INTRODUCCIÓN
La obesidad hoy en día alcanza cifras alarmantes a nivel mundial, estimándose que 1900 millones de personas adultas en el mundo presentan al menos sobrepeso (1). En este contexto, Chile no es la excepción, ya que sus indicadores evidencian que un 34,4 % de la población sufre obesidad, siendo solo superado por Estados Unidos (2). Si se tiene en cuenta, además, a las personas con sobrepeso, las cifras en Chile aumentan al 74,2 % (3). La obesidad y los comportamientos poco saludables vinculados a ella se presentan como causas principales de enfermedades crónicas y de carga de enfermedad en Chile, y constituirían el riesgo de más rápido crecimiento en el país (4).
Estas cifras son preocupantes debido a las diversas consecuencias que acarrea la obesidad, tanto a nivel físico, como psicológico y social. Por una parte se asocia a problemas metabólicos, como resistencia a la insulina, aumento del colesterol, riesgo en dificultades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares, y también a una mayor probabilidad de desarrollar diabetes mellitus y algunos cánceres y patologías osteoarticulares (5). Estas problemáticas de salud implican cambios en la historia individual e incrementan el riesgo de mortalidad (6). A nivel psicológico se asocia a patologías tales como depresión, ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria y consumo de sustancias, siendo esta relación bidireccional (1,7). A los efectos de esto, el desajuste psicológico de la persona con sobrepeso podría ocasionar culpa por el estado de su cuerpo, llevándola a sentirse ansiosa o deprimida, fomentando así sentimientos de humillación y discriminación, y generando consecuencias en su vinculación consigo misma y con los demás (8).
En la dimensión social, las personas con obesidad suelen ser objeto de prejuicios, sufriendo estigmas asociados al peso, ya que habitualmente se las conceptualiza como personas carentes de voluntad y compromiso, y se las hace notar el rechazo por no poseer las condiciones que la sociedad exige respecto a los cánones estéticos actuales (8,9). Este rechazo nace de factores culturales que identifican a la delgadez con la perfección, mientras que la obesidad se valora como imperfecta, comúnmente asociada a falta de voluntad, debilidad y abandono (8). Estas actitudes antiobesidad son mayores cuando se le atribuye una responsabilidad individual a la persona, interpretándose que la obesidad es controlable por el sujeto (10), lo que podría generar comentarios negativos de terceras personas o incluso menor calidad en la atención sanitaria (11), contexto en el cual se han podido observar conductas discriminatorias de pacientes obesos (12,13).
Según las investigaciones, los funcionarios de salud de diferentes especialidades suelen respaldar los estereotipos negativos sobre los pacientes obesos, catalogándolos como menos sanos y poco disciplinados, menos atractivos, más depresivos que otros pacientes y, en ocasiones, una pérdida de tiempo para el profesional, al no siempre seguir las recomendaciones dadas por los profesionales de la salud (14), lo que en consecuencia se expresa en menor agrado por sus trabajos, al tener menos paciencia y motivación por ayudar al usuario (15).
La denigración de los pacientes obesos se ha atribuido a la creencia de que ellos son los culpables de su condición y de que, además, los usuarios con sobrepeso dan más trabajo (11). Estas prácticas sociales de estigmatización hacia las personas con obesidad, situándolas como “individuos poco ideales” e induciéndolas a autopercibirse como enfermos o discriminados, es uno de los efectos más sutiles que, en las instituciones asistenciales, contribuyen a una peor expectativa de salud (16). Estas actitudes no parecen pasar desapercibidas por los usuarios con obesidad o sobrepeso, ya que se ha investigado que los médicos serían la segunda fuente de estigma más común, solo superada por el entorno familiar, lo que afectaría a las futuras atenciones preventivas que fuesen necesarias o fomentaría una baja adherencia terapéutica, pues el 69 % de las mujeres con obesidad reportan mayores experiencias discriminatorias con respecto a los hombres (17).
