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Nutrición Hospitalaria

versión On-line ISSN 1699-5198versión impresa ISSN 0212-1611

Nutr. Hosp. vol.27 no.1 Madrid ene./feb. 2012

 

ORIGINAL

 

Asma, obesidad y dieta

Asthma, obesity and diet

 

 

P. Barranco1, J. Delgado2, L. T. Gallego3, I. Bobolea1, M.a Pedrosa1, A. García de Lorenzo4 y S. Quirce1,5

1Servicio Alergología. Hospital La Paz. IdiPAZ. Madrid.
2Servicio Alergología. Hospital Universitario Virgen Macarena. Sevilla.
3Psicología Clínica. Hospital La Paz. IdiPAZ. Madrid.
4Servicio de Medicina Intensiva. Hospital La Paz. IdiPAZ. Madrid.
5CIBER de Enfermedades Respiratorias CIBERES. Madrid. España.

Dirección para correspondencia

 

 


RESUMEN

El asma y la obesidad son dos trastornos de gran impacto en la salud pública que han aumentado su prevalencia en los últimos años. Numerosos estudios han relacionado ambas entidades.
La mayoría de los estudios prospectivos demuestran que la obesidad es un factor de riesgo para el diagnóstico "de novo" de asma. Además, los resultados de diversos estudios sugieren que así como la ganancia de peso aumenta el riesgo de asma, la pérdida mejora su evolución. En general, los estudios prospectivos encuentran una asociación positiva entre el índice de masa corporal (IMC) basal y el posterior desarrollo de asma, lo que sugiere que es el exceso de peso el que podría favorecer el desarrollo de asma, aunque estos resultados no son tan concluyentes cuando se estudia la asociación entre hiperreactividad bronquial con el IMC.
Existen distintos factores que podrían explicar esta asociación. La obesidad es capaz de reducir la compliance pulmonar, los volúmenes pulmonares y el diámetro de de las vías respiratorias periféricas, así como alterar los volúmenes sangüineos pulmonares y la relación ventilación-perfusion. Además, el aumento del funcionamiento normal del tejido adiposo en sujetos obesos conduce a un estado proinflamatorio sistémico, que produce un aumento de las concentraciones séricas de numerosas citoquinas, fracciones solubles de sus receptores y quimiocinas. Muchos de estos mediadores son sintetizados y secretados por células del tejido adiposo y reciben el nombre genérico de adipocinas, entre las que se incluyen IL-6, IL-10, eotaxina, TNF-α, TGF- 1, PCR, leptina y adiponectina. Por ultimo, se han identificado regiones especificas del genoma humano que están relacionadas tanto con el asma como con la obesidad.
La mayoría de los estudios apuntan a que la obesidad es capaz de aumentar la prevalencia y la incidencia de asma, aunque este efecto parece ser moderado. El tratamiento de los asmáticos obesos debe incluir un programa de control de peso.

Palabras clave: Asma. Índice de masa corporal. Obesidad. Sobrepeso.


ABSTRACT

Asthma and obesity have a considerable impact on public health and their prevalence has increased in recent years. Numerous studies have linked both disorders. Most prospective studies show that obesity is a risk factor for asthma and have found a positive correlation between baseline body mass index (BMI) and the subsequent development of asthma, although these results are not conclusive when studying the association between airway hyperresponsiveness with BMI. Furthermore, several studies suggest that whereas weight gain increases the risk of asthma, weight loss improves the course of the illness.
Different factors could explain this association. Obesity is capable of reducing pulmonary compliance, lung volumes and the diameter of peripheral respiratory airways as well as affecting the volume of blood in the lungs and the ventilation-perfusion relationship. Furthermore, the increase in the normal functioning of adipose tissue in obese subjects leads to a systemic proinflammatory state, which produces a rise in the serum concentrations of several cytokines, the soluble fractions of their receptors and chemokines. Many of these mediators are synthesized and secreted by cells from adipose tissue and receive the generic name of adipokines, including IL-6, IL-10, eotaxin, TNF-α, TGF- 1, PCR, leptin y adiponectin. Finally, specific regions of the human genome which are related to both asthma and obesity have been identified.
Most studies point out that obesity is capable of increasing the prevalence and incidence of asthma, although this effect appears to be modest. The treatment of obese asthmatics must include a weight control program.

