente, se caracteriza por presentar características propias de los hemangiomas infantiles y del sarcoma de Kaposi. La forma cutánea localizada puede ser confundida con un hemangioma infantil y posiblemente sea más frecuente que lo descrito en la literatura. En caso de duda, conviene recurrir a una biopsia para confirmar el diagnóstico y prevenir o tratar un fenómeno de Kasabach-Merritt21.
Angioma en penacho
Puede manifestarse esencialmente de dos formas:
a) Lesión vascular congénita, consistente en una placa o masa tumoral indurada, a veces con lanugo, que afecta más a los miembros y cuya evolución es imprevisible (involución, persistencia, producción de fenómeno de Kasabach-Merritt)22.
b) Lesión tipo nevus flammeus-like con lesiones papulosas tipo granuloma piógeno en superficie, a veces adquirida de forma temprana, que va creciendo lentamente23.
En profundidad pueden extenderse hacia tejido celular subcutáneo, fascia y músculo. Alguna vez se asocia a hiperhidrosis local24. La localización más frecuente es cuello, hombros, tórax y espalda, aunque también pueden afectarse la cabeza y las extremidades. Aparecen de forma típica en niños antes de los 5 años de edad y, aunque a veces son tumores congénitos (3 de 20 casos en la descripción original)25, también se han descrito en adultos jóvenes y otros de aparición más tardía26. Histológicamente, es similar al angioblastoma de Nakagawa27. El tratamiento no es uniforme; algunos pacientes responden a corticosteroides o interferón, y con frecuencia se aprecian recurrencias tras la extirpación quirúrgica.
Spindle-cell hemangioendotelioma
Descrito inicialmente en el año 198628 como un angiosarcoma de bajo grado, fue reevaluado 10 años más tarde sobre una serie de 78 pacientes29, enfatizándose que se trata de un tumor benigno, habitualmente adquirido. En su incidencia no se ha encontrado un pico de edad característico ni un predominio de sexos, y la presentación es multifocal y heterogénea. Afecta principalmente a la porción distal de extremidades y con frecuencia se asocia al síndrome de Maffucci28,30, al síndrome de Klippel-Trenaunay31 y al linfedema congénito.
Hemangiopericitoma
Hay dos formas clínica e histológicamente diferentes de hemangiopericitoma, el adulto y el congénito o infantil32. Aunque se han descrito formas cutáneas y subcutáneas, la localización más frecuente son los tejidos blandos de extremidades, sobre todo muslo, fosa pélvica y retroperitoneo. La forma infantil puede desarrollarse en neonatos donde, a diferencia de los hemangiomas y a pesar de ser tumores muy vascularizados, raramente regresan; se dan más en niñas y se caracterizan por nódulos indurados únicos o múltiples de coloración rojiza recubiertos por piel en ocasiones necrótica o ulcerada. En caso de duda, la biopsia es necesaria para confirmar el diagnóstico. Para algunos autores el hemangiopericitoma infantil y la miofibromatosis infantil representan la misma enfermedad33.
Tumor glómico. Glomangiomas
Son tumores raros que tienen su origen en las células de músculo liso localizadas en shunts arteriovenosos de partes acras. Aunque la localización más frecuente es la cutánea o subcutánea, también se han descrito fuera de la piel en hueso, estómago, colon, tráquea y mediastino34. Clínicamente se caracterizan por un nódulo subcutáneo, doloroso a la palpación, de coloración verde azulado y disposición acral, sobre todo en los lechos ungueales de manos y pies35. Pueden aparecer a cualquier edad, con una discreta mayor incidencia en mujeres en la localización subungueal36. Cuando son múltiples se denominan glomangiomas. Estos, al contrario que los anteriores, aparecen durante la infancia como nódulos azulados localizados en dermis, generalmente indoloros, a veces agrupados en forma de placa. Con relativa frecuencia se trata de un proceso que se hereda con un patrón autosómico dominante37, y debe diferenciarse del síndrome del nevus azul en tetina de goma. El tratamiento de elección es la extirpación quirúrgica.
