EDITORIAL

 

Historias de vida y tesoros malgastados

Histories of life and squandered treasures

 

 

J. Javier Soldevilla Agreda

Director de Gerokomos

 

 

Qué poco valor parece cobrar en esta sociedad del vértigo el testimonio pausado, a menudo fatigoso, confuso, brioso o lloroso que acompaña con desigual lucidez a muchos de nuestros mayores.

Qué poco uso se hace de esa sabiduría que envuelve a sus discursos, que creemos que nada nuevo pueden aportar, bajo la tilde de ser incoherentes, evocaciones interrumpidas o rememoración machacona de hechos y tiempos.

Qué malgasto para una civilización que a pesar de su frenética tecnología podría llenar ánforas de vivencias, conquistas y sentido común de la voz y del ejemplo de aquellos, pero eso no sirve, está viejo, en desuso, como sus propietarios, y por ello es prescindible. No es hoy necesario invocar a la tradición oral para dar continuidad a una cultura que nos une y que está hecha de hebras de cada uno de nuestros seres y haceres, pero tampoco desperdiciar por obsoleto este preciado tesoro.

No quiero olvidarme de cómo era aquel tránsito, aquella asumida inmersión, donde las recomendaciones, consejos, la experiencia de nuestros más mayores en el seno familiar tenían un espacio y no eran espantados con aspavientos ruidosos cuando no humillantes: "tú no tienes nada que enseñarme", "tu software ya no sirve para estos días", "corta el rollo", "tus valores han caducado". Cuántas veces esas rémoras del pasado han aflorado con vigor y actualidad y ayudado a lidiar situaciones que solo antes había practicado en aquel simulador de un gran maestro.

Tampoco en el ámbito del cuidado aprovechamos siempre el gran ejército de informadores que se almacenan en una memoria cristalizada de muchos de los veteranos a los que nos debemos y que nos permiten reunir los acontecimientos más significativos de sus vidas. Sus historias de vida, mágico y preciso instrumento profesional en gerontología, necesitan ser invocadas como conquistadoras de muchas mieles, y competente aliado para el acercamiento y el afrontamiento que planteemos en nuestra relación terapéutica y convivencial.

El punto de vista de las personas que envejecen ofrece la posibilidad de valorar la experiencia de una vida como fuente de desarrollo personal, que puede ser necesario utilizar en la relación de ayuda y, reitero, maravilloso y malgastado legado para futuras generaciones.

Estas experiencias vitales son particulares y no consiguen explicaciones universales, sino que tratan de comprender globalmente a esa persona desde su propia perspectiva y entresacar razones y justificaciones de su proceder. Este movimiento busca dar forma a una versión de la vejez única e irrepetible, enmarcada por la totalidad de una vida. Los relatos de los mayores, denostados por los ignorantes, historias caducas, batallitas, son huella de la experiencia vivida y fuente fundamental de significado y orgullo para los mayores, como debieran ser para la totalidad de la sociedad. De sus mimbres se entresacan puntos de anclaje sólidos para poder ayudar a tomar decisiones ante los problemas cotidianos y planificar su vida futura, tanto como seguro la nuestra.

No sé escuchar. No sé reorientar una narración que se ha perdido en una escena hasta bloquear al sujeto. No sé interpretar los mensajes a menudo modelados por historias poco literarias. No sé rendirme a través de esos "cuentos" a la grandeza de muchas personas de las que ahora cuido. No sé cómo ayudar en la elaboración de ese relato y sobre todo no sé, si cabe, interpretar y entresacar esa savia más valiosa de una identidad, la del protagonista. Este conocimiento será clave y su entrenamiento básico para obtener los frutos terapéuticos deseados.

Al igual que la formación en este ámbito dirigida a los profesionales, invoco aquella que a la totalidad de la población puede ayudar a no derrochar esos tesoros del recuerdo del sello de nuestros mayores y que están dispuestos a compartir, a donar generosamente a los que lo sepan apreciar, a todos nosotros, sus herederos.