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Index de Enfermería
versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296
Index Enferm vol.13 no.47 Granada 2004
MISCELÁNEA
HISTORIA Y VIDA
Enfermera en los "Años del Hambre". María Martínez Pozo1
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1Enfermera, Unidad de Obstetricia. Hospital Universitario San Cecilio, Granada, España. CORRESPONDENCIA:
Manuscrito recibido el 16.03.04 Index Enferm (Gran) 2004; 47:54-58 | Resumen Abstract Amelia Ros, enfermera puericultora, nos ofrece la oportunidad de conocer a través de su relato biográfico una página que ya pertenece a la historia de la enfermería reciente, aquella que aún puede rememorarse por personas que la vivieron. Me refiero a la enfermería de la posguerra. Nuestra informante nos adentra en unas manifestaciones de la profesión de los cuidados que no se entenderían si no se comprende el contexto donde tuvieron lugar, por eso ella pone énfasis en mostrar aspectos como los valores en los que se asentaba, la profesión vivida como una vocación, el cumplimiento del deber, el servicio a la persona como algo sagrado. También nos describe los campos de acción en los que actuaba: para las enfermeras de esta época lo sanitario iba unido a lo social, como algo indivisible debido a la situación económica y social en que se vivía en la España de los años cuarenta, como ella nos dice "eran años del hambre". Con su relato me gustaría reconocer y hacer memoria de las enfermeras de esa época que a través de tantas dificultades supieron dar un paso adelante en la historia de la mujer y de la enfermería con su trabajo y su hacer personal. BEING A NURSE IN THE " HUNGER YEARS" Amelia Ros, a children's nurse, gives us the opportunity of getting to know through her biographic story the recent nurse's history, the one that can be remembered through the people that lived it. We are talking about the nursing in the Spanish post civil war. Our informant guides us through an expression of the care profession that wouldn't make sense if we don't locate it in the context where it took place. For that reason, she emphasizes the core values of the profession, how being a nurse was a vocation, it was to accomplish a duty, and how giving care was considered as something sacred. The fields in which she acted are also described. At those times nurses considered that sanitary and social services were linked, it was something indivisible due to the economic and social context of Spain in the forties (the hunger years, as she describes it). With her story I would like to acknowledge nurses of those times that faced so many difficulties and that served to advance in the women and nurse history thanks to their jobs and her personal work. |
Introducción
Muchas veces he deseado hacer esta entrevista a Amelia, enfermera que ejerció desde el año 1936 al 1986. Mujer de gran inteligencia e intuición, con grandes habilidades sociales, gran persona y gran mujer que supo romper en cierto modo los condicionamientos sociales de su época y ser fiel a lo que ella era de fondo, a sus valores y convicciones. Una enfermera que siempre supo poner a la persona en el centro de su profesión.
Amelia Ros Martín nació en Granada en el año 1916. Ejerció durante cuarenta años con la titulación de enfermera puericultora. Durante 25 años estuvo al frente del Centro de Alimentación Infantil, ubicado según nos cuenta en la calle Real, junto a la iglesia de San Ildefonso y frente al Hospital Real, en una casa grande que daba la vuelta a la manzana. Tenía a su cargo gran cantidad de personal de plantilla: médicos, enfermeras, auxiliares y "mozos". Atendían a cien mujeres gestantes y cien lactantes a los que alimentaban y daban atención médica.
Ella sola tenía que organizar y gestionar pacientes, personal y recursos: un gran almacén de medicamentos y otro de alimentos que supervisaba personalmente a diario "todos los días antes del reparto de la leche iba a meter la bombilla para comprobar que la leche no venía aguada, porque era cosa de gran responsabilidad...". Me ha resultado muy curioso este centro donde las enfermeras, además de las tareas asistenciales, asumían tareas sociales: la de alimentar a las madres y a sus hijos, porque como ella nos cuenta "eran tiempos malos porque entonces había más necesidad que ahora, era la posguerra y se pasaba hambre"; "era por coger al niño antes de nacer, porque no viniera el niño abajo, por eso se alimentaba y se cuidaba".
Los quince años siguientes estuvo en una guardería donde cubría la parte sanitaria de niños sin recursos económicos en el Polígono de Almanjáyar, y a su vez tenía a su cargo la atención médica de los niños de los hogares Bermúdez de Castro y los de María Auxiliadora. Los últimos años ejerció como directora de un comedor social para ancianos en el Albaicín, donde cuenta que asumía las tareas de gerencia, sanitarias, asistencia social, apoyo psicológico y muchas veces tenía que hacer de cocinera.
