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Nutrición Hospitalaria
versión On-line ISSN 1699-5198versión impresa ISSN 0212-1611
Nutr. Hosp. vol.26 no.5 Madrid sep./oct. 2011
Consumo de carne y pescado en población mediterránea española de edad avanzada y alto riesgo cardiovascular
Meat and fish consumption in a high cardiovascular risk Spanish Mediterranean population
M. Sotos Prieto1,2, M. Guillen1,2, J. V. Sorlí1,2,3, E. Ma Asensio1,2, P. Gillem Sáiz1,2, J. I. González1,2 y D. Corella1,2
1CIBER Fisiopatologia de la Obesidad y Nutrición. ISCIII,
2Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública. Facultad de Medicina.
3Universidad de Valencia. Centro de Salud de Xirivella. Xirivella. Valencia. España.
Este proyecto ha sido parcialmente financiado por las siguientes ayudas: Ministerio de Ciencia e Innovación (FPU) (AP2007-04663); Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), CIBER, CB06/03/0035, P107-0954, AGL2010-22319-C03-03, GVACOMP2011-151 y API111/10.
Dirección para correspondencia
RESUMEN
Introducción: El consumo elevado de grasas saturadas procedentes, en gran parte, de la ingesta de carne roja y embutidos se ha asociado con mayor riesgo cardiovascular (RCV) a diferencia de lo que ocurre con el consumo de pescado.
Objetivo: Conocer el patrón de consumo de carne y pescado en pacientes de edad avanzada y alto RCV, sus correlaciones con la adherencia a la Dieta Mediterránea (DM) y su asociación con factores de RCV.
Material y métodos: Estudio transversal en 945 personas (media de edad 67,4 ± 6,2 años), de alto RCV participantes en el estudio PREDIMED-Valencia. La frecuencia del consumo de carne y pescado se determinó a través de un cuestionario validado. Se han analizado variables clínicas, bioquímicas por métodos estándar.
Resultados: El consumo de carne roja en la muestra estudiada fue elevado (7,4 ± 4,7 veces/semana) y superior en hombres que en mujeres (P = 0,031) y se asoció con mayor peso (P = 0,001) y prevalencia de obesidad (P = 0,025). El consumo de pescado también fue alto (4,5 ± 2,6 veces/semana) y se correlacionó con menor glucemia en ayunas (P = 0,016) así como con menor prevalencia de diabetes (P = 0,017).
Conclusiones: El consumo de carne roja en población de alto RCV es muy elevado y se aleja de las recomendaciones de la DM, por lo que habría que disminuirlo. El consumo de pescado se ajusta más a las recomendaciones y habría que mantenerlo.
Palabras clave: Carne roja. Pescado. Enfermedad cardiovascular. Dieta mediterránea.
ABSTRACT
Background: High saturated fat consumption, mostly from red meat and sausage meat has been associated with an increase in cardiovascular risk (CVR) in contrast to the effect of high fish consumption.
Objective: To get to know the frequency of meat and fish consumption in an elderly high Mediterranean population, their correlations with adherence to the Mediterranean diet (MD) and their association with intermediate CVR phenotypes.
Methods: A cross-sectional study was carried out on 945 people (67.4 ± 6.2 years old) with high CVR recruited in primary care centres of Valencia, and participating in the PREDIMED study. The frequency of meat and fish consumption was determined through a validated questionnaire. We analyzed clinical, biochemical and anthropometric variables using standard methods.
Results: Mean red meat consumption was high (7.4 ± 4.7 times/week), being higher in men than in women (P = 0.031) and was associated with greater weight (P = 0.001) and prevalence of obesity (P = 0.025). Fish consumption was also high (4.5 ± 2.6 time/week) and was associated with lower concentrations of fasting plasma glucose (P = 0.016) as well as with lower prevalence of diabetes (P = 0.017).
Conclusion: Red meat consumption in this high CVR population is very high and far from the recommendations of MD, needing, therefore, to be reduced. Fish consumption is closer to the recommendations and should be maintained.
Key words: Red meat. Fish. Cardiovascular disease. Mediterranean diet.