MALFORMACIONES VASCULARES
Las malformaciones vasculares son lesiones benignas, no tumorales, presentes siempre desde el nacimiento, pero que a veces no son visibles hasta semanas o meses después38,15. La incidencia de las malformaciones vasculares congénitas es de 1,5%, siendo aproximadamente 2/3 partes de predominio venoso39, afectando de forma similar a hombres y a mujeres, sin distinción entre grupos raciales. Al contrario que los hemangiomas, las malformaciones vasculares no tienen un ciclo de crecimiento y posterior regresión espontánea, sino que persisten para siempre y van creciendo lentamente a lo largo de la vida, a veces en relación con traumatismos, procesos infecciosos, cambios hormonales, etc. También cambios en la presión de la sangre o la linfa pueden producir un crecimiento rápido, incluso de instauración brusca. Es característico en estas lesiones que progresivamente se vaya produciendo una ectasia de las estructuras vasculares, aumentando el diámetro de los vasos pero no el número, expandiéndose por tanto por hipertrofia pero no por hiperplasia como lo hacen los hemangiomas.
Las malformaciones vasculares son errores difusos o localizados del desarrollo embriológico que clásicamente se han atribuido a mutaciones esporádicas. Sin embargo, recientemente existen evidencias que hablan a favor de un posible carácter familiar hereditario. Vikkula y col40 han encontrado una mutación consistente en un aumento de la actividad del receptor de la tirosina cinasa TIE2 en dos familias con malformaciones venosas. El TIE2 es esencial para el desarrollo vascular temprano y un incremento de su actividad puede producir un crecimiento anormal del plexo vascular primario41. Por otra parte, al menos en 2 tipos de malformaciones vasculares se han descrito alteraciones en la modulación neurológica vascular42,43; así, las malformaciones venulares son probablemente debidas a una deficiencia relativa o absoluta en la inervación autonómica del plexo venular postcapilar; al igual que las malformaciones arteriovenosas, pueden ser debidas a la misma alteración pero a nivel de los esfínteres precapilares44.
A continuación seguimos la clasificación de Mulliken y Glowacki1 con los cambios anteriormente comentados respecto a las malformaciones venulares y arteriovenosas6.
Malformaciones venulares
En la clasificación de Mulliken y Glowacki1 se denominan capilares, aunque la histopatología alterada en las vénulas postcapilares del plexo papilar hace que sea más correcto el término de venulares6. Se dividen en malformaciones venulares de la línea media y las clásicamente venulares también denominadas mancha en vino de Oporto, nevus telangiectásico o nevus flammeus.
Las lesiones de la línea media son máculas de coloración rosada, confluentes o no, presentes siempre desde el nacimiento, que aparecen en la línea media de la cabeza y vulgarmente se conocen como mancha salmón, mordedura de la cigüeña o beso del ángel. Ocurren en el 40% de los recién nacidos de raza blanca y en el 30% de los negros. Habitualmente son transitorias y tienden a desaparecer en el primer año de vida en el 65% de los niños y en el 54% de las niñas45, sobre todo las de localización anterior. Al contrario que las manchas en vino de Oporto, nunca progresan y su hipertrofia o aspecto en empedrado es extraordinariamente raro. Cuando afectan a la porción anterior se extienden característicamente en forma de V por la glabela y la frente, por el territorio inervado por los nervios supratroclear y supraorbitario. Con relativa frecuencia se afectan la nariz en la zona supra-alar y el labio superior en los 2/3 del filtrum.
Las lesiones venulares clásicas son máculas de coloración rosada-rojiza, que con el tiempo van oscureciéndose, y aunque siempre son congénitas pueden no hacerse aparentes hasta varios días después del nacimiento. Ocurren en el 0,4% de los recién nacidos, sin distinción de sexos. En el 83% de los casos aparecen en la cabeza y el cuello46, y curiosamente una serie larga demuestra el doble de afectación de la hemifacies derecha respecto a la izquierda47.