A partir de lo anterior, la literatura informa de que las mujeres se ven afectadas por este estigma de obesidad en mayor medida que los hombres (18). Sin embargo, se ha observado que la insatisfacción corporal y el autopercibirse como “gordo” serían características prevalentes tanto en los hombres como en las mujeres con obesidad (8,19). No obstante, las mujeres tenderían a presentar una preponderante internalización del prejuicio por las presiones sociales respecto al peso y el mayor ideal de delgadez (20,21). Esto se ha observado también en el ámbito sanitario, donde se ha estudiado que las enfermeras con alto índice de masa corporal (IMC) se vuelven más conscientes de sus cuerpos al recibir comentarios desagradables acerca de su peso (22).
En definitiva, las mujeres en general suelen presentar mayor sintomatología alimentaria que los hombres (23), y, por esto mismo, según algunas investigaciones (24), tienden a experimentar también más actitudes antiobesidad.
Las actitudes negativas hacia las personas con sobrepeso pueden influir en la imagen corporal a través de la comparación física, que se ha destacado como factor preponderante en el rechazo de la obesidad y supone una evaluación que conlleva una mayor insatisfacción corporal (9,25). Ante esto, en personas sin diagnósticos clínicos y en otras con algún trastorno de la conducta alimentaria (TCA) se han estudiado las definiciones asociadas a los individuos con sobrepeso, destacando los conceptos que los describen como personas dependientes, impulsivas, con bajo autocontrol, flojas, solitarias, etc. (26), mientras que las personas obesas tenderían a poseer una percepción de sí mismas más positiva que la de aquellos con algún TCA y con normopeso (10).
Como se ha podido revisar, el estigma asociado a la persona con obesidad se ha estudiado en profundidad, aunque se suele ignorar el efecto que producen los futuros profesionales que, inadvertidamente, pueden perpetuar conductas discriminatorias hacia los usuarios con sobrepeso, sobre todo al contemplar que el uso específico del lenguaje en contextos determinados puede llevar a enjuiciamientos solapados provenientes de figuras en las que indispensablemente se impone la confianza hacia la propia salud (16).
Es así como, a partir de todo lo anterior, el objetivo de este estudio consiste en analizar si existen diferencias entre hombres y mujeres, estudiantes de carreras universitarias ligadas al área de la salud, en cuanto a las actitudes antiobesidad, la obsesión por la delgadez, la bulimia y la insatisfacción corporal, identificando variables que permitan predecir las actitudes negativas respecto a la obesidad. Además se exploraron también los significados asociados a la obesidad en estos estudiantes. Se espera encontrar que las mujeres presentan más actitudes antiobesidad que los hombres, así como también una mayor sintomatología alimentaria.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se realizó un estudio no experimental y transversal con alcance correlacional.
PARTICIPANTES
Por medio de un muestreo no probabilístico por conveniencia se accedió a una muestra de 212 estudiantes universitarios de 3 carreras distintas de la ciudad de Temuco, Chile, específicamente, de psicología (n = 86), terapia ocupacional (n = 76) y educación física (n = 50), siendo el 61,8 % mujeres y el 38,2 % hombres. En el grupo de mujeres, la edad promedio fue de 20,79 años (DE = 2,57), con un IMC de 23,69 (DE = 2,85). En cuanto a los hombres, la edad promedio fue de 21,38 (DE = 4,54) y el IMC de 24,76 (DE = 3,05). No se detectaron diferencias por sexos con respecto a la edad (t(210) = 1,07; p = 0,29; d = 0,16), pero sí en cuanto al IMC (t(210) = 2,60; p ≤ 0,05; d = 0,36), aunque en ambos casos se trató de normopeso y el tamaño del efecto para la diferencia fue pequeño.
En la tabla I se describe la muestra en cuanto a nivel socioeconómico y pertenencia al pueblo originario, observándose que no existen diferencias estadísticamente significativas entre hombres y mujeres en estas variables.
