Introducción
La violencia hacia las mujeres se considera el resultado de diferentes determinantes tanto de tipo histórico, estructural, simbólico, social o familiar. 1 El patriarcado, al considerar a las mujeres en un estatus inferior al de los hombres, ha avalado a lo largo de los siglos y de manera universal este tipo de violencia. 2 Además, los mitos sobre la violencia de género, definidos conceptualmente como aquellas creencias estereotípicas, generalmente falsas, pero sostenidas amplia y persistentemente por una gran mayoría de la población, funcionan a nivel simbólico, incluso entre quienes consideran no tener ideas machistas, con el objetivo de minimizar, negar o justificar la agresión de un hombre hacia su pareja o expareja. 3 Estas falsas creencias constituyen, hoy por hoy, uno de los principales obstáculos para conseguir la prevención y erradicación de esta lacra social, si bien aún no existe un cuerpo de evidencia empírica muy consistente que los haya evaluado.4
Además, entre la juventud, se va generalizando la opinión de que la “igualdad real” es una evidencia, aunque los datos no respondan a esta afirmación. De hecho, se informa que en 1 de cada 10 parejas de jóvenes se dan situaciones de violencia de género, y que 5 de cada 10 jóvenes se han visto implicados en alguna forma de violencia con su pareja. 5, 6 En este sentido, la última macroencuesta española sobre violencia de género publicada en 2020, informa que las mujeres menores de 25 años han sufrido violencia sexual, acoso sexual y acoso reiterativo o stalking en una mayor proporción que las mujeres de 25 o más años.7
El objetivo de este estudio es analizar el grado de acuerdo en relación con una serie de mitos sobre violencia de género en personas jóvenes, y explorar la influencia del sexo y del tiempo en dichas creencias.
Metodología
Estudio transversal mediante cuestionario voluntario y anónimo a jóvenes menores de 25 años residentes en Andalucía detectados a conveniencia por el alumnado de Enfermería de la Universidad de Granada durante los años 2016 y 2018. El cuestionario se diseñó analizando variables sociodemográficas (edad, sexo, entorno), así como el grado de acuerdo respeto a once tipos de mitos sobre violencia de género seleccionados según bibliografía.3,4 El grado de acuerdo se categorizó de manera binaria en valores 0 y 1 siendo 0=Nunca o casi nunca y 1= Siempre o casi siempre. Unos mitos están relacionados con los maltratadores, otros con las mujeres víctimas y otros con las situaciones del entorno de violencia, tal como se muestra en la tabla 1. Se aplicó estadística descriptiva a los datos calculando medidas de frecuencia y porcentajes. Las diferencias en prevalencias según sexo se exploraron aplicando el test Chi-Cuadrado, estableciendo la significación estadística en un valor de p<0,05. Finalmente, mediante regresión logística binaria se estimó el riesgo de estar de acuerdo con los principales mitos según año de estudio, calculándose Odds Ratio y sus intervalos de confianza al 95%. El análisis se realizó con el programa estadístico SPSS v. 25.
1. Un hombre no maltrata porque sí, la mujer también habrá hecho algo para provocarle. |
2. Si una mujer es maltratada continuamente, la culpa es suya por seguir conviviendo con ese hombre. |
3. Si se tienen hijas/os, hay que aguantar los maltratos por el bien de las niñas y los niños. |
4. Los hombres que maltratan lo hacen porque tienen problemas con el alcohol u otras drogas. |
5. Los hombres que agreden a sus parejas están locos. |
7. Los hombres que abusan de sus parejas, también fueron maltratados en su infancia. |
8. La violencia de género es una pérdida momentánea de control. |
9. La violencia de género no es para tanto. Son casos muy aislados. Lo que pasa es que salen en la prensa y eso hace que parezca que pasa mucho. |
10. Lo que ocurre dentro de una pareja es un asunto privado, nadie tiene derecho a meterse. |
11. La violencia doméstica solo ocurre en familias sin educación, o que tienen pocos recursos económicos (viven en la miseria). |
Este estudio se ajusta a las normas de buena práctica clínica, explícito en la Directiva Europea 2001/20/CE y la Ley 14/2007, de 3 de julio, de investigación biomédica. El tratamiento de datos personales en la investigación en salud se rige por lo dispuesto en la Ley Orgánica 3/2018 de 5 de diciembre de Protección de Datos Personales y Garantía de los Derechos Digitales. Todos los participantes dieron su consentimiento para utilizar sus datos con fines docentes y de investigación.
