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Archivos Españoles de Urología (Ed. impresa)
versión impresa ISSN 0004-0614
Arch. Esp. Urol. vol.60 no.8 oct. 2007
El significado de la erección, la genitalidad y otras representaciones de índole urológico en el imaginario paleolítico
The meaning of erection, genitality, and other representations of urologic topics in the paleolithic imaginary
Javier Angulo Cuesta y Marcos García Díez1
Servicio de Urología. Hospital Universitario de Getafe. Madrid. 1Cuevas Prehistóricas de Cantabria. Puente Viesgo. Cantabria. España.
Dirección para correspondencia
RESUMEN
La Historia de la Urología comienza con documentos escritos que hacen referencia expresa a procedimientos, prácticas y descripciones de procesos mórbidos relacionados con el aparato urinario y genital masculino. Curiosamente, durante la época prehistórica más reciente, el Paleolítico superior (desde hace aproximadamente 40.000 a 12.000 años; la época más larga desde que nuestra especie entra en escena en la historia de la humanidad) tiene también documentos gráficos que expresan cómo el hombre entendía los fenómenos fisiológicos y cómo observaba los procesos patológicos de su organismo. Las representaciones con genitalidad expresa permiten inferir el significado de la erección desde la mentalidad paleolítica, e incluso la posible existencia de una cultura de retracción prepucial o de ritos de circuncisión. Patologías de índice urológico como la fimosis, la parafimosis, la supuración, el priapismo e incluso masa escrotal, aparecen representadas en dicha época y constituyen los primeros indicios de lo que podemos denominar un saber urológico primitivo.
Palabras clave: Prehistoria. Urología. Arte rupestre. Arte mueble. Circuncisión. Erección. Historia de la Urología.
SUMMARY
The history of urology starts with written documents making express reference to procedures, practices and descriptions of morbid processes related with the male genitourinary tract. Oddly, the most recent prehistoric period, the superior Paleolithic (from approximately 40.000 years to 12.000 years ago; the longest period since our species entered the history of humanity) also has graphic documents expressing how the human being understood the physiologic phenomena and how he observed the pathologic processes of this organism. The representations with genitality expressions enable us to understand the meaning of erection from the Paleolithic perspective, and even the possible existence of a culture based on preputial retraction or rituals of circumcision. Several urologic disorders such us phimosis, paraphimosis, discharge, priapism, and even scrotal mass appear represented at that time and constitute the first sign of knowledge of what can be called primitive urologic knowledge.
Key words: Prehistory. Urology. Cave painting. Portable art. Circumcision. Erection. History of Urology.
El Paleolítico superior en Europa occidental y el arte rupestre
El Homo sapiens salió de África hace unos 100.000 años, aunque su expansión más notable pudo producirse en torno a los 40.000 años cuando colonizó toda Europa, donde debió soportar tanto condiciones climáticas rigurosas como otras más templadas y cálidas durante las que ocupó las tierras más norteñas de Europa (1,2). Se considera que las principales capacidades biológicas del comportamiento moderno en los albores de nuestra especie fueron el desarrollo de la tecnología de talla laminar, el trabajo intensivo de materias orgánicas y la generalización de los adornos corporales, del sentimiento artístico y de los enterramientos, la estructuración del hábitat, un aprovechamiento planificado de los recursos y una intensificación de las relaciones a larga distancia. Pero posiblemente la creación más sorprendente del Homo sapiens fue lo que hoy denominamos arte paleolítico; es decir, el desarrollo de un imaginario simbólico compuesto por representaciones artísticas que encierran estética y necesidad de transmitir conceptos. Este primer legado artístico de la Humanidad, el arte paleolítico, constituye una fuente de información única sobre los diferentes aspectos del comportamiento animal y humano de épocas en las que no existen otros registros escritos (3,4).
La organización temática del arte paleolítico distingue dos grandes apartados. En un primer grupo, denominado figurativo, se integran todas las representaciones identificables de acuerdo a referentes actuales e incluye las formas animales y las humanas. Al segundo grupo, denominado abstracto, se atribuyen temas para los que no se dispone de referentes formales y que pudieran tratarse, en algunos casos, de simplificaciones o esquematizaciones; en él se integran motivos lineales y geométricos que se denominan ideomorfos o signos (5,6). En arte paleolítico resulta difícil ir más allá del significado formal de las figuras, es decir, podemos comprender formalmente una figura y clasificarla de acuerdo a unos tipos, pero es problemático acceder al significado simbólico que encierra. La representación humana paleolítica constituye el grupo temático menos numeroso y de más difícil discriminación formal en un número elevado de situaciones. Existen representaciones femeninas, masculinas e indeterminables en las que la escasa resolución anatómica impide discriminar el género. También existen representaciones mixtas que combinan caracteres humanos y animales. Casi siempre se presentan desnudas, sin indumentaria o adorno corporal, y se identifican por los rasgos faciales o por el carácter vertical del cuerpo (7-9).