INSTRUMENTOS
Se utilizó un cuestionario sociodemográfico y se obtuvo por autoreporte información sobre el peso y la talla para calcular el IMC. Además, se administraron los que se detallan a continuación.
Adaptación al castellano de la Escala de Actitud Antiobesos (26)
Originalmente llamada Antifat Attitudes Scale (AFA) (27), está compuesta por 13 ítems que miden las actitudes respecto a la obesidad a partir de una escala Likert de 7 puntos que va de 1 (nada de acuerdo) a 7 (completamente de acuerdo), de modo que mientras más elevado sea el puntaje que obtenga una persona, mayor será la presencia de actitudes negativas. Este instrumento no está adaptado a Chile. El alfa de Cronbach obtenido en el presente estudio en primera instancia fue de α = 0,57, por lo que se decidió eliminar aquellos ítems que presentaron un índice de discriminación bajo. De este modo, el instrumento quedó finalmente compuesto por 7 ítems, con un alfa de Cronbach de α = 0,67, lo que se acerca al valor tradicionalmente considerado aceptable (α = 0,7). Leowenthal (28) señala que una fiabilidad de α = 0,6 es adecuada en escalas con menos de 10 ítems como esta.
Eating Disorder Inventory 2 (29)
Instrumento autoadministrado para evaluar la sintomatología de los trastornos de la conducta alimentaria y las características psicológicas asociadas a estas patologías. Consta de 91 ítems con una escala Likert de 6 alternativas y 11 subescalas. Para este estudio se utilizaron las 3 principales: “Obsesión por la delgadez”, “Bulimia” e “Insatisfacción corporal”. Fue adaptado en Chile por Urzúa, Castro, Lillo y Leal (30). En el presente estudio se obtuvo un alfa de Cronbach de α = 0,87 para “Obsesión por la delgadez”, un α = 0,78 para “Bulimia” y un α = 0,84 para “Insatisfacción corporal”.
Redes semánticas naturales (31)
Esta herramienta resulta útil para evaluar el significado de alguna palabra o frase en un grupo social determinado. Consiste en una frase estímulo escrita en la parte superior de la hoja, seguida de 10 columnas hacia abajo. Se le pide a los participantes que escriban entre 5 y 10 conceptos que asocien con la frase estímulo, que en este caso fue “Las personas con obesidad”, y que posteriormente les asignen un valor de 1 a 10 (o de 1 al número máximo de palabras que asociaron), asignándole el valor 1 a la que consideren más importante respecto a la frase estímulo y el valor mayor a la que les parezca menos importante. Esto corresponde a la carga semántica asignada a cada concepto, representando el 1 la mayor carga. Este instrumento arroja los siguientes valores (31):
– Valor M: peso semántico de cada palabra definidora; se calcula multiplicando la frecuencia de aparición de la palabra en la muestra total por el valor de la carga semántica que se le otorga.
– Conjunto SAM: corresponde a las 10 primeras palabras con mayor valor M.
– Valor FMG: indicador porcentual de la distancia semántica que hay entre las diferentes palabras que conforman el conjunto SAM. La palabra definidora de mayor puntaje equivale al 100 %; los porcentajes de las palabras de jerarquía de puntaje menor resultan de una simple regla de tres.
Según los valores FMG, se analizan además la palabra núcleo, los atributos esenciales de la frase estímulo, los atributos secundarios, los periféricos y la zona de significados personales (32):
– Núcleo: concepto de valor FMG 100 %. Representa el significado de la palabra estímulo más compartido por los sujetos.
– Atributos esenciales: conceptos cuyo valor FMG se encuentra entre el 79 % y el 99 %. Representa los significados esenciales de la palabra estímulo.
– Atributos secundarios: conceptos cuyo valor FMG se encuentra entre el 59 % y el 78 %. Representa los significados secundarios de la palabra estímulo.
– Atributos periféricos: concepto cuyo valor FMG se encuentra entre el 39 % y el 58 %. Representa los significados periféricos de la palabra estímulo.
