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Educación Médica
versión impresa ISSN 1575-1813
Educ. méd. vol.10 no.1 mar. 2007
EDITORIAL
Salud Pública: nueva sección de Educación Médicaa
Public Health: a new section in Educación Médica
Andreu Segura
La salud pública, que no es una forma de denominar la sanidad financiada públicamente, se presta a un uso digamos que fetichista cuando se habla de las políticas de salud. En parte es un recurso retórico del discurso sanitario, con el que, a modo de jaculatoria, acostumbramos a evocar la receta del bálsamo de Fierabrás para el sistema sanitario español que, en un abrir y cerrar de ojos, puede pasar de ser uno de los mejores del mundo mundial a convertirse en el tenebroso mar de la incertidumbre, rebosante de pérfidos escualos que amenazan nuestro sopor de ahítos ciudadanos. Pero en parte también es una manera de ver las cosas de la salud -los problemas y necesidades y también las eventuales soluciones o mejoras- bajo una perspectiva global. En efecto, si la salud pública tiene alguna característica genuinamente propia es la de considerar los problemas y las intervenciones sobre la salud mediante el enfoque de la población como unidad de análisis y de actuación.
El término salud pública tiene distintas acepciones1. Según una de ellas se considera un componente de los sistemas sanitarios que acostumbra a ocuparse de proporcionar servicios colectivos a comunidades y poblaciones, sobre todo servicios de protección de la salud -que incluyen las actividades de saneamiento y para algunos las intervenciones y programas de prevención de enfermedades cuando tienen como objetivo grupos de personas- y de promoción de la salud, mediante los cuáles se trata de facilitar la emancipación de la ciudadanía en aquellas cuestiones relativas a su salud y, particularmente, a la mejora o incremento de la salud que es algo más y distinto que la mera ausencia de enfermedad. Precisamente la promoción de la salud, aunque sea bajo el aspecto limitado de la Educación para la Salud ha sido objeto de análisis y recomendaciones desde la perspectiva de la formación2.
Tradicionalmente, los servicios de salud pública incorporan la vigilancia epidemiológica y el control de los brotes epidémicos y, a veces, la función de apoyo a la planificación sanitaria, mediante el análisis de la importancia de los problemas de salud y sus determinantes, y, desde luego, de su vulnerabilidad a las intervenciones.
Aunque algunos especialistas en medicina del trabajo llegan a considerar la salud pública como una rama de su especialidad, no hay duda que la salud laboral es uno de los campos de aplicación genuinos de la salud pública, no sólo por razones históricas sino sobre todo porque el medio laboral es uno de los entornos básicos del ambiente en el que vivimos los seres humanos.
Pero la salud pública también puede entenderse como algo más amplio, los esfuerzos organizados de la sociedad para mejorar, mantener o restablecer la salud de las poblaciones, de manera que la medicina quedaría incluida en esta definición, con muchas otras profesiones y disciplinas; desde luego la farmacia y la veterinaria con la enfermería -como profesiones sanitarias tradicionales reconocidas en la ley de ordenación de las profesiones sanitarias junto a la odontología, la dietética, la podología y la fisioterapia- aunque, dada la importancia de los determinantes biológicos, ambientales -desde el punto de vista del entorno geográfico-y culturales, tanto la biología, como la ecología y la psicología, la antropología, la demografía, la sociología o la economía y, desde luego, la jurisprudencia, el urbanismo o la politicología proporcionan elementos imprescindibles para las intervenciones de la salud pública. Sin olvidar las disciplinas más instrumentales entre las que sobresale la epidemiología -que nace directamente de la salud pública - la estadística, la informática o la comunicación social.
Ocurre pues que la salud pública puede verse como un conjunto multidisciplinar y hasta multiprofesional abigarrado y complejo, de manera que se ha llegado a proponer un proceso de reconstrucción de las muchas profesiones implicadas con el propósito de alumbrar una nueva perspectiva global e integradora, un planteamiento difícil de llevar a la práctica en una sociedad polarizada hacía la especialización.
Sin embargo, la existencia de una sociedad profesional como la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS)3 pretende acoger y, en cierta forma, facilitar la convergencia de tantas disciplinas y profesiones bajo el interés común de mejorar la salud de la población y, por ello, también de la sanidad.
La fortuna de la salud pública en la retórica sanitaria no se corresponde con la asignación de recursos que los sistemas sanitarios le atribuyen y que en el conjunto de los países de la OECD se estima que viene a significar un 29% del presupuesto sanitario, que en España sería el 13% del gasto corriente4, en el que se incluye el coste de las vacunas del calendario oficial.
