Introducción
En la sociedad actual hay un incremento de población que pertenece a grupos minoritarios, como lo son las personas transexuales o personas transgéneros en proceso de reasignación de sexo, que tienden a sufrir estigmatización, discriminación y abuso en el ámbito laboral, social, sanitario o familiar, tal y como plantean los estudios de Newman y Duma, y Biederman y Hines.1,2
El transgenerismo se centra en la identidad de género de un individuo y no guarda ninguna relación con su orientación sexual.3,4 Las personas transexuales se clasifican según su sexo biológico: una transexual femenina, es una mujer con un sexo biológico de varón, y un transexual masculino se considera a un hombre con sexo biológico de mujer.5
Las personas transgéneros pueden construir su identidad de género independientemente de haber pasado una cirugía de reasignación de género o cualquier tratamiento hormonal.3 Cuando un transgénero se somete a cualquier intervención médica, sea quirúrgica u hormonal, hablamos de “personas transexuales”, en las que se lleva a cabo una reasignación de sexo. La primera persona en definir el concepto “transexual” fue el endocrinólogo Harry Benjamin, en un artículo de 1953, definiéndolo como “asociación entre la normalidad biológica y la convicción de pertenecer al otro sexo y, en consecuencia, con el deseo de cambio de sexo”.6,7
Norman Fisk introduce el término de disforia de género (DG) en 1973 como aquello que produce ansiedad y angustia asociada al conflicto entre la identidad sexual y el sexo biológico.8 En muchas ocasiones la DG se confunde con transexualidad. Para Mª Jesús Mardomingo, especialista en psiquiatría y psicología infantil, la disforia de género se define como “el sentimiento de incomodidad que tienen algunas personas respecto al propio sexo, o el malestar que pueden padecer las personas transexuales, y que es fruto de presiones exteriores que se alimentan en estereotipos”.9
En el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM) se definen los criterios específicos para el diagnóstico de la disforia. Entre ellos cabe destacar algunos como el fuerte deseo de ser o ser tratado como el otro género, y el deseo de deshacerse de sus características sexuales primarias o secundarias a causa de una incongruencia entre el género expresado y el género asignado.10
En 1980, la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) incorpora el diagnóstico de transexualismo en el DSM-III; en el DSM-IV dicho término es sustituido por “trastorno de la identidad de género” y en el DSM-V se vuelve a reemplazar por “disforia de género”.11
En nuestro país, disponemos de recursos sanitarios para atender a las personas transexuales. Fue en febrero de 1999 cuando el Parlamento de Andalucía aprueba la prestación sanitaria a la población transexual en el Sistema Sanitario Público y crea la Unidad de Trastornos de Identidad de Género (UTIG) en el Hospital Universitario Carlos Haya de Málaga, convirtiéndose en el precursor en incluir las cirugías de reasignación de género en el sistema sanitario público.7 A Andalucía le siguieron Madrid, con la UTIG del Hospital Ramón y Cajal, fundada en mayo de 2007; Cataluña con la UTIG del Hospital Clínico de Barcelona, a finales de 2008; País Vasco con la UTIG del Hospital de las Cruces de Bilbao en Euskadi, en enero 2009; Comunidad Valenciana con cinco unidades especiales (Castelló, Vila-Real, Valencia, Cullera y San Vicente del Raspeig) en 2009, siendo la UTIG del Hospital Universitario Doctor Peset, la de referencia.
En el ámbito legal sólo podemos encontrar la Ley 3/2007, de 15 de marzo, aprobada como “Ley reguladora de la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas”, la cual excluye la obligación de una cirugía de reasignación de género para poder solicitar un cambio de nombre o de sexo en el Registro Civil.6 Después de la entrada en vigor de dicha ley, algunas comunidades autónomas como Navarra, País Vasco, Galicia, Andalucía, Cataluña y Comunidad Valenciana aprobaron leyes autonómicas relacionadas con la transexualidad e identidad de género.12 Nuestro objetivo principal es identificar la evidencia científica disponible sobre las necesidades de las personas transgéneros, para mejorar el conocimiento y la formación de los profesionales de enfermería en la atención a estos pacientes.
Metodología
El diseño de este estudio es una revisión bibliográfica narrativa. La búsqueda de artículos se realizó en las siguientes bases de datos: Pubmed, Cuiden, Scielo, Dialnet, Cochrane Plus, Web of Science, LILACS y BDENF.
Los descriptores utilizados para la búsqueda fueron, según la terminología MeSH: “Sex Reassignment Surgery”, “Nursing” o “Transgender persons”. En español y según la terminología DeCS se utilizaron: “Cirugía de reasignación de sexo”, “Enfermería” y “cambio de sexo”.
La búsqueda se realizó desde el 1 de enero de 2011 hasta el 31 de diciembre de 2017. Se seleccionaron artículos originales publicados en español o inglés, disponibles a texto completo, que tratasen sobre el proceso de reasignación sexual y relacionados con el papel de la enfermería.
