En el lecho yace una madre. Su rostro lánguido y pálido muestra la fría compañía que ofrece la llegada de la muerte. No está sola: sentado a su derecha, un hombre sostiene su mano, que, sin gesto, cae sobre las sábanas. Con matemática exactitud mide la efímera existencia que se esfuma a través de su piel, en cada latido. Una mano firme asoma por su izquierda, sosteniendo una taza. La figura de una monja tomando a su hijo se dibuja en el lúgubre habitáculo, adornado únicamente por un espejo dorado que cuelga sobre el cabecero de la cama y que parece interrogarnos: ¿qué sentido tiene la vanidad cuando la fragilidad del cuerpo inunda nuestro espírituó
Unos años después de que Florence Nightingale erigiera a la Enfermería como la “más bella arte de todas las artes”, un adolescente Picasso fue capaz de mostrar con gran sensibilidad y talento algo inherente al cuidado: la dualidad entre cuerpo y alma. “Ciencia y caridad” es un testimonio del viaje artístico de Picasso y marca el comienzo de su carrera en la Historia del Arte.1 Sus lienzos, no solo son una amalgama de formas y colores, en cada trazo nos desafía y nos recuerda que incluso en la caótica abstracción, hay un cuidado intrínseco.2 Si, como decía Florence, la Enfermería es un arte: ¿qué podemos ver a través de los ojos de un visionario del arte modernó, ¿qué lecciones podemos extraer de la paleta artística de Picasso para aplicarlas en el lienzo de nuestra práctica como enfermerasó
Una de las principales aportaciones de Picasso, fue la concepción que tenía sobre el arte. No buscaba únicamente representar la realidad a través de sus obras, sino que lograba transformar la propia vida en una manifestación artística. Se inspiraba en lo cotidiano, y elevaba lo común a la categoría de extraordinario, le daba un nuevo sentido, lo dotaba de una nueva vida.2,3 El pintor tenía un profundo respeto por la sencillez de la vida cotidiana, por los actos humanos que construyen la historia. Sus obras son la puerta a una realidad aparentemente oculta tras el desencanto contemporáneo.3 Picasso cuidaba su habitación propia, lo más cercano, ese espacio en donde podía ser más allá de lo establecido. ¿Y no es precisamente entre esas cuatro paredes que llamamos hogar donde surge el verdadero significado del cuidadó Más allá de la complejidad técnica, están la escucha y la palabra.4 El sustento de todos los cuidados es garantizar nuestra singularidad: esas prácticas, por sencillas que sean, hacen que nos reencontremos con nuestra historia personal y dan sentido a nuestra experiencia. Sin el cuidado cotidiano, de nada sirve el institucionalizado.5 Y son las enfermeras las encargadas de ayudar a la persona a liberar ese potencial cuidador. Pero para ello hay que despojarse de la idea de que el cuidado pertenece a una disciplina, pues forma parte de la esencia humana, se nutre del trascurrir de la vida.5,6
Apropiarnos de la cotidianidad no es tarea sencilla en una sociedad que constantemente busca la novedad y el estímulo instantáneo, implica un esfuerzo.7 Picasso se despojó de la visión seriada y cientificista del arte. Cada pincelada del pintor es una gran lección de libertad. Su gran impulso creativo fue la curiosidad permanente; no evitaba lo rutinario, sino que habitaba entre ello.2 Eso sí, supo resistir a la habituación, mirando con ojos nuevos el devenir cotidiano. Y es que, al margen de la tecnificación y medicalización, el cuidado es ingenio y creatividad. El diálogo horizontal, la mirada transgresora que ve un mundo a través de la herida, cuidar partiendo de la experiencia de salud de cada persona y no de una simple etiqueta, nos hará libres, pero, sobre todo, nos dotará de identidad.4,5
En ese cuidar creativo y liberador, nos daremos cuenta de la diversidad de prácticas que lo conforman. Aceptarlas y acogerlas como expresiones humanas, nos hará cuestionarnos nuestro rol como disciplina, pero sobre todo nos hará aprender de lo diverso. En cualquier arte, la permanente búsqueda es lo que dota de sentido a la obra. Picasso supo traspasar los límites de la Academia, para el pintor el arte debía de ser emancipador, era lo que le permitía redescubrir la realidad.2,3 Y cuando la imposición de la época llevaba a la alienación masiva, él volvió su mirada hacia la raíz, hacia lo primario, se acercó a la faceta de artesano: Picasso se revelaba como vanguardista. ¿No es esto una gran lección de liderazgó El artista se transforma en líder no cuando mira al futuro, sino cuando observa detenidamente el presente. ¿Cómo liderar si no se conocen las necesidades de la realidadó Y, sobre todo: ¿cómo ser líderes en Enfermería cuando lo cotidiano, que es la raíz del cuidado, es obviado en favor de la técnicaó La vanguardia no es sinónimo de evolución, sino más bien de una revolución, porque supone una reflexión crítica acerca de quién se es, y de cómo se quiere ser, pero con un matiz: es una reivindicación de lo humano, de la subjetividad que nos conforma.2
Sin embargo, hoy, también en el cuidar, impera lo objetivo y lo evidenciable. Todo es predecible, no se admite el misterio o la lentitud, pero el arte de cuidar no es únicamente hacerse cargo de una realidad momentánea, sino que trasciende en el tiempo. El cuidado está ligado a la experiencia de finitud y de vulnerabilidad.7,8 A pesar de los avances médicos y tecnológicos, la muerte, el declive o la vejez siempre van a estar presentes. El verdadero arte de cuidar reside en ser conscientes del fin de la existencia, tejer un vínculo con otras formas de habitar, comprender y acoger las diversas subjetividades, poner en valor la historia individual, que es aquella que sostiene la raíz de lo colectivo.5,6,9,10 Picasso afrontó la fugacidad de la vida, enfrentando la muerte. Esto no solo le hizo ser un líder, sino que también encontró en los pinceles su propia vía de escape.
La grandeza del arte reside en su poder liberador, capaz de perdurar a través de la cultura de cualquier época. Aunque Picasso, nos dejó hace 50 años, a través de sus ojos y de sus inigualables manos, las enfermeras pueden apreciar que, si el cuidado es un arte, es porque reside inevitablemente en la comunidad y en lo cercano. El cuidado es un arte porque, en su esencia, constituye nuestro refugio.