A lo largo de la entrevista ha manifestado cuáles eran los valores de la enfermería en ese momento, reflejo de la sociedad en que vivía. La familia era un valor absoluto incuestionable donde el padre era la autoridad que decidía sobre el futuro de los hijos y mucho más de las hijas, cuyo papel estaba en la casa, asumiendo las tareas domésticas, "mis hermanas no trabajó ninguna porque entonces no se usaba eso". Estaba mal visto que una mujer saliera para estudiar y mucho más para trabajar, tareas reservadas al varón.
Amelia luchó contra la oposición familiar, "¿Qué quiere decir irte a la calle a trabajar?, mi padre tocó el cielo con la mano". Supo aprovechar la coyuntura de la guerra civil española y la necesidad de personal que hacía falta en los "Hospitales de Sangre". Su padre accede, "entonces mi padre no se opuso como buen español, todo el personal era poco". Y es que entonces la patria era también un valor incuestionable al que había que servir y dar tus hijos si los necesitaba.
Expresa claramente cómo para ella y las enfermeras que con ella trabajaban sentían la profesión como una vocación, "había una cosa superior a la nómina, superior por encima de ella", "no tenían horas y nunca se quejaron, nunca se quejaron". El trabajo se asentaba en varios pilares para ella fundamental, el cumplimiento del deber, el sentido del sacrificio y el servicio a los otros como una forma de vida. Era una sociedad impregnada de religiosidad que afectaban totalmente a la vida profesional.
En definitiva, creo que la entrevista aporta un testimonio de la evolución que ha sufrido nuestra profesión, reflejo de los cambios de la sociedad en la que actúa.
RELATO BIOGRÁFICO
LAS MOTIVACIONES. [Fui enfermera] por vocación propia. Yo, si hubiera podido, en aquellos tiempos no se usaba que las mujeres estudiaran, si yo hubiera estudiado, yo me hubiera hecho médico, esa era mi vocación. Como no pude, porque entonces no era posible, pues entonces me hice enfermera, en contra de mi padre que no quería, no quería que saliéramos a trabajar, qué sé yo, entonces me hice enfermera, después me especialicé.
OPOSICIÓN DE LA FAMILIA. Muy mal, muy mal porque casi era como si estuvieras chalá, ¿qué quiere decir irte a la calle a trabajar?, mis hermanas no trabajó ninguna porque entonces no se usaba eso y difícilmente como una mujer no se hiciera maestra o algo así, mujer médica eso no se veía o mujeres abogados. Cuando yo dije en mi casa: "voy a hacerlo", mi padre tocó el cielo con la mano y me dijo "¿y eso por qué?", menos mal que al final lo pude conseguir y ya me dejó. Pues nada, le expliqué que me gustaba mucho y que iba en contra de mi vocación que era esa, ya mi padre, que era el peor, el más bravío, ya pude conseguir que me dejara, claro, como ya vino la Guerra y ya está y me dejó por esto de la Guerra y se armó ese jaleo y todo el personal era poco para los hospitales de sangre, para todo ese bollo, pues entonces ya tuvo que ceder, ya a eso no se opuso, no, era muy buen español y dijo: "si hace falta mi hija por ahí, venga, que vaya". Y ya me dejó y entonces empecé todo ese jaleo de cosas y seguí hasta meterme en la facultad, ya a eso no se opuso, no tuvo más remedio que dejarme [risa], no le sirvió otra, hija mía.
SU FORMACIÓN. Me gustaba de siempre, por eso podía decir que era una cosa vocacional, yo estaba en la Cruz Roja, en el Palas, y atendíamos todo lo que me traían de los frentes, eso era terrible. Empezó la Guerra y hacía falta en esos hospitales de guerra que pusieron, hacía falta personal, pero no era personal preparado, o sea, te ibas preparando conforme los cursillos que ibas haciendo. Hacían un cursillo, yo iba, hacían otro cursillo, yo iba, ya te digo que conservo ahí como los tontos cinco o seis diplomas grandísimos que me daban de todos esos cursillos y ya ibas adquiriendo un poco de práctica que no la tenías ni qué sabíamos nosotras de eso, no sabíamos ni palabra y entonces, claro, aquello era distinto a todo lo que yo te he contado, eran hospitales de guerra, hospitales de sangre, le podíamos llamar, era lo que veíamos. Luego pasé a la Facultad y entonces ya me hice enfermera titulada, era dificilillo, entonces apretaban, apretaban.
