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Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología

versión impresa ISSN 0365-6691

Arch Soc Esp Oftalmol vol.78 no.1  ene. 2003

 

EDITORIAL


LA LENTILLA «RARA» COMO ACTIVIDAD OFTALMOLÓGICA

ADAPTING CONTACT LENSES IN EXTRAORDINARY CASES:
AN OPHTHALMOLOGIST'S FIELD

GALINDO ALONSO J1

A veces se comenta que es aburrido adaptar lentillas. Efectivamente es así si nos limitamos a adaptar casos de miopía de –2 dioptrías en pacientes de 20 años, pero si nos planteamos que un paciente joven, afáquico monocular, con aniridia traumática y un gran astigmatismo irregular cicatricial, puede vivir y ver mejor con una lentilla blanda tórica con pupila artificial que sirva de lecho a otra lentilla, esta vez rígida y bifocal, la respuesta es que NO es aburrido, sino que puede llegar a ser apasionante.

No deseo a ningún colega deseoso de iniciarse en la adaptación de lentes de contacto que su primer paciente sea el del ejemplo que acabo de citar, pero si encuentra algo parecido debe pensar que existe una solución —premisa fundamental para encontrarla— y que esta solución es tolerable con un alto grado de probabilidad por el paciente. En mi opinión el ojo con grandes problemas suele ser capaz de tolerar todo el día una lentilla bien adaptada, pues creo que una causa importante de tolerancia subjetiva es la favorable relación entre inconvenientes y ventajas.

A este respecto he de decir que en todos mis años de experiencia he aprendido que la causa de intolerancia más frecuente es un mal adiestramiento del paciente en lo que respecta a la manipulación y uso de sus lentillas —limpieza, necesidad de parpadear, etc.— o una adaptación incorrectamente realizada en cuanto a la progresividad de tiempos.

Las lentillas suelen ser vistas por los oftalmólogos como un accesorio estético que salva al usuario —más frecuentemente del sexo femenino— de aparecer en sociedad con las «horribles gafas», como un accesorio que no se tolera muy bien y cuya adaptación no es digna de oftalmólogos. La realidad es más compleja: las lentillas son, efectivamente, ese accesorio óptico, pero también logran que un fuerte astigmatismo sea corregido como nunca es posible con gafas, o que un anisométrope se libre de la asimetría de efecto prismático o de la aniseiconia con que ve el mundo a través de sus lentes.

Si un colega —actual o en ciernes— desea adaptar lentillas, debe prepararse para solucionar los casos normales, pero no debe rehusar un ámbito de actuación enormemente interesante y enriquecedor desde el punto de vista profesional que es el constituido por aquellos pacientes cuyo problema es óptico (no significa que el problema sea del óptico), no tiene solución médica y la quirúrgica es incompleta o arriesgada. Me refiero a lo que podríamos llamar lentillas «raras». Ejemplos de ellas tenemos en las aniridias, resueltas con lentillas con pupila artificial con menor riesgo que los diafragmas intraoculares; las cicatrices corneales —tan perturbadoras— que pueden quedar ocultas tras una lentilla con máscara opaca; las deformaciones de la córnea —cuyo mayor exponente es el queratocono— y que pueden ser compensadas con lentillas con clara ventaja óptica sobre una queratoplastia, y un largo etcétera al que únicamente el ingenio del médico pondrá término.

Quizás quien estas líneas lea haga un alto en este momento y piense que existen muy pocos ojos tributarios de esta clase de lentillas. No sólo tal cosa no es verdad sino que estoy convencido de que su número irá sin duda en aumento como consecuencia de la yatrogenia de la agresiva cirugía refractiva actual. Realmente este tipo de ojos son «casos raros» en función, no de su frecuencia, sino de lo raro que es encontrarlos resueltos con lentes de contacto. Es mi firme creencia, basada en mi experiencia de 30 años lidiando con ellos, que la clave no es la inexistencia de los problemas, sino la ausencia del acto terapéutico, causada ésta por el desconocimiento que el oftalmólogo tiene respecto de las adecuadas vías de solución, lo que le hace esquivar el asunto o calificarlo como «sin remedio».

Sobre la incidencia de casos raros es forzoso recordar la cantidad de casos de un determinado problema médico que aparece en un espacio geográfico cuando se comienza a prestarle atención. Pues bien: desde hace muchos años vengo observando que únicamente una mínima parte de los «ojos raros» que he tratado me han sido remitidos por su oftalmólogo, y que una cantidad nada despreciable de los otros han acudido después de ser vistos, a veces durante años, por diversos colegas sin recibir soluciones. Basándome en esta observación creo poder afirmar que el «mercado potencial» de esta actividad es realmente interesante. Por ello animo a todos los oftalmólogos a incluir entre su arsenal terapéutico las otrora humildes lentillas, sin delegar en personal diplomado que, estando bien preparado para adaptaciones normales, no lo está para trabajar sobre ojos complicados.

Ciertamente las lentillas «raras» no se adaptan habitualmente en los hospitales de la sanidad pública, con el grave inconveniente de que nuestros jóvenes no pueden familiarizarse con ellas. Por ello debe ser la SEO o la Sociedad Española de Contactología quienes se preocupen de suplir esta laguna de formación de nuestros profesionales. Por otra parte el interés de las casas comerciales está centrado en fabricar lentillas corrientes, fácilmente vendibles en establecimientos de óptica, y las que tienen modelos especiales muestran por ellos un interés marginal dada su escasa venta, situación que cambiaría si notaran un interés entre los oftalmólogos hacia lentillas más sofisticadas y personalizadas.

Para terminar, ante un paciente con una distorsión óptica causada por alteraciones en el polo anterior, ¿por qué no pensar en una lentilla? O mejor ¿por qué no ponerle tú mismo una lentilla, estimado lector?


1 Doctor en Física. Oftalmólogo. Valladolid. España.
E-mail: jgalindo@mediscova.es

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