INTRODUCCIÓN
El acto de cuidar ha sido una actividad indispensable para la supervivencia, la conservación del estado de salud y el bienestar, que genera una dependencia específica acorde a las necesidades del curso de vida1. La vejez cierra dicha trayectoria; etapa de múltiples cambios fisiológicos y morfológicos, caracterizados por una disminución funcional de los sistemas y la pérdida progresiva de habilidades físicas y cognitivas, que acarrea una dependencia natural de cuidado2.
Ahora bien, el apresurado ritmo social ha generado que el envejecimiento sea un fenómeno significativo. Según la Organización de las Naciones Unidas 20173, el número de personas mayores de 60 años se duplicará en 2050 y para el año 2100, se triplicará3,4. Los datos epidemiológicos junto con los cambios en la vejez demuestran una relación directa entre la disminución de la capacidad funcional y la necesidad de cuidados en personas mayores5; esto es debido a que el declive de la salud ocurre producto de diversos factores, como el entorno, los antecedentes familiares, patologías, genética, hábitos y estilos de vida6. Esto hace necesarios estudios de caracterización del nivel de dependencia, que fundamenten la elaboración de planes de cuidado integral, dirigidos a mantener la calidad de vida durante la vejez.
El estado funcional se mide como el resultado de la autonomía para desarrollar las actividades básicas de la vida diaria (ABVD)7; cuando estas no se pueden realizar de manera autónoma, la persona es dependiente8. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), dependencia funcional es “la disminución o ausencia de capacidad para realizar alguna actividad dentro de los márgenes normales”2. Para Ferrer9, en personas mayores se relaciona con la facultad para realizar ABVD, sin supervisión, dirección o asistencia. Según Córdoba10, con los años existe un deterioro progresivo que estimula la fragilidad, la incapacidad funcional y la dependencia.
Evaluar el estado funcional es considerado como una señal primordial de la condición de salud y su pérdida asociada con la edad; es el predictor más fiable de mala evolución y mortalidad en las personas mayores, independientemente de los diagnósticos clínicos, y el indicador más sensible de nuevas enfermedades11.
Para conocer el estado funcional se utiliza el Índice de Barthel, una escala de evaluación genérica en la ejecución de ABVD, aplicada por su validez, sensibilidad y capacidad para detectar cambios en diferentes ámbitos12,13. Este instrumento fue diseñado en 1955, para evaluar cuantitativamente la evolución de pacientes con afectación en procesos neuromusculares y musculoesqueléticos14, y permite monitorear y actualizar programas enfocados hacia la recuperación funcional. Además, se presenta como un soporte teórico desde su base empírica15. La valoración de la movilidad y el autocuidado es esencial por su relación con el deterioro funcional secundario a discapacidad y la fragilidad en la persona mayor16.
Por ello, este estudio pretende caracterizar el nivel de dependencia funcional de personas mayores institucionalizadas en dos centros de bienestar de la Fundación Hogar Adulto Mayor Necesitado - FHAMN de Floridablanca (Santander, Colombia), para fundamentar intervenciones interdisciplinares que protejan su bienestar físico, psicológico y social.
METODOLOGÍA
Se trata de un estudio cuantitativo, descriptivo de corte transversal, realizado entre mayo y junio de 2017, con una muestra por conveniencia de 50 personas mayores residentes en dos centros de bienestar. Los criterios de inclusión fueron: personas mayores, teniendo en cuenta la definición descrita en la Política Nacional de Envejecimiento Humano y Vejez 2015-202417; encontrarse institucionalizados en centros de bienestar en el momento de la aplicación del instrumento, y demostrar participación mediante la aceptación verbal. Dentro de los criterios de exclusión se encontró a dos personas que no cumplían con ser personas mayores.
Acorde con la resolución 8430 de 1993 del Ministerio de Salud18) Título II: Investigación en seres humanos, este estudio observacional se clasifica como investigación sin riesgo, dado su diseño, metodología y temática. Igualmente, en el desarrollo cobijó aspectos éticos de investigación en personas mayores orientados por la Declaración de Helsinki: autonomía, integridad y dignidad19. Además, contó con la aprobación de la dirección del centro de bienestar.