LAS PRÁCTICAS. La primera operación que yo asistí en mi vida fue cortarle a un guardia civil una pierna, esa fue la primera [risa], eso no se olvida. Yo, como el otro que dice, "tráigame esto, tráigame lo otro" porque no sabíamos, ya que no estábamos preparadas, qué sabíamos nosotras, para nada. Entonces había prácticas también ya en distintos sitios. Yo me acuerdo que cuando yo me hice puericultora no se contaba con tiempo, estaba trabajando en la dirección de lo otro, ¡vamos, era de locura!, noches enteras que no me acostaba estudiando toda la noche y entonces me acuerdo que Baldomero Bueno creyó enteramente que yo a sus prácticas no quería ir, vamos a llamarle por pudor, creyó eso y entonces un día en la clase pues me llamó, "Señorita Ros", yo me creí que era para salir a la pizarra, a cualquier cosa, me puse tiesa, "quédese usted en su sitio, tengo que decir una cosa que Baldomero Bueno como hombre es un canalla pero en su profesión es un monje, puede usted sentarse" [risas].
LA ESPECIALIDAD. Entonces nos hicimos enfermeras aquí en la Facultad de Medicina, teníamos que estar dos años para hacernos enfermeras, una vez que te daban el título, que era universitario, ya podías ir a una especialidad. Entonces aquí en Granada no había escuela de puericultura, solamente había que ir a Madrid o a Sevilla. Yo se lo dije a mi padre y me dijo que de ninguna manera, pero dio la santa casualidad que aquel mismo año abrieron aquí la Escuela de Puericultura, y yo entonces fui a ella y mediante un examen que me hicieron, porque solamente podían ir diez médicos, diez matronas y diez enfermeras, entonces yo lo solicité y ya fui a allí y me hice puericultora, porque si no era puericultora no podía estar en la plaza que yo tenía.
COMO GESTORA. Para ser directora de allí del Centro de Alimentación Infantil, que se llamaba así, había que haber al frente una puericultora y yo no lo era, entonces tuve que ir sin más remedio. Entonces el trabajo me lo dieron, yo te voy a decir cómo me lo dieron: yo conocía mucho a una que estaba trabajando en la oficina en la Delegación y entonces ella me llamó un día y me dijo "se va a quedar una plaza allí en la oficina, ¿por qué tú no la solicitas a ver si puede ser?". Entonces yo la solicité y me la concedieron y me fui a trabajar allí.Ese trabajo me costó muchas lágrimas, te voy a decir por qué: porque yo no había trabajado nunca lo primero, lo segundo tenía una plantilla terrible porque para todo eso que yo te dije, todo ese movimiento de casa y todo ese enredo, yo me encontraba con cinco médicos, con siete enfermeras, con tres enfermeras visitadoras, con una enfermera en el almacén. En el almacén de abajo tenía por lo menos seis, una plantilla importante, y yo al frente, y eso me costó mucho, y dos mozos, y en la cocina una cocinera, tres ayudantes y el comedor tres montones de lo mismo, y yo ya no, y yo me parece que el mundo se me venía encima y yo me dije "¿y yo voy a poder con esto?". Y entonces yo tenía pocos años también y me agobiaba de ver aquello, me agobiaba y por eso te digo que me costó muchas lágrimas el seguir adelante con aquello y decía "vamos a ver, vamos a ver si podemos". Esa fue mi entrada ahí, no puedes imaginarte.
EL CENTRO DE ALIMENTACIÓN INFANTIL. La casa estaba en la calle Real frente por frente a San Idelfonso, ¿no había allí una casa que hace como esquina?, mi despacho daba frente por frente al Hospital Real, ese era el balcón de mi despacho y daba toda la vuelta a la manzana, era una casa muy grande. La casa tenía tres patios, no menos, era una casa grandísima, allí no estaban todo el día, allí estaban para la consulta y para retirar los alimentos, allí no comían nada más que las madres, los niños no, los niños retiraban las madres los alimentos y se les daba hasta a los pequeñajos, se les daba hasta las gachillas hechas, ya ves, conforme a la edad de cada uno y la leche se le daba allí también, leche de vaca, que se le daba a todos los niños, y entonces a la que tenía ya, como te digo antes desde el año hasta los tres, se le hacía un paquete con galletas, azúcar, harina, una ayuda para poderlos alimentar, entonces tenía que haber en esos almacenes, pues tenía que haber, como ya te dije antes tres auxiliares con las distintas fregantinas para hacer toda la comida de miles de paquetes que había que hacer para repartirlos a la gente, la leche no, la leche era a diario y las galletas también, pero allí no comían los niños, los alimentos se los llevaban a sus casas, allí las que comían eran las madres en esos dos comedores que yo te he dicho, el almuerzo, sólo el almuerzo. Luego si alguna tenía un plan que el médico decía, pues esta madre necesita esto o necesita lo otro, pues entonces se le ayudaba a la madre.
