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Acción Psicológica

versión On-line ISSN 2255-1271versión impresa ISSN 1578-908X

Acción psicol. vol.13 no.2 Madrid jul./dic. 2016

https://dx.doi.org/10.5944/ap.13.2.17826 

Artículos del monográfico

Conducta antisocial en adolescentes y jóvenes: prevalencia en el País Vasco y diferencias en función de variables socio-demográficas

Anti-social behavior in adolescents and Young adults: Prevalence in the Basque Country and differences as a function of socio-demographic variables

Maite Garaigordobil1  , Carmen Maganto1 

1 Facultad de Psicología, Universidad del País Vasco (UPV/EHU), España.

Resumen

El estudio tuvo como objetivos analizar la prevalencia de la conducta antisocial y explorar diferencias en función de variables socio-demográficas (sexo, edad, nivel socio-económico, nivel de estudios de los padres/madres). La muestra fue de 3026 participantes de 12 a 18 años del País Vasco. Con un diseño descriptivo y comparativo se administraron dos instrumentos de evaluación de la conducta antisocial (autoinforme y evaluación de padres/madres). Los resultados evidenciaron que el 16.6 % de la muestra tenía un nivel alto de conductas antisociales (percentil 85-99), el 10 % se inscribe en el perfil de alto riesgo (percentil 85-94) y el 6.6 % en el perfil antisocial (percentil 95-99). Las diferencias entre sexos variaron en función del informante. En la autoevaluación, las mujeres tenían significativamente menos conducta antisocial, pero el tamaño del efecto fue pequeño. En la evaluación de los padres no se hallaron diferencias entre sexos. Por consiguiente, las diferencias entre varones y mujeres tienden a ser muy pequeñas. En relación a la edad se confirmó un incremento significativo de la conducta antisocial de 12 a 18 años, tanto en el autoinforme como en la evaluación de los padres. Además, las diferencias entre sexos aumentaban significativamente con la edad, observándose mayores incrementos en los varones de 16-18 años. No se encontraron diferencias en la conducta antisocial en función del nivel educativo de los padres/madres, sin embargo, las diferencias en función del nivel socio-económico fueron contradictorias. La discusión gira en torno a la importancia de la prevención e intervención de la conducta antisocial desde la infancia.

Palabras clave: conducta antisocial; adolescencia; sexo/género; nivel socio-económico; prevención

Abstract

The goals of this study were to analyze the prevalence of antisocial behavior and to explore differences as a function of socio-demographic variables (gender, age, socio-economic level, parents' educational level). The sample comprised 3,026 participants from the Basque country, aged 12 to 18 years Using a descriptive and comparative design, two instruments to assess antisocial behavior (self-report and parent assessment) were administered. The results showed that 16.6 % of the sample had a high level of antisocial behavior (percentile 85-99), 10 % had a high-risk profile (percentile 85-94), and 6.6 % presented an antisocial profile (percentile 95-99). Sex differences varied depending on the informant. In the self-assessment, females reported significantly less antisocial behavior, but the effect size was small. In the parents' assessment, no sex differences were found. Therefore, the differences between males and females tend to be very small. Regarding age, a significant increase of antisocial behavior between 12 and 18 years was confirmed, both in self-reports and in parents' evaluation. Moreover, the sex differences increased significantly with age, with the largest increases observed in males aged 16-18 years. There were no differences in antisocial behavior as a function of the parents' educational level, but the differences as a function of socio-economic level were contradictory. The discussion revolves around the importance of prevention and intervention in antisocial behavior from childhood.

Keywords: antisocial behavior; adolescence; sex/gender; socio-economic level; prevention

Introducción

El incremento de la violencia (bullying, racismo, sexismo…) en los adolescentes y jóvenes pone de relieve la necesidad de analizar la conducta antisocial para obtener información útil de cara al desarrollo de programas de prevención/intervención que fomenten las conductas prosociales, de consideración por los demás, el respeto por las diferencias… e inhiban las conductas discriminatorias, antisociales y violentas. Esta preocupación actual por la conducta antisocial y violenta durante la infancia, la adolescencia y la juventud, que se encuentran en primer plano de los medios de comunicación, está en la base de este estudio.