Resultados
Participaron un total de 3291 jóvenes menores de 25 años residentes en Andalucía. El 59 % se recogieron en el año 2016 (n=1876), el 50,4 % fueron hombres y el 77,7% residían en un ámbito urbano (Tabla 2).
n | % | ||
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Año | |||
2016 | 1876 | 57 | |
2018 | 1415 | 43 | |
Sexo | |||
Hombre | 1646 | 50 | |
Mujer | 1645 | 50 | |
Entorno | |||
Rural | 733 | 22,3 | |
Urbano | 2558 | 77,7 |
El mito que presentó mayor grado de acuerdo fue pensar que “Los maltratadores son violentos por naturaleza” que lo afirmó un 37 % de la muestra, seguido por “Los maltratadores están locos” (36,3 %), “Si una mujer es maltratada continuamente, la culpa es suya por seguir conviviendo con ese hombre” (24,2 %) y “Los maltratadores fueron a su vez maltratados en su infancia” (21,2 %). Se encontraron diferencias por sexo en creer que los maltratadores están locos, siendo más hombres quienes los piensan (p=0.040), mientras más mujeres opinan que los agresores fueron a su vez maltratados en su infancia (p=0,044) (Tabla 3).
Hombres n=1646 | Mujeres n=1645 | Total N=3291 | |||||
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| |||||||
n | % | n | % | n | % | p* | |
Violentos por Naturaleza | 626 | 19,1 | 588 | 17,9 | 1217 | 37 | 0,146 |
Están Locos | 625 | 19 | 568 | 17.3 | 1193 | 36,3 | 0,040 |
La mujer no se va | 399 | 12,1 | 396 | 12 | 795 | 24,2 | 0,911 |
Maltratado en la Infancia | 325 | 9,9 | 372 | 11.3 | 697 | 21,2 | 0,044 |
Alcohol/ Drogas | 277 | 6,9 | 261 | 7,9 | 538 | 14,8 | 0,094 |
Pérdida de Control | 227 | 6,9 | 231 | 7 | 458 | 13,9 | 0,835 |
Asunto Privado | 155 | 4,7 | 167 | 5,1 | 322 | 9,8 | 0,478 |
Familias Bajo Status | 70 | 2,1 | 77 | 2,3 | 147 | 4,5 | 0,552 |
Casos Aislados | 64 | 1,9 | 82 | 2,5 | 146 | 4,4 | 0,127 |
La mujer provoca | 53 | 1,6 | 69 | 2,1 | 122 | 3,7 | 0,140 |
Aguantar por los hijos/as | 51 | 1,5 | 49 | 1,5 | 100 | 3 | 0,841 |
*p valor
En la regresión logística binaria realizada para cada uno de los mitos en el año 2018 respecto a 2016, se observa que no se modifica la creencia que culpabiliza a la mujer por ser la que provoca la situación; que la violencia de género se trata de un asunto privado o es una pérdida momentánea de control (Tabla 4). Por otro lado, disminuye la creencia de que la mujer es la culpable del maltrato por no abandonar a su agresor, mientras la probabilidad de estar a favor aumenta en el resto de mitos. El riesgo de estar a favor se duplica, ante los mitos de que los maltratadores tienen problemas con el alcohol o drogas (OR=2,46; IC95 %= 2,02-3,00); que la violencia de género ocurre sobre todo en familias de bajo nivel económico o académico (OR=2,17; IC95 %=1,54-3,04), o que se trata de casos aislados (OR=2,02; IC95 %=1,44-2,83).
