Introducción
Los accidentes de tráfico en España se han convertido en una de las principales causas de mortalidad y lesiones, sobre todo en la población juvenil. Según el informe elaborado por la Dirección General de Tráfico (2016) se ha observado un incremento en el número de personas fallecidas en vías interurbanas en la franja de edad comprendida entre 15 y 24 años: se ha pasado de 129 a 137 fallecidos. Según este mismo informe, los factores que más influyeron en accidentes mortales y graves fueron el consumo de alcohol, que representó un 12%, y el consumo de drogas, con un 11%.
La memoria del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses (2016) concluye que el 43% de las personas fallecidas en accidentes de tráfico habían consumido alcohol, drogas y psicofármacos.
Entre los principales factores que intervienen en el origen de los accidentes de circulación se pueden considerar los consumos de alcohol y drogas, englobándose dentro del factor humano. Según Montoro, Alonso, Esteba y Toledo (2000) y Montoro, Roca y Tortosa (2008) podemos incluir en otro tipo de comportamientos la transgresión de la norma. En el estudio realizado por Bautista y Sitges (2016) sobre una muestra de 1,500 conductores se observa la relación entre la trasgresión de la norma vial y el juicio moral, es decir, cuanto más inaceptable considere el sujeto los comportamientos antinormativos, en nuestro caso conducir bajo el efecto de las drogas, menor probabilidad tendrá de trasgredir.
Debemos hacer referencia a que el cumplimiento de las normas de tráfico depende de dos factores: en primer lugar, el grupo de referencia y sus creencias con respecto a la normativa y, en segundo lugar, la aceptación moral de los preceptos formales, es decir, la interiorización de la norma como adecuada social e individualmente.
Una de las variables más analizadas en el ámbito de la drogodependencia, y en concreto en las medidas preventivas, es el concepto de la percepción de riesgo. Según Becoña (2007) la percepción de riesgo es el grado en que se considera que una conducta puede ser una amenaza para la salud. Esta atribución se hace en base a una evaluación que realiza el sujeto influido por aspectos interpersonales y contextuales, que facilitarán o contendrán la ejecución de la conducta de consumo de sustancias.
Según Becoña (2000), la construcción de pensamiento sobre las diferentes sustancias y las creencias sobre éstas, además de la experiencia que tenga el sujeto sobre el consumo, influirán en la futura decisión de consumo.
La percepción de riesgo, según Pastor (2000), se configura a través de una serie de factores, entre ellos los factores perceptivos, de historia personal, la cantidad y calidad de la información y, por último, las creencias y actitudes.
En el estudio sobre la adolescencia y la seguridad vial realizado por Meneses, Gil y Romo (2010) se apuesta por la continuidad en el análisis sobre las motivaciones y percepción de los adolescentes en relación a la seguridad vial. El presente estudio se basa en esta recomendación, fijando mayor atención en dos comportamientos habituales en el desarrollo de la adolescencia: el consumo de drogas y la conducta de conducción.
Según Jiménez y Guzmán (2012) es necesario potenciar el género como categoría de análisis para comprender las diferentes interacciones entre géneros relativas al consumo de drogas y así poder realizar nuevos enfoques de trabajo.
Aplicándolo a nuestro estudio, los factores perceptivos se referirán a la percepción de los sujetos sobre las diferentes sustancias, los mitos o ideas reales sobre éstas y las diferentes actitudes que tienen frente a algunas situaciones, como conducir o montar en un coche o el riesgo de intoxicación.
Los datos del estudio se recogen en la implementación de un programa preventivo en la provincia de Salamanca. El programa impartido se encuadra dentro de la línea preventiva denominada reducción de riesgos, incluido en el Plan regional sobre la droga de la Junta de Castilla y León. El programa fue diseñado en el año 2006 por técnicos de distintas administraciones, como la Junta de Castilla y León, el Ayuntamiento de Salamanca o la Diputación de Salamanca, junto con los técnicos de diferentes organizaciones que atienden a personas drogodependientes o que llevan a cabo programas de prevención de drogas en sus respectivas entidades.