Se llamaba Centro de Alimentación Infantil y aunque teníamos esas madres gestantes, que yo te digo era por coger al niño antes de nacer, porque no viniera el niño abajo, por eso se le alimentaba y se cuidaba. Teníamos cien madres gestantes, cien lactantes con un médico ginecólogo al frente de ellas, que periódicamente pasaba revisión para ver cómo iba la cosa. Como eran tiempos malos, porque entonces había más necesidad que hay ahora y todo ese enredo de cosas, entonces a esas madres se les procuraban alimentos y se tenían esas comidas que yo te dije de cien madres gestantes. Nacía el niño y entonces ya el niño desde que nacía hasta el año lo teníamos todo cubierto y desde el año hasta los tres años la parte sanitaria la tenía cubierta, sin embargo en la alimentación sólo se le daba una ayuda, una ayuda siempre, la parte sanitaria sí, tenía la medicación, tenía las consultas, lo tenía todo, absolutamente todo.
Luego nace el niño, existía ese cuerpo de enfermeras visitadoras que seguían al niño en su propia casa, a ver qué ambiente tenía, yo por ahí tengo que tener, hacían unos croquis, tenían unos croquis que lo hacían perfectamente las enfermeras visitadoras, el croquis de la casa, "la casa tal era nueva, la casa es tal y tenía unas ventanas, una puerta y por aquí..." lo hacían a las mil maravillas y entonces ese croquis pasaba al médico, al puericultor y veía el ambiente que el niño tenía, se pesaba periódicamente como te he dicho. Existían unos impresos y también unas gráficas de peso que lo llevaba una enfermera sola y se pesaban periódicamente y se le obligaba a pasar a la consulta para que el médico viera cómo iba ese niño, si iba bien o si tal, cómo iba. Luego se tenía los periodos de vacunación, que eso era terrible. Luego esas misma fichas de consulta que yo te hablo pasaban a la enfermera encargada de medicamentos y de ponerle las inyecciones.
Otra enfermera dedicada solamente al almacén de medicamentos, allí no faltaba nada, era un almacén terrible como una farmacia. Ya después, cuando ya tenían los seis años, entonces ya pasaba a guardería y allí era otra cosa distinta a esto que te hablo, que era el centro de alimentación, allí seguían a los niños, era de otra manera, completamente opuesto.
EL TRATO DIRECTO. Pues mira, te voy a decir una cosa, cómo me organizaba, porque no me organizaba yo, yo veía la mano de Dios en mí, si no yo humanamente no hubiera podido, no, yo no hubiera podido, eso con sinceridad, por eso la fe es tan hermosa. Si yo no hubiera visto que era El, que era Dios el que me ayudaba a esto, porque yo humanamente me derretía en lágrimas y si no fueron sesenta mil veces las que yo fui a mis jefes para que me quitaran de allí porque yo no quería estar de ninguna manera, veía que era superior a mis fuerzas humanas. Tú verás lo que es lidiar con todo ese personal, eso era una cosa horrible, donde tantísimo se repartía todos los días, donde tantísima medicación salía, donde tanto había de traer de alimentos para que comieran doscientas personas, donde había que alimentar a esos niños pequeños, sí, eso era espantoso, era espantoso, y sobre todo la lidia del personal, el encaje de unos y de otros, eso era espantoso.