Tampoco es muy halagüeña la atención que los planes de estudios de las carreras universitarias en ciencias de la salud le dispensan, ni la relevancia que tiene en el ámbito de la formación postgraduada con apenas setenta plazas acreditadas de MIR por año. Cierto es que otras especialidades todavía resultan peor paradas, como le ocurre a la Medicina Familiar y Comunitaria que, huérfana de área de conocimiento, no dispone de cátedras ni de departamentos universitarios propios. Aunque, como es obvio, la ocupación de estructuras docentes tiene un sentido -en el ámbito de la sociedad, no en el corporativo -- en la medida que supone aportar conocimientos y soluciones, lo cual puede hacerse, como han demostrado los médicos de familia, desde fuera de la universidad.
Pero tal vez sea más preocupante aún el poco interés de los estudiantes para los que, en general, la salud pública sigue siendo una de las "marías" del curriculum, a pesar de sus frecuentes cambios de nombre, desde la denominación, más rancia que clásica, de higiene, a las formulaciones de salud comunitaria, medicina social, medicina preventiva y tantas otras que se han ensayado. Desinterés que no parece haber cambiado sustancialmente con la incorporación de materias instrumentales como la estadística y la epidemiología, aunque su uso en la investigación sanitaria y clínica sea creciente.
Nada de ello es ajeno a la evolución de la salud pública en los sistemas sanitarios y, particularmente a su tradicional supeditación a las estructuras de la administración gubernamental, lo que, entre otras cosas, ha impedido un desarrollo profesional independiente5. Así pues, tanto desde el punto de vista del ejercicio profesional como del de su aprendizaje y la organización de la formación, la salud pública está inmersa en una formidable crisis que, como siempre, implica múltiples oportunidades, una de las cuales es el desarrollo del espacio europeo de educación superior6.
En cualquier caso las potencialidades de la salud pública como estímulo para la reorientación de la sanidad no son en absoluto despreciables, configurando un terreno que, en el contexto actual de incertidumbre sobre la viabilidad misma de los sistemas sanitarios, no puede dejar de explorarse7. Valoración que no comparten algunos ilustres salubristas para los que una relación demasiado estrecha con la asistencia sanitaria sería el abrazo del oso que podría sepultar definitivamente la perspectiva poblacional de la salud pública8.
La nueva sección que la revista ha decidido crear tiene entre sus propósitos describir y analizar la formación que sobre los distintos aspectos de la salud pública actualmente se proporciona a los profesionales de las diversas "ciencias de la salud" (formación de postgrado y continuada) y a los estudiantes de las distintas titulaciones sanitarias, particularmente en relación con las propuestas de competencias que las sociedades profesionales han desarrollado9; fomentar la investigación de cuestiones clave, como las razones de la motivación y de la desmotivación de los aprendices en ciencias de la salud, o la frecuencia y la calidad de las experiencias asociadas a la intervención y a la evaluación en el ámbito de la salud comunitaria que proporcionen material original para ser publicado, o si el adiestramiento y la formación de los investigadores mediante los programas de postgrado combina efectivamente la relevancia social con la excelencia científica10 y, desde luego, plantear propuestas de desarrollo de la salud pública como parte sustantiva de la formación de los estudiantes y los profesionales de las "ciencias de la salud". Sirva, pues, este artículo a modo de convocatoria para los autores que deseen compartir sus experiencias y valoraciones en cualquiera de los ámbitos de la formación de la salud pública.
a. Agradezco las sugerencias de Ildefonso Hernández y de Fernando G. Benavides. Procede la eximente habitual.
Bibliografía
1. Segura A. La salud pública y las políticas de salud. Política y Sociedad 2000; 35: 55-64.
2. Consejo Interterritorial del Sistema Navional de Salud. Formación en Promoción y Educación para la Salud. Madrid: Ministerio de Sanidad y Consumo, 2003. (Informe de un grupo de trabajo).
4. OECD. Health at a glance. OECD Indicators 2005. Paris: OECD Publishing, 2005: 73.
5. Segura A. Salud pública, política y administración: ¿rehenes o cómplices? Gac Sanit 2002; 16: 205-8.
6. Benavides FG, Bolumar F, Gómez L. El espacio europeo de educación superior, una gran oportunidad para la salud pública. Gac Sanit 2006; 20:89-90.
7. Repullo JR, Segura A. Salud Pública y sostenibilidad de los sistemas públicos de salud. Rev Esp Salud Pública 2006; 80: 475-82.
8. Alvarez Dardet C. La Salud Pública, el estado y la medicina: ¿amistades peligrosas? En: Anónimo. Competencias profesionales en salud pública. Barcelona: Institut Universitari de Salut Pública, 2000: 57-65.
9. Benavides FG, Moya C, Segura A, de la Puente ML, Porta M, Amela C (y el grupo de trabajo). Las competencias profesionales en salud pública. Gac Sanit 2006; 20: 239-43.
10. Barros AJD, Ventura R. Evaluation of graduate studies in public health in Brazil. Cad Saúde Pública 2007; 23:254-5.