Este estudio pretende analizar los cambios de actitud en relación al binomio conducción y drogas en los jóvenes en el ámbito de la provincia de Salamanca, además de analizar la relación entre la percepción de riesgo del binomio conducción y consumo de drogas según el sexo, evaluar las creencias erróneas que tienen los jóvenes respecto a la relación existente entre la conducción y el consumo de alcohol y cannabis y analizar su percepción de riesgo tras la reestructuración de sus ideas erróneas, es decir el impacto de la implantación del programa preventivo.
Método
Se estableció contacto con todos los institutos de la provincia de Salamanca y de la capital, ofreciendo la posibilidad de participar en el programa de prevención. El requisito previo para poder participar era que tuvieran cursos de bachillerato o ciclos formativos de grado medio y/o superior. La aceptación de la participación de estos la decidía el equipo directivo y el profesorado de cada centro educativo, de los cuales aceptaron 43.
La muestra se configuró con 3,299 jóvenes de la provincia de Salamanca y de la capital, con un rango de edad comprendido entre los 15 y los 22 años, menores de 18 años (72%), noveles hasta los 20 años (22%) y mayores de 20 años (6%) que cursaban bachillerato o ciclos formativos. El 49.20% de los sujetos eran hombres y un 50.80 % mujeres. El presente estudio cuantitativo está basado en un muestreo no probabilístico por cuotas, ya que previamente se estableció como criterio el sexo. El nivel de estudios se distribuye así: 2,323 jóvenes cursaban bachillerato, 426 jóvenes estudiaban un ciclo formativo de grado medio, 514 realizaban un ciclo formativo de grado superior y 36 personas estudiaban el curso de diversificación.
Las variables de análisis en el estudio son los mitos relacionados con el consumo de drogas y la conducción, las conductas relacionadas con el binomio sustancia y conducción y la percepción de riesgo de la muestra analizada. El instrumento diseñado para el desarrollo de la investigación es un cuestionario ad hoc que consta de dos partes. La primera parte pretende analizar la percepción de riesgo de los sujetos previa a la realización de los talleres, para lo que se analizaron los mitos presentes en los sujetos sobre el alcohol y cannabis, actuaciones en casos de intoxicación y las creencias en relación al binomio drogas y conducción. La segunda parte pretende analizar el impacto del programa preventivo en los jóvenes analizados tras el desarrollo de tres sesiones, basadas en la reestructuración de mitos sobre el alcohol y cannabis, promoción de alternativas seguras a la conducción bajo efectos de las drogas y desarrollo de habilidades de resistencia conductual.
El diseño de la investigación es cuasiexperimental transversal, recogiéndose los datos en la sesión inicial y tras cursar las tres semanas del taller planificado en el plan de investigación.
Para el análisis de los datos obtenidos se ha utilizado el programa estadístico SPSS-21, llevando a cabo un análisis descriptivo, junto con el análisis de varianza (ANOVA) y analizando exclusivamente aquellos ítems que en la prueba de homogeneidad de varianzas (estadístico de Levene) han arrojado resultados significativos. Se analizaron las variables cuyo nivel de significación era p < .05 y se utilizó el estadístico alfa de Cronbach para determinar la fiabilidad del cuestionario.
Resultados
Diferencias de la Muestra de Estudio según la Variable Sexo
En la Tabla 1 se recogen los resultados obtenidos tras la prueba de homogeneidad, siendo analizados exclusivamente aquellos cuyos resultados han sido significativos (p ≤ .05).
Tras analizar exclusivamente los resultados significativos (p ≤ .05) en la prueba de homogeneidad, se llevó a cabo el estudio comparativo entre la variable sexo utilizando el análisis de varianza con un factor, analizando aquellos ítems significativos (p ≤ .05).
Existen diferencias significativas, como se muestra en la Tabla 2, según la variable sexo en los ítems relacionados con percepción de peligrosidad del consumo de alcohol y el cannabis, el mito relacionado con la actuación tras la ingesta excesiva de alcohol y las conductas de riesgo relacionadas con la conducción y el consumo de drogas.