Introducción
Los hábitos dietéticos ejercen una gran influencia en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares1. La preocupación global por el incremento de las enfermedades crónicas relacionadas con la dieta tales como la diabetes, obesidad y enfermedades cardiovasculares, ha motivado que se preste una mayor atención al consumo de alimentos de la población para conocer y poder modificar los patrones alterados de consumo. En los países mediterráneos el consumo de alimentos característicos de la Dieta Mediterránea (DM) y altos en ácidos grasos monoinsaturados ha disminuido en las últimas décadas para aumentar el consumo de grasas saturadas y azúcares2. El consumo elevado de grasas saturadas procedentes, en gran parte de la ingesta de carne roja y embutidos se asocia con mayor riesgo cardiovascular. El consumo de carne roja ha sido asociado de manera positiva con una elevación de la presión arterial3, un aumento del riesgo de diabetes4-7 y con un moderado incremento de mortalidad total y en particular por cáncer y enfermedad cardiovascular8 (RCV). Asimismo, algunos estudios han mostrado que las concentraciones de colesterol, LDL-c, VLDL y TG disminuyen al sustituir carne roja por pescado9. Recientemente, Polychronopoulos et al. (2010)10 han confirmado la hipótesis de que el consumo de grasa procedente únicamente de la carne roja parece incrementar los factores de RCV en población de edad avanzada. Por el contrario, la evidencia científica demuestra una relación inversa entre el consumo habitual de pescado y las enfermedades cardiovasculares (ECV)11-13 lo cual se ha trasladado en las recomendaciones dietéticas de consumir dos o más veces a la semana. El patrón de DM recomienda 3 o más veces a la semana14 el consumo de pescado, que añadido a otros componentes de esta dieta, ha atribuido un papel protector de la DM en las ECV15. Tanto estudios ecológicos como transversales y ensayos clínicos sugieren un efecto beneficioso del consumo de pescado en la prevalencia de diabetes y las concentraciones de glucosa16-19. Los resultados en el estudio MEDIS llevado a cabo en población mediterránea de edad avanzada18 muestran una mejora de la tensión arterial (p = 0,026) en aquellas personas que siguen una DM. Leaf y Hatcher20, también mostraron una asociación positiva entre el consumo de pescado y el perfil lipídico (colesterol total (p = 0,012) y la concentración de triglicéridos (p = 0,024)20. Sin embargo, no todos los estudios han encontrado asociaciones significativas, tal es el caso del estudio de la Enfermeras que no encontró asociación entre el consumo de dos o más raciones de pescado en comparación con menos de una ración y el riesgo de diabetes21.
Aunque a nivel internacional existe una extensa bibliografía acerca del consumo de carne y pescado en adultos de mediana edad, el conocimiento del consumo de estos alimentos en hombres y mujeres de edad avanzada es más limitado. Por lo tanto, es necesario obtener más conocimiento sobre el consumo actual de carne y pescado en población de edad avanzada y en función de dicho consumo poder valorar su adecuación a las recomendaciones saludables y plantear futuras intervenciones educativas para corregir las tendencias.
El objetivo del presente trabajo es conocer el patrón de consumo de carne y pescado en pacientes de edad avanzada y alto riesgo cardiovascular y su asociación con fenotipos intermedios de riesgo cardiovascular.
Material y métodos
Población de estudio
Se ha realizado un estudio transversal en 945 personas (340 hombre 605 mujeres) de alto RCV reclutados en centros de atención primaria de la Comunidad Valenciana incluidos en el estudio PREDIMED (PREvención con Dieta MEDiterránea)22. Desde Octubre de 2003 hasta Julio de 2008 los potenciales participantes fueron seleccionados por Médicos de Centros de Atención de la Comunidad de Valencia. Los criterios de inclusión del estudio fueron hombres de 55 a 80 años o mujeres de 60 a 80 años que cumplieran al menos uno de estos dos criterios: Diabetes Tipo 2 (DM2) (con diagnóstico previo de diabetes no insulina dependiente o concentración de glucosa en ayunas ≥ 120 mg/dl observada en dos ocasiones consecutivas) o tres o mas factores de RCV: fumadores actuales, hipertensión (≥ 140/90 mmHg o tratamiento farmacológico con antihipertensivos), colesterol LDL ≥ 160 mg/dl (o tratamiento con fármacos hipolipemiantes), colesterol HDL ≤ 40 mg/dl, Índice de Masa Corporal (IMC) ≥ 25 kg/m2 o historia familiar de enfermedad cardiovascular prematura.