Key words: Asthma. Body mass index. Obesity. Overweight.


 

Introducción

El asma y la obesidad son dos trastornos crónicos muy prevalentes, de gran impacto en la salud pública. Se calcula que hasta el 65% de la población adulta de EE.UU. tiene obesidad o sobrepeso1, mientras que en España alrededor del 15% de la población es obesa y un 39% presenta sobrepeso, con un aumento progresivo en los últimos años2. Aunque el asma bronquial afecta a una proporción de sujetos menor, su prevalencia también fue en aumento desde los años 60. Según los Centres for Disease Control and Prevention de EE.UU., la prevalencia de asma entre los niños norteamericanos aumentó del 3,6% en 1980 al 5,8% en 20033 y, en España, un 0,26% por año desde 1991 a 20014. En los últimos años, la prevalencia del asma parece haberse estabilizado o disminuido en los países occidentales, aunque sigue en aumento en el resto del mundo5.

Coincidiendo con el aumento de dichas patologías, numerosos trabajos han sugerido una relación entre asma y obesidad. Aunque la naturaleza exacta de esta asociación no se ha aclarado completamente, existen datos epidemiológicos que han llevado a distintos investigadores a sugerir que la obesidad precede al asma, aumenta tanto su prevalencia como su gravedad, y puede alterar la eficacia de los medicamentos habituales para su tratamiento.

 

Bases para la asociación entre obesidad y asma: estudios epidemiológicos

1. Conceptos

Obesidad: A pesar de sus limitaciones, el calculo del índice de masa corporal (IMC) (se basa en la medición del peso en kg y la altura en metros: kg/m2) para definir la obesidad (sobrepeso: 25-29,9 kg/m2 y obesidad: 30 ≥ kg/m2), ha sido aprobado por la OMS y diferentes Institutos Nacionales de Salud.

Asma Bronquial: el asma bronquial es una enfermedad inflamatoria crónica de las vías respiratorias que cursa con obstrucción reversible de la vía aérea y con hiperreactividad bronquial (HRB). Siguiendo la Guía GEMA de Practica Clínica6, el diagnóstico de asma debe basarse en la presencia de síntomas episódicos sugestivos de obstrucción de la vía aérea (tos, disnea, sibilantes) seguido de la demostración de la obstrucción de la vía aérea que es, al menos, parcialmente reversible o, en su defecto, de la existencia de HRB frente a estímulos como la metacolina y/o elevación de marcadores de inflamación como la determinación de oxido nítrico en aire exhalado (FeNO). De ser estas pruebas negativas, habría que descartar otros diagnósticos.

Según estudios recientes7,8 cuando el diagnóstico de asma bronquial se basa en criterios clínicos y funcionales respiratorios sólo la tercera parte de los pacientes con síntomas compatibles se diagnosticarían de asma bronquial.

2. Estudios epidemiológicos

En 1988, Negri et al.9 realiza el primer trabajo transversal asociando asma y obesidad, pero es a finales de los 90 cuando empiezan a publicarse masivamente artículos epidemiológicos asociando ambas entidades, demostrando repetidamente una modesta asociación entre la obesidad o un IMC elevado y la prevalencia e incidencia de asma10. Estos estudios han incluido miles de adultos y niños (más de 300.000 en total), diferentes poblaciones de hombres y mujeres pero, respecto a la raza, la mayoría incluyen poblaciones caucásicas y occidentales11-19.

El diagnóstico de obesidad y asma fue, en general, heterogéneo. En gran parte la obesidad se basó en una percepción de peso por parte del paciente y el del asma en la presencia de síntomas2,10 por lo que estos resultados deben de ser interpretados con precaución.

Estudios de probabilidades de incidencia de asma con IMC elevado muestran unos variables, desde ningún efecto hasta un odds-ratio (OR) de 3 o más12,17-18. Según un meta-análisis reciente, la obesidad es un factor de riesgo para el desarrollo de un nuevo diagnóstico de asma al comparar diferentes categorías de IMC: en adultos con sobrepeso la OR fue de 1,51 (95% de intervalo de confianza, 1-27-1-80) y para adultos obesos fue de 1,92 (1,43-2,59)20.

