INTRODUCCIÓN
No existen dudas de que la forma en que nos alimentamos condiciona nuestra salud a lo largo de toda la vida y, durante la edad infantil, tiene un papel clave. Por ello, debe promoverse el consumo de alimentos que, por su calidad nutricional, aporten nutrientes esenciales para el crecimiento y el desarrollo y, al mismo tiempo, contribuyan a la reducción del consumo de otros de menor calidad o asociados al desarrollo de enfermedades crónicas.
Las recomendaciones dietéticas de los últimos 50 años no han sido del todo favorables para promover el consumo de huevo como parte de una dieta saludable. Existen diferentes barreras que han condicionado el consumo por parte de la población y su recomendación por parte de los profesionales.
Una de estas barreras ha sido el temor a su elevado aporte de colesterol y a la asociación de este lípido con las enfermedades cardiovasculares (1). Sin embargo, se ha comprobado que la disminución del colesterol de la dieta no produce una reducción importante de las concentraciones de colesterol plasmático ni una menor incidencia de enfermedad cardiovascular. Asimismo, otros componentes de la dieta, como el exceso de grasas saturadas y grasas trans o la ingesta insuficiente de fibra, contribuyen en mayor medida a su incremento. De este modo, diferentes metaanálisis realizados en población adulta concluyen que actualmente no existe evidencia para que deba indicarse una restricción a su consumo (2,3).
En la población infantil existen pocos estudios que hayan valorado la relación entre el consumo de huevo y el riesgo cardiovascular. Sin embargo, tanto los estudios experimentales como los estudios descriptivos disponibles no muestran diferencias en las concentraciones lipídicas de acuerdo al consumo de huevo, incluso en el grupo de niños considerados hiperrespondedores (4,5).
Otra barrera que ha dificultado el consumo del huevo en la edad infantil ha sido la preocupación sobre la alergia a este alimento. Durante muchos años, se dieron directrices para la alimentación complementaria en las que se recomendaba retrasar la introducción de este alimento hasta después del primer año. Sin embargo, desde 2003, estas directrices han ido modificándose y diferentes organismos se han pronunciado a favor de la incorporación temprana del huevo, incluso como medida para la reducción de la respuesta alergénica (6-8). No obstante, esta información aún no se ha reflejado en las pautas de alimentación complementaria de muchos países y a ello se suma el temor “aprendido” de los padres para incorporarlo.
Otro freno al consumo de este alimento ha sido el temor a las toxiinfecciones alimentarias asociadas a la salmonelosis (9). Actualmente, la legislación de la Unión Europea establece los límites microbiológicos aplicables al control de la salmonela y se realizan controles rigurosos. Unas medidas higiénicas adecuadas, como evitar el lavado de los huevos o asegurar su adecuada cocción (a 70° durante un mínimo de dos minutos), permiten garantizar su inocuidad (10).
El aspecto económico no puede dejarse de lado, sin embargo, a diferencia de otras fuentes de proteínas, el huevo se considera un alimento con un coste-eficiencia elevado (11) y su consumo actualmente está promoviéndose en muchas zonas de riesgo como un suplemento nutricional contra la malnutrición infantil (12,13).
El cuidado del medioambiente y la sostenibilidad son temas que preocupan a la sociedad en general y que han llevado a intentar reducir de forma general el consumo de alimentos de origen animal. En este sentido, la Comisión Internacional del Huevo (14) considera que este alimento deja una huella ambiental pequeña en comparación con otras proteínas de origen animal y es una de las formas de producción agrícola más respetuosas con el medioambiente.
La disparidad en las recomendaciones dadas por los diferentes organismos tanto nacionales como internacionales parece también un obstáculo para los profesionales de la salud, que no acaban de tener un lineamiento claro y preciso en lo que respecta específicamente a este alimento. Es por ello que este trabajo se desarrolló con el objetivo de revisar y de analizar la frecuencia y la cantidad de consumo de huevo actualmente aconsejado por diferentes organismos en el ámbito nacional. Asimismo, se buscó proponer unas nuevas recomendaciones con base en los requerimientos de energía y de nutrientes en diferentes etapas de la edad infantil, contemplando las guías y los hábitos de consumo en España y manteniendo la calidad global de la dieta.