Todos los participantes recibieron una hoja de información sobre el estudio y firmaron el consentimiento informado. El estudio fue aprobado por el Comité de Ética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia.
Obtención de medidas antropométricas, clínicas, bioquímicas
La valoración inicial incluyó la obtención de datos sociodemográficos, factores de RCV y de medicación. El peso y la altura se determinaron con ropa ligera y sin zapatos. El IMC se calculó como el peso (kg) dividido por la altura al cuadrado (m2). La obesidad se definió según los criterios de la OMS (Organización Mundial de la Salud) como IMC ≥ 30 kg/m2 y el sobrepeso como IMC: 25-29.9 kg/m2. La tensión arterial fue tomada por personal cualificado usando un oscilómetro semi-automático validado (Omron HEM-70CP; Hoofddrop) con el sujeto sentado siguiendo las recomendaciones de la Sociedad Española de Hipertensión. Las medidas se tomaron por triplicado con un intervalo de 5 minutos entre cada una y se recogió la media de estos valores. Se obtuvieron muestras de sangre en ayunas de cada participante y se realizaron los análisis bioquímicos. Los parámetros bioquímicos (colesterol total, triglicéridos, HDL-c, LDL-c) fueron determinados tal y como se ha descrito previamente22.
Medida del consumo de alimentos
El consumo de carne y pescado se determinó mediante un cuestionario semicuantitativo validado de frecuencia de consumo de alimentos23. La energía fue calculada mediante las tablas de composición de alimentos española24. Excluimos los individuos con un consumo de energía inferior a 600 kcal o superior a 3500 kcal. La visita basal incluyó también la administración de un cuestionario de 14 items para cuantificar la adherencia a la DM25. Se asignaron los valores de 0 o 1 a cada uno de los 14 componentes de la dieta. A mayor puntuación total obtenida en el cuestionario mayor adherencia a la DM.
Análisis estadísticos
Se han calculado los estadísticos descriptivos para resumir las características antropométricas, clínicas y bioquímicas de la muestra estudiada. Las variables continuas se presentan como medias y desviación tipíca, mientras que variables categóricas se presentan como frecuencias. La comparación de las distribuciones de la frecuencia entre dos grupos se realizó mediante el test del Chi cuadrado de Pearson. Se comprobó la normalidad de las variables continuas y se realizó una transformación logarítmica para la normalización de los triglicéridos. Para la estimación de diferencias de las medias entre dos grupos independientes se utilizó el test de la t de Student previa determinación de la homogeneidad de las varianzas mediante el test de Levene. Se realizaron ajustes multivariantes por energía total consumida en las estimaciones de las diferencias de consumo, por sexo y otros factores de RCV mediante modelos lineales generalizados. Los valores de P están basados en tests de dos colas y se han considerado estadísticamente significativos valores de P < 0,05. Para realizar los análisis estadísticos se ha utilizando el programa SPSS 15.0 (SPSSInc.2003, Chicago, Illinois, USA).
Resultados
Las características antropométricas, clínicas y bioquímicas de los 945 participantes (440 hombres y 605 mujeres) incluidos en el estudio se presentan en la tabla I. La media de edad fue de 67,3 ± 6,2 sin diferencias estadísticamente significativas (p < 0,05) entre hombres y mujeres. La prevalencia de hipertensión global fue de 79,7% con diferencias estadísticamente significativas (p < 0,05) entre hombres y mujeres. Las mujeres presentaron mayor prevalencia de obesidad que los hombres (57,6% vs 41,7%, P < 0,001). En cambio la prevalencia de diabetes fue superior en hombres (56% vs 44,3%, P = 0,001). El aporte calórico fue significativamente diferente entre hombres y mujeres (2.365,1 ± 616,0 y 2.109,8 ± 547 kcal; P = 0,001, respectivamente) por lo que los datos que se presentan de consumo de alimentos han sido ajustados por la ingesta energética.