Los estudios realizados en la población pediátrica muestran una mayor heterogeneidad tanto en la fuerza de los resultados como en la dirección de la relación asma-obesidad21-26. En un meta-análisis llevado acabo en niños, el alto peso al nacer se asoció con un RR de 1,2 (95% CI 1.1 a 1,3) para el desarrollo de asma, mientras que un alto IMC durante la niñez se asoció con un RR de 1,5 (95% CI 1,2 a 1,8) con el desarrollo, en el futuro, de asma27.

Cuando analizamos la relación entre obesidad (IMC) y asma estudiando la presencia de HRB; dicha relación ya no es tan clara. En un estudio transversal multicéntrico español8, la obesidad y el sobrepeso, no se asociaron con una mayor prevalencia de asma bronquial, definido este como la presencia de síntomas e HRB. Resultados similares han encontrado otros autores. Schachter et al.28 encontraron en un grupo de 1.971 adultos que el IMC se asociaba con la presencia de síntomas de asma (disnea y sibilancias) pero no con obstrucción al flujo aéreo o con HRB. Tantisira et al.29 obtuvieron resultados similares en una población pediátrica.

Por el contrario, otros estudios, si que encuentran una asociación entre obesidad y el grado de HRB. En el European Community Respiratory Health Survey30, la HRB aumentaba con incrementos del IMC en hombres pero no en mujeres. En un estudio de casos y controles noruego, un IMC inicial alto se asoció con el desarrollo de HRB a metacolina (OR 10; IC 95%, 2,6-37,9) cuando los sujetos en el quintil más alto de IMC se compararon con los que estaban en el quintil medio. Hubo también una relación lineal entre el incremento del IMC y el desarrollo de HRB31.

Algunos estudios han encontrado que la obesidad se asocia a un mayor riesgo de asma sobre todo en las mujeres32-35. Beuther y Sutherland20 no encontraron estas diferencias en su meta-análisis.

Varios estudios sugieren que la pérdida de peso mejora el asma y que la obesidad no solo es un factor de riesgo para padecer asma, sino que también influye en su gravedad36-38. En un estudio llevado a cabo por Taylor et al.39, los asmáticos obesos padecían más síntomas continuos de asma, tenían más absentismo laboral y escolar, usaban más beta-agonistas de rescate y eran diagnosticados con más frecuencia de asma persistente grave. Si existe esta asociación, ¿qué ocurre cuando se pierde peso? Según una revisión sistemática llevada a cabo por Enli40, los pacientes obesos al reducir peso tras cirugía bariátrica, tendrían menos síntomas continuos, acudirían menos a urgencias y usarían menos los betaagonistas como rescate. La limitación del estudio fue que excluyó los artículos que evaluaban la función pulmonar.

Por último, tanto el asma como la obesidad pueden asociarse de forma independiente con otros comorbilidades como son la apnea del sueño o la enfermedad por reflujo gastroesofágico, dislipemias o diabetes tipo 241 que no fueron descartados en muchos de estos estudios. A pesar de ello, cuando los estudios obviaban todas o parte de estos condicionantes, también demostraban una asociación entre IMC elevado y asma42-43.

 

Hipótesis que justifican la asociación

1. Obesidad y fisiología pulmonar

La obesidad es capaz de reducir la compliance pulmonar, los volúmenes pulmonares y el diámetro de las vías respiratorias periféricas, así como alterar los volúmenes sanguíneos pulmonares y la relación ventilación-perfusión.

