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Revista Española de Enfermedades Digestivas
versión impresa ISSN 1130-0108
Rev. esp. enferm. dig. vol.108 no.6 Madrid jun. 2016
"In memoriam" José Antonio Solís Herruzo (1939-2016)
Manuel Díaz-Rubio
El pasado 20 de abril falleció en Madrid José Antonio Solís Herruzo. Compañero casi desde el inicio de mis estudios formó parte del grupo que se creó con la llegada de mi padre a Madrid, en 1961. Un grupo ilusionante en el que él era persona destacada. Estudiante sin par, trabajador incansable y médico ejemplar, pronto llamó la atención de mi padre, poniéndole como ejemplo de trabajo y dedicación a todos los que formábamos ese grupo lleno de sueños.
José Antonio Solís Herruzo nació en Piedralaves, Ávila, el 7 de abril de 1939, y estudió la carrera de medicina en la Facultad de Medicina de San Carlos. Durante ese periodo fue alumno interno en la Cátedra de Patología y Clínica Médicas que dirigía a quien siempre reconoció como su maestro Manuel Díaz-Rubio. Vocacional de la medicina interna y del aparato digestivo, tras finalizar la licenciatura marchó a Alemania a la Städtisches Krankenhaus, II Innere Abteilung, Spandau en Berlín donde estuvo entre 1964 y 1966, permaneciendo parte de ese último año en la Stoffwechselklinik des Landes Versicherunganstalt Baden-Württenberg en Bad Mergentheim. A su vuelta se reintegró a la Cátedra donde fue, entre 1966 y 1976, Profesor Ayudante de Clases Prácticas, Secretario de la Escuela Profesional de Aparato Digestivo, Profesor Adjunto contratado y Profesor Encargado de curso. En 1971 obtuvo el grado de doctor con la tesis doctoral Sistema concentrador renal en el enfermo cirrótico que dirigió su maestro Manuel Díaz-Rubio.
En 1976 fue nombrado de Profesor Adjunto contratado en el Hospital 12 de Octubre y en 1980 Profesor Titular por oposición. En 1992, nuevamente por oposición, fue nombrado Catedrático de Medicina. Previamente había obtenido por concurso la plaza de Jefe de Servicio de Aparato Digestivo del Hospital 12 de Octubre. En él creó una importante escuela de gastroenterólogos y hepatólogos, destacando entre sus discípulos entre otros, María Teresa Muñoz Yagüe, su mujer, Gregorio Castellano, Juan Diego Morillas, Diego Moreno, Inmaculada Hernández, Pilar Sánchez Pobre y, su hijo, Pablo Solís Muñoz. Además desarrolló una importante labor investigadora, mostrando multitud de inquietudes que le llevaron, a partir de 1987, a acudir como investigador visitante a diversos centros americanos como la University of California, Albert Einstein College of Medicine de la Yeshiva University en New York o a la University of North Carolina, Chapel Hill, entre otros, para profundizar en sus estudios sobre fibrogénesis, una de sus grandes pasiones.
Sus contribuciones fueron extensas y llenas de contenido y sabiduría. Fue uno de los introductores de la laparoscopia en nuestro país, técnica que había aprendido en su estancia en Alemania y que puso en marcha en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Su capacidad en esta técnica fue manifiesta y aún poseemos en el servicio fotografías de multitud de casos que él exploró. Completó esta especial dedicación con su libro Atlas de Laparoscopia junto a María Teresa Muñoz Yagüe, que en 2008 vio la segunda edición. La primera fue publicada por la Editorial Paz Montalvo en 1975.
Sus publicaciones en revistas de impacto fueron multitud, y para ello remitimos al lector de esta necrológica a las bases de datos internacionales. Algunas aportaciones singulares merecedoras de admiración fueron sus estudios sobre la función renal en la cirrosis hepática, litiasis biliar, esteatohepatitis alcohólica, porfirias y, más recientemente, sus numerosas publicaciones relativas a la mencionada fibrogénesis. Cientos de trabajos en revistas españolas y extranjeras, capítulos en libros, comunicaciones, proyectos de investigación, etc., fueron todos ellos modélicos y base para el desarrollo de la multitud de tesis doctorales, tesinas o DEA que dirigió. Su participación en congresos, simposium, cursos, etc., nacionales e internacionales, fue muy numerosa, obteniendo premios científicos a sus comunicaciones con una frecuencia extraordinaria.