OR | IC 95% | |
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Mujer Provoca | 1.21 | 0.84 - 1.74 |
Mujer No se va | 0,61 | 0,51 - 0,72 |
Hijos/as | 1,58 | 1,06 - 2,35 |
Alcohol /Drogas | 2,46 | 2,02 - 3,00 |
Están locos | 1,35 | 1,17 - 1,55 |
Violentos por Naturaleza | 1,58 | 1,37 - 1,83 |
Maltratados Infancia | 1,81 | 1,54 - 2,15 |
Pérdida Control | 1,05 | 0,86 - 1,28 |
Casos Aislados | 2,02 | 1,44 - 2,83 |
Asunto Privado | 1,24 | 0,98 - 1,56 |
Familias Bajo Estatus | 2,17 | 1,54 - 3,04 |
Discusión
Este estudio ha cuantificado el grado de acuerdo en una amplia población de jóvenes andaluces, estableciendo asociaciones entre determinadas variables y mitos sobre la violencia ejercida en el ámbito de la pareja. Se ha encontrado que los mitos más arraigados se relacionan con factores personales y vivenciales del maltratador, como ser violento por naturaleza, estar loco o haber sido maltratado en su infancia, así como el culpabilizar directamente a la mujer de la situación por no abandonar a su agresor. Dichas creencias tratan, en definitiva, de exonerar a los maltratadores, justificando su comportamiento agresivo.3
Según Sanmartin, citado por Alonso Varea y Castellanos Delgado, al derivar el maltrato hacia una causa biológica, como se puede entender se hace al hablar de la naturaleza, la sociedad comete el error de confundir agresividad, cualidad con sentido adaptativo, con violencia. Esta última es una característica humana, evitable, no biológica y resultado de la evolución cultural, por lo que ninguna personas nace o es violenta “por naturaleza”.6 Además, el maltratador solo ejerce violencia si el contexto se lo permite, ya que en muchos casos, fuera de la esfera doméstica, es una persona agradable y respetuosa.8 Por tanto, no es que los maltratadores no puedan evitar su ira, sino que deciden descargarla sobre las personas con las que se sienten en derecho a ello, es decir, las mujeres víctimas.8,9
La encuesta nacional sobre la percepción de la violencia de género en la adolescencia y la juventud realizada en España en 2013 informó, de manera muy similar a lo hallado en este estudio, que el 40 % de jóvenes de entre 15-29 años consideraba que los agresores suelen padecer algún tipo de enfermedad mental.4 Pero ya en 2003, la Organización Panamericana de la Salud señalaba en su Informe mundial sobre la violencia y la salud que “la proporción de las agresiones por la pareja vinculadas con trastornos psicopatológicos suele ser relativamente baja en entornos donde este tipo de violencia es común”.10 En este sentido, la psicóloga Fernández-González afirma que “solo un 5 % de los hombres que maltratan a sus parejas presentan graves trastornos psicopatológicos”.11 Esta baja cifra, también resulta coincidente con los datos publicados en España sobre sentencias condenatorias a hombres por asesinato en el ámbito de la pareja, en las que el eximente de alteración psíquica o enajenación mental, en los últimos ocho años, nunca han superado el 17 %.12 Por tanto, este estereotipo de maltratadores psicópatas, neuróticos, esquizofrénicos, depresivos, paranoides o con otros problemas psíquicos está de forma consistente cuestionado, ya que por el contrario, más bien destacan por la normalidad de sus rasgos de personalidad.9,13-15
El antecedente de maltrato en la infancia es frecuentemente identificado como un factor de riesgo entre los agresores para reproducir la violencia en la edad adulta.16-19 Teóricamente, la exposición a padres abusivos aumenta el riesgo de que los niños aprendan que tales comportamientos son aceptables y efectivos, incorporándolos a sus propios estilos de comportamiento como adultos, pero esta asociación no se ha establecido de manera constante como causal. De hecho, hay autores que informan que más de la mitad de los hombres que sufrieron esta exposición en su infancia, nunca se comportaron violentamente con sus propias parejas.20 Las teorías sobre el trauma y el estrés afirman que no es el comportamiento aprendido, sino más bien las poderosas o continuas experiencias como el maltrato (trauma), o la angustia psicológica persistente asociada con dificultades materiales (estrés), lo que sitúan a una persona en mayor riesgo de posterior perpetración.21 De manera que varios sistemas adaptativos fundamentales para la resistencia humana, atenúan la continuidad intergeneracional de la violencia.17,18
Respecto a pensar que las mujeres son las culpables de su situación porque no abandonan a su maltratador, indicar que según los datos aportados en la última macroencuesta realizada en España sobre violencia de género citada anteriormente, solo un 21,7 % de mujeres que han sufrido violencia física, sexual, emocional o que han sentido miedo de alguna pareja, actual o pasada, ha denunciado alguna de estas agresiones en la policía o en el juzgado.7 Además, el 50,4 % de las que no denunciaron, continuaron con la relación.7
Los factores por los que las mujeres, no solo no rompen sus relaciones violentas, sino que ni siquiera denuncian a sus maltratadores, son numerosos y complejos. Resulta especialmente llamativo el hecho que el 46,4 % de las mujeres participantes en dicha encuesta, no denunciaron porque no le dieron la suficiente importancia a su situación.7 La dificultad para identificar los comportamientos de maltrato, sobre todo el más frecuente, como es el psicológico, ha sido ampliamente documentada en 28 países europeos, incluida España.22 Otros motivos aducidos por las víctimas son la vergüenza y el miedo, lo que muestra el estigma social que aún conlleva ser víctima de este tipo de violencia en nuestra sociedad, y la percepción de vulnerabilidad ante el agresor.7,23 Todos estos factores se asocian con el mantenimiento de la relación, al inhibir, entre quienes los sufren, la ruptura del vínculo con su maltratador. Además, se teoriza que las víctimas desarrollan el llamado síndrome de adaptación paradójica a la violencia de género, definiéndose este comportamiento de sumisión como una “dimensión disfuncional de un rasgo de personalidad que consiste en la necesidad extrema de orden afectiva que una persona siente hacia su pareja”.23,24 De esta forma las mujeres desarrollan un modelo adaptativo de supervivencia, con comportamientos pasivos de subordinación y miedo constante a que la relación termine, llegando a tolerar insultos, humillaciones, restricciones e incluso agresiones físicas.13,23 Comprender estos mecanismos psicológicos de indefensión aprendida que experimentan las víctimas resulta crucial para poder realizar un abordaje adecuado por parte de los servicios socio-sanitarios, antes que simplemente, culpabilizarlas por mantenerse en esa relación.