Hoy en día la investigación arqueológica y antropológica permite conocer de manera objetiva el modo de vida de nuestros ancestros e interpretar en cierto modo su pensamiento y su manera de sentir. La reconstrucción de épocas prehistóricas emplea huesos, piedras, pinturas, conchas, carbones y un sinfín de otros restos como bienes documentales para poder alcanzar un conocimiento de cómo vivían nuestros congéneres paleolíticos, así como de sus actitudes y de su pensamiento. Pero los documentos que mayor información generan para comprender la morfología y fisiología humana de los cazadores recolectores del Paleolítico superior que habitaron Europa desde hace aproximadamente 40.000 a 12.000 años, se centran en los grabados, pinturas y dibujos que han perdurado en cuevas con arte y abrigos y rocas al aire libre decorados, así como en huesos, astas y piedras que aquellos hombres y mujeres emplearon como soporte gráfico. El estudio del arte paleolítico proporciona muchas pistas acerca de cómo se comportaban aquellos individuos. Tanto su interés por la reproducción como su sexualidad ha quedado patente en muchas de sus obras (10,11). De hecho ya los estudiosos clásicos del arte paleolítico quedaron fascinados por el marcado interés que estos hombres y mujeres mostraron por la representación de los caracteres sexuales (12,13).
La sexualidad representada en el arte paleolítico
No resulta extraño que unos observadores tan hábiles de los fenómenos naturales y del mundo animal fueran conscientes de que cópula, preñez y parto componían un ciclo procreativo. Así, aunque generalmente se acepta que en el Paleolítico superior la sociedad era matriarcal y que el varón no era conocedor de su papel en la impregnación ni en la paternidad, hemos presentado una serie de hallazgos y lugares que nos hacen pensar que tanto hombres como mujeres estaban preocupados por la reproducción, que eran conscientes de su papel en la procreación, y que entendían la fertilidad y la vida sexual de la pareja (10). No cabe duda de que la reproducción humana en épocas de máximo frío glaciar constituye uno de los mejores ejemplos de la capacidad adaptativa de la raza humana. De hecho, la evolución de nuestra especie no sólo se ha llevado a cabo por la supervivencia de los más aptos, sino también por las elecciones sexuales que hicieron nuestros antepasados.
Para los autores que llevaron a cabo las representaciones, procreación y sexualidad estaban bien diferenciadas, puesto que existen imágenes con alto contenido erótico, algunas de carácter no reproductivo. Además, algunos lugares especiales acumulan numerosas representaciones donde la genitalidad se encuentra reiteradamente expresada. Podría darse el caso de que algunos de estos lugares representasen santuarios o escuelas de sexo donde se enseñaron tácticas de reproducción (11,14). Lo que no cabe duda es que, al igual que sucede hoy, sexualidad y reproducción se complementaban en la mente de estos hombres (10).
Las representaciones genitales masculinas en el arte paleolítico
Lo primero que debemos reconocer es que los materiales gráficos no son todo lo numeroso que se quisiera. Podríamos especular sobre el por qué de esta escueta representación, que parece ir íntimamente ligada a la escasa presencia de la figura humana en el corpus del Paleolítico superior. Se han propuesto diferentes explicaciones, pero todo parece apuntar que en la consideración zoocéntrica de las sociedades superopaleolíticas, con las escasas alusiones a lo antropomórfico, parece estar la repuesta. Pero tampoco debe dejar de mencionarse la interpretación que propone que la representación de la figura humana, tal como ocurre en otras culturas, pudiera estar condicionada por aspectos religiosos o culturales (2).
Pocas figuras muestran atributos sexuales claramente masculinos, dígase la verga o la bolsa escrotal. Pero realmente su baja representación numérica puede encontrarse sesgada, puesto que el grupo de representaciones humanas indeterminadas incluye numerosas imágenes que no presentan senos y que pudieran considerarse en algunos casos prototipos de lo masculino. En la mayor parte de estos grabados y pinturas destaca el carácter itifálico o erecto del pene.