MATERIAL Y MÉTODOS
Se realizó una búsqueda digital de las guías o recomendaciones nacionales disponibles, registrándose el tipo de documento, el año de publicación y el organismo de referencia. Además, se identificó el grupo de edad al que iban dirigidas y si la recomendación se realizaba de forma específica para el huevo o este se incluía dentro del grupo de alimentos proteicos. En ambos casos se indicaba el número de raciones y su tamaño.
Para proponer la nueva recomendación sobre el consumo del huevo dentro de la dieta global, y considerando los otros grupos de alimentos, se trabajó con las frecuencias y los pesos orientativos por grupo de edad de la Guía de la alimentación saludable de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC) (15).
Para estimar los requerimientos medios de energía para niños y niñas y adolescentes, contemplando la de actividad física por edad, se trabajó con los valores propuestos por la European Food Safety Authority (EFSA) de 2017 (16). Se contemplaron dos escenarios posibles:
-
– Escenario 1: niños y niñas y adolescentes (3-17 años) con necesidades energéticas dentro de los valores medios. Se agruparon en 3 grupos de edad y se trabajó con la media de las ingestas mínimas y máximas. El aporte proteico se estimó como un 15 % de esa ingesta energética para asegurar que la nueva recomendación sobre el consumo de huevo no pueda contribuir a un incremento en la ingesta de este nutriente, cuya ingesta se encuentra por encima de la recomendada, como ha quedado reflejado en diferentes estudios (17-19) (Tabla I).
En este escenario se consideró la media del número de raciones recomendadas y la media del tamaño de la ración de la guía SENC de referencia (Tabla II).
– Escenario 2: niños/niñas y adolescentes (3-17 años) con necesidades energéticas en rangos superiores (estarían indicadas en el caso de niños con una actividad física elevada o que se encuentren en un periodo de rápido empuje puberal). Se agruparon en 3 grupos de edad y se trabajó con las ingestas máximas. El aporte proteico se estimó también como un 15 % de esa ingesta energética (Tabla I). En este escenario se consideró el límite superior del número de raciones recomendadas y el límite superior del tamaño de la ración de la guía SENC de referencia.
*(16);
†Estimado como 15 % del requerimiento energético máximo;
‡Estimado como 15% del requerimiento energético medio.
RESULTADOS
REVISIÓN DE LAS GUÍAS Y DE LAS RECOMENDACIONES NACIONALES QUE INDICAN EL CONSUMO DE HUEVO
Se incluyeron un total de 9 guías. La tabla III describe la información disponible por cada una de las guías y de las recomendaciones analizadas.
CÁLCULO DE LAS CANTIDADES RECOMENDADAS DE HUEVO DE ACUERDO A LOS DOS ESCENARIOS PLANTEADOS
Se estimó la cantidad máxima de huevo que podía consumirse teniendo en cuenta no sobrepasar la ingesta proteica estimada y considerando todos los restantes grupos de alimentos en los dos escenarios contemplados (Tabla IV).
En la tabla V se realiza una comparación entre las cantidades de huevo que se recomiendan actualmente de acuerdo a la guía SENC y las cantidades máximas que podrían recomendarse (recomendación sugerida) manteniendo las ingestas de todos los restantes grupos y alimentos bajo los dos escenarios considerados y la justificación del cambio sugerido.
*Esto se sugiere en el caso de niños que consumen otros alimentos que son fuentes de proteínas en cantidades adecuadas. En el caso de niños que por alergias, intolerancias o ser vegetarianos no consuman otras fuentes proteicas como pescados, legumbres o lácteos, las cantidades podrían aumentarse teniendo en cuenta y evaluando la situación particular. P: unidad pequeña; L: unidad grande.
