El contexto de la pandemia y la necesidad de revertir los errores del pasado
La evidencia constata que las crisis sanitarias conllevan desigualdades, o más bien se ceban con la ya existentes. Las pandemias sí «saben de género»1, y el género, como determinante de la salud, se ve atravesado por otros ejes, combinación que arrojará un impacto muy diverso y desigual sobre la salud y la vida de la población.
Según datos de epidemias anteriores, como las recientes por los virus Ébola y Zica, las mujeres tuvieron mayor probabilidad de ser infectadas por su papel protagonista en los cuidados familiares y por encontrarse en la primera línea de los servicios asistenciales. Sin embargo, sus necesidades no se incluyeron en la toma de decisiones de las medidas locales y nacionales que se aplicaron, y esto tuvo nefastas consecuencias en su salud2.
Los análisis de género de estas experiencias concluyen que la discriminación por género y la desigualdad deben ser visibilizadas en las respuestas a las emergencias sanitarias3,4. La nueva situación de la actual pandemia de COVID-19 requiere aplicar el enfoque de género y entender los roles y las inequidades que las mujeres afrontan día a día5. Entre esas inequidades cobran especial importancia los cuidados informales, fuente y eje central de las desigualdades de género en todo el mundo.
El objetivo de esta nota de campo es describir una experiencia de aplicación del análisis de género al impacto de la pandemia de COVID-19 sobre la salud de la población, mediante un proceso de aprendizaje conjunto entre alumnado y profesorado del Diploma de Especialización en Género y Salud de la Escuela Andaluza de Salud Pública-Universidad de Granada. Se consideraron los cuidados informales como un eje central de las desigualdades de género preexistentes y en el actual contexto de crisis.
Desarrollo de la experiencia: cinco reflexiones centradas en los cuidados para abordar la pandemia con enfoque de género
El Diploma de Especialización en Género y Salud pretende proporcionar al alumnado conocimientos y habilidades para aplicar el enfoque de género a la salud y sus determinantes. Esta experiencia se realizó durante el módulo dedicado a «cuidados informales y atención a la dependencia», en marzo y abril de 2020, coincidiendo con la declaración del estado de alarma por la COVID-19.
La actividad docente consistió en realizar una revisión rápida de la literatura disponible sobre los cuidados y su impacto en la salud en el contexto de crisis sanitaria, un análisis de género de la información y una reflexión y un debate compartidos. En esta actividad participaron 14 alumnas, 3 alumnos y 2 profesoras. Las dimensiones de análisis fueron el contexto de crisis generado por la pandemia, el riesgo de profundizar las desigualdades de género, el papel de los cuidados en la situación actual, el impacto en salud y en otras dimensiones de la vida, y las necesidades y los recursos de apoyo para afrontar la crisis. El debate se agrupó en torno a cinco reflexiones, en las que los cuidados se situaron en el centro. Cada reflexión se ligó a la necesidad de incorporar el enfoque de género en medidas y actuaciones concretas (Fig. 1).
Reflexión 1: La recolección, el análisis y la interpretación de los datos sobre la pandemia precisan una mirada de género
En España, las mujeres presentan una mayor prevalencia de COVID-19 que los hombres y las afectadas son más jóvenes (se concentran entre los 45 y 65 años)6. En cambio, la tasa de letalidad es mayor en los hombres, y ellos predominan entre los casos diagnosticados con enfermedades de base, como enfermedad cardiovascular, enfermedad respiratoria, diabetes e hipertensión arterial. De hecho, los hombres tienen más probabilidad de hospitalización, de ingreso en la unidad de cuidados intensivos y de ventilación asistida. Aunque el virus no discrimina, sí lo hacen las estructuras de poder imperantes. Diferentes roles de género y hábitos de vida se hallan en la base de una morbilidad diferencial, y algunos sesgos de género pueden actuar también en la atención sanitaria.
Reflexión 2: Los cuidados sitúan a las mujeres ante un mayor riesgo de contagio y exposición a la enfermedad
Existe un mayor porcentaje de mujeres infectadas por las cuatro causas más frecuentes de contagio: contacto estrecho con una persona con infección respiratoria aguda, contacto con casos de COVID-19 probables o confirmados, ser profesional sanitario y visitar un centro sanitario.