En la actualidad se conocen en torno a 25-30 ejemplos de seres itifálicos paleolíticos y la interpretación que puede hacerse de la representación de estos personajes con erección manifiesta es múltiple (4,10).
La valoración más directa que han hecho los antropólogos y los expertos en arte paleolítico relaciona el carácter inhiesto de estos personajes con su fertilidad, puesto que la consecuencia del estado eréctil es la eyaculación, y a su vez de ésta la inseminación y sucesivamente la potencial reproducción. También para algunos autores este tipo de representaciones humanas pudieran tratarse de elementos de virilidad, e incluso traducir un fondo simbólico de dominación masculina tanto respecto a sus semejantes como al entorno, lo que explicaría algunas asociaciones de humanos itifálicos con animales. No obstante, aunque en algunos casos esta interpretación pudiera ser cierta (15), su carácter generalizado resultaría poco probable, porque de ser así el número de imágenes con el miembro en actitud eréctil debiera ser numéricamente mayor.
En algunos casos el carácter erecto es un determinante de importancia en la representación y puede considerarse el significado primordial de la misma (4). Algunos ejemplos muestran el aprovechamiento de formaciones de calcita para figurar el sexo masculino como elemento central sobre el que se recreó el resto de la figura. Es decir, en la cueva francesa de Le Portel en dos ocasiones el artista eligió crear la representación de la forma humana alrededor de un saliente de la roca, que representa de manera natural el pene en erección (Figura 1), presumiblemente bien visible con la tenue luz de la lámpara que entre luces y sombras deja ver el resto de la figura humana (16).
Una de estas dos figuras muestra además una línea natural que comienza en el saliente natural que se reconoce como falo, representando tal vez el propio acto miccional o incluso la emisión de semen. Sin duda, estos ejemplos de aprovechamiento de morfologías naturales y de interacción gráfica entre el artista y el soporte, representan la importancia determinante en la mente del artista de la forma fálica y de su función respecto a la forma humana global. En estos casos y en otros ejemplos el falo ocupa un lugar prioritario en el sentido de la representación (10-12).
Las representaciones en las que se aprecian rasgos explícitos, e incluso trastornos, del pene y de los testículos
En oposición al grupo de estatuillas femeninas conocidas como venus que pueden considerarse una manifestación transfronteriza y generalizada en época gravetiense (en torno a 25.000 años) (17-20), las estatuillas masculinas de la misma época aparecen sin una continuidad en su repartición espacial desde Francia hasta la República Checa (21). El reducido número de estas esculturas masculinas no permite alcanzar una clara interpretación acerca de las mismas. La más expresiva de ellas es una pequeña figura de miembro descomunal conocida como el Priapo de Laussel, perdida en la actualidad y a la que haremos mención en otro apartado posterior de este artículo (Figura 2). En ella la erección y tamaño del pene no deben valorarse desde el punto de vista anatómico, sino mejor desde un prisma simbólico como reflejo manifiesto de la masculinidad y, posiblemente, de la potencia reproductora, en relación directa con el simbolismo de la mayor parte de las representaciones femeninas encontradas en el mismo contexto. Existen otras estatuillas masculinas pero sus genitales están menos exaltados, como la figura masculina de Brassempouy o la figura del yacimiento checo de Brno II con pequeño bulto escrotal saliente. Esta última figura apareció curiosamente asociada a un esqueleto masculino enterrado con restos de fauna de rinoceronte, caballo y mamut, ocre, discos y más de 600 piezas de collar (2).
Se han descubierto imágenes escultóricas de penes aislados que realmente constituyen bajo relieves grabados en fragmentos rocosos desprendidos, procedentes del abrigo de Laugerie-Haute y de Sergeac, ambos en Dordogne y de cronología gravetiense (en torno a 25.000 años) (Figura 3). Son, no sólo muy antiguos, sino también muy infrecuentes si se comparan con las mucho más frecuentes representaciones vulvares realizadas con la misma técnica y en la misma época. Curiosamente, en ambos casos existe también una imagen vulvar complementaria. En el yacimiento de Laugerie-Haute la imagen vulvar fue hallada en otro bloque de dimensiones parecidas en el mismo estrato y tiene una morfología diferente a las vulvas triangulares. De hecho muestran los labios y el clítoris, por lo que se trata de una imagen muy realista, presumiblemente en fase de excitación sexual. En Sergeac la vulva aparece en el mismo bloque en el que se grabó el falo y junto a una imagen de oquedad o cazoleta, de significado incierto.