LAS ENFERMEDADES DE LOS NIÑOS. Difteria, entonces pasó el médico y me dice: "Este niño será un niño ciego". Este niño será un niño ciego, ¡Dios mío de mi alma, eso era terrible!, pero dice "en parte va a depender de usted, porque si ese niño se trata conforme yo diagnostique, puede que se salve". Tú sabes que la difteria es una especie de nata, de cosa rara, total que había que ir tres o cuatro veces al día. El niño vivía por lo alto de aquella cuesta debajo de San Ildefonso, íbamos a curarle pero que el niño se salvó gracias a los cuidados y que Dios quiso. Dios por encima y poniéndole todas la medicación que él mandó. Entre esas cosas yo me acuerdo de ver al niño con una nata blanca cubierta en los ojos, cuya nata había que quitársela y luego toda la medicación que él me puso y el niño se curó gracias al Señor, y de esas y como esas se han visto allí niños que han salido, otros han dado malos ratos, eso si, otros han dado malos ratos porque yo me acuerdo una vez una madre llevó una chiquilla a la consulta muy peinadita, muy tiesa, entra y me dijo: "Que mire usted, que mire usted qué pintas le han salido a mi niña". Yo la miré y me pareció enteramente sarampión aquello, total que al pasar a consulta me dijo Don Juan: "¿Tienen ustedes?", porque entonces no había jeringas de un solo uso, había que tener el cacharro hirviendo. Le dije: "pues si". "Hay que pincharle ahora mismo a este niño porque está muy mal". "Qué cosa mas rara, ¿qué tiene el niño, una hemorragia interna?". Que ocurrió que se nos quedó en la mano pinchándole, eso a mi no se me olvida, aquello fue terrible, por eso te digo que tenía sus cosas que te servían de compensación en tu trabajo porque veías que por medio de lo que habías hecho de esfuerzo salvar una vida humana pues Dios te lo compensaba con que se salvara el que fuera, pero con otros venía la prueba de decir a pesar de todo lo que he hecho no tenía remedio, se ha quedao, de esas y como esas cuántas cosas te podía contar, muchísimas. Luego ya pasé al trabajo de guardería que ya era un trabajo distinto completamente.
RESPONSABILIDAD EN EL TRABAJO. Tengo muy buenos recuerdos de aquellas enfermeras porque era un personal que en su profesión no había horas, no había horas. Muchas veces a las mismas visitadoras yo les decía: "pero hijas del alma", habían terminado a esta hora o a la otra o a la de más allá, no pensaban nadie en horas sino en el trabajo, allí mismo cuando venían aquellas épocas fuertes de vacunación y de todas aquellas cosas, nos decían "pues tenemos cuatros horas o cinco horas", estaríamos peor organizadas o yo qué sé qué sería, pero allí no había horas para eso, allí, o sea el trabajo era lo primero, el deber era lo primero, lo demás quedaba a la cola, se podía, y se podía con ilusión, a pesar de todo ya tranquilamente pensabas y te daba como alegría por lo que habías hecho, o sea que todo el personal trabajaba porque lo necesitaba, yo lo comprendo, pero entonces no se miraba tanto la nómina, no, por encima de la nómina se miraba lo que se estaba haciendo, el bien que tú podías repartir con tu trabajo, eso tenía más valor todavía que ese mismo dinero que necesitabas. Cosas muy buenas recuerdo de aquel personal, cosas muy buenas, esa es la pura verdad, jamás se pensaba ni decía que se tenían que ir, nunca, nunca hasta que se terminaba la última cosa allí, estaban como esclavas. Para que aquella casa hubiera tenido que haber cuatro veces más del personal que había pero como el personal no lo metían pues había que apencar ahí, pero que no se quejaban, a pesar de eso no se quejaban, había una cosa superior a la nómina, superior por encima de ella.
LA GUARDERÍA. Yo además de estar en la guardería, llevaba todos los niños enfermos de todos los hogares y entonces seguí con las mismas consultas y tenía que llevar a los niños a los especialistas de ojos, al radiólogo, y entonces yo tenía que hacer el informe de todos los niños antes de entrar en los hogares, vayas tú a creerte que yo sólo me quedé con la guardería, yo tenía que salir todas las mañanas, ¡bendito y alabado!, con el coche que me mandaban y salía con los cuatro o cinco niños y tenía que llevarlos a los distintos sitios para hacerles los informes, si yo por falta de trabajo no he quedado. Allí también yo tenía dos auxiliares, estas auxiliares me ayudaban en la comida de los niños, los pesaban, los vigilaban en los recreos, las siestas, porque se acostaban allí los chiquillos.