Patológicamente, se trata de verdaderas malformaciones constituidas por vénulas postcapilares del plexo papilar. Para explicar su etiología se ha acuñado el término de dermatomo enfermo, por el que una malformación venular es debida a un defecto total o parcial de la inervación vascular sensorial y autonómica a ese nivel, que origina el crecimiento (hipertrofia) de los vasos afectos, pudiendo alcanzar el típico aspecto en empedrado. Si el defecto es total, los cambios serán más rapidos en el tiempo. Las manchas en vino de Oporto afectan a uno o másermatomos faciales determinados por las ramas del nervio trigémino (Fig. 2).
El dermatomo V2 es el más implicado (57%), seguido del mandibular (V3) y del oftálmico (V1)46. Cuando hay más de un dermatomo afectado, la asociación más frecuente es V2 junto a V1 ó a V3 en el 90% de los casos. La morfología de la lesión generalmente es geográfica confluente, observándose en estos casos mejor respuesta al tratamiento con láser que cuando es parcheada46. A nivel de V2 suele ser normal la afectación de la mucosa adyacente o en continuidad con la lesión cutánea, en concreto del vermellón labial, mucosa labial y mucosa maxilar y gingival. Al contrario que las lesiones de la línea media, estas malformaciones venulares se van oscureciendo y abultando con la edad, adquiriendo un tono más violáceo y un aspecto en empedrado, aunque esta progresión es muy variable individualmente. Algunas veces pueden asociarse pequeños cambios esqueléticos en forma de hipertrofia ósea, sobre todo cuando la afectación en V2 se extiende hasta la mucosa gingival y maxilar. Esta hipertrofia localizada favorece una separación de los dientes y un aumento de volumen del labio afecto, que realmente es lo llamativo sobre todo en pacientes adultos, y es lo único que puede requerir corrección quirúrgica. La asociación sindrómica de las manchas en vino de Oporto, como son las facomatosis pigmentovasculares, las alteraciones oculares, el síndrome de Sturge-Weber, los disrafismos espinales ocultos o las malformaciones vasculares medulares asociadas, se tratan en otro capítulo de esta monografía.
En las malformaciones venulares, mediante videomicroscopía se aprecian tres modelos de ectasia a nivel del plexo papilar, según se afecten los vasos verticales del plexo, los vasos profundos horizontales o ambos. Reconocer y diferenciar estos patrones es importante de cara a predecir la respuesta al tratamiento con láser; así, el primer modelo responde mejor que los otros. Como más arriba se señala, la clasificación de las malformaciones venulares se hace en función del grado de ectasia, siendo los de grado I los que tienen los vasos más pequeños y los de grado IV los que son mayores. Con el paso del tiempo una misma lesión puede ir cambiando de grado en esta clasificación.
Malformaciones linfáticas
Clásicamente, han recibido diferentes nombres: linfangioma, higroma quístico, linfangioma circunscrito y linfangiomatosis48. Como el resto de las malformaciones vasculares, las linfáticas siempre son congénitas, aunque sólo el 65-75% son diagnosticadas en el nacimiento, alcanzando el 80-90% al final del segundo año de vida49. En ocasiones puede hacerse un diagnóstico prenatal de grandes lesiones quísticas mediante estudio ecográfico al final del primer trimestre. La localización más frecuente es la cabeza y sobre todo el cuello (90%)50, propugnando algunos la complejidad del sistema linfático cervical para explicar esta elevada presentación51. Otras localizaciones típicas son axila, tórax, mediastino, retroperitoneo, nalgas y región anogenital. El aspecto clínico es variable en función del tamaño, profundidad y localización de la lesión, siendo frecuente la presencia de múltiples vesículas traslúcidas, de contenido viscoso a nivel cutáneo o mucoso, cuyo aspecto muchos autores han asemejado a los huevos de rana (Fig. 3).