A la labor docente dedicó también toda su vida. Gran vocacional de ella, querido y admirado por sus alumnos, asumió la responsabilidad de la enseñanza del Aparato Digestivo en el Hospital 12 de Octubre. Tuvimos la fortuna de trabajar conjuntamente en cursos del doctorado del Departamento de Medicina, como el de Aparato Digestivo y Avances en Hepatología, los cuales codirigiamos. Allí comprobamos su estilo, profundidad conceptual y capacidad docente. Queda también en su haber la codirección del curso postgrado de Urgencias en Medicina. Como era habitual en él, su entrega en estos cursos fue absoluta, dedicando gran parte de su tiempo a su preparación. Su compromiso con la Facultad y Departamento fue muy importante. Fue Presidente de la Comisión de Pregrado del Departamento de Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense desde 2010, y miembro de la Comisión de Personal del Departamento de Medicina y de la Comisión Permanente del Departamento de Medicina entre 2006-2011.
Aunque no se inclinó por los temas de gestión, sí asumió a lo largo de su vida responsabilidades con decisiones de trascendencia, siempre ligados a la excelencia. Así, fue miembro de la Comisión de Ciencias de la Salud de la ANECA para la habilitación de Catedráticos de Universidad entre 2007 y 2010, y de la Comisión Académica de la Facultad de Medicina (2006-2010). Asimismo perteneció a la Comisión de Docencia de Pregrado del Departamento de Medicina y a la de Adaptación del Programa de Medicina a la Normativa del Espacio Europeo de Enseñanza Superior, Tratado de Bolonia. Entre 1992 y 1995 fue Coordinador del Área de Medicina de la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANEP).
De todo ello fui testigo. Como lo fui en la Fundación Mutua en la que hemos convivido durante los últimos 10 años. Su seriedad, entrega y búsqueda de la excelencia fue siempre ejemplar, no favoreciendo al amigo sino a aquel que lo merecía.
Trabajador incansable, su integridad le llevó a renunciar a la plaza de Jefe de Servicio debido a la incapacidad de la dirección del centro de facilitarle los recursos necesarios para atender a la más que numerosa población dependiente de dicho hospital. Tras abandonar esta responsabilidad de gestión, que no le satisfacía en absoluto, se volcó aun más si cabe en su gran pasión por la investigación. Su tenacidad e interés por aprender más y más le llevó a desplazarse a Estados Unidos a una edad en que la mayoría de las personas no están dispuestas a esos sacrificios. Ni estaba acomodado ni tenía pereza. Solo le gustaba trabajar y lo demostraba con una renuncia constante a otros disfrutes.
Su capacidad en el seno de la hepatología fue manifiesta y debe ser considerado como uno de los hepatólogos más importantes que ha dado la medicina española. Apartado totalmente de intrigas y manejos de cualquier índole, apenas se involucró en sociedades o instituciones. Para él lo importante era el trabajo, y hacerlo bien. Cuando fui nombrado Presidente de la Sociedad Española de Patología Digestiva en 2003 propuse, con temor sin duda a que lo rechazara, nombrarle Director de la Revista Española de Enfermedades Digestivas, responsabilidad que aceptó además de por nuestra magnífica relación personal, por la seriedad del proyecto y la intercesión de nuestro querido amigo Leopoldo Martín Herrera. Gracias a él pudo ver que no era como consecuencia de una amistad sino el deseo de toda una Sociedad.
Su labor en la revista ha sido impresionante. Ha elevado su categoría, ha sido exigente con los autores, igual que lo pudiera ser una revista de fuera de nuestras fronteras. Creó sistemas para cambiar la mentalidad de los autores y hoy día nuestra revista goza de una salud envidiable con un factor impacto relevante. Dos días antes de su fallecimiento estuvo trabajando en la revisión de artículos que habían sido remitidos para su publicación.
Su vida era el trabajo y su familia. Aunque a veces parecía rudo y seco era sin embargo entrañable con las personas más allegadas. Para él lo importante era siempre la verdad, y por ella trabajaba y luchaba. Sus amigos eran los que trabajaban y no los que merodeaban por lugares cercanos a donde trabajaban otros. Se exigía la excelencia y la exigía a los demás.
Nunca buscó honores ni distinciones, pero los tuvo todos y muy importantes: el reconocimiento de sus pacientes, de sus discípulos y de todos los gastroenterólogos y hepatólogos. Hoy su pérdida es motivo de pesar para todos. Desde estas líneas quiero manifestar mi profunda consternación por su fallecimiento y expresar a toda la familia digestiva el sentimiento por su pérdida. Aunque ya no esté con nosotros estoy seguro que todos los que le conocimos no le olvidaremos, pero también es nuestra misión trasmitir a las nuevas generaciones que personas como José Antonio Solís Herruzo siguen vivas y que la historia no le puede enterrar.
Quiero expresar además, desde estas líneas, a su mujer María Teresa Muñoz Yagüe y a su hijo Pablo Solís Muñoz, la profunda huella que ha dejado en todos nosotros y el sentimiento de orfandad que deja entre sus discípulos, amigos y miembros de toda la gastroenterología y hepatología española.