Diferencias de consumo de carne y pescado por sexo y por grupos de factores de riesgo cardiovascular
En la tabla II se presentan las medias de consumo de carne blanca, roja, embutidos, vísceras, pescado y marisco en veces por semana tanto de manera global como entre hombres y mujeres. Se observa que el consumo de carne roja es superior al consumo de carne blanca (7,4 ± 4,7 vs 3,1 ± 1,8 v/sem respectivamente). El consumo de pescado es de 4,5 ± 2,6 v/semana o 67,6 g/día. En cuanto a las diferencias de consumo, observamos que el consumo de carne roja, embutidos en general y el salchichón, chorizo, mortadela, morcilla, y bacon/tocino en particular fue superior en hombres que en mujeres (p = 0,031, P < 0,001; P < 0,001; p = 0,030 respectivamente). Sin embargo, el consumo de carne blanca en general y de pollo y pavo en particular fue significativamente más elevado en las mujeres (P = 0,022; P = 0,0022 respectivamente) (tabla II).
Al analizar los patrones de consumo de carne y pescado por factores de riesgo cardiovascular (RCV) (tabla III), observamos que los obesos presentaban significativamente un consumo superior de embutidos (1,4 ± 1,7 obesos vs 1,2 ± 1,7 v/sem no obesos; P = 0,025). El riesgo de obesidad también fue superior para aquellas personas que consumían embutidos (ORajustada 1,12 [1,81-3,46]; p = 0,027). Al estratificar por sexo, los hombres obesos presentaron un consumo superior y estadísticamente significativo de carne roja (p = 0,012). Además, los diabéticos (total de la muestra estudiada) presentaban un consumo inferior de pescado (4,1 ± 2,2 diabéticos vs 4,7 ± 2,3 no diabéticos; p = 0,017); si bien no hubo diferencias de consumo en cuanto a carne blanca, roja y embutidos. Las mujeres diabéticas también presentaron un consumo inferior de pescado en comparación con las no diabéticas (p < 0,001). En un análisis más detallado, observamos que la ingesta total de pescado se asoció con un menor riesgo de diabetes tras ajustar por sexo, edad y energía total (ORajustada 0,910 [0,855-0,960]; P = 0,003).
Los fumadores presentaron un consumo superior de carne roja y embutidos (9,3 ± 4,5 fumadores vs 7,2 ± 4,7 v/sem no fumadores; P = 0,003 y 2 ± 2,2 fumadores vs 1,2 ± 1,6 v/sem no fumadores; P = 0,005 respectivamente). El consumo de carne blanca y pescado no se asoció al consumo de tabaco. Hombres no fumadores también presentaron un consumo superior de carne roja y embutidos (p = 0,016 y p = 0,018 respectivamente). Dado que existen diferencias en el consumo de energía entre diabéticos y no diabéticos, fumadores y no fumadores, así como en el consumo de carne por sexo y edad, se realizó el ajuste por energía total, edad, sexo y por IMC (este último en el caso de diabetes y la obesidad). Dichos ajustes no modificaron la significación estadística salvo en el caso del mayor consumo de carne roja en fumadores (p = 0,097). La hipertensión no se asoció al consumo de cualquier tipo de carne. Sin embargo, el consumo de pescado fue significativamente inferior en los no hipertensos que en los hipertensos tras ajustar por energía, edad, sexo, IMC (4 ± 2,3 no hipertensos vs 4,6 ± 2,7 v/sem en hipertensos; Pajustada= 0,017).
Consumo de carne y pescado en los diferentes grupos etarios
Tomando como criterio la media de edad de la población (67,3 ± 6,2) se dividió a la misma en dos grupos (al utilizar la mediana los resultados fueron los mismos). Personas con edad menor a 67,3 años y personas con edad mayor o igual a 67,3 años. Se realizó un análisis de comparación de frecuencias de consumo mediante t de Student y se obtuvieron los valores de la significación indicativos de las diferencias de medias existentes entre grupos (p < 0,05). En la figura 1 se muestra la frecuencia de consumo semanal de aquellos alimentos dentro del grupo de carne para los que se obtuvieron diferencias significativas entre grupos de edad tras el análisis de comparación de medias. No se observaron diferencias estadísticamente significativas en el consumo energético entre los dos grupos (< 67,3 años 2,205,8 ± 549,4 y > 67,3 años 2,161,2 ± 616,0 kcal; P = 0,344). Los individuos menores de 67,3 años tuvieron una frecuencia de consumo mayor de ternera, cerdo, cordero y en total del grupo de carne roja que los de mayor o igual edad (ternera: 0,9 ± 1,2 vs 0,6 ± 0,8 v/sem; cerdo: 0,8 ± 1,15 vs 0,55 ± 0,7; cordero: 0,6 ± 0,8 vs 0.5 ± 0,6 v/sem; carne roja: 7,8 ± 4,7 vs 6,7 ± 4,5 v/sem respectivamente).