La conducta antisocial se define como cualquier conducta que refleje una infracción a las reglas o normas sociales y/o sea una acción contra los demás, una violación contra los derechos de los demás. En este estudio se exploran conductas antisociales asociadas al gamberrismo y a conductas de trasgresión de normas sociales en relación con la edad tales como romper objetos de otras personas, de lugares públicos, golpear, pelearse o agredir a personas, copiar en un examen, ensuciar las calles y las aceras rompiendo botellas o vertiendo las basuras, molestar a personas desconocidas o hacer gamberradas en lugares púbicos, gastar bromas pesadas a la gente (quitarle la silla cuando se va a sentar…), decir “tacos” o palabras fuertes, robar, responder mal a un adulto, negarse a realizar las tareas encomendadas...

La última actualización del manual de diagnóstico DSM-V (APA, 2014) sugiere para el diagnóstico de “trastorno de la conducta” haber realizado en los últimos 12 meses, al menos tres de las siguientes conductas: (1) Agresión a personas y animales: acosa, intimida, amenaza, pelea, crueldad física, violación…; (2) Destrucción deliberada de las propiedades de otros; (3) Engaño o Robo: miente, engaña, roba…; y (4) Transgresión grave de normas: falsificar notas, faltar al colegio, salir de noche sin permiso...

Prevalencia de la conducta antisocial

Las tasas de prevalecía varían en distintos estudios epidemiológicos, debido a las diferencias entre clínicos e investigadores respecto al número de los síntomas necesarios para el diagnóstico, la gravedad, al informante (padre, madre, profesorado…) y/o al instrumento de medida utilizado para evaluar la conducta antisocial.

Tomando como referencia los datos aportados por los manuales estadísticos, el DSM-IV (1994) consideró una prevalencia entre 6 % y 16 % en chicos, y entre 2 % y 9 % en chicas. Posteriormente, el DSM-IV-TR (2003) situó la prevalencia por encima del 10 %, y el DSM-V (2014) entre el 2 y 10 %. Un estudio sobre el perfil psicosocial de los adolescentes españoles (Serrano, Rodríguez y Mirón, 1997) reveló que un 80 % estaban frecuentemente asociados a conductas antisociales disminuyendo a medida que la conducta antisocial era más grave. El estudio de Redondo y Sánchez-Meca (2003) concluye que entre el 81.1 % y el 84.6 % de los jóvenes reconoció haber realizado conductas prohibidas/delictivas, aunque fue considerablemente menor el porcentaje que autoinformaron de actos claramente antisociales. El estudio de Rechea (2008) con adolescentes de 12 a 17 años también evidenció que el 72 % había realizado conductas antisociales o delictivas en el último año.

Estos datos muestran la alta participación de jóvenes en actos antisociales. La conducta antisocial es uno de los problemas más habituales en la niñez y adolescencia (muchos menores en tratamiento lo están por agresividad, problemas de conducta y conducta antisocial), es una amenaza para el desarrollo individual y social, y por consiguiente un objeto de estudio de gran relevancia.

Conducta antisocial: diferencias entre sexos

Las investigaciones que han explorado la conducta antisocial en ambos sexos muestran resultados contradictorios. La revisión de Scandroglio et al. (2002) evidenció que los primeros estudios sobre la participación femenina en bandas callejeras juveniles informaban que esta participación era escasa, y que las mujeres manifestaban menos conductas delictivas que los varones. Sin embargo, estudios realizados en las últimas décadas sugieren un mayor nivel de participación de las chicas y también un incremento de sus conductas violentas. No obstante, pese a los cambios evidenciados siguen existiendo diferencias entre sexos.