La compliance pulmonar se reduce por varios motivos en los sujetos obesos, como la compresión e infiltración grasa de la caja torácica o el aumento en el volumen sanguíneo pulmonar. Todo ello produce un aumento subjetivo de la disnea44.Además, la obesidad también puede producir limitación al flujo aéreo, con reducción tanto del FEV1como de la FVC. Sin embargo, esta reducción es típicamente simétrica, con una relación FEV1/ FVC conservada. Incluso algunos autores encuentran un patrón restrictivo en sujetos obesos, con una relación FEV1/FVC aumentada45 (lo contrario a lo observado en el asma bronquial). Esta alteración de la fisiología pulmonar produce en los pacientes obesos una respiración superficial, con una reducción de los volúmenes pulmonares, especialmente el volumen de reserva espiratorio. Esta reducción de volúmenes pulmonares se asocia a una reducción en el diámetro de las vías respiratorias periféricas que puede conducir a una alteración en la función del músculo liso bronquial, causando un cambio en el ciclo de entrecruzamiento actina-miosina que, potencialmente, puede aumentar tanto la obstrucción como la HRB46. Estudios recientes, no apoyan esta hipótesis47-50. Sutherland et al.47 estudiaron 30 mujeres adultas obesas y no obesas con asma y les realizaron un estudio de HRB a metacolina. Observaron que las mujeres asmáticas obesas tenían, exclusivamente, una mayor hiperinsuflación dinámica cuando sufrían broncoespasmo, sin observar cambios en la HRB ni en los volúmenes pulmonares en relación con las mujeres asmáticas no obesas. Salome et al.48 estudiaron la respuesta a la metacolina en 49 sujetos no asmáticos (23 obesos y 26 no obesos) entre 18 y 70 años. Encontraron que la obesidad reducía los volúmenes pulmonares pero no alteraba la sensibilidad a la metacolina y que los obesos tenían mayor percepción de disnea que los no obesos. Machado et al.49 obtuvieron resultados similares. Por otra parte, la simulación de cambios en los volúmenes pulmonares aplicados tanto en obesos como en sujetos sanos delgados incrementó la HRB en ambos grupos50.

2. Inflamación sistémica crónica

El aumento del funcionamiento normal del tejido adiposo en sujetos obesos conduce a un estado proinflamatorio sistémico y en estos se encuentran aumentadas las concentraciones séricas de numerosas citoquinas, las fracciones solubles de sus receptores y quimiocinas41. Muchos de estos mediadores son sintetizados y secretados por células del tejido adiposo y reciben el nombre genérico de adipocinas, entre las que se incluyen IL-6, IL-10, eotaxina, TNF-α, TGF-β1, PCR, leptina y adiponectina.

Se ha demostrado que el TNF-α esta presente en el adipocito y se relaciona directamente con la grasa corporal. Además, es conocido que TNF-α se encuentra elevado en el asma y se relaciona con la producción de citoquinas tipo Th2 (IL-4, IL-6) en el epitelio bronquial, por lo que su aumento conduciría a una elevación de estas citoquinas2,41.

Los niveles séricos de IL-6 están elevados en los sujetos obesos y sus niveles se han asociado con la gravedad del asma51. Se ha demostrado un descenso en la HRB en ratones obesos tratados con anti IL-6, fenómeno que no se producía en ratones no obesos52.

También se ha observado un aumento sistémico de eotaxina en los individuos obesos. Una parte de esta quimiocina se sintetiza en los adipocitos, lo que sugiere un papel en el aumento del riesgo de asma en individuos obesos53.

Muchos de los artículos de los últimos años sobre la relación entre asma y obesidad se han centrado en el papel de la leptina. Se trata de una hormona producida en su mayoría por los adipocitos aunque también se expresa en el hipotálamo, el ovario y la placenta, y que se encuentra elevada en los sujetos obesos. Se cree que la leptina actúa como un lipostato: cuando la cantidad de grasa almacenada en los adipocitos aumenta, se libera leptina en el flujo sanguíneo, lo que constituye una señal de retroalimentación negativa para el hipotálamo, que responde con la liberación de péptidos anorexígenos y supresión de la producción de los péptidos orexigénicos, aumento el gasto energético aumentando la tasa de metabolismo basal y la temperatura corporal además de la modificación del punto de equilibrio hormonal para reducir la lipogénesis y aumentar la lipólisis en el tejido adiposo.