Correlaciones entre el consumo de carne y pescado y otros factores de riesgo cardiovasculares
En la tabla IV se presentan las correlaciones obtenidas para el consumo de carne y pescado (veces por semana) y otros factores de riesgo cardiovascular en la muestra estudiada. Como era de esperar, se obtuvieron correlaciones negativas entre el consumo de carne roja, embutidos y vísceras y la adherencia a la DM (P = 0,003; P = 0,001; P = 0,004 respectivamente) (datos no mostrados en tabla). Además, tanto el consumo de carne roja como el de embutidos se correlacionaron positivamente con el peso (p = 0,115, P = 0,001 y p = 0,126; P < 0,001 respectivamente). El consumo de pescado se correlacionó negativamente con las concentraciones de glucosa (P = 0,016). Al considerar otros factores de riesgo cardiovascular no se obtuvieron correlaciones significativas, sin embargo, cuando estratificamos en consumo de pescado mayor de 3 veces por semana o inferior a 3 veces por semana (tal y como se considera en el cuestionario de adherencia a la DM) observamos que una ingesta total de pescado superior a 3 veces por semana se asociaba a menores concentraciones de triglicéridos (consumo ≥ 3 v/sem: 128,5 ± 70,5 vs consumo < 3 v/sem 142,8 ± 86,3; pajustada = 0,042).
Discusión
En el presente estudio llevado a cabo en población mediterránea de alto riesgo cardiovascular hemos estimado el consumo de carne y pescado así como su asociación con determinados factores de RCV y estilos de vida. Además, hemos estudiado las diferencias de consumo según la edad y las correlaciones existentes entre el consumo de estos alimentos y la adherencia a la DM así como la correlación con otros factores de riesgo cardiovascular. El consumo de carne roja en esta población mediterránea es elevado, alcanzando una media de una vez al día. Dentro de esta clasificación, el consumo de jamón es de dos veces a la semana, cuya fuente de ácidos grasos difiere del resto de embutidos. Sin embargo, el consumo total de este tipo de carne resulta elevado en comparación con las recomendaciones alimentarias. Esto podría estar influenciado por las recomendaciones clásicas de consumir ternera a la plancha en múltiples dietas para perder peso.
Además, en nuestro estudio observamos diferencias de consumo entre hombres y mujeres, siendo las mujeres las que presentaron un mayor consumo de carne blanca y menor de carne roja y embutidos. Los estudios que analizan e identifican patrones dietéticos mediante análisis de cluster coinciden en que las mujeres presentan mayor puntuación para "patrones dietéticos sanos" o "dietas prudentes" en comparación con los hombres26-27. Según la encuesta Nacional de Salud de la Comunidad Valenciana, también hay un mayor porcentaje de hombres (23,8%) que consumen de 1-2 veces al día embutidos mientras que lo hace el 18,3% de las mujeres.
En el análisis detallado por grupos de factores de riesgo cardiovascular, observamos diferencias de consumo de embutidos entre los obesos y no obesos y entre fumadores y no fumadores, siendo mayor el consumo entre los individuos obesos y fumadores. También los fumadores presentaron mayor consumo de carne roja en general. Otros estudios coinciden en que los individuos que tienen un consumo elevado de carne roja son también aquellos que mas fuman28. Además, el consumo de embutidos en particular se asoció con mayor riesgo de obesidad y tanto el consumo de carne roja como de embutidos con un mayor peso. Diferentes estudios coinciden que patrones dietéticos caracterizados por un consumo elevado de carne roja y carne procesada están asociadas con un incremento de en los índices de obesidad29 y obesidad central30-31.
