La depresión durante el período del embarazo y el puerperio
Aunque la maternidad es un período que se percibe como una etapa positiva, muchas mujeres experimentan serios problemas psicológicos durante el embarazo y el puerperio. La bibliografía ha señalado que entre un 10-16% de las mujeres reciben un diagnóstico de episodio depresivo mayor durante el embarazo o dentro del primer año después del parto (Strat, Dubertret y Foll, 2011; Zlotnick, Johnson, Pearlstein y Howard, 2001). Estos datos son aproximadamente un 5% superiores a los de las mujeres adultas diagnosticadas de depresión cada año (Centers for Disease Control and Prevention ENT#091;Centro para el Control de Enfermedades y PrevenciónENT#093;, 2013). Algunos investigadores han encontrado resultados sobre cómo las mujeres tienen más probabilidad de manifestar niveles altos de depresión durante el periodo prenatal que en el período de posparto (Evans, Heron, Francomb, Oke y Golding, 2001). Sin embargo, otros trabajos apuntan en la dirección contraria: durante el embarazo se estima que entre un 6.5% y un 12.9% desarrollan depresión mayor o menor incrementándose este porcentaje hasta un 19.2% durante el primer año de vida del bebé (Gavin et al., 2005). Estas diferencias pueden ser explicadas por los distintos instrumentos de medida utilizados, que pueden producir discrepancias en la estimación de los porcentajes. En todo caso, e independientemente de las divergencias, los datos ponen de manifiesto la gravedad del problema y la necesidad de llevar a cabo actuaciones concretas para poder prevenirlo.
Sabemos además que el estigma asociado con la depresión y otras barreras en la búsqueda de tratamiento (Boyd, Mogul, Newman y Coyne, 2011) hace que alrededor del 65% de las mujeres que sufren depresión durante el embarazo no sean diagnosticadas (Ko, Farr, Dietz y Robbins, 2012). Todo ello parece demostrar la importancia de intervenir, intentando evitar que el problema tenga una dimensión mayor y pueda afectar a la calidad de los cuidados que recibe el bebé.
Riesgos de la depresión perinatal
Tal y como señala Milgrom et al. (2008), en la actualidad concurre una literatura considerable sobre los factores de riesgo, tanto para la depresión prenatal como para la depresión posnatal, existiendo una extensa lista de variables asociadas significativamente con síntomas depresivos perinatales (Robertson, Grace, Wallington y Stewart, 2004). Estos abarcan una amplia gama de factores sociodemográficos, factores psiquiátricos, biológicos, médicos y personales. Las investigaciones han demostrado que los parámetros que indican el riesgo de depresión posparto incluyen historia psicopatológica previa, especialmente si existe historia de depresión durante el período gestacional, percepción de apoyo social ineficaz o insuficiente, una mala relación de pareja, un incremento de eventos vitales estresantes y complicaciones obstétricas durante el embarazo y el parto (Campbell y Cohn, 1991; Collins, Dunkel-Schetter, Lobel y Scrimshaw, 1993). En una reciente revisión de la literatura, Lancaster, Gold, Flynn, Yoo y Marcus (2010) han señalado 10 potenciales factores de riesgo durante el período prenatal (Tabla 1).
Consecuencias de la depresión perinatal
Como ya se citó con anterioridad, las consecuencias de este trastorno pueden tener implicaciones negativas en el desarrollo de los recién nacidos, así como en la futura relación entre madre e hijo (Goodman y Brand, 2009). Por ejemplo, las madres deprimidas muchas veces informan niveles bajos de auto-eficacia (creencias sobre su capacidad y rendimiento como madres) en relación a las que no están deprimidas (Fox y Gelfand, 1994; Teti y Gelfand, 1991); las mujeres deprimidas tienden a ser menos positivas y a interactuar menos con sus bebés (Campbell, Cohn, Flanagan, Popper y Meyers, 1992). Así mismo, los bebés terminan siendo menos reactivos, evitan la mirada y presentan un menor número de destrezas durante el tiempo que están interactuando con sus madres (Field, 1995). También se ha identificado que los hijos de madres deprimidas tienen un peor rendimiento durante su escolarización e incluso dificultades en el área social a largo plazo (Weissman et al., 2006), pudiendo continuar estos problemas, aunque la madre mejore (Gunlicks y Weissman, 2008).