La leptina parece tener un papel fundamental en la inflamación en los sujetos obesos: posee una gran homología estructural con las citoquinas de cadena larga, como la IL-6 y es capaz de regular la proliferación y activación de las células T, promover angiogénesis y reclutar monocitos y macrófagos activados54. Además, la leptina es importante para el desarrollo normal de pulmón, siendo un mediador crítico en la diferenciación de lipofibroblastos a fibroblastos y en la síntesis de surfactante pulmonar55. En modelos animales, se ha demostrado que la administración exógena de leptina aumenta la inflamación pulmonar producida por la exposición al ozono56, y aumenta los cambios séricos de IgE y en la HRB producidos por alergenos57.

Cuando estudiamos los efectos de la leptina en humanos, su relación con el asma no es tan clara. Se ha sugerido que los niveles de leptina serían capaces de predecir el desarrollo de asma en niños58. En una población de 5.876 mujeres se observaron niveles superiores de leptina en mujeres asmáticas comparadas con las que no padecían la enfermedad, pero la relación IMC y asma no se modificó en relación con los niveles séricos de leptina59, lo que sugiere que esta proteína podría considerarse un factor predictivo, pero independiente del asma.

También se ha sugerido que la leptina pudiera contribuir a un aumento de la prevalencia del asma observada en sujetos obesos, debido a un efecto directo sobre el músculo liso bronquial41, pero estudios recientes no apoyan esta hipótesis60.

Otra adipocina estudiada en la relación asma y obesidad es la adiponectina. Al contrario de lo que sucede con otras adipocinas, los niveles séricos de adiponectina disminuyen en sujetos obesos61. Se ha demostrado que esta hormona posee propiedades antiinflamatorias, incluso en la vía respiratoria62 y que niveles disminuidos de adiponectina aumentan la inflamación alérgica de la vía aérea y la remodelación vascular pulmonar en adultos63.

En conclusión, ambas entidades, obesidad y asma son enfermedades con un componente inflamatorio que, a nivel experimental, se ha objetivado como citoquinas y hormonas producidas en el tejido adiposo pueden influir en la vía aérea, pero queda por demostrar este mecanismo en estudios epidemiológicos.

3. Factores genéticos

Es conocido que el pleomorfimo genético permite a los genes desarrollar varios efectos, por lo que es biológicamente posible plantear que ciertos genes que están relacionados con una determinada enfermedad también podrían relacionarse con otra. Se han identificado regiones específicas del genoma humano que están relacionadas tanto con el asma como con la obesidad, como, por ejemplo, los cromosomas 5q, 6, 11q13 y 12q64.

El cromosoma 5q contiene los genes ADRB2 y NR3C1. El gen ADRB2, que codifica para el receptor adrenergico β2, tiene influencia en la actividad del sistema nervioso simpático y es importante para el control del tono de la vía área, pero también para el metabolismo basal. El gen NR3C1, que codifica para el receptor de glucocorticoides, participa en la modulación inflamatoria tanto en el asma como en la obesidad64.

El cromosoma 6 contiene los genes del complejo principal de histocompatibilidad y del TNF-α, que, como señalamos anteriormente, influyen en la respuesta inmunitaria e inflamatoria tanto en el asma como en la obesidad. El cromosoma 11q13 contiene los genes para las proteínas desacopladoras UCP2- UPC3 y para el receptor de la inmunoglobulina E de baja afinidad. Las proteínas UCP2-UPC3 influyen en el metabolismo basal, pero no en el asma. En cambio, el receptor de la inmunoglobulina E de baja afinidad es parte de la respuesta inflamatoria de las células Th2, que se incrementan en el asma, pero no en la obesidad. Por último, el cromosoma 12q contiene genes para citoquinas inflamatorias relacionadas tanto con el asma (p. Ej., IFN-γ, LTA4H, óxido nítrico sintetasa-1) como con la obesidad (p. ej., STAT6, factor de crecimiento insulinoide-1, CD36L1).

Además, el receptor adrenérgico β2, localizado primariamente en el tejido adiposo, esta involucrado en la regulación de la lipólisis y termogénesis. Se ha observado que los pacientes con obesidad mórbida con una mutación genética en ese receptor, tienen mayor capacidad para ganar peso65. Los polimorfismos en el receptor adrenérgico β2, localizado en el cromosoma 5q13- q32, se han asociado con diferentes fenotipos de asma y con diferentes niveles de gravedad y de respuesta a agonistas β2 66. Cambios en este receptor de Gln27 por Glu también se han asociado a obesidad67.