También son escasos, aunque algo más numerosos, los ejemplos de sexo masculino aislado grabados en las paredes rocosas de las cuevas (Fronsac, Bédeihac, Bara-Bahau, Les Combarelles, Los Casares, Chufín) (Figura 4). Su cronología es incierta, puesto que no proceden de estrato arqueológico y además el grabado es prácticamente imposible de datar con certeza, pero podrían ser desde época gravetiense a solutro-magdaleniense.
En todas estas cuevas existen también grabados de formas vulvares, que pueden entenderse como representaciones genitales femeninas complementarias a las masculinas. Haremos mención explícita más tarde al falo de Fronsac y a uno de los falos representados en Casares, puesto que muestran una morfología peculiar que pone en evidencia el hallazgo de trastornos o patología genital y por ello pueden representar el primer registro gráfico de enfermedad urológica.
Por otro lado, los soportes muebles con morfología fálica son algo más numerosos y también mucho más espectaculares. En algunos la forma fálica va acompañada de grabados de animales o signos y otros parecen formar parte de un conjunto de utensilios, antes conocidos como bastones de mando y hoy como bastones perforados, con al menos uno de sus extremos en forma de glande. La pieza incompleta hallada en Gorge dEnfer tiene doble forma fálica y cada uno de ellos muestra el glande y el meato uretral (Figura 5).
En otros yacimientos entre los que destacan Blanchard, Roc de Marcamps, Isturitz o La Madeleine se han encontrado piezas individuales con carácter fálico, casi todas en forma de pene en erección evidente con el prepucio retraido o circuncidado (Figura 6). Algunos autores han querido ver en este tipo de estructuras mobiliares de carácter fálico posibles instrumentos rituales, incluso tal vez elementos masturbatorios o dildos (10,11).
Las representaciones grabadas y pintadas humanas masculinas de todo el individuo con mención expresa de los genitales, bien en soporte parietal o mobiliar, son más numerosas que las representaciones aisladas del órgano viril. Son además casi siempre de cronología magdaleniense (en torno a hace 13.000 años). Entre estos yacimientos destacan Les Combarelles, Saint-Cirq, Altamira, Hornos de la Peña, Ribeira de Piscos, Le Portel, La Madeleine, Addaura, Isturitz, Mas d´Azil y La Marche. En este último lugar se recuperó un importante lote de placas grabadas con figuras masculinas, algunas de las cuales pueden incluso considerarse retratos. La representación evidente del pene o de la barba, así como de detalles anatómicos como los ojos, la boca, la nariz y las extremidades, hacen de este conjunto uno de los principales documentos para conocer la concepción de la fisonomía humana vista por ojos paleolíticos (22).
Los motivos masculinos con el sexo notoriamente representado son relativamente abundantes. Los encontramos desde Portugal hasta Italia, pasando por los dos países con mayor concentración de muestras artísticas paleolíticas, España y Francia. A pesar de que la mayor parte de las representaciones genitales masculinas se centran en el trazado del pene, el escroto aparece destacado en algunos ejemplares de Addaura, en el hombre-bóvido de Gabillou, en la cópula del Abri Murat o en el enigmático hombre-ciervo o también llamado Dios de Trois-Frères, en el que se pone de manifiesto el proceso de animalización de la figura humana (Figura 7). Este fenómeno también se observa, aunque de manera no tan clara, en el personaje de faz simiesca del fragmento de disco de Mas d´Azil (Figura 8). En todos estos casos se diferencia netamente el hipogastrio y la región genital en la que destaca el pene y la bolsa escrotal (4). Curiosamente la mentalidad antropomórfica que domina estas representaciones hace que la representación humana tenga unos caracteres que representen hábitos o destrezas relacionadas con el carácter animal asumido por el hombre. Así, el hombre-ciervo de Trois-Frères tiene ojos y oídos de lechuza y genitales y cola de felino. No es extraño por tanto que el testículo sea pequeño y próximo al ano, y el pene péndulo (tal y como sería esperable en un félido) (Figura 7). Este ejemplo pone en evidencia que la representación puntual de una morfología representada puede depender de otros condicionantes y que, por tanto, debe ser analizada con cierta flexibilidad.
