Niña de 34 meses de edad, sana y con vacunación completa, por la que se consulta tras la aparición de máculas eritematosas brillantes en cara palmar de los dedos, especialmente en los pulpejos, de 48 horas de evolución (Fig. 1); la madre no refiere fiebre, dolor, prurito ni otra sintomatología asociada. Igualmente se atiende al hermano, un varón de seis años, por lesiones similares pero más extensas y de un mes de evolución (Fig. 2); en su caso, existe el antecedente de una dermatitis atópica leve. La anamnesis y exploración física de ambos niños resulta anodina; al interrogar a la madre sobre el contexto epidemiológico de los niños, refiere que, como única novedad en su actividad cotidiana, el niño acude diariamente a la piscina, mañana y tarde, desde hace un mes (fecha en la que finalizó el curso escolar), y la niña desde hace tres días. Dado lo característico de las lesiones y su relación temporal con dicha actividad lúdica, los niños son diagnosticados de dermatitis palmar juvenil de las piscinas o pulpitis de las piscinas (PP).
La PP, también denominada palmas de piscina ( pool palms ), consiste en una dermatitis irritativa de contacto que afecta a la cara palmar de las manos y a la plantar de los pies, pues se debe a la fricción repetida de la piel húmeda con las superficies rugosas y ásperas de las piscinas (especialmente los bordillos y el suelo)1,2,3,4,5 6.
Se trata de una afección benigna y típica de la infancia que consiste en la aparición de máculas eritematosas o eritemato-violáceas, brillantes, no infiltrativas, no descamativas y no pruriginosas, que afectan, en general simétricamente, a las zonas prominentes de las palmas de las manos (especialmente a los pulpejos de los dedos) y, ocasionalmente, a las plantas de los pies1,2,3,4,5 6; las lesiones son transitorias y autolimitadas.
Su aparición en la infancia, y raramente en la adolescencia, se debe a la mayor fragilidad cutánea de esta edad (favoreciendo su aparición el antecedente de dermatitis atópica), a que esta población es la que más suele bañarse en piscinas, y a una hiperhidratación de la capa córnea cutánea por la exposición prolongada al agua; sin embargo, no se ha relacionado con los productos químicos utilizados en el tratamiento habitual de esta agua1,3.
La PP se incluye así en el grupo de las dermatosis pediátricas de causa física, subgrupo de origen mecánico, al que también pertenecen la dermatitis friccional, o también llamada “dermatitis del tobogán”.
La clínica característica de la PP y su asociación con el baño en piscinas hace que su diagnóstico, de conocerse dicha entidad, sea sencillo, pues requiere una anamnesis y exploración física completas, sin necesidad de más exploraciones complementarias; tampoco requiere ningún tratamiento, puesto que las lesiones desaparecen espontáneamente, y sin secuelas, al cesar la exposición a la piscina.
A pesar de que la PP puede ser relativamente frecuente, a menudo es desconocida y está infradiagnosticada. De hecho, desde su descripción en 19925, ha sido raramente reportada. León-Muiños et al . realizaron en 2016 una revisión de la literatura científica, encontrando apenas nueve artículos sobre el tema, con un total de 16 pacientes reportados3: un 75% con edad de 4 a 8 años (rango de 3,5 a 12 años), el 87,5% de los casos con afectación de los pulpejos de los dedos de las manos y prominencias palmares (solo el 12,5% restante tiene afectación de las plantas de los pies), y el 18,7% con antecedente de dermatitis atópica.
Es posible que la aparición de la PP no genere una consulta médica, pero, si lo hace, el conocer y reconocer dicha entidad evitará derivaciones, estudios y tratamientos innecesarios para el paciente.