La piel circundante es normal, a veces con una tonalidad azulada. Estas lesiones superficiales están conectadas a cisternas linfáticas, más profundas a nivel subcutáneo o submucoso. En función de la profundidad, las malformaciones se dividen en variante microquística o difusa, también conocida como linfangioma, caracterizada por bordes mal definidos y edema masivo generalizado; y variante macroquística o localizada, compuesta por quistes multitabicados. En general, las lesiones mucosas que afectan al suelo de la boca, las mucosas yugales y la lengua son del primer tipo y resultan difíciles de erradicar con cirugía, mientras que las lesiones cervicales, las más frecuentes, también conocidas como higromas quísticos, son macroquísticas y más faciles, al menos en teoría, de extirpar quirúrgicamente. Estas últimas se presentan como masas indoloras, de consistencia gomosa, no pulsátiles y generalmente recubiertas por piel de color normal.
Es frecuente que las lesiones leves permanezcan más tiempo silentes, y se exacerben coincidiendo con un traumatismo accidental o terapéutico (quirúrgico), una hemorragia intralesional, una infección o algún cambio hormonal52. Por extensión, las lesiones cervicales pueden comprimir la faringe y cuando hay afectación mediastínica también la tráquea. Las cercanas a la órbita pueden producir proptosis. El crecimiento brusco de una malformación linfática cervical puede ser una emergencia al comprometer la vía aérea, asociando en ocasiones distrés respiratorio. Algunas series reportan episodios de sepsis hasta en un 16% de las lesiones cervicales53, posiblemente desencadenada por la flora bacteriana oral3. La hemorragia espontánea se produce hasta en el 8% de los casos. Se ha descrito hipertrofia esquelética en el 83% de los afectados con distorsión en el 33% de ellos54, lo cual no se explica como en otras malformaciones vasculares por un incremento en el aporte sanguíneo. Concretamente, la hipertrofia mandibular puede ocasionar prognatismo y mala oclusión. Las anomalías al nivel de los linfáticos torácicos, sobre todo del conducto torácico, pueden producir sintomatología pleural en forma de quilotórax. A nivel del tracto gastrointestinal pueden causar hipoalbuminemia debido a la pérdida proteica por enteropatía. Sobre una extremidad, las grandes malformaciones linfáticas con frecuencia producen dolor, inflamación y gigantismo a expensas de crecimiento de tejido músculo-esquelético. Las lesiones pélvicas pueden manifestarse por obstrucción urinaria, diarrea e infecciones recurrentes. Un síndrome denominado Gorhan-Stout, también conocido como enfermedad ósea fantasma es debido a una progresiva osteolisis inducida por una malformación linfática sobre tejidos blandos y esqueleto55.
Se han descrito casos de regresión de las malformaciones vasculares linfáticas, teóricamente explicables por la aparición con el tiempo de un shunt linfático-venoso56, por lo que algunos aconsejan retrasar el tratamiento3,51,52. Aunque también es probable que muchas lesiones involucionadas correspondan erróneamente a hemangiomas subcutáneos que siguen su evolución natural.
Malformaciones venosas
Están formadas por vasos ectáticos, morfológica e histológicamente similares a las venas, todos ellos de bajo flujo sanguíneo. Como el resto de las malformaciones vasculares, las venosas también son progresivas, aumentando su tamaño con la edad y con factores no del todo bien conocidos como la resección quirúrgica parcial, los traumatismos y ciertos cambios hormonales3. Las malformaciones venosas se dividen en superficiales o profundas, localizadas, multicéntricas o difusas. La piel o mucosa que las cubre varía de color en función de la profundidad y el grado de ectasia de la lesión. Las más superficiales son de color morado, y las profundas más azuladas, verdosas o incluso imperceptibles. Con mucha frecuencia, además de la piel y tejido celular subcutáneo, hay infiltración muscular, esquelética y visceral. Se trata de lesiones blandas al tacto, a veces de aspecto nodular, que se vacían con la compresión (Fig. 4).