La alta feminización de las profesiones sanitarias supone que la primera línea en la lucha contra la pandemia está formada mayoritariamente por mujeres7. En España, en torno al 20% de las personas infectadas por coronavirus son profesionales de la sanidad, y tres de cada cuatro son mujeres6. También está feminizado el sector de los cuidados profesionales y del servicio doméstico. Y la primera y gran línea en la lucha contra la pandemia se dirime en los hogares, donde son cuidadas las personas contagiadas con sintomatología leve. Por tanto, la mayor exposición de las mujeres al contagio y a la enfermedad por el rol de cuidadoras formales e informales resulta muy evidente.
Reflexión 3: La «refamiliarización» de los cuidados durante esta crisis amenaza con profundizar el desigual reparto de roles de género
La pandemia y el confinamiento han dado una nueva vuelta de tuerca al modelo tradicional «familista» de cuidados imperante en España. Algunos recursos para la dependencia, como el servicio de ayuda a domicilio, se han visto drásticamente reducidos. En muchos hogares se ha asumido la totalidad de los cuidados de personas dependientes anteriormente institucionalizadas en residencias o atendidas en centros de día. Gran cantidad de cuidados es reclamada por criaturas, adolescentes y jóvenes, y por otras personas «autónomas», recluidas en el interior del hogar. Se incrementan las necesidades de cuidados, de personas afectadas y no afectadas por el virus, y se intensifican las tareas domésticas, relacionadas con actividades básicas de la vida diaria y con otras que ha incrementado la pandemia, como la higiene, el lavado de ropa y la limpieza de utensilios. Probablemente este trabajo «extra» de cuidados esté recayendo aún más sobre las mujeres, como ya alertan algunas voces3,8.
Reflexión 4. La exposición diferencial a la COVID-19 y la «refamiliarización» de los cuidados obligan a poner el foco en las necesidades de salud de las mujeres
Las mujeres asumirán mayores demandas de cuidados informales, mayor riesgo de contagio y menor disponibilidad de tiempo para cuidarse. Debemos estar alertas a consecuencias que ya han sido asociadas previamente a un mayor impacto sobre la salud de las mujeres9 y que en tiempos del coronavirus se pueden ver agudizadas: peor salud percibida, mayor cansancio, ansiedad, dolor, estrés, depresión, frustración, malestar, morbilidad crónica, consumo de fármacos, dieta poco saludable, ejercicio físico escaso y descanso insuficiente pueden ser algunas de las consecuencias que dejen más huella en la salud de las mujeres.
Reflexión 5. La pandemia requiere una mirada interseccional para no dejar a nadie atrás, considerando situaciones de especial vulnerabilidad
La situación de vulnerabilidad a la que se ven sometidas las mujeres cuidadoras en esta crisis sanitaria, con las consecuencias en su salud ya descritas, se verá atravesada por otras discriminaciones que agudicen ese impacto. No podemos dejar atrás a las mujeres mayores, sobre todo si viven solas; a las que se hacen cargo solas de menores o de personas dependientes; a las que presentan alguna discapacidad; ni a las que son víctimas o están en riesgo de violencia. No debemos olvidar a mujeres especialmente sobrecargadas por los cuidados informales y formales, como las que cuidan en el espacio productivo y reproductivo, ni a las mujeres inmigrantes empleadas en el trabajo doméstico. Necesitan apoyo especial quienes se encuentran en mayor riesgo de pobreza, quienes carecen de una vivienda digna, y las desempleadas antes y durante la crisis.
Conclusiones
Para evitar los errores de crisis anteriores es de justicia incluir políticas y acciones inmediatas sensibles al género10, que faciliten de manera transversal las medidas propuestas (Fig. 2). Las acciones clave deben incluir información desagregada por sexo, mayor participación de las mujeres y medidas transformadoras dirigidas a un reparto más equitativo de los roles de género. Es unánime en esta reflexión el deseo de que esta situación de crisis inédita suponga un replanteamiento colectivo acerca de los valores actuales y sobre los recursos que realmente sustentan la vida, sobre qué tipo de desarrollo económico merece la pena ser conquistado y sobre la necesidad de redibujar una sociedad más justa y sostenible, en la que los cuidados se sitúen en el centro.