Estos resultados arrojan diferencias entre la percepción de riesgo tanto del consumo de drogas como de la conducción bajo la influencia de sustancias en los chicos y las chicas analizados.
Impacto del Programa en la Muestra Analizada
Tras el análisis estadístico de los resultados obtenidos referidos a la reestructuración de ideas gracias al programa realizado por los jóvenes, cabe destacar, como se muestra en la Tabla 3, las diferencias significativas en los resultados de la muestra tras la aplicación del programa. En relación a la información sobre las sustancias que tenían los sujetos se lleva a cabo una reestructuración incluyendo los elementos informativos sobre las distintas sustancias. La percepción de riesgo relacionada con las diferentes sustancias cambia tras la realización del programa, así como la relación del consumo de sustancias con la conducción.
Discusión
Los resultados de este estudio indican diferencias en la percepción del riesgo de consumo de drogas y la conducción según el sexo de la muestra. Se comprueba la reestructuración de las ideas de los sujetos tras la participación en un programa preventivo, cuyo objetivo principal es dotarles de información real y adquirir estrategias de afrontamiento al conjugar la situación de consumo y conducción.
Los resultados de nuestro estudio según el sexo son similares a los resultados obtenidos en el trabajo realizado por Herruzo, Lucena, Ruiz, Raya y Pino (2016) en relación a la percepción de riesgo asociado al consumo de drogas en jóvenes en función del sexo. Dicha investigación concluye que el 10% de las mujeres y el 20% de los hombres piensan que el alcohol no causa problemas. En relación a la percepción de riesgo y la conducción, las mujeres perciben mayor riesgo que los hombres. En el consumo de cannabis también existen diferencias significativas por sexo, valorando las mujeres un mayor riesgo.
Las investigaciones realizadas hasta el momento indican que esta baja percepción puede estar relacionada con factores familiares relativos al aprendizaje de consumo del entorno (Pons y Buelga 2011; Zucker, Donovan, Masten, Mattson y Moss, 2009), la normalización del concepto de “droga blanda” (Lee, Geisner, Patrick y Neighbors, 2010; Pons, 2008; Pons y Buelga, 2011) desterrado por los profesionales de atención directa a personas drogodependientes o también influido por la experiencia positiva del consumo experimental (Elzo, 2010; Londoño, 2010; Moral y Ovejero, 2011; Ruiz-Juan y Ruiz-Risueño, 2011).
En el estudio realizado por Ochoa (2014) referente a la opinión de los expertos sobre la baja percepción de riesgo de los adolescentes con respecto al consumo de alcohol y drogas se concluye que uno de los motivos podría ser la dificultad de los jóvenes para percibir consecuencias a largo plazo de los comportamientos. La legitimización del consumo de alcohol como un comportamiento cultural y normalizado influye en la relación de esta sustancia con su bajo riesgo, interiorizándose como una conducta adaptada en un entorno festivo o de ocio. Las contradicciones percibidas por los menores en relación a los diferentes agentes de socialización, como la familia o los medios de comunicación, facilitan la justificación de su consumo, produciéndose mensajes contradictorios entre la puesta en marcha de diferentes estrategias preventivas en diferentes ámbitos con los mensajes recibidos por estos agentes de socialización y el comportamiento aprendido en éstos.
El discurso preventivo dirigido a los jóvenes en relación a los riesgos del consumo de sustancias está habitualmente orientado a las consecuencias sanitarias y especialmente a largo plazo, argumento que parece no conectar con los jóvenes.
Igualmente, en el estudio de Uribe, Verdugo y Zacarías Salinas (2011) concluyen que existe una menor percepción de peligrosidad en los jóvenes adolescentes analizados frente a las jóvenes participantes del estudio, considerando que estas diferencias son debidas a la mayor consistencia en las creencias de ellas con respecto a los consumos de sustancias y una actitud más desfavorable hacia estas.
Según la investigación de Camacho, Avilés, Márquez, Gil y Marcos (2017) el patrón de consumo actual en los jóvenes tiene como consecuencia el ingreso en urgencias por una intoxicación alcohólica, siendo minimizada esta situación por estos al atribuirse como coyuntural o por una causa puntual, como “no comer lo suficiente o problema de diabetes”.