Como se puede deducir de todo lo anteriormente comentado, este es un problema importante para la salud de nuestras gestantes, aunque parece no recibir el adecuado tratamiento en nuestro sistema de salud. Diferentes organismos internacionales (TASK FORCE, GUIAS NICE, ACOG y AAP) han destacado la importancia del problema, así como los mecanismos que se deben utilizar tanto para prevenir como para iniciar los tratamientos adecuados. Todos ellos han identificado dos grandes puntos:
La necesidad de realizar un buen cribado durante el embarazo.
En función de los resultados obtenidos, realizar un tratamiento cognitivo conductual de probada eficacia para dar solución a dicho problema.
El grupo de trabajo US Preventive Services Task Force (O’Connor, Rossom, Henninger, Groom y Burda, 2006) en un potente trabajo de revisión en el que se examinan más de 470 estudios recogen las evidencias científicas que se han presentado hasta la fecha.
El grupo de trabajo US Preventive Services Task Force (O’Connor, Rossom, Henninger, Groom y Burda, 2006) en un potente trabajo de revisión en el que se examinan más de 470 estudios recogen las evidencias científicas que se han presentado hasta la fecha.
La guía NICE Antenatal and Postnatal Mental Health: Clinical Management and Service Guidance profundiza en la evaluación. A modo de resumen se presentan las principales aportaciones en la tabla 2.
El American College of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) señala que como mínimo se debe realizar un cribado en el período perinatal con instrumentos de probadas garantías científicas. Entre las variables a incluir en este cribado se incluye la historia previa de ansiedad y depresión, así como la evaluación de los factores de riesgo.
La American Academy of Pediatrics (AAP; Earls, 2015) sigue la misma línea señalada anteriormente: la importancia del cribado y de la intervención con el objetivo de prevenir el impacto en los bebés.
Evaluación | Tratamiento |
---|---|
Historia de cualquier problema de salud mental. | |
Bienestar físico (incluyendo el peso, el tabaquismo, la nutrición y el nivel de actividad y la historia de cualquier problema de salud física. | Depresión |
Alcohol y uso indebido de drogas. | Ansiedad |
La actitud de la mujer hacia el embarazo, incluyendo la negación del embarazo. | Tratamiento para casos de feto muerto, nacimiento traumático o aborto involuntario. |
Apoyo social | Problemas de alimentación y sueño. |
Condiciones de vida. | Consumo de drogas |
Violencia doméstica y el maltrato, el abuso sexual, el trauma y el maltrato infantil. | |
Situación económica e inmigración. | |
Evaluación de la posibilidad de autolesiones o suicidio. |
Tras los datos que acabamos de mencionar, la inquietud de varios investigadores de esta área de conocimiento nos condujo a querer profundizar en cuáles eran aquellas variables que podrían estar influyendo en el proceso del embarazo y el parto con respecto a la salud psicológica de las gestantes, hecho que se consolidó con la firma de un contrato de investigación entre la UNED y el Hospital Clínico San Carlos que, tras la realización de un primer estudio piloto, se incorporó al proyecto el Hospital Central de Asturias.
El proyecto se materializa en tres áreas:
Validación de diferentes instrumentos de evaluación
Cribado de las pacientes
Intervención cognitivo conductual
En la figura 1 se presenta el cronograma con la descripción del proceso.
Conclusión
La psicología perinatal en España requiere de un mayor desarrollo, tanto a nivel de intervención como a nivel de investigación. El proyecto que se ha presentado está tratando de promover la investigación en esta área. Animamos a la comunidad científica a seguir avanzando en esta área que requiere de un impulso para seguir mejorando la calidad de vida de las gestantes y de sus hijos.