“Nuestros »malos alumnos» (de los que se dice que no tienen porvenir) nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas capas de pesadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado. Miradlos, aquí llegan, con el cuerpo a medio hacer y su familia a cuestas en la mochila. En realidad, la clase solo puede empezar cuando dejan el fardo en el suelo y la cebolla ha sido pelada. Es difícil de explicar, pero a menudo basta solo una mirada, una palabra amable, una frase de adulto confiado, claro y estable, para disolver esos pesares, aliviar esos espíritus, instalarlos en un presente rigurosamente indicativo”.
Mal de escuela, Daniel Pennac
Nuestros niños y adolescentes tampoco vienen solos a la consulta. Acuden cargados de urgencia, de demanda de diagnósticos, de presiones y expectativas inalcanzables, de incomprensión e intolerancia, de fragilidades y dependencia, de fracasos anticipados y de futuro sin porvenir.
Así, las situaciones clínicas se entrecruzan con los diferentes contextos en los que se desenvuelven los menores; contextos que generan determinados funcionamientos y definen la manera de entender y afrontar el malestar psíquico.
Ante esto, resultan preocupantes las intervenciones basadas en el cientificismo, que descontextualizan y patologizan la infancia, silenciando su palabra y su subjetividad. Con este dossier se pretende ampliar la mirada sobre las diferentes cuestiones que entran en juego en la clínica infanto-juvenil. Teniendo siempre presente que la intervención terapéutica con niños y adolescentes ha de abrir vías de esperanza para que ellos puedan construir, en palabras de Winnicott, “una vida que merezca la pena de ser vivida”.