Falcón et al. (2009) concluyeron que existían diferencias significativas de género entre chicos y chicas en relación a la conducta de pelea; sin embargo, no existían estas diferencias si las peleas se producían bajo los efectos del alcohol. En esta misma investigación se obtuvieron iguales resultados que los arrojados por la investigación de Feldman, Harvey, Holowaty y Shortt (1999) en relación a la conducción después del consumo de alcohol, siendo de un 14 %, cifras semejantes a las obtenidas en nuestro estudio. En la investigación de Calafat, Adrover, Jerez y Blay Franzke (2008) en relación al sexo y la conducción, se encontró que es una conducta más frecuente en hombres que en mujeres, aunque la conducta más frecuente es montar en un vehículo con alguien drogado o ebrio, pudiéndose explicar esta conducta por la falta de conciencia social sobre la peligros.
La investigación realizada por Meneses et al. (2010) sobre la adolescencia y las situaciones de riesgo en la seguridad vial confirma que existen diferencias de género, ya que son más frecuentes las conductas de inseguridad vial en el género masculino que en el femenino. El trabajo llevado a cabo por Gil y Romo (2008) sobre la población adolescente andaluza confirma resultados semejantes a nuestro estudio relativos a conductas de riesgo relacionadas con la seguridad vial, como son el consumo de drogas legales e ilegales y el género.
Los resultados obtenidos en los estudios analizados con anterioridad confirman la existencia de diferencias de género, de forma similar a las conclusiones extraídas del presente estudio.
Respecto al efecto de cambio de creencias en relación a las ideas mitificadas del consumo de alcohol y cannabis, según los resultados obtenidos, podemos afirmar que el mismo se ha producido. Este resultado se ha conseguido tras el proceso realizado a lo largo de las tres sesiones de intervención con estos jóvenes, cuyos elementos clave han consistido en reestructurar las ideas distorsionadas en relación a las diferentes sustancias en cuanto al efecto y el verdadero funcionamiento en el organismo, las conductas de riesgo asociadas al consumo como la conducción, montar con alguien bajo los efectos de la sustancia o ciertas actuaciones en caso de intoxicación relacionadas con la interpretación que estos hacen de la situación y la percepción de los riesgos que ellos mismos evalúan en dichas situaciones. Gómez, González y García (1998) consideran que es necesario identificar las creencias que los jóvenes tienen sobre las drogas, ya que las interpretaciones que estos pueden hacer en sus primeras experimentaciones tienen su origen en sus esquemas cognitivos. La identificación de estas creencias será relevante para interiorizar actitudes negativas hacia el mismo. La primera parte del programa pretende identificar y detectar estos esquemas mentales y el proceso de reestructuración consiste en dotar a los jóvenes de nuevos esquemas de creencias configurados a partir de elementos informativos reales y veraces, eliminando creencias falsas y mitos. Además, en este proceso se les dota de estrategias de afrontamiento mediante comportamientos alternativos, que les ayuden a resolver aquellas situaciones que se les presentan y han sido identificadas como conductas de riesgo asociadas al consumo de drogas.
Para concluir, se destaca que la reestructuración de creencias realizada con los jóvenes objeto de estudio ha provocado en ellos un cambio de pensamiento en relación al consumo de alcohol y cannabis en la conducción. Consideramos que sería importante ampliar la investigación realizando un estudio longitudinal para así poder determinar la eficacia de dicho programa preventivo, además de abordar nuevas acciones orientadas a la interiorización de la percepción de riesgo en relación a las conductas asociadas a los consumos de drogas, como en este caso la seguridad vial.
Extended Summary
According to a report by the Directorate General of Road Traffic for the year 2017, there has been an increase in the number of fatal accidents on interurban motorways by people aged between 15 and 24, in which the consumption of alcohol and drugs were among the most influential factors.
