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Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología
versión impresa ISSN 0365-6691
Arch Soc Esp Oftalmol vol.81 no.10 oct. 2006
NECROLÓGICA
In memoriam Dr. Jesús Montero Marchena
Hdez.-Barahona Palma J. 1
1 Doctor en Medicina. Hospital Universitario Virgen de Valme. Sevilla
E-mail: barahonajm@hormail.com
El pasado 23 de junio falleció, en Sevilla, el Dr. Jesús Montero Marchena. No fue una muerte inesperada para sus familiares y amigos cercanos, pero significativa en la fecha al coincidir con su onomástica y la celebración del congreso de la Sociedad Andaluza de Oftalmología, de la que era Socio de Honor.
Su trayectoria profesional, extensa y brillante, abarcó más de 5 décadas de ejercicio en activo: médico de la marina por oposición, director del Hospital de Morón de la Frontera por oposición, colaborador del profesor Díaz Domínguez en el Servicio de Oftalmología del Hospital Central de Sevilla, becario con el Dr. Castroviejo en Nueva York, profesor adjunto de Oftalmología en Sevilla en la Cátedra del profesor Piñero Carrión, además de numerosos nombramientos como el de Académico de Número por la correspondiente de Sevilla, Médico Ilustre de Sevilla por el Ateneo Hispalense, y otros.
Como clínico nos deja la necesidad de acercarnos al enfermo primero como médico, después como oftalmólogo. Tuvo vocación, intuición y sensibilidad para la medicina y cuidó sin agotamiento su formación hasta verle pasar consulta a sus 80 años con criterios de rigurosa actualidad. Pero donde su perfil se hacía sobresaliente era en la comunicación con el enfermo, sencilla, directa, sólida y llena de vitalidad. Resultaba paradójico observarle transmitir entusiasmo y optimismo cuando sobrepasaba ya los 70 años a pacientes que no habían cumplido los 30. Y además era creíble, no fingía, él era así.
Como profesor le recuerdo serio, claro y cordial. Pensaba en lo esencial y cómo hacerlo llegar con sencillez. 3 generaciones de estudiantes y oftalmólogos sintieron respeto por él y les correspondió con su generosidad.
Como investigador desarrolló numerosos trabajos, dirigió tesis, intervino en foros y se relacionó con multitud de profesionales nacionales y extranjeros de su época. Su personalidad tendía a buscar nuevos caminos, y tenía la intuición del inventor que desarrolló en numerosos instrumentos como el ciclogoniotomo y en diversas técnicas quirúrgicas; sin embargo, no se sentía tan confortable en la disciplina cotidiana y pausada del investigador puro.
Apesar de todo lo anterior, lo más importante y singular para quienes tuvimos la suerte de conocerle fue él mismo. Su personalidad aunaba elegancia, cordialidad, profundidad y vitalismo. No sé si el ser elegante se atesora o se cultiva, pero no tengo a nadie en la memoria en que resultara tan natural y sin exceso. Profesaba una cordialidad en que los gestos amables, su sonrisa, su abrazo o su mirada eran la expresión de algo más profundo, la de un corazón abierto que entiende la amistad como el lenguaje más sublime de la inteligencia, como el lugar donde debemos encontrarnos casi de manera necesaria. En último lugar lo más suyo, aquello que mantuvo siempre, la vida como sentido. Ni los años, los avatares diversos o la propia enfermedad cambiaron un ápice su vocación de vivir. Se mantuvo creando: pintura, versos, proyectos profesionales hasta el final. Es triste, pero maravilloso, morir a los 81 años con tanta vida por vivir.
En el recordatorio de su fallecimiento nuestra admiración y agradecimiento por su vida.