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Index de Enfermería
versión On-line ISSN 1699-5988versión impresa ISSN 1132-1296
Index Enferm vol.19 no.2-3 Granada abr./sep. 2010
LA MIRADA
La muerte de los ángeles
Death of Angels
Ana Belén Rodríguez Feijóo
Diplomada en enfermería. PAC de Ourense. Grupo de Investigación en Historia y Pensamiento Enfermero "Agora" (GHIPEA). Ourense, España
Dirección para correspondencia
Fotografía: Ourense, España, febrero de 1956
9x12 cm. Blanco y negro
Autor desconocido
La fotografía que nos ocupa presenta una imagen que posiblemente nos genere una serie de preguntas y curiosidades que en algún caso podremos solventar al conocer más detalles de todo lo que la rodea, llamémosle situación, época, lugar, etc. La fotografía data del 4 de febrero de 1956, fue realizada en una vivienda familiar en un pueblecito ourensano perteneciente a la Galicia profunda.
A primera vista lo que más nos llama la atención es la presencia de dos bebés, ambos en un mismo ataúd, que se corresponde con sus tamaños. Sus características: tamaño, aspecto facial y craneal, presencia de abundante pelo, delatan su corta edad, haciéndonos pensar en recién nacidos. El pequeño ataúd blanco simboliza la pureza e inocencia de sus ocupantes, cualidades que se ven más reforzadas al estar rodados por plantas y flores; el habitual rosario que muchos difuntos portan entre sus manos, en este caso se sustituye por una flor. El ataúd se encuentra apoyado sobre lo que parece una mesa cubierta por un mantel de color blanco a modo de los usados en la iglesia.
En la Galicia de los años 50, con sus costumbres, tradiciones, supersticiones , el fotografiar a los familiares fallecidos era lo habitual, posiblemente en un intento de oponerse a la ruptura física que supone la muerte. También era común que el velatorio se realizase en el propio domicilio del finado.
Esta fotografía es la imagen manifiesta del final fatídico de un embarazo a la edad gestacional de 32 semanas. La parturienta, una mujer de 21 años, casada hacía tan sólo 9 meses, trabajadora del campo, recuerda hoy en día ese momento de su vida con cierto grado de tristeza y al mismo tiempo con una incredulidad originada por la comparación que establece con la actualidad.
Relata cómo empezó a tener sospechas de embarazo al ver que tenía una "falta", sospechas que confirmó cuando a los pocos días asistiendo a misa, se mareó debido al olor desprendido por la cera de las velas al quemarse (las viejas del lugar siempre decían que era signo inequívoco de preñez). Con el paso de las semanas su barriga se iba agrandando cada vez más, en aquellos años nadie hacía ningún control del embarazo. Su vida cotidiana transcurría igual que siempre, tenía que ocuparse de las faenas del campo y del hogar, si bien es cierto que en las últimas semanas antes del parto, sus actividades se veían limitadas forzosamente por el tamaño de su abdomen, veía como la piel parecía no dar más de si y pensaba como se las arreglaría para seguir trabajando.
En la madrugada del 2 al 3 de febrero de 1956, comenzó a tener unos dolores de vientre raros, además le parecía que no daba retenido la orina ya que se estaba "mojando". Al principio descartó el parto porque según sus cuentas aún le faltaban sobre dos meses de gestación, pero a medida que los dolores iban aumentando comprendió que había llegado la hora.
Ya había amanecido cuando avisó a su marido para que fuese a buscar a la partera del pueblo. Mientras tanto, a aquellos horribles dolores, ahora se le unían unas ganas incontenibles de empujar, no tenía descanso, era incapaz de estar en cama; en uno de esos intentos de conseguir una posición de alivio, probó a ponerse en cuclillas agarrándose a la cama, y de repente notó como algo caía al suelo, era el bebé; en ese momento llegó la partera, justo a tiempo para recoger al niño, atar el ombligo, limpiarlo un poco y arroparlo. Con el nerviosismo del momento, la partera se olvidó de atar el cordón proveniente de la madre, y "fue la suerte" que al acostarla, el extremo distal del cordón quedase aprisionado y se produjera una hemostasia natural. Pero el dolor no cedía, era insoportable, la partera pronto se dio cuenta de que algo no iba bien, por eso decidió que debía ser vista por un médico. Salió el compungido padre, en su caballo, en busca de un médico, al que consiguió ya entrado el mediodía; al explorar a la paciente lo primero que dijo fue: "aquí hay otro". Acordó con el marido que si a la mañana siguiente el niño no había nacido, vendría él para sacárselo. También les dijo que los niños no sobrevivirían debido a su prematuridad.
Mientras tanto las ancianas de la familia se ocupaban de mantener caliente y alimentar al primer bebé, esto último lo hacían mojando una pequeña tela de lino enrollada en caldo de gallina con azúcar, y se la aproximaban a los labios del neonato para tratar de provocar su succión. El bebé, aunque físicamente tenía un aspecto aceptable, incluso se puede decir que estaba "gordito", tenía una respiración dificultosa que a medida que pasaban las horas empeoraba, esto sumado a las previsiones realizadas por el médico, llevó a la familia a tomar la decisión de que debía de ser llevado a bautizar a la iglesia y así se hizo al atardecer.
La madre siguió con su interminable pelea, hasta que por fin durante la madrugada consiguió parir al segundo niño; al contrario de su hermano, éste a penas lloró, el aspecto físico era más débil, más delgado, su respiración era tan superficial que casi no se apreciaba, a las 2-3 horas de su nacimiento, falleció, sólo dio tiempo a rociarlo en casa con agua bendita. A la mañana siguiente lo acompañó en tan fatal destino su hermano mayor.
Comenta la madre que fue un duro golpe, tanto física como psicológicamente, pero la recuperación fue rápida, tenía que ser rápida, había mucho trabajo que hacer para poder seguir teniendo alimentos que llevarse a la boca, y si Dios lo quería ya vendrían más hijos, aunque no dejaba de pensar que el cielo tenía dos angelitos más.
Dirección para correspondencia:
Rúa do Ensino
11-3oD,
32002 A Valenzá-Barbadás (Ourense), España
caranabel@hotmail.com