The human factor and norm transgression (Montoro, Alonso, Esteba, & Toledo, 2000; Montoro, Roca & Tortosa, 2008) are two variables influencing this accident rate. Authors such as Meneses, Gil, and Romo (2010) suggest that we continue analyzing motivations and perceptions of adolescents in relation to road safety; thus, the present study follows this recommendation, focusing on two common behaviors found during adolescence: drug use and reckless driving. Research-wise, we will study people’s perceptions about different substances, whether myth or real, and their attitudes towards driving, riding, or being under the influence of substances. This study aims to analyze changes in attitude towards the driving-drug use relationship in adolescents and young adults in Salamanca province, Spain, as well as how risk perception of driving and drug use varies by gender. We seek to evaluate wrong beliefs this population may have about the relationship between driving and consumption of alcohol and cannabis; and then analyze how their risk perception has changed after restructuring misconceptions through the administration of a preventive program.
Method
The sample consisted of 3,299 participants from the province and capital of Salamanca, Spain, with an age range of 15 to 22 years, who were studying either high school (specifically, Spanish baccalaureate) or vocational training. The study level among participants is distributed among 2,323 participants who were at high school, 36 of whom had a special needs education. As for vocational training, 426 were at middle grade vocational training cycles and 514 at higher-level training cycles. Regarding gender, 49.20% of the participants were men and 50.80% women. We used non-probabilistic sampling with quotas, given gender was previously established as a criterion.
The study uses a cross-sectional, quasi-experimental, design, collecting the data at two points: in the first session and after completing the three weeks of a workshop established within our research plan.
We used a quantitative approach, and data analysis was done using the statistical software SPSS-21. We carried out a descriptive analysis, along with an analysis of variance (ANOVA) using only items that showed equality of variance (Levene’s test). We analyzed variables whose level of significance was p < .05, and reliability was estimated using Cronbach’s alpha coefficient.
Results
Results show significant differences between the perception of risk of both drug consumption and driving under the influence of substances in men and women. Regarding the impact of the preventive program on their ideas, previous conceptions about different substances, as well their perceived risk on driving, were restructured.
Discussion
Gender moderates the perception of risk in drug use and driving, according to our study. These results are similar to those obtained by Herruzo, Lucena, Ruiz, Raya, and Pino (2016) regarding the risk perception associated with drug use in young people and by gender.
The literature so far indicates that this low perception may be associated to family factors related with consumption learned from the environment (Pons & Buelga 2011, Zucker et al., 2009), the normalization of the “soft drug” concept (Lee et al., 2010; Pons, 2008; Pons & Buelga, 2011) disregarded by direct care professionals with drug addicts, or influences by the positive experience of experimental use (Elzo, 2010; Londoño, 2010 Moral & Ovejero, 2011; Ruiz-Juan y Ruiz-Risueño, 2011). The research carried out by Meneses et al. (2010) on adolescence and risk situations in road safety also confirms differences by gender, reckless driving being more frequent in men than in women. The study by Gil and Romo (2008) on the Andalusian adolescent population also found results similar to those of our study regarding risk behaviors related to road safety, such as consumption of legal and illegal drugs, as well as differences by gender. Our study also confirms a change in beliefs on the mythologized ideas about the consumption of alcohol and cannabis. This change was achieved after the process of three intervention sessions with our participants, whose key elements consisted of restructuring the distorted ideas of different substances in terms of the effect and how it works in the body, risk behaviors associated with consumption, such as driving, riding with someone under the effects of substances, or how they interpret and assess risk under these effects.
Identifying these beliefs is relevant to internalize negative attitudes towards it. The first part of the program aims to identify and detect these mental schemes, and the process of restructuring consists of providing new belief schemes, taken from real and credible information sources, eliminating faulty beliefs and myths. Additionally, during this process, they are provided with management strategies through alternative behaviors, which helps them to resolve those situations which have been identified as risk behaviors associated with drug use.
To conclude, we highlight that restructuring beliefs in the participants within our study caused them a change of thought in what the use of alcohol and cannabis while driving means. We believe that it would be important to expand this research by performing a longitudinal study, in order to determine the effectiveness of this preventive program, in addition to expanding new actions aimed at internalizing the perception of risk related to behaviors associated with drug use, as road safety in this case.