LOS INCIDENTES. Tenían también sus cosas, sus cosas interesantes, recuerdo un día que llegó un niño y me dijo: " Señorita, señorita, que me he tragado un duro". "¿Que te has tragado un duro, y dónde está el duro?". "¡Aquí!", señalaba la garganta, "Pues ya te está pasando, eso no es nada". Yo siempre observando por si acaso, entonces a la hora de comer me fui al comedor y comió perfectamente pero, ¡chiquilla!, el duro le daba la vuelta y cuando le daba la vuelta pues tragaba. Yo pensé "este niño me quiere volver loca, no tiene nada, absolutamente nada". Salían después al patio, que salían a jugar, al recreo, y entonces yo vi que el chiquillo a cada momento se limpiaba la baba. ¿Limpiándose la saliva?, parece que esto no me gusta a mí ya, "¿qué es lo que te pasa?", le dije, "pues na, señorita, que tengo aquí el duro". Pues bueno vamos a llevarnos al niño a que lo vieran, me traje al niño inmediatamente a que lo vieran en urgencias. "Mire usted, que este niño dice que se ha tragado un duro, ha comido pero le pasa esto...". Llegó el médico y dijo que efectivamente el duro está ahí y entonces hay que llamar al especialista porque de no pasar el duro hay que hacerle al niño la traqueotomía para sacar el duro. Yo me morí y me encomendé a la Virgen: "Virgen Santa, ten misericordia porque esto es una cosa muy grande lo que pasa".Llegó el especialista con tan buena hora que le metió la valva en la boca y con una pinza le sacó el duro. Me acuerdo que entre todos los médicos que estaban allí con él, dijeron: "Este duro nos lo tenemos que sortear porque es el duro de la suerte". Entonces sí me lo pasé mal, me lo pasé muy mal porque yo me dije "¿qué va a pasar aquí con el duro del chaval?", él decía: "Señorita, señorita, que tengo aquí un duro" [risa].
CON LOS VIEJOS. Todas esas cosas y muchas más, habría tantas cosas que decir y que contar que serían muchas y ya está, como me veían mayor pues ya me pasaron a los que son como niños, que son los viejos, entonces ya pasé a los viejos con los que estuve ocho años también, parecidos son los viejos a los chavales, por eso dicen que nos volvemos como niños, tenía a veces que alimentarlos como si fueran chiquillos y ya para después de eso me jubilé y ya a disfrutar de la vejez.
LA JUBILACIÓN. Cuarenta años mal contados de trabajo por eso cuando ya me jubilé me quisieron dar la medalla del trabajo y me acuerdo que el Delegado me decía: "pero vamos a ver, pero usted qué cosa es la que está diciendo", "porque a mí no me tiene que dar nadie ninguna medalla con lo que yo he hecho que es cumplir con mi deber, yo no he hecho nada extraordinario sino cumplir con mi deber". Entonces ya aquel delegado se fue y como no se la admití de ninguna manera, no, porque no he hecho nada extraordinario y ya te digo que mi expediente de cuarenta años mal contados de trabajo no he tenido ni un día de baja en el trabajo y entonces me decía el delegado un día en el trabajo [risa] "el único expediente que tengo en mis manos que no tiene ni una baja".
Me rompí el brazo en mi trabajo, resbalé allí en el almacén y me rompí el brazo, ¡pues bueno, ya me he roto el brazo, pues vaya por Dios!, qué le vamos hacer y ya entonces con el brazo en cabestrillo como el brazo me quedaba libre, con esta mano escribía a máquina, y he tenido muchos más motivos para darme, de más, pero yo qué sé, que es una cosa tan interesante en el trabajo, te repito lo de antes, tan interesante en el trabajo no sólo ver la nómina, sino el cumplimiento del deber, cumplimiento del deber por delante de la nómina, eso es muy interesante en la persona que trabaja y no quiere decir que se vaya a hacer el tonto, yo a lo mejor he rayado en la tontería, pero yo lo veo muy preciso porque yo no hablo por mí porque yo no tengo por qué hablar, yo no tengo que hablar de mí ni quien tal vio pero era el personal de allí, eran cumplidoras cien por cien del trabajo. Estas mismas visitadoras que se iban a las casas pues estaban allí viendo las dificultades de la familia, las cosas que les pasaban, tardaban bastante tiempo y nunca se quejaron, nunca se quejaron.
LA VOCACIÓN. Yo sí, he sido feliz, totalmente, por esta cosa que tú haces por vocación, yo digo que en esta profesión tenía que pasar como en los curas, que todos los médicos tenían que ser vocacionales, que les gustara, que se sintieran ellos satisfechos de aquello que estaban haciendo y la cosa variaba. En mi caso era vocacional el trabajo, pues me sentí totalmente realizada en él. Yo me sentía muy a gusto, por esto que te he contado antes, si a mi me dejan libre yo hubiera sido felicísima, yo mi único atranque era tener que estar al pie del cañón, eso era lo que nunca en todos los años lo pude digerir, y era un castigo de Dios que me mandó.