Sr. Editor:
Según estadísticas recientes, el cáncer de mama (CAM) se transformó en el tipo de cáncer más comúnmente diagnosticado en el año 2020 (1). Sin embargo, se ha documentado que el CAM es la quinta causa principal de mortalidad por cáncer en todo el mundo, presentando un total de 685.000 muertes (1).
Actualmente se ha podido constatar que la mortalidad por CAM está disminuyendo en los países que presentan ingresos altos, su incidencia ha ido en aumento de forma constante (2). Sin embargo, los países que cuentan con mayores ingresos presentan un incremento en la prevalencia de factores de riesgos (FR) relacionados con el estilo de vida, hormonales y genéticos (2). En este sentido, podemos encontrar los siguientes: ingesta de alcohol, exceso de peso, inactividad física, baja paridad, genéticas BCRA 1 - BCRA 2 y baja lactancia materna entre otros (3,4).
Desde esta perspectiva, el presente manuscrito busca complementar y actualizar la información publicada en números anteriores de la revista Nutrición Hospitalaria en el campo de la lactancia materna y CAM.
En primer lugar, el estudio de Aguilar y cols. (5) concluye: el cáncer de mama se relaciona con el sobrepeso, la obesidad y la inactividad física. Asimismo, la lactancia materna, practicada durante los primeros meses de vida del bebé, se manifestó como un factor protector de padecer esta enfermedad.
En segundo lugar, la investigación realizada por Navarro y cols. (6) concluye lo siguiente: la práctica de lactancia materna pudiera ayudar a la prevención del CAM en mujeres mexicanas.
Ahora bien para complementar y actualizar la información brindada, llevamos a cabo una búsqueda altamente sensible en Medline (7) (Anexo 1). Las características de las revisiones sistemáticas analizadas se encuentran en la tabla I.
A modo de conclusión, de acuerdo a la información analizada, el haber amamantado alguna vez presenta un menor riesgo de desarrollar CAM respecto de aquellas mujeres que nunca lo han hecho, siendo altamente favorecedor cuando esta práctica es exclusiva. Igualmente la duración de la lactancia materna es inversamente proporcional a la enfermedad, siendo beneficiosas aquellas situaciones que ocurren como efecto fisiológico de los estados de gestación y amamantamiento, como secreción de hormonas y modificación de la anatomía mamaria. Lo anterior, en conjunto a los aspectos relacionados con un menor índice de masa corporal (IMC), prevalencia de uso de anticonceptivos orales y tabaquismo, y mayor número de partos.
Sin embargo, se debe tener en consideración que estas asociaciones han sido analizadas en diversos estudios cuyas variables en conjunto resultaron mayormente heterogéneas.
En el caso de aquellas mujeres que por diversas razones no pueden lograr el amamantamiento exclusivo, como es el caso de la población de raza negra en quienes se ha evidenciado que existe una menor prevalencia de lactancia materna, principalmente debido a falta de aceptación social y cultural de la lactancia materna dentro de la comunidad que se ha visto desarrollada de manera histórica con disparidades sociales arraigadas en la discriminación racial siendo determinados principalmente por un inadecuado apoyo durante el amamantamiento, resulta beneficioso implementar estrategias orientadas a desarrollar y fortalecer el apoyo durante este periodo a través de grupos e intervenciones; la colaboración entre pares, políticas que permitan regular la lactancia a nivel intrahospitalario, clínicas y consejerías de lactancia inmediatas una vez se detecta alguna dificultad, permiten fortalecer y fomentar esta práctica que tiene dentro de sus múltiples beneficios, la disminución del riesgo de padecer CAM.