– Zona de significados personales: definidoras cuyo valor FMG se encuentra entre el 0 % y el 38 %. Representa los significados de la palabra estímulo no compartidos por los sujetos. Alude por tanto a significados más atípicos.
PROCEDIMIENTO
En primera instancia se realizó una prueba piloto, tanto de la Escala de Actitud Antiobesos como del instrumento de Redes semánticas Naturales, con un grupo de 10 estudiantes con características similares a la muestra, con el objetivo de obtener retroalimentación de parte de los estudiantes respecto a las instrucciones y el vocabulario empleado en los instrumentos. A continuación se contactó a los directivos de las carreras y, posteriormente, se accedió a las salas de clase para explicar el estudio e invitar a los estudiantes a participar. La aplicación se realizó de manera grupal, con un tiempo aproximado de 20 minutos. Previo a la administración de los instrumentos se informó a los estudiantes que su participación sería confidencial y voluntaria, solicitándoles la firma del consentimiento informado. Dicho consentimiento fue aprobado previamente por el Consejo de Carrera de Psicología de la Universidad Católica de Temuco.
DISEÑO Y ANÁLISIS ESTADÍSTICOS
Se realizaron análisis comparativos entre hombres y mujeres respecto a las actitudes antiobesidad, la insatisfacción corporal, la obsesión por la delgadez y la bulimia, para lo cual se controló por medio de un ANCOVA la variable IMC, ya que en este aspecto se identificaron diferencias por sexo. Luego, utilizando la r de Pearson se analizaron las correlaciones entre las distintas variables para hombres y mujeres y, posteriormente, por medio de un análisis de regresión múltiple por pasos, se identificaron los mejores predictores para las actitudes antiobesidad. La significación estadística fue de p < 0,05.
Por otro lado, en cuanto a las redes semánticas, se realizaron análisis conjuntos y separados por sexo para identificar los significados nucleares, los atributos esenciales, los atributos secundarios, los atributos periféricos y los significados personales. El programa estadístico utilizado para los análisis estadísticos fue el SPSS v.24.
RESULTADOS
Los estadísticos descriptivos de las actitudes antiobesidad, la obsesión por la delgadez, la bulimia y la insatisfacción corporal se presentan en la tabla II, en la que también se encuentra la comparación entre hombres y mujeres. Por medio de un ANCOVA se controló la variable de IMC debido a las diferencias existentes entre ambos grupos en este aspecto. En esta tabla se aprecia que las mujeres presentan más actitudes antiobesidad, mayor insatisfacción corporal y mayor obsesión por la delgadez que los hombres.
Los análisis correlacionales realizados por separado para cada sexo se presentan en la tabla III, en la que se observa que, en el caso de las mujeres, las actitudes antiobesidad se asocian positivamente a todas las demás variables a diferencia de los hombres, en quienes solo se correlacionan con la obsesión por la delgadez y la insatisfacción corporal.
Se realizaron análisis de regresión múltiple por pasos en que se incorporaron como posibles predictores de actitudes antiobesidad las siguientes variables: IMC, sexo, obsesión por la delgadez, insatisfacción corporal y bulimia, quedando el modelo final solamente con el predictor de obsesión por la delgadez (p < 0,001), que explica el 40 % de la varianza (R2= 0,40).
En cuanto a las redes semánticas, se identificaron 8 categorías conceptuales que se detallan a continuación:
– Enfermedad: alude a los conceptos vinculados a patologías médicas, como “enfermedad”, “problema de salud”, “diabetes”, etc.
– Aspectos psicológicos: corresponde a características o síntomas psicológicos tales como “ansiedad”, “problemas de autoestima”, “impulsividad”, etc.
– Actividad física: se incorporaron aquí conceptos vinculados al grado de actividad física que realizan las personas, tales como “sedentarismo”, “poca actividad física”, “inactividad”, etc.
– Dificultades en la alimentación: alude a los hábitos alimentarios o el tipo de comida que se ingiere, como “mala alimentación”, “comida”, “consumo de comida chatarra”, etc.
