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Sanidad Militar
versión impresa ISSN 1887-8571
Sanid. Mil. vol.68 no.4 Madrid oct./dic. 2012
EDITORIAL
La rabia: perspectiva actual
Rabies: Current Perspective
Dr. Juan Alberto Galán Torres
Teniente Coronel Veterinario Jefe del Servicio de Microbiología, Higiene y Sanidad Ambiental. Centro Militar de Veterinaria (CEMILVET)
El agente causal de esta antigua y temible enfermedad es uno de los más mortíferos que se conocen. El género Lyssavirus, que agrupa a todos los virus que producen la encefalitis aguda característica de la rabia, se ha adaptado a prácticamente todas las especies animales de sangre caliente. En estos virus, se pueden distinguir siete líneas genéticas mediante pruebas de protección cruzada y por análisis de biología molecular.
Hasta el descubrimiento de la vacunación antirrábica por Louis Pasteur, el ser humano, que no obstante presenta una receptividad intermedia, quedaba irremediablemente condenado a muerte tras el contagio, generalmente a partir de la mordedura de un animal rabioso. El 6 de julio de 1885, el niño Joseph Meister fue mordido catorce veces por un perro rabioso, se le realizaron 13 inoculaciones sucesivas con médula de conejo de virulencia progresiva. Nunca contrajo la rabia. Cada 28 de septiembre, fecha del fallecimiento de Pasteur, se celebra el Día Mundial contra la Rabia.
Según el doctor Hervé Bourhy, jefe de la Unidad de la Rabia del Instituto Pasteur de París, "la rabia es considerada una de las enfermedades más olvidadas del mundo en desarrollo y afecta desproporcionadamente a las comunidades rurales más pobres, principalmente a los niños menores de 15 años".
El 90% de los casos de rabia humana en el mundo se deben a la mordedura de perros enfermos, aunque también puede producirse la infección mediante contacto de la saliva con las mucosas y por lesiones producidas por arañazos. En los países europeos occidentales y Australia, la rabia humana está prácticamente erradicada; en Norteamérica el riesgo de infección es moderado, pero es alto en el resto del mundo. Aún hoy día, faltan datos fiables sobre la incidencia de la rabia en muchas regiones del planeta, por lo que resulta difícil valorar su impacto total sobre la salud humana y animal.
Según un estudio realizado por la OMS en 2004, se estima que se producen unas 55.000 muertes anuales por esta enfermedad en todo el mundo, la gran mayoría de ellas en zonas rurales de Asia y África. Unos 10 millones de personas reciben tratamiento cada año tras haber sido expuestas a animales sospechosos de rabia.
No obstante, en los últimos años se han notificado también descensos muy significativos en el número de casos humanos en Sudamérica y algunos países asiáticos, gracias a la puesta en marcha de programas mejorados de tratamiento y a la vigilancia y vacunación de los perros. Sin embargo, en ciertas áreas, la rabia canina continúa siendo muy endémica, como son algunas regiones del norte, este y sur de África, de Europa oriental, de Afganistán, Bangladesh, Bolivia, Brasil, Colombia, Méjico, Ecuador, El Salvador, Filipinas, Guatemala, Haití, India, Indonesia, China, Myanmar, Nepal, Paquistán, Sri Lanka, Vietnam, Tailandia y Yemen.
España se considera, oficialmente, libre de la enfermedad, únicamente han aparecido algunos casos esporádicos en las ciudades del norte de África debidos al paso de perros vagabundos o transportados sin los debidos controles sanitarios. Esto se debe, fundamentalmente, a la aplicación de la vacunación obligatoria en los perros, que se ha venido realizando durante décadas en nuestro país, práctica en la que ha jugado un papel importantísimo la actuación de la profesión veterinaria. Por ello, no parece razonable que, dentro del territorio nacional, existan actualmente diferentes pautas de vacunación antirrábica según decisión de cada Comunidad Autónoma, e incluso se considere una práctica no obligatoria en algunas de ellas. En mi opinión, el calendario vacunal debería ser único. No se puede bajar la guardia ante una zoonosis de esta trascendencia, teniendo en cuenta, además, que España es un país de tránsito de animales y vecina de otros que sí tienen rabia en sus territorios. En este sentido, considero muy acertada la iniciativa del Consejo General de Colegios Veterinarios de España de solicitar que se unifiquen, por ley, los criterios de actuación para esta y otras enfermedades.