En determinadas posiciones, la malformación se rellena de sangre, como por ejemplo las localizadas en cabeza y cuello tras realizar una maniobra de Valsalva, y en otras se vacía cuando se eleva la zona afecta por encima del nivel del corazón. No es raro en las lesiones muy ectásicas la presencia de pequeñas trombosis venosas que pueden sobreinfectarse y expandirse rápidamente con dolor e inflamación, y la presencia de flebolitos que son marcadores radiológicos de este tipo de malformaciones y aparecen a edades tempranas.
A nivel del polo cefálico, con frecuencia hay afectación mucosa lingual, paladar, labios y mucosas yugales, siendo habitual la infiltración de músculo, glándulas salivares e incluso de estructuras óseas. Concretamente, el compromiso mandibular o maxilar no es raro, tratándose de masas indoloras de lento crecimiento. Lo más llamativo es la separación dental, con el movimiento o caída precoz de alguna pieza con hemorragia intensa asociada. Radiológicamente, a nivel del hueso afecto se aprecia una imagen en panal de abejas57. La hipertrofia de tejidos blandos y hueso perilesional es relativamente frecuente en lesiones de gran tamaño. Cuando afectan a la región periorbitaria o al cuello, el crecimiento puede ocasionar compromiso ocular y obstrucción de la vía áerea respectivamente. Con relativa frecuencia las malformaciones venosas afectan a los miembros, muchas veces con una extensión lineal y profunda mayor que la apariencia externa. Prácticamente siempre hay afectación muscular, y no es raro el compromiso articular y óseo. Cuando hay afectación de la rodilla es frecuente la gonalgia con limitación funcional y hematrosis; y no es raro que la artropatía por hemosiderina acabe evolucionando en una artritis degenerativa. En una serie de 176 pacientes con malformaciones venosas que afectaban músculo esquelético, se apreció una doble incidencia en mujeres, siendo 2/3 diagnosticadas en el nacimiento y el resto en la infancia o adolescencia. La localización más frecuente fue cabeza, cuello y extremidades, y el dolor y la inflamación los síntomas principales. Las anomalías en el crecimiento, la deformación o la aparición de fracturas patológicas fueron muy raras, al igual que la exacerbación con cambios hormonales o el sangrado perilesional58. En otra serie de 27 pacientes con malformaciones venosas extensas de miembros, presentaba afectación muscular el 100%, afectación articular (codo o rodilla) el 81% y alteraciones óseas (adelgazamiento, desmineralización o cambios líticos) el 63% de 19 pacientes estudiados59. Otro grupo encuentra desmineralización ósea local en el 71% de los pacientes54, que puede asociarse a fracturas patológicas.
Por otra parte, en este grupo de malformaciones venosas puras o en malformaciones mixtas veno-linfáticas extensas (tipo síndrome de Klippel-Trenaunay, que más adelante se comenta), se han descrito trastornos de la coagulación. Concretamente una coagulación intravascular localizada, diferente de la coagulación intravascular diseminada del síndrome de Kasabach-Merrit. En la coagulación intravascular localizada se produce un consumo local de factores de la coagulación dentro de la malformación o secundario al estasis venoso, como consecuencia del cual se forman los microtrombos y los flebolitos. En estos pacientes el fibrinógeno suele estar bajo (<0,5 g/L), y el dímero-D elevado. La determinación basal de estos parámetros es útil de cara a la realización de un procedimiento terapéutico. También pueden darse situaciones como embarazo, cambios hormonales, retirada de las medias de compresión, traumatismos, cirugía y escleroterapia que empeoran el cuadro, predisponiendo a un posible tromboembolismo, por lo que debe iniciarse anticoagulación con heparina de bajo peso molecular. Asimismo, en estos pacientes, pueden encontrarse anomalías del sistema venoso profundo en el 47% de los casos, concretamente flebectasias (36%), aplasia o hipoplasia de troncos venosos (8%), aneurismas (8%) y avalvulia (7%)39. Estos hallazgos obligan a realizar un estudio del sistema venoso profundo de la extremidad afecta, sobre todo siempre antes de realizar un procedimiento terapéutico por las posibles complicaciones que puedan derivarse.