El instrumento Índice de Barthel correspondió a la versión original en español, formato validado internacionalmente20,21,22, utilizado en México23, Chile24) y Colombia25,26,27, demostrando un buen grado de aceptación como un instrumento válido de concepto28; con buena fiabilidad interobservador e intraobservador, con índices kappa 0,47 y 1,00 y 0,84 y 0,97 y con un alpha de Cronbach de 0,86-0,92 en cuanto a la evaluación de la consistencia interna29. Su aplicación fue ejecutada por estudiantes de enfermería de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB) adscritos a la práctica social Rotación Gerontología del Curso Cuidado Holístico de Enfermería I. En la aplicación del instrumento se trazaron las siguientes recomendaciones: a) establecer la mejor evidencia disponible mediante la valoración de la persona mayor; en casos de deterioro cognoscitivo (Mini-examen cognoscitivo con puntuaciones ≤ 23), realizar la valoración junto con el cuidador principal actual y la observación directa. La evaluación de las ABVD consistió en asignar una puntuación de 0 a 15 al desempeño funcional en cada actividad, lo que permitió evaluar situaciones de independencia, ayuda intermedia y dependencia total12.
Los datos fueron codificados y analizados en hojas de Excel 2013, manteniendo la confidencialidad. El análisis de dependencia funcional se basó en la prueba de la χ2de Pearson (test del χ2), con un intervalo de confianza del 95%. La exploración de la información obtenida en cada ítem permitió evaluar la capacidad funcional.
RESULTADOS
Respecto de la muestra inicial, 48 personas se ajustaban a los criterios de inclusión, donde el 62,5% (n = 30) fueron hombres y el 37,5% (n = 18), mujeres. El rango de edad osciló entre 50 y 101 años, y el promedio fue de 77,2 años, siendo 71-90 años el rango predominante. Se destaca que no hay diferencias entre el número de personas y el sexo.
Contrastando el nivel de dependencia con respecto al sexo, un 70% de hombres y un 72% de mujeres son dependientes, diferencias no significativas (p = 0,869744), conforme a la prueba de la χ2 (fig. 1).
Al momento de determinar el nivel de dependencia funcional, se tuvieron en cuenta las actividades consideradas en el instrumento, en donde todas las personas mayores valoradas presentan algún grado de dependencia funcional. Destacan con mayor grado de dependencia subir y bajar escaleras, seguido de lavarse y bañarse (fig. 2).
Los resultados posicionan como más frecuente el nivel de dependencia funcional moderado con un 35,4% (n = 17), lo que evidencia que un 6,3% (n = 3) presenta un nivel de dependencia funcional total.
En la tabla 1 se relaciona la edad y el nivel de dependencia. Se encuentra una clasificación variada en relación con la dependencia funcional para el rango 71-90; igualmente, para los rangos de edades inferiores, 51-70, se evidencia que el 2% presenta un nivel de dependencia total. No obstante, el rango 91-101 evidencia mayor tendencia hacia la dependencia funcional severa.
DISCUSIÓN
El 96% de la población institucionalizada son personas mayores, con un promedio de 77,2 años. Un hallazgo destacable es que el 62,5% son hombres, datos divergentes de la mayoría de los estudios en Colombia25,26,27, siendo el estudio de Laguado Jaimes, en 2017, el único donde se evidencian datos similares (hombres: 53,3%)26. Igualmente, no se encuentran diferencias de longevidad entre mujeres y hombres.
En relación con el instrumento usado, se confluye con Cano-Gutiérrez en su valor y utilidad en el momento de evaluar el grado de dependencia27. Acorde con los datos obtenidos, se evidencia que el 70,8% presenta algún grado de dependencia, resultados que apoyan los datos registrados en Pinillos y Prieto29. Se destaca la presencia de un nivel de dependencia funcional total en personas menores de 65 años, lo cual corresponde a su institucionalización en la etapa de adultez madura como servicio de apoyo para su cuidado.
Un hallazgo relevante corresponde a que las ABVD que generan mayor dependencia son subir y bajar escaleras y lavarse y bañarse, datos similares a De la Fuente-Sanz28, mientras que comer es la de mayor independencia. El nivel de dependencia funcional moderado fue el mayor, 35,4%. Datos vinculados con la evidencia disponible sobre los cambios morfológicos y funcionales asociados a la edad y sus nexos con la capacidad funcional30. Sin embargo, es importante no generalizar, debido a la variabilidad de situaciones clínicas que presenta la población mayor.
Las limitaciones en el desarrollo del estudio fueron la falta de datos y publicaciones regionales, que permitan estudiar conceptos de asociación, causa y riesgo.
CONCLUSIONES
Las personas mayores institucionalizadas presentan gran variabilidad en el nivel de dependencia funcional, que se agudiza con el paso del tiempo; razón fundamentada por la relación entre el envejecimiento y los riesgos que facilitan la aparición de la fragilidad, pérdidas de capacidades funcionales físicas y psicológicas, vinculadas a una menor independencia31. Esta problemática hace necesarios estudios de investigación en la región, dirigidos a conocer y caracterizar el estado de la población envejecida, fundamentando a futuro la creación y desarrollo de programas interdisciplinares encaminados a conservar y fortalecer la autonomía de las personas mayores.