– Gordura: corresponde a sinónimos de la frase estímulo “persona con obesidad”, tales como “gordo”, “obeso”, “sobrepeso”, etc.
– Apariencia y rechazo social: alude a palabras como “discriminación”, “antiestético”, “bullying”, etc.
– Limitaciones: corresponde a conceptos como “necesitan ayuda”, “riesgos”, “bajo nivel económico”, etc.
– Aspectos positivos o neutrales: corresponde a palabras como “simpáticos”, “divertidos”, “personas”, etc.
En la tabla IV se observa la prevalencia en que se presentaron estas categorías en la muestra total, así como también según el sexo, siendo en todos los casos la más importante la referida a “enfermedad”, seguida de “aspectos psicológicos”. La única diferencia que se observa entre hombres y mujeres se refiere a la categoría de “dificultades con la alimentación”, que en el caso de las mujeres corresponde a un atributo secundario en tanto que en los hombres es un atributo periférico.
A partir de estos resultados, por la gran relevancia que adquirió la categoría “aspectos psicológicos”, se decide presentar en la tabla V los resultados por carreras, a fin de determinar si existe un sesgo por la presencia de estudiantes de psicología. En dicha tabla se aprecia que, para “psicología”, el núcleo estuvo constituido precisamente por “aspectos psicológicos”, en tanto que para “terapia ocupacional” esta característica se consideró un atributo esencial. En “educación física”, en cambio, apareció como atributo periférico. En ninguna de las 3 carreras la actividad física se consideró como nuclear o esencial, en tanto que las dificultades con la alimentación solo fueron nucleares en el caso de la terapia ocupacional, ocupando un lugar de menor importancia para las otras dos carreras.
DISCUSIÓN
Este estudio tuvo por objetivo analizar si existen diferencias por sexo entre estudiantes de carreras universitarias ligadas al abordaje de la obesidad en cuanto a actitudes antiobesidad, obsesión por la delgadez, bulimia e insatisfacción corporal, identificando variables que permitan predecir las actitudes negativas respecto a la obesidad. Además de esto, también se exploraron los significados asociados a la obesidad en estos estudiantes. Los resultados arrojaron que las mujeres manifiestan más actitudes negativas respecto al sobrepeso, así como también mayor sintomatología alimentaria, específicamente obsesión por la delgadez e insatisfacción corporal, lo que coincide con los hallazgos encontrados en otros estudios, donde la preocupación hacia un cuerpo delgado estaría sujeta a presiones socioculturales enfatizadas en la figura femenina (8,9,33). En sintomatología bulímica, en cambio, no se observaron diferencias entre los grupos, lo que se condice con los resultados observados en investigaciones realizadas con jóvenes de ambos sexos, que indican que hombres y mujeres podrían experimentar ciclos con poca capacidad de control sobre lo que se come (34,35).
Una posible explicación de la mayor presencia de actitudes antiobesidad y de sintomatología alimentaria en las mujeres podría estar en relación con la teoría de la objetivación (36), la cual plantea que el cuerpo femenino, al ser tratado como un objeto sexual, algo frecuente en la sociedad actual, provocaría que las mujeres terminasen por internalizar el rol de observadoras de sus propios cuerpos, como si fueran observadoras externas. Esto las llevaría a estar particularmente atentas a la apariencia física, generando en ocasiones insatisfacción con la imagen corporal y buscando adecuarse a los cánones de belleza prevalentes (37).
En ambos sexos, las actitudes negativas se asociaron con mayor obsesión por la delgadez y mayor insatisfacción corporal; sin embargo, en el caso de las mujeres, estas actitudes se asociaron también con un mayor IMC y con síntomas bulímicos. Respecto a esto, la literatura ha podido evidenciar que a mayor IMC, mayor es el deseo de perder peso y mayor la insatisfacción corporal, sobre todo en las mujeres, pudiendo reflejar un rechazo hacia las personas obesas, lo que se convierte en un precedente hacia conductas alimentarias arriesgadas como la anorexia y la bulimia (8,9).