Resultados
Según autores como Hines, Shaver y McDowell, entre otros, la estigmatización social e institucional son las principales causas por las cuáles las personas transexuales no acuden o no solicitan ayuda sanitaria. La consideración negativa o el estatus inferior que la sociedad otorga a estas concuerda con cualquier comportamiento o identidad heteronormativa.2,13,14
La OMS afirma que las personas transgéneros no son respetadas y están continuamente expuestas a estigmatización, discriminación y exclusión social. De acuerdo con esto, un estudio comparativo realizado en Europa en 2014 revela que más del 50% de los participantes han sufrido discriminación durante el último año, y una quinta parte aseguran que esta discriminación proviene del personal sanitario.15 Otro estudio realizado por Reisner muestra que el 24% de los adultos transgéneros sufrió discriminación sanitaria durante el 2014.16 En EEUU la situación no varía, pues el estudio de Kroning et al. coincide con un metaanálisis realizado en 2017, donde se estima que entre el 28-30% de las personas transgéneros retrasan o evitan la atención sanitaria, comparado con el 17% de personas heterosexuales, y el 29% de personas gays, lesbianas o bisexuales.17,18
Según el estudio de Whitehead, Shaver y Stephenson, existen tres tipos de estigma: el estigma anticipado, internalizado y promulgado, que pueden generar un temor o rechazo a la atención sanitaria por parte del colectivo transexual por una inadecuada atención en consultas anteriores; lo cual debilita y contradice los principios éticos básicos de la enfermería: la autonomía, la justicia, la no maleficencia y la beneficencia.13
Las personas con orientación sexual minoritaria cargan con un número elevado de enfermedades de salud mental derivadas de la estigmatización: intento de suicidio, depresión, ansiedad, dependencia al alcohol o a las drogas son las principales.19 Además, existen tasas altas de victimización e intentos de suicidio, cuyo número se incrementa 2 o 3 veces cuando hablamos de jóvenes con trastornos de identidad de género.17 Si hablamos de depresión las cifras aumentan hasta el 65% de las personas transgéneros encuestadas.13 Esta depresión según Newman muchas veces viene causada por la deprivación de la atención sanitaria causada por un sistema sanitario heteronormativo.1 Para evitar todo esto e intentar prevenirlo, médicos como Money y Hurtado describen la necesidad de que los menores con trastorno de género acudan con edades tempranas a las consultas. Esto, junto con una buena educación en el colegio es esencial para educar a los niños e introducir términos como “género” y ayudar a que se sientan a gusto con su cuerpo.20,21
El riesgo de enfermedades, como el VIH y el cáncer de cérvix en personas con reasignación de sexo es cuatro veces mayor con respecto al resto de la población, aumentándose el riesgo de transmisión de ETS cuando hablamos de colectivo LGTBI.17,18 Además existe una alta prevalencia de factores de riesgo para la salud y una alta incidencia de enfermedades preexistentes (un 35% de personas transgénero padecen enfermedades crónicas), lo que resulta muy preocupante cuando existe una baja información por parte del personal sanitario sobre vacunas recomendadas y pruebas de detección de enfermedades.13
Las mujeres transexuales son más vulnerables al VIH debido a la fragilidad del tejido en la neo-vagina y la mucosa rectal; también son más vulnerables al cáncer de mama y un mayor riesgo a padecer diabetes, especialmente si existen antecedentes familiares.1,22 Un estudio en EEUU afirma que el 40% de transexuales hacen uso inconsciente del condón, menos de la mitad ha usado protección en su último encuentro sexual, y el 64% ha mantenido relaciones sexuales de alto riesgo en los últimos 3 meses.1
Lindroth y McDowell exponen la necesidad de promotores de servicios de salud para apoyar a las personas transgéneros. Afirman que las facultades de enfermería son esenciales para abordar la necesidad de aumentar la cantidad de proveedores de salud. Para ello, McDowell y Bower desarrollan un nuevo contenido de salud transgénero para estudiantes de enfermería y lo incorporan al plan de estudios.14,15
Un ejemplo de lo que se considera un cuidado integral y especializado es la “propuesta de plan de cuidados para pacientes con cirugía de reasignación sexual”. En ella, Hernández y Zequeira pretenden integrar las 14 necesidades básicas de Virginia Henderson y el modelo de adaptación de Callista Roy, para orientar los cuidados y sustentar la calidad de la atención de enfermería para evitar posibles carencias en el cuidado antes, durante y después de la cirugía de reasignación de sexo. Estos cuidados no solo abordan necesidades fisiológicas, sino de tipo psíquico y social.23
Conclusiones
Tras la realización de esta revisión bibliográfica se desprende que la causa principal de la estigmatización, la discriminación, el aumento de riesgo de enfermedades o el rechazo a la atención de este colectivo es el sistema sanitario heteronormativo, causado por la falta de conocimiento y mala praxis del profesional sanitario.
Por otra parte, existe gran importancia e implicación de los profesionales de enfermería durante el proceso de reasignación de sexo o en el diagnóstico de problemas de identidad de género, ya que está en una posición única para proporcionar una valoración adecuada, educación a la salud y apoyo a estos pacientes.
Sin embargo, consideramos necesario introducir y ampliar contenido formativo en el plan de estudios del Grado de Enfermería sobre el proceso de reasignación sexual y trastornos de identidad de género.
Dichas conclusiones generan una oportunidad para que la comunidad científica se plantee y realice proyectos, programas de educación y ensayos en investigaciones futuras sobre problemas de identidad de género y de reasignación de sexo.