Representación expresa de fimosis
La morfología del pene según se expresa en estas representaciones genitales también es susceptible de análisis y valoración, sobre todo en lo que respecta a la posible presencia o ausencia de prepucio y al estrechamiento puntiagudo del miembro viril con morfología fimótica. Fimos significa anillo en griego. La definición de fimosis viene determinada por la presencia de un anillo prepucial que se pone de manifiesto al retraer el prepucio. Por ello, en el estado de erección la representación de un pene afilado o apuntado se corresponde con un pene fimótico en el que no puede observarse el glande descubierto. Aunque ciertamente éste es un aspecto difícil de valorar, ya que las ligeras variaciones gráficas en el contorno del extremo final del pene no tienen porqué estar necesariamente relacionadas con un realismo anatómico explícito. Existe terminación apuntada del pene, presumiblemente de carácter fimótico, en la llamada cópula de Murat, en la escena del pozo de Lascaux, en el sujeto 109 de Gabillou, en los hombres de Addaura, en los sujetos 34 y 39 de La Marche, en Laugerie-Basse, en Tuc d´Audoubert, en el pequeño bisonte de Trois-Frères y en Les Combarelles. En ocasiones una morfología aparentemente fimótica del pene refleja simplemente el estado de flacidez, como sucede en la estalactita decorada con ocre de Tito Bustillo y no representa necesariamente esta patología (Figura 9) (10). Ahora bien, una morfología apuntada en el contexto de una erección plena señala necesariamente la existencia de fimosis persistente y de ausencia de retracción prepucial (Figura 10).
Representaciones que sugieren una cultura de retracción prepucial
Evidentemente, no podemos asegurar los orígenes reales de cuándo se desarrolló el rito de la circuncisión. Sabemos que existen referencias expresas en el Antiguo Egipto que señalan este ritual. Aunque en el apartado anterior hemos enumerado los ejemplos de imágenes de penes con fimosis, en algunos otros ejemplos de representaciones paleolíticas que muestran explícitamente el falo podemos al contrario inferir que no se trata de penes fimóticos. Desde luego que no resulta imprescindible la circuncisión para poder retraer el prepucio y que la simple rotura del frenillo permitiría en la mayoría de los casos la retracción prepucial en el estado de erección. Ahora bien, se trate o no de penes circuncidados, resulta significativo poder establecer si en tiempos paleolíticos ya existía la propia esencia de una cultura que favoreciese la higiene y la retracción prepucial.
A diferencia de las representaciones señaladas de falo erecto con fimosis evidente existen otras figuras en las que la terminación del falo tiene una forma redondeada entre las que destacan las representaciones de Mas d´Azil, Pergouset (el hombre acéfalo), Lourdes (el grotesco) (Figura 8), Altamira y Sous-Grand-Lac. En otros casos, como sucede en el llamado Dios de Trois-Frères, en el sujeto 60 de Marche, en Ribera de Piscos, en el pequeño Brujo de Lascaux, en Enlène, en Lourdes, en Los Casares, en Saint-Cirq y en Hornos de la Peña, el glande descubierto es muy patente; incluso estando el pene tanto en estado de semiflacidez (Figuras 7 y 11), como de erección (Figuras 10 y 11), o incluso en plena eyaculación (Figura 12) o penetración (Figura 13).
Pero el principal argumento para pensar que en época paleolítica existía una cultura de retracción prepucial procede del análisis morfológico de los elementos fálicos del arte mobiliar. De hecho, algunas de las piezas con morfología peneana tienen un perfecto detalle anatómico (Figuras 5 y 6). En todos ellos la verga se encuentra en erección patente y en la mayoría de estos ejemplares es igual de patente la forma del glande descubierto y la ausencia de anillo fimótico que permiten especular la ausencia del prepucio, lo que permite aventurar posibles prácticas arcaicas de circuncisión o, al menos, una indiscutible cultura de retracción prepucial. Ahora bien, por el contrario, las formas fálicas halladas el La Magdeleine y en Le Forne du Diable presentan una morfología apuntada y los surcos grabados en el falo de le Forne du Diable sugieren la existencia de fimosis parcial que no impide la retracción prepucial completa durante la erección (Figura 6). Esta auténtica escultura practicada en asta de hueso va de la mano de otro ejemplo representativo al que seguidamente nos referiremos, puesto que una fimosis puede generar un cuadro de parafimosis con la erección mantenida.