4. Factores hormonales

Como se ha reseñado, desde los primeros estudios longitudinales se ha evidenció que el efecto de la obesidad sobre el asma se da más en mujeres que en varones12. Sabemos que la enzima aromatasa, responsable de convertir andrógenos en estrógenos, se encuentra presente en el tejido adiposo. En general, en la obesidad se incrementa la producción de los estrógenos, los cuales se asocian con una menarquia precoz en las mujeres y con un retraso de la pubertad en los varones68,69.

En la cohorte de Tucson, Castro-Rodríguez et al.70 observaron que la prevalencia de asma fue mayor entre las niñas obesas que tuvieron menarquia temprana (antes de los 11 años de edad) que entre las que la tuvieron después de esa edad. Esto indicaría que la obesidad altera la producción (o sensibilidad periférica) de las hormonas relacionadas con la pubertad en las niñas, y que una producción incrementada de las hormonas femeninas (o su sensibilidad) alteraría el desarrollo pulmonar y la regulación del tono de la vía aérea en las niñas púberes.

5. Influencia de la dieta y de la actividad física

La reducción de la actividad física y el incremento del estilo de vida sedentario pueden aumentar tanto el riesgo de padecer asma como obesidad; sin embargo, no hay todavía un consenso de cómo aquellos pueden aumentar el riesgo de padecer asma a través de cambios en la mecánica pulmonar, independientemente de sus efectos sobre la obesidad71,72. Un posible mecanismo sería el que una actividad física aumentada y un menor sedentarismo podrían disminuir la inflamación sistémica y reducir los niveles de las adipocinas circulantes que influyen tanto en la obesidad como en el asma41.

Cada vez hay más datos que reconocen que la dieta y nutrición pueden tener un papel relevante en el desarrollo de asma y obesidad, pero todavía carecemos de estudios que analicen ambas patologías conjuntamente.

Existe bastante evidencia relacionando el asma con la dieta73-76. En general, son estudios observacionales que muestran que los antioxidantes y elementos como el magnesio, selenio y zinc tienen un efecto protector en la prevalencia de la enfermedad y de los síntomas, aunque estos efectos no son siempre consistentes entre unos estudios y otros. Además, en la población adulta no se ha llegado a confirmar esta asociación77.

Recientemente se ha publicado una revisión sistemática sobre el papel de los nutrientes y alimentos en la prevención primaria del asma y la alergia en niños78. Incluyeron todos aquellos trabajos observacionales relevantes realizados en mujeres en periodo gestacional y en niños ≤ 16 años. Concluyen que, aunque la evidencia epidemiológica disponible es débil, no obstante apoya el que las vitaminas A, D (importante para la regulación del sistema inmunitario)79 y E, zinc, frutas y verduras, y una dieta mediterránea favorecen la prevención de sibilancias en los niños, siendo la evidencia menos consistente con la vitamina C y el selenio.

En cuanto a los ensayos clínicos realizados con suplementos con estos nutrientes, los resultados son contradictorios80-82. Una razón para ello es que se han llevado a cabo en adultos o niños mayores en los que exposiciones previas y factores de confusión pueden interactuar con los nutrientes, por lo que, se ha propuesto, que el periodo crítico para evaluar el efecto de la dieta podría sería el período prenatal, cuando el sistema inmunitario y el pulmón se están desarrollando.

Los nutrientes específicos que se han asociado con asma, también lo han sido con la obesidad83,84. Bastantes estudios han documentado que niños y adultos obesos tienen concentraciones bajas de antioxidantes, incluyendo vitamina E, vitamina C, carotenoides y selenio. Esto podría ser debido a una ingesta baja de estos nutrientes o a un aumento del estrés oxidativo, tanto a nivel sistémico como en tejido adiposo, que conduciría a un mayor catabolismo de estos nutrientes85-87. También se han encontrado niveles bajos de vitamina D88,89 (se cree que es debido a un secuestro de ésta por parte del tejido adiposo) y de ácidos grasos insaturados en los obesos90.