En cualquier caso, el principal predictor de las actitudes antiobesidad fue la obsesión por la delgadez: es decir, quienes más se obsesionan con la búsqueda de la delgadez son quienes están en mayor riesgo de experimentar rechazo respecto a las personas con exceso de peso. Lo anterior podría favorecer el prototipo estético fundamentado en la delgadez, que, aprobado culturalmente, podría tener impacto en los contextos de salud al generar que el usuario dilate o renuncie a un tratamiento, preventivo o no, beneficioso para su salud (11,38). Se dan casos de actitudes negativas a través de consejos no solicitados para bajar de peso y equipamientos demasiados pequeños o incómodos para ser funcionales, lo que según algunas investigaciones reporta una tardía búsqueda hacia la mejora de la salud (11,39). Esto es relevante si se toma en cuenta la incidencia de enfermedades asociadas al sobrepeso en Chile, donde la enfermedad cardiovascular ocupa el primer lugar entre las causas de muerte, seguidas de cerca por la diabetes mellitus y los cánceres (40).
El estigma generado hacia las personas obesas, con conceptos como débiles, poco atractivas, lentas, inseguras y con baja autoestima, ocasionan una brecha donde los pacientes se sienten incomprendidos por los profesionales, donde su propio peso sería una barrera para obtener una atención médica adecuada (11). A partir de lo anterior, es importante recalcar que lo que define a la obesidad es una diferencia entre la ingesta calórica, es decir, la alimentación y el gasto energético o, dicho de otro modo, la actividad física (1). Comprendiendo esto, y respecto a los significados asociados a las personas con obesidad en el grupo de estudiantes investigado, llama la atención, entonces, que las dificultades con la alimentación y la actividad física aparezcan como atributos secundarios en la muestra total, siendo estos conceptos superados por la noción de características psicológicas, ya que no existen características psicológicas inherentes a la obesidad, si bien –efectivamente– se asocia a problemas de salud mental (8,11,41).
Además, al analizar las carreras por separado, se confirma que los aspectos psicológicos son considerados relevantes no solo por los estudiantes de psicología sino también por los de terapia ocupacional. En cuanto a la actividad física, esta no es importante para explicar la obesidad para los estudiantes de ninguna de las carreras, ni siquiera para los de educación física. La mala alimentación, en cambio, solo fue un aspecto relevante para los estudiantes de terapia ocupacional.
Como señalan otros autores (10,16), el que los contenidos asociados a aspectos psicológicos, tales como baja autoestima, impulsividad, etc., surjan en el momento de describir a una persona con obesidad estaría en relación con rasgos implícitos de personalidad inferidos y difundidos a través del lenguaje y la cultura, y que son los que ocasionan estereotipos. Esto podría eventualmente, en un contexto de intervención, sesgar la visión de los tratamientos a entregar y afectar a la atención que se brinde, ocasionando que el paciente se sienta menos comprometido a prestar cuidado a su salud, generando profecías autocumplidas que vayan reforzando, a su vez, las actitudes negativas del profesional (11,14,17,22).
Una de las limitaciones de este estudio es la consideración de solo tres carreras vinculadas al abordaje de la obesidad. Para futuras investigaciones sería interesante también conocer las actitudes en relación con el sobrepeso que presentan los estudiantes de carreras como nutrición, enfermería y medicina. Así mismo, sería útil realizar un estudio de características similares pero con profesionales ya titulados que se encuentren ejerciendo en estos contextos de intervención.
Los resultados encontrados en esta investigación resaltan que se hace necesario reforzar la formación académica sobre el origen multicausal de la obesidad entre los estudiantes ligados al área de la salud, e intervenir para reducir las actitudes antiobesidad presentes en estos grupos, pues son precisamente los equipos de salud quienes pueden ejercer una importante influencia en la salud mental y el bienestar general de las personas con malnutrición por exceso.