Trastornos del pene: Parafimosis y Supuración
Además del mencionado falo grabado en asta de cuerno de La Forne du Diable en el que se aprecia un pene con prepucio parcialmente fimótico, que sufre estrangulamiento por la erección mantenida con pliegues evidentes en forma de surcos en el resto de la piel que cubre el pene (Figura 6), existe un grabado parietal en la cueva de Fronsac que evidencia un claro ejemplo de parafimosis, es decir, un pene en erección con edema en el prepucio estrangulado por el anillo fimótico (Figura 4), próximo a una series de relieves femeninos vistos de perfil. Esta manifestación pone en evidencia varias cosas. En primer lugar, la enorme capacidad de observación de quien la ejecutó y su habilidad para llevar a cabo una descripción anatómica precisa. En segundo lugar, que la posible existencia de una cultura de retracción prepucial no era universal. Ahora bien, esta imagen, fácil de apreciar en el entorno en el que fue creada -puesto que el arte rupestre a veces se ejecuta en un lugar en el que muy difícilmente puede ser visto y otras veces se lleva a cabo en sitios manifiestamente visibles, como es en este caso- pudo ser una llamada de alerta al peligro asociado a la erección mantenida en quien tiene un pene con fimosis. No olvidemos que este trastorno, una parafimosis, hoy fácil de resolver, en un entorno paleolítico pudiera haber supuesto una tragedia digna de ser mencionada en un grabado visible a los ojos de otros congéneres.
Por otro lado en la cueva de Los Casares, (Guadalajara), existe una imagen grabada que puede representar un pene con supuración uretral. Por otro lado la proximidad de una probable representación vulvar hace pensar que esta imagen constituya una representación de la emisión seminal, de forma parecida al grabado mencionado en Ribera do Piscos. Incluso podría tratarse también de una forma natural de la roca. Desconocemos en qué momento la supuración genital puede haber afectado a la humanidad, pero lo mas probable es que la gonococia y otos procesos de balanitis y uretritis hayan afectado al hombre desde siempre. Esta cueva de Los Casares tiene la peculiaridad de mostrar numerosas formas humanas de cronología premagdaleniense, algunas componiendo escenas de vida familiar que incluyen coito (Figura 13) y otras escenas de grupo. No cabe duda de que constituye uno de los documentos más antiguos de representación de grupos humanos para los que las tácticas reproductivas constituyeron una preocupación fundamental.
Trastorno de los testículos
Como hemos mencionado el escroto es menos patente que el falo en la mayoría de las representaciones, lo que dificulta su expresión tanto normal como patológica. Aún con todo, ya se ha señalado que la morfología variable de la bolsa escrotal queda manifiesta en diversos grabados y pinturas. A excepción de una pieza curiosa de arte mueble no existe constancia a día de hoy de que existan representaciones que manifiesten patología escrotal o testicular evidente. Se trata de la estatuilla conocida como el hermafrodita de Grimaldi (18).
A orilla del mar Mediterráneo, a escasos metros de la frontera con Francia, se han recuperado en Grimaldi desde finales del siglo XIX al menos 10 figuras atribuidas a venus. Entre ellas destacan tres ejemplares: la Polichinela, con vientre redondo y esférico, nalgas muy salientes y vulva abierta; la venus grávida del rombo; y la venus del bocio, denominada así por su ancho cuello, que muestra tanto vientre grávido como vulva abierta, lo que probablemente reincide en el carácter de fecundidad activa.
El ejemplar al que ahora queremos hacer mención, el hermafrodita, es menos conocido. Tiene como el resto un pequeño tamaño y se esculpió en esteatita verde translúcida (Figura 14). Carece de rasgos de obesidad y reúne elementos tanto femeninos como masculinos. Destaca especialmente el vientre redondo y un amasijo amorfo sobre la región genital que recuerda una bolsa escrotal de tamaño enormemente desproporcionado y que el individuo sujeta con sus manos.
Inicialmente se consideró un hermafrodita de hábito femenino con genitales externos masculinos, por lo que fue denominado hermafrodita de Grimaldi. Esta visión simplista no tiene base alguna y bien pudiera representar un hombre con patología escrotal como una hernia, un hidrocele o un tumor testicular gigante; o una mujer pariendo expulsando el feto; o una mujer sujetando algún tipo de elemento masturbatorio, o por incluso la ejemplificación expresa, aunque poco realista, de un acto coital. Objetivamente se trata de una figura que no tiene carácter expresamente femenino, puesto que carece de esteatopigia, pechos voluminosos o vulva patente, y que muestra una bolsa escrotal de dimensiones gigantescas, como si se tratara de una patología genital masculina ocupante de volumen (hidrocele, hernia, tumor o filariasis) evolucionada.