El Plan de Contingencia para el Control de la Rabia elaborado por el Ministerio de Sanidad en 2011, alerta del peligro que supone la entrada ilegal de animales en periodo de incubación de la enfermedad y apunta que el intenso tráfico de personas y animales obliga a que se realice un control efectivo.
Desde el punto de vista epidemiológico, a pesar del desenlace mortal de la enfermedad, la rabia en las ciudades y poblados en diversas partes del mundo se mantiene por la existencia de una considerable proporción de perros susceptibles. La gran densidad de perros y su alta tasa de reproducción anual son factores importantes en las epizootias de rabia canina en América Latina y en otras regiones geográficas. Otros aspectos a tener en cuenta, en el mantenimiento del virus, es el largo período de incubación de la enfermedad en algunos perros y la diferente eliminación, en el tiempo y cantidad del patógeno, a través de la saliva. El virus avanza de manera centrípeta por los cordones nerviosos a una velocidad de 3 mm por hora, comprobada experimentalmente.
Los gatos pueden hospedar accidentalmente el virus y quizás no desempeñen un papel importante en el ciclo natural de la enfermedad, pero pueden servir como considerable fuente de infección humana y, por tanto, se justificaría la necesidad de aumentar su vacunación en algunas áreas. Estos felinos pueden adquirir la rabia de perros infectados o de animales silvestres con los cuales entran en contacto.
Siendo la rabia una enfermedad fatal, la persistencia de la misma en la naturaleza se debe a la existencia de la llamada rabia abortiva y a la de portadores. Un aspecto que ha suscitado controversia desde hace tiempo es la posible existencia de portadores, es decir de animales clínicamente normales que eliminan virus por la saliva. Hasta época reciente, no había una prueba fehaciente de que existiera tal estado de portador de virus rábico. Sin embargo, en Etiopía y en la India, se ha podido aislar el virus de la saliva de varios perros asintomáticos y durante períodos muy prolongados.
Se han encontrado anticuerpos frente al virus rábico en diversas especies silvestres, tales como zorros, mapaches, mangostas y murciélagos insectívoros y hematófagos; este hecho indicaría que la infección rábica no siempre conduce a la enfermedad y a la muerte. En animales poco susceptibles, como mapaches, la tasa de reaccionantes puede ser alta en el período post-epizoótico. En las glándulas salivales de mangostas rabiosas se han encontrado títulos bajos de virus, y este hecho sugiere que dosis subletales del virus podrían ser transmitidas por mordedura. Por todo ello, se acepta que controlar la rabia salvaje es un reto muy difícil de conseguir.
Cuando la densidad de la población es alta, la rabia adquiere proporciones epizoóticas y muere un gran número de animales. Así, se estima que hasta un 60% de una población de zorros puede morir durante una epizootia.
Pero en lo que se debe perseverar es en el tratamiento preventivo de la enfermedad, tanto en su vertiente pre-exposición como post-exposición. Debe potenciarse la elaboración de anticuerpos monoclonales y de otras proteínas eficaces desde el punto de vista inmunitario, así como la terapia génica, sin recurrir a células procedentes de abortos, ya que existe la tecnología necesaria para ello. En la actualidad, las vacunas más empleadas contra la rabia y otras enfermedades víricas, proceden del cultivo del virus en células diploides humanas (WI-38, MRC-5), que tienen un origen éticamente objetable, dado que dichas células proceden de abortos provocados. Hoy en día, con fines de inmunización humana, únicamente se utilizan las vacunas obtenidas en cultivos celulares o en embrión de pollo, junto con gammaglobulinas humanas tras la exposición. Ya no se emplean las obtenidas a partir de tejido nervioso.
Las nuevas perspectivas de tratamiento se centran también en las vacunas recombinantes y virus modificados genéticamente. En 2007, la OMS elaboró un documento en el que fijaba su posición acerca de las vacunas contra la rabia. Las revisiones, recomendaciones y conclusiones de la reunión del Comité de Expertos sobre Rabia, celebrada en Ginebra en 2004, constituyen el referente actual en todos los aspectos relacionados con la enfermedad.