No se sabe si la composición de la dieta materna durante la gestación puede influir en el desarrollo de obesidad en el hijo, pero es interesante señalar que la relación entre peso al nacimiento, independientemente de la edad gestacional, y el riesgo de asma sigue una curva de tipo U; es decir, tanto el peso bajo al nacer como el alto presentaron mayor riesgo de asma91. Asimismo se describe una curva de tipo U en la relación en los varones del bajo y alto IMC con una mayor HRB31. Esto indicaría que la "programación fetal" podría tener alguna repercusión en el desarrollo ulterior de la obesidad y del asma.

 

Implicaciones en el tratamiento

Los datos publicados en los últimos años indican que la obesidad puede afectar la respuesta de los pacientes asmáticos a su tratamiento habitual. Peters-Golden et al.92 analizaron la respuesta en relación con su IMC de 3.000 pacientes asmáticos con uno de los siguientes tres tratamientos: placebo, corticosteroide inhalado (beclometasona) y un antagonista de los receptores de leucotrienos (montelukast). Mientras que en los pacientes que recibieron beclometasona no se observo variación de su eficacia en relación con el peso del paciente, en los pacientes que recibieron placebo el número de días que tuvieron el asma controlada (días con uso de menos de dos puffs de agonistas β2, sin despertares nocturnos, ni ataques de asma) fue mayor en pacientes con peso normal que en aquellos con sobrepeso u obesidad, incluso cuando se ajustaron los grupos por la gravedad del asma. El FEV1 también mejoro tras la administración de placebo en los sujetos delgados, pero no en los obesos. Puesto que la respuesta al placebo es, probablemente, el resultado de un aumento de los contactos con el personal sanitario, de una mejora en las técnicas de inhalación y una mayor evitación de los desencadenantes del asma, estos resultados pueden indicar que el asma en los pacientes obesos es menos sensible a esos tipos de intervención. Sin embargo, en los pacientes con elevado IMC que recibieron montelukast, el beneficio clínico fue mayor que en los pacientes delgados, lo que sugiere que los leucotrienos juegan un mayor papel como mediadores de los síntomas en los pacientes obesos.

Otro estudio doble ciego comparó la eficacia de placebo, montelukast y teofilinas en asmáticos y lo relacionó con su peso93 en los pacientes tratados con teofilinas, el riesgo relativo de exacerbación fue mayor en asmáticos obesos que en individuos delgados.

Todos estos resultados sugieren que uno de las variables a valorar en los individuos obesos sería su IMC, así como la necesidad de aplicar programas de educación nutricional en trastornos de la conducta alimentaria en asmáticos obesos94,95.

 

Conclusiones

Los datos que disponemos hasta la fecha indican que la obesidad es capaz de aumentar la prevalencia y la incidencia de síntomas de asma (especialmente la disnea), aunque este efecto parece ser moderado y no suele ir acompañado de una mayor alteración de la HRB. Se necesitan más estudios para determinar como el exceso de peso aumentan los síntomas respiratorios, sobre todo en mujeres.

La compleja interrelación entre obesidad y asma es un ejemplo de interacción entre los genes y el ambiente en la génesis de ambas entidades, y es muy probable que esté involucrado más de un mecanismo biológico. La obesidad, a través de mecanismos inflamatorios o cambios en el estilo de vida, puede desencadenar los síntomas asmáticos en personas susceptibles. La combinación dieta-genes puede causar alteraciones en los patrones de crecimiento corporal (originar la obesidad) y/o alterar la fisiología de la vía aérea respiratoria, produciéndose múltiples interrelaciones entre ambas, que deben ser estudiadas en mayor profundidad con nuevos estudios epidemiológicos.

Es evidente que el tratamiento de los asmáticos obesos debe incluir un programa de control de peso, así como valorar que la obesidad puede alterar la respuesta a los tratamientos antiasmáticos habituales.

 

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Dirección para correspondencia:
Pilar Barranco.
Servicio de Alergología.
Hospital Universitario La Paz.
Paseo de la Castellana, 261.
28046 Madrid.
E-mail: pbarranco.hulp@salud.madrid.org

Recibido: 27-IV-2011.
1.a Revisión: 20-IX-2011.
Aceptado: 20-IX-2011.

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