El mito de Priapo en sus orígenes
Las bases etiopatogénicas del priapismo como proceso mórbido que se manifiesta en forma de erección dolorosa y anormalmente mantenida, son múltiples. Muy probablemente en época paleolítica existiera priapismo igual que hoy, secundario a estados de hipercoagulabilidad o de trastornos hematológicos variados. Por ello, cabe la posibilidad de que esta infrecuente situación fuese observada ocasionalmente y trasmitida entre las personas en época paleolítica. Podemos imaginar lo impactante que habría sido presenciar este problema, que probablemente hubiese acabado en tragedia.
El mito de Priapo, que toma la forma de un varón dotado de un falo desmedido, no se conoce sólo desde la antigüedad clásica, sino que también existen referencias gráficas en época egipcia a la erección permanente del dios Amón asociada a ritos de fecundidad. De hecho, es posible que el mito de Priapo sea tan antiguo como la propia humanidad y que tenga un origen en el subconsciente colectivo, y en los complejos y deseos ocultos asociados a la propia apreciación del tamaño del falo.
Como hemos señalado ya, una de las más llamativas y evidentes esculturas expresamente masculinas del Paleolítico superior se encontró en el yacimiento francés de Laussel, en el mismo contexto crono-cultural gravetiense (en torno a 25.000 años). Tiene poco más de 35 centímetros de alto y 11 centímetros de ancho y se realizó sobre caliza. Se denomina comúnmente el Priapo de Laussel, puesto que presenta una verga apuntada de dimensiones exageradas y un saco escrotal del que se destacaron los dos testículos en asimetría. La verga es descomunal, deforme y su colocación no es correcta, debido a que parece arrancar de la base de las extremidades inferiores. Las enormes dimensiones del órgano sexual y su incoherente posición anatómica inducen a pensar que la representación centra toda la atención en el pene erecto y no en el individuo (Figura 2). Probablemente la erección y el tamaño del pene no deben valorarse desde el punto de vista anatómico, sino desde un prisma simbólico como reflejo manifiesto de la masculinidad y de la potencia reproductora, de manera análoga a tal y como puede intuirse de los caracteres femeninos expresos en la mayor parte de las representaciones femeninas encontradas en el mismo contexto.
El aprovechamiento de las formaciones de calcita para figurar el sexo masculino, que hemos señalado en la cueva francesa de Le Portel, representan también que en la concepción del artista la forma fálica es determinante respecto a la forma humana (Figura 1). De forma similar, en la galería de los antropomorfos de la cueva de Tito Bustillo existe otra representación de una figura humana pintada en ocre sobre una pequeña cortina estalagmítica que no muestra atributos femeninos y que tiene la región genital como única zona del cuerpo resaltada, puesta en evidencia por un punto ancho que seguramente representa el falo en visión frontal (Figura 1). Es decir, tanto en las figuras humanas de Portel o Tito Bustillo, lo mismo que en la escultura de Laussel, el falo ocupa un primer lugar en el sentido de prioridad de representación.
Estos ejemplos señalan la importancia extrema de la erección mani.esta en la representación masculina y pudieran incluso representar de alguna forma la existencia del mito de Priapo en la mentalidad súpero-paleolítica. De hecho, hacen pensar en que la erección del personaje tiene un carácter primordial que supera el sentido de la virilidad e incluso el simbolismo de lo fecundo (23). Realmente no existe un base que confirme la existencia de este culto en época prehistórica, pero el carácter desmedido de las dimensiones del miembro recuerdan a las representaciones clásicas de Dionisios o de Priapo.
El significado de la erección en la mentalidad del Paleolítico superior
Resulta difícil expresar realmente lo que significaba la representación de la erección en la mente de los hombres y mujeres del Paleolítico superior, aunque no cabe duda de que la reiteración con la que el carácter eréctil ha sido expresado a lo largo del corpus paleolítico señala que este proceso fisiológico tenía un significado especial en su concepción socio-cultural del mundo. No cabe ninguna duda de que, a pesar de que el arte paleolítico se caracteriza por la casi total ausencia de elementos expresivos y narrativos, la erección se encuentra explícitamente representada en numerosas ocasiones (24).