DISCUSIÓN
Diferentes estudios muestran cómo un consumo adecuado de huevo puede contribuir a cubrir las demandas nutricionales de muchos nutrientes claves para la infancia. Así, en un estudio realizado recientemente en lactantes y en niños americanos de 6 a 24 meses de edad se observó que el consumo de huevo se asociaba con una longitud de cúbito significativamente mayor y una mayor ingesta de proteínas, grasas totales (tanto saturadas como monoinsaturadas), ácido docosahexaenoico (DHA) y ácido alfa-linolénico, colina, luteína, zeaxantina, vitamina B12, fósforo y selenio. Además, los niños obtuvieron una puntuación más alta en algunos subcomponentes del índice Healthy Eating Index (HEI) de calidad de la dieta y consumían menos azúcares añadidos y totales (28). Otro estudio posterior realizado en niños de 2 a 18 años obtuvo resultados muy similares sin encontrar diferencias significativas en el peso y en las medidas de crecimiento examinadas (29).
Otro aspecto destacable es que el huevo tiene un índice de saciedad significativamente mayor en comparación con otros alimentos. Su contenido en leucina produciría una mayor saciedad por su efecto sobre las hormonas implicadas, como la insulina, la grelina y el glucagón. Tanto es así que diferentes estudios realizados en niños mostraron que la introducción del huevo en el desayuno podía contribuir a un mejor control de la saciedad y a una menor ingesta en horas posteriores (30,31).
Durante muchos años el consumo del huevo se ha visto parcialmente desplazado del concepto de calidad nutricional. A pesar de que el conocimiento científico en todas estas áreas ha avanzado dejando atrás todas esas creencias (1-4,8,9), aún no existen unas recomendaciones alineadas para su consumo.
En las guías alimentarias y en las recomendaciones dietéticas de carácter nacional revisadas se observan discrepancias en lo referente a la forma de realizar la recomendación (dentro del grupo proteico o por separado), así como en la frecuencia de consumo o en el tamaño de la ración (15,23,24,27).
Para intentar poner luz a estas recomendaciones nos planteamos estimar la cantidad de huevo que podría recomendarse respetando el consumo recomendado para los restantes grupos de alimentos y sin superar un aporte proteico del 15 % de la energía. En España, así como en otros países desarrollados, se ha producido en las últimas décadas una transición global hacia dietas excesivamente ricas en proteínas. Es por ello que se puso especial énfasis en este control, ya que estudios recientes destacan los efectos potencialmente desfavorables del aumento de la ingesta de proteínas en la infancia y su asociación con el incremento de las enfermedades crónicas no transmisibles en la edad adulta (32).
Los resultados del estudio realizado muestran que, en el caso de los niños mayores de 13 años con requerimientos medios de energía, el consumo de huevo podría incrementarse a 1 unidad pequeña al día. En el caso de niños con elevada actividad física o que se encuentren en un periodo de rápido empuje puberal podría incrementarse hasta 1 unidad grande al día (7-12 años) o a más de 1 unidad grande al día (≥ 13 años), sin que este incremento en la cantidad supere el aporte proteico máximo.
En el caso de niños de 3-12 años con requerimientos medios de energía o incluso en niños de 3-6 años con elevada actividad no sería adecuado aumentar la recomendación debido al límite marcado por las proteínas.
Es importante destacar que estas recomendaciones se sugieren en el caso de niños que realicen un consumo amplio de otros alimentos fuentes de proteínas, ya que en aquellos niños que por alergias, intolerancias o por ser vegetarianos no consuman otras fuentes proteicas como pescados, legumbres o lácteos, las cantidades podrían aumentarse teniendo en cuenta y evaluando la situación particular.
CONCLUSIONES
Con base en los datos y en la evidencia actual, consideramos que las recomendaciones de consumo de huevo deben ser reevaluadas y debe plantearse un consenso para que todos los organismos de referencia en nutrición realicen unas recomendaciones coordinadas, revisadas y seguras. Esto contribuirá a derribar por fin las barreras construidas en torno a este alimento con tanto potencial para la población infantil.