Cuadros con entidad propia
Síndrome del nevus azul en tetina de goma60,61. Se comenta con más detalle en otras páginas de esta monografía.
Malformación venosa cutáneo-mucosa familiar. Se trata también de un cuadro autosómico dominante en el que aparecen múltiples lesiones venosas de pequeño tamaño, que pueden afectar la piel y las mucosas62. Se ha descrito una mutación en el receptor TIE2 de varias familias con esta asociación40.
Malformaciones venosas cerebrales (también denominadas angiomas cavernosos). Presentan un carácter familiar con el mismo patrón hereditario que las anteriores. Un subgrupo de estos pacientes tienen lesiones cutáneas capilares-venosas de aspecto hiperqueratósico63, y con frecuencia pueden asociar una malformación venosa ocular. En algunas familias afectas se ha detectado una anomalía al nivel de 7q11-2264.
Malformaciones arteriovenosas
Las malformaciones arteriovenosas hacen referencia a un grupo de malformaciones congénitas formadas por varios trayectos fistulosos que comunican arterias con venas. Mulliken y Young6 prefieren reservar el título de fístula arterio-venosa para la variante traumática adquirida, compuesta por una única fístula. El analisis histológico de malformaciones arterio-venosas en niños y recién nacidos revela que el nidus de la lesión está compuesto de capilares. Según la malformación va madurando, el grado de ectasia aumenta y el desarrollo de la dilatación venosa e hipertrofia arterial se hacen aparentes. Los esfínteres precapilares son los encargados de regular el flujo sanguíneo a través del nidus. Posiblemente, un defecto de la inervación autonómica o alguna deficiencia de neurorreceptores a ese nivel sea el origen de las malformaciones arteriovenosas. En función de si el defecto es total o parcial, variará la edad de presentación y la progresión en la evolución. Una malformación arteriovenosa proximal con un gran flujo sanguíneo puede aumentar el gasto cardiaco y originar un fallo cardiaco congestivo; por el contrario, si la malformación es distal hay una propensión a reducir el flujo y producir isquemia periférica (síndrome del robo).
La localización más frecuente de las malformaciones arteriovenosas es la intracraneal, afectándose luego por orden de frecuencia la cabeza, el cuello, los miembros, el tronco y las vísceras. El diagnóstico de estas lesiones, a pesar de ser congénitas, generalmente es tardío, a veces durante la 4ª-5ª década de la vida3,65. Erróneamente pueden confundirse con un hemangioma o más con una mancha en vino de Oporto, pero las malformaciones arteriovenosas suelen ser máculas levemente abultadas, más calientes, y a veces con latido palpable. También son frecuentes la ulceración, el dolor intenso, el sangrado intermitente y la hipertrofia ósea subyacente a la lesión. En niños con grandes malformaciones arteriovenosas puede producirse un fallo cardiaco congestivo66, aunque lo normal es que el gasto cardiaco aumentado esté compensado durante años67. Al contrario que las malformaciones venosas, estas lesiones no se vacían totalmente tras la compresión, se rellenan con rapidez, y son más firmes a la palpación (Fig. 5).
Al igual que otras malformaciones su extirpación parcial, manipulación, traumatismo y cambios hormonales pueden favorecer su crecimiento.
La historia natural de una malformación arterio-venosa está documentada en el estadiaje clínico descrito por Schobinger, expuesto más arriba68.