Al analizar la asociación entre el sexo y los grados de acuerdo sobre los mitos analizados, se ha encontrado que los hombres opinan en mayor medida que los maltratadores están locos, y las mujeres, que fueron maltratados en su infancia, pero estas diferencias son estadísticamente muy débiles. Por tanto, se podría afirmar que tanto chicos como chicas muestran creencias similares, a diferencia de otras opiniones publicadas en el gran informe sobre percepción social de la violencia de género en la juventud y adolescencia, donde las mujeres jóvenes percibieron una mayor desigualdad en la sociedad que los hombres.4 Nuestro hallazgo, de alguna manera puede reflejar como, a pesar del avance hacia una igualdad de derecho en nuestro país, aún no se ha alcanzado una igualdad real, ya que muchas chicas jóvenes, socializadas también bajo el sistema patriarcal, tiene ideas fruto de la desigualdad y la visión machista de la violencia hacia las propias mujeres.
Hemos observado que, en el corto periodo de dos años, la probabilidad de estar de acuerdo con algunos de estos mitos ha aumentado de manera significativa entre la juventud. Como todos los fenómenos sociales, este hallazgo resulta complejo de interpretar, más aún cuando, hoy por hoy, la educación en igualdad es considerado un objetivo prioritario en nuestra comunidad educativa.25 No solamente parece que no se están alcanzando los objetivos deseables, sino que la irrupción y la convivencia prácticamente constante de nuestra juventud con las nuevas tecnologías, pueden alimentar los estereotipos e ideas sexistas que tan frecuentemente circulan por las redes sociales. Así es como lo señaló en su momento el informe sobre percepción de los adolescentes acerca de la violencia de género,4 e incluso la propia Fiscalía General del Estado en su memoria del año 2019.12
Este estudio presenta ciertas limitaciones. Al tratarse del análisis entre una muestra seleccionada a conveniencia, los resultados no son extrapolables al total de la población de jóvenes andaluces. No obstante, el total de participantes ha sido superior al mayor estudio publicado en España sobre percepción social de la violencia de género en la adolescencia y juventud, donde se entrevistaron a 2457 jóvenes de entre 15 y 29 años.4 También es posible que, dada la sensibilidad del tema abordado al explorar opiniones personales, ocurriera un sesgo de deseabilidad social que se ha tratado de solventar garantizando la voluntariedad y el anonimato de todos los participantes. Aun así, las magnitudes encontradas aportan información actual sobre la persistencia de falsas creencias o mitos sobre la violencia de género. Finalmente, al tratarse de un estudio transversal, las asociaciones halladas no pueden considerarse de naturaleza causal, sino en todo caso, ayudan a plantear hipótesis de estudio, pendientes de confirmación en futuras investigaciones.
Conclusiones
Persisten falsos mitos sobre violencia de género entre la población joven de Andalucía, y además, en los últimos años parece incluso aumentar de manera significativa. Sobre todo, aquellos que justifican el comportamiento del maltratador por causas ajenas a él (alcohol/drogas), o buscan explicación en el entorno de las víctimas. Estos hallazgos, con sus limitaciones, han de hacer reflexionar a los profesionales de enfermería, especialmente en la atención comunitaria, sobre cómo se está educando a las nuevas generaciones, y qué medidas habría que tomar con ellas, también desde el ámbito sanitario, para cambiar estas falsas creencias. De hecho, el lema del año 2020 de ONU Mujeres fue “generación igualdad”, y la Agenda 2030 de Naciones Unidas, que nos compromete a todos, incluye como quinto eje, la igualdad de género. En esta tarea, nos va la salud y el bienestar no solamente de las mujeres, sino de toda nuestra sociedad.