Otra observación derivada del arte paleolítico reside en el hecho de que la erección a menudo se expresa como un carácter antropomórfico. Es decir, a la sociedad de los últimos grupos cazadores-recolectores la podemos denominar zoocéntrica, con alusiones antropomórficas. Lo animal y lo humano se confunden en algunas representaciones. La presencia de rasgos claramente humanos en figuras animales lleva a considerar la existencia de una mentalidad antropomórfica propia de los grupos del Paleolítico superior, que se manifiesta en la creación cultural de seres híbridos o quimeras, que unen atributos propios de diferentes especies (león-hombre, hombre-bisonte, hombre-ciervo), en las que casi de forma universal se encuentra lo humano representado especialmente por dos características: la bipedestación o verticalidad y la erección u horizontalidad. La humanización de algunas figuras animales también parece estrechamente vinculada con un trasfondo social totémico en el que los grupos se identifican con un animal. En el fondo se trata de dignificar al hombre confiriéndole características propias de un animal, como lo hacen grupos primitivos actuales de tribus indias que se agrupan en clanes representados por animales. No cabe duda de que la potencia o capacidad eréctil es uno de los atributos destacados casi de manera universal, una característica digna de mención expresa, pero aportada por el hombre o por el animal.
Lo que sí queda claro después de analizar las representaciones fálicas del arte paleolítico es que quienes las llevaron a cabo, tanto sobre paredes de cueva como en objetos de hueso y piedra con carácter mobiliar, eran perfectos conocedores de la anatomía y del fenómeno fisiológico de la erección. Algunas piezas muestran las características propias de la ingurgitación peneana con distensión de los cuerpos cavernosos y marcados pliegues en el glande (Figura 6). Incluso se representa en varias ocasiones la erección femenina; en Bedeilhac se ha modelado en arcilla una vulva con el clítoris erecto recreado por una estalactita clavada, o en el bloque gravetiense de Laugerie Haute que se encontró en el mismo estrato que la mencionada placa con representación fálica ya descrita previamente en este artículo y que muestra el clítoris ingurgitado y los labios menores entreabiertos, posiblemente en señal de excitación o de orgasmo femenino. Estos hechos revelan sin duda una perfecta observación de los fenómenos del organismo.
Aunque es lógico a nuestros ojos actuales pensar que la erección podría representar poder, dominancia, fecundidad, masculinidad,... no existe ninguna evidencia que lleve a pensar que en la mentalidad paleolítica la erección simbolizara este tipo de implicaciones, derivadas de nuestra visión actual de la genitalidad en una sociedad con talante machista. La evidencia de que en otras épocas históricas el falo erecto tiene una significación distinta, implica que el contenido cultural de este fenómeno es variable según el condicionamiento socio-cultural. Por ejemplo, en época romana el falo erecto era símbolo de alegría, buen recibimiento o incluso fortuna. Muy probablemente en época paleolítica el fenómeno de la erección pudo tener otro significado totalmente diferente y difícil de descubrir, debido a que las evidencias de las que disponemos son muy escasas.
De forma general se admite que el arte paleolítico expresa signos de signi.cado incierto y figuras, generalmente representaciones de animales, que no muestran escenas narrativas. Ahora bien, existen algunos ejemplos que demuestran que esta observación tiene ciertas excepciones, entre las que queremos destacar: el disco de Mas dAzil que muestra un oso dando un zarpazo a un hombre (Figura 8) y en el anverso del mismo se aprecia un cazador que parece partir de cacería (4); la escena de Addaura, en la que dos hombres se encuentran atados e inmovilizados que dos hombres se encuentran atados e inmovilizados en el suelo rodeados por otros individuos que danzan en torno a ellos, posiblemente a punto de ser ejecutados (25); o la escena de Lascaux que muestra un cazador abatido por un bisonte eviscerado al que acaba de clavar una azagaya (Figura 10) (4). Estas tres escenas tienen en común el hecho de que los hombres representados se encuentran en peligro, muy probablemente incluso afrontando el trance de la muerte. Curiosamente, todos ellos se encuentran en erección, de lo que podemos inferir que el fenómeno fisiológico de la erección y del orgasmo podría asociarse en la mentalidad paleolítica con el transcurso a la otra vida, o entenderse como un elemento de trance chamánico, tal vez inducido en ocasiones por la ingesta de brebajes como los que emplea el chamán al entrar en éxtasis (26).
Bibliografía y lecturas recomendadas (*lectura de interés y **lectura fundamental)
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Dirección para correspondencia:
Javier Angulo Cuesta
Servicio de Urología
Hospital Universitario de Getafe
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