Malformaciones complejas o combinadas
Se trata de lesiones que casi siempre se asocian a sobrecrecimiento de tejido músculo-esquelético (Fig. 6).
Nos vamos a centrar en las más importantes tras una división según el flujo sanguíneo sea bajo o alto.
De bajo flujo
Síndrome de Klippel-Trenaunay
Es un conocido epónimo para una malformación vascular venular, linfática y venosa, asociada a hipertrofia esquelética y aumento de tejidos blandos de uno o más miembros3,69. Se trata de lesiones de aparición esporádica presentes desde el nacimiento. La malformación venular o mancha en vino de Oporto suele ser múltiple, de bordes geográficos, afecta generalmente una extremidad inferior (95% de los casos) y con frecuencia se extiende a los glúteos y al tórax. La malformación venosa se manifiesta como venas laterales anómalas que son prominentes por incompetencia valvular y por la alteración frecuentemente asociada del sistema venoso profundo. Hay hiperplasia linfática en más del 50% de los pacientes, que se asocia a linfedema y a macroquistes linfáticos. El aumento del miembro afecto va haciéndose llamativo con la edad destacando un incremento de tejidos blandos y macrodactilia significativa a nivel del pie, y requerirá seguimiento y tratamiento específicos. En un pequeño porcentaje de pacientes la extremidad afecta es más corta o atrófica que la contralateral. La principal complicación del síndrome de Klippel-Trenaunay es la tromboflebitis que ocurre en el 20-45% de los pacientes70,71 y ocasiona embolismos pulmonares en el 4-25% de los casos72. La extensión pélvica de la malformación aparece en algunos pacientes con afectación de extremidades inferiores y, aunque a veces es silente, puede manifestarse como hematuria, obstrucción vesical, diarrea y sobreinfección.
Síndrome de Proteus
Se trata de un cuadro caracterizado por la presencia de lesiones vasculares, esqueléticas y de tejidos blandos, de disposición asimétrica y extensión variable73. Pueden observarse lesiones cutáneas lineales verrucosas, lipomas y lipomatosis, macrocefalia, miembros asimétricos con gigantismo parcial de mano, pie o ambos y un engrosamiento cerebriforme plantar característico que histológicamente corresponde a un colagenoma (Fig. 7).
En una serie de 55 pacientes se apreció crecimiento corporal asimétrico y macrodactilia en el 98,2% de los casos74. Las lesiones vasculares ocurren en el 69% de los pacientes y son, por orden de frecuencia, malformaciones venulares tipo mancha en vino de Oporto, malformaciones linfáticas (micro y macroquísticas) y malformaciones combinadas de bajo flujo tipo síndrome de Klippel-Trenaunay. Nunca se han descrito lesiones de alto flujo como las del síndrome de Parkes Weber.
Síndrome de Maffucci
Asocia lesiones vasculares (venosas, venulares y linfáticas) con exostosis y encondromas75,76. Se trata con más detalle en otro capítulo de esta monografía.
De alto flujo
Síndrome de Parkes Weber
Se trata de una malformación venular arteriovenosa. Aparece en el nacimiento y afecta más al miembro inferior (77%) aunque en menor proporción que el síndrome de Klippel-Trenaunay. Se caracteriza por una mácula rosado-rojiza difusa de bordes geométricos que va aumentando de forma simétrica. Se diferencia del síndrome de Klippel-Trenaunay en que la lesión vascular es de alto flujo, tiene fístulas arterio-venosas, no suele presentar venas laterales anómalas, las malformaciones linfáticas son muy raras, la afectación músculo-esquelética es menor y ocurre en los brazos hasta en un 23% de los casos. También suele haber menos dismetría de la extremidad afecta que en el síndrome de Klippel-Trenaunay. En lugar de tromboflebitis y riesgo de embolismo pulmonar, la principal complicación en el síndrome de Parkes Weber es el aumento del gasto cardiaco que puede originar fallo cardiaco e isquemia cutánea3,77.
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