En general, se observa un consumo total de pescado elevado, aproximadamente 4 veces semanales, característico de la DM donde se recomienda un consumo de 3 o más veces a la semana. El consumo medio de pescado reportado en el estudio epidemiológico MEDIS llevado a cabo en población mediterránea fue inferior (1,9 ± 1,2 v/sem), sin embargo consideraron el consumo medio de pescado por un periodo de 30 años18. Si comparamos el consumo de pescado en población mediterránea con otras cohortes europeas dentro del Estudio EPIC llevado a cabo en hombres y mujeres desde 35-74 años de edad, el consumo de pescado en Reino Unido es uno de los mas bajos (media de 10 g/día en mujeres y 14 g/día en hombres) en comparación con España donde el consumo medio de pescado fue mas elevado (22,3 g/día en mujeres y 42,6 g/día en hombres)32. En nuestro estudio el consumo de pescado en hombres y mujeres fue superior (68,4 g/día y 67,6 g/día respectivamente). Como podemos observar, las comparaciones se hacen difíciles por la distinta manera de expresar los resultados y los diferentes grupos de edad comparados. Además, también detectamos un mayor consumo de pescado entre los diabéticos en comparación con los no diabéticos. El consumo de pescado es un factor protector frente al riesgo de diabetes y está inversamente correlacionado con las concentraciones de glucosa en ayunas. A pesar de tratarse de un estudio transversal con las limitaciones que comporta en cuanto a no poder ver una relación causal, son varios los estudios que coinciden en que el consumo de pescado, tanto blanco y en mayor grado azul, se asocia con un menor riego de diabetes tipo 2. Patel et al. (2009)17 mostró que la ingesta de pescado total estaba asociada a una disminución del 25% del riesgo de diabetes independientemente de otros factores. Un estudio llevado a cabo en población Mediterránea de edad avanzada también reportó una asociación inversa entre el consumo total de pescado (en gramos por semana) y los niveles de glucosa en ayunas (β -0,16, P = 0,008) si bien este estudio no analizó el riesgo de diabetes. Sin embargo, no se encontró una asociación entre el consumo de pescado (2 o mas veces por semana) y el riesgo de diabetes en el estudio de las enfermeras. El tipo y la cantidad y de pescado consumido y la forma de cocinarlo podría explicar resultados inconsistentes entre algunos estudios lo que dificulta la comparación y la interpretación de los resultados.
Se han sugerido algunas hipótesis y mecanismos que intentan explicar por qué el consumo de pescado podría estar relacionado con el riesgo de diabetes. El aumento de los omega 3 en las células del músculo esquelético mejora la sensibilidad a la insulina33. Otro posible mecanismo podría ser que la composición amino acídica del pescado podría incrementar la captación de glucosa por el músculo esquelético vía mejora en la sensibilidad a la insulina34. Esto explicaría mejor porqué la ingesta total de consumo de pescado se asocia con el riesgo de diabetes diabetes y no solo en particular el consumo de pescado azul, tal y como ocurre en nuestro estudio.
Además, en nuestro estudio, encontramos diferencias de consumo de carne según la edad. El consumo de carne roja en general y de cerdo, ternera y cordero en particular fue menor en aquellos individuos de mayor edad (≥ 63,7 años) mientras que el consumo de carne blanca permaneció similar entre los dos grupos. Esto podría estar relacionado con los procesos fisiológicos del envejecimiento como la dificultad masticatoria, la perdida de dientes y la disminución de la secreción de la saliva lo que dificulta el consumo y digestión de estos alimentos.
En conclusión, la población mediterránea de alto riesgo cardiovascular y edad avanzada estudiada presenta un consumo elevado de carne roja y de pescado. Este consumo varía en función de los factores de riesgo cardiovascular teniendo en cuenta la energía total consumida. A pesar de que las correlaciones obtenidas entre el consumo de carne y pescado y el peso y las concentraciones de glucosa no fueron elevadas, el consumo de pescado se asoció con una menor prevalencia de diabetes y menor concentración de glucosa mientras que el consumo de carne roja, en particular de embutidos, se asoció con mayor peso y prevalencia de obesidad. Dado que la adherencia a la DM se caracteriza por mayor consumo de pescado y menor de carne, habría que instaurar programas de intervención dietética para disminuir el consumo de carne y mantener el consumo de pescado en este grupo de población.
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Dirección para correspondencia:
Mercedes Sotos Prieto.
Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública,
Ciencias de la Alimentación, Toxicología y Medicina Legal.
Universidad de Valencia. Facultad de Medicina.
Avda. Blasco Ibáñez, 15. 46010 Valencia. España.
E-mail: mercedes.sotos@uv.es
Recibido: 12-VI-2010.
1a Revisión: 26-X-2010.
Aceptado: 4-III-2011.