La mayoría de los estudios han encontrado diferencias significativas con mayor frecuencia de conductas antisociales en los adolescentes varones (D'Acremont, y Van der Linden, 2006; Fan, Cheung, Cheung y Leung, 2008; García y da Costa Junior, 2008; Kim y Kim, 2005; López-Romero y Romero; 2010; Pelegrín y Garcés, 2009; Pérez-Fuentes, Gázquez, Mercader, Molero y García 2011; Rodríguez y Torrente, 2003; Sagar, Boardley y Kavussanu, 2011; Sanabria y Uribe, 2009; Scandroglio et al., 2002; Seijo, Mohamed y Vilariño, 2008). Otras investigaciones sugieren que estas diferencias son mayores en la infancia (Garaigordobil, Álvarez, y Carralero, 2004), disminuyendo en la adolescencia (Plazas et al., 2010), mientras que algunas no encuentran diferencias entre sexos en la conducta antisocial (Bringas, Herrero, Cuesta, y Rodríguez, 2006; Garaigordobil, 2005; Vera, Ezpeleta, Granero y de la Osa., 2010), ni en el uso de estrategias agresivas de resolución de conflictos interpersonales relacionadas con la conducta antisocial (Zafirakis, 2015). La reciente revisión de Lanctôt (2015) concluye que hay pruebas sólidas de una brecha entre sexos en conducta delictiva y antisocial, siendo los niños más antisociales que las niñas, sin embargo, la magnitud de esta brecha no es constante en el tiempo o en el espectro del comportamiento criminal o antisocial.

En el debate sobre sexo y género, el estudio de Ma (2005) encontró que: (1) los chicos eran más antisociales que las chicas; (2) La conducta delictiva se relacionaba positivamente con la masculinidad; y (3) La conducta delictiva en el grupo femenino fue significativamente menor que en los otros tres grupos de rol de género (masculino, andrógino e indiferenciado). En similar dirección, Moreira y Mirón (2013) concluyeron que: (1) Los antecedentes de la desviación de ambos sexos eran una débil vinculación a contextos convencionales y pertenencia a un grupo desviado; (2) Estos contextos contribuyen al desarrollo de la identidad de género; y (3) La identidad de género incide sobre la probabilidad de desviación: la feminidad tiende a reducirla mientras la masculinidad (especialmente aspectos socialmente no deseables de la masculinidad) la incrementa.

Conducta antisocial: diferencias en función de la edad

Los estudios que en los últimos años han analizado la evolución de la conducta antisocial con la edad en general confirman que la conducta antisocial aumenta con la edad (Pérez-Fuentes et al., 2011; Rechea, 2008), desde la infancia, a la adolescencia/juventud. Se observan puntuaciones más bajas durante la preadolescencia y adolescencia temprana, que aumentan a medida que aumenta la edad -mayores puntuaciones a los 16-17 años que incrementan aún más a los 18- (Sanabria y Uribe, 2009). Bringas et al. (2006) hallaron microdiferencias en comportamientos antisociales en función de la edad que indican que los más pequeños (14-15 años) son los que menos realizan comportamientos correspondientes a actitudes de conflicto, diferenciándose claramente de los otros dos grupos de edad. Los de edades intermedias, 16-17 años, se diferenciaban de los pequeños por realizar más comportamientos de conflictividad normativa y de falta de consideración del otro, aunque las diferencias no fueron significativas. Y los mayores (18-20 años) no se diferencian del grupo intermedio (16-17 años), pero sí de los pequeños (14-15 años), realizando más conductas antisociales que los de menor edad.

Complementariamente, Moffit y Caspi (2001) encontraron que las diferencias de género eran mayores en las personas con comportamientos delictivos que empiezan en la infancia (ratio 10:1) en comparación con las diferencias de género entre las personas que empiezan con actos delictivos en la adolescencia (ratio 5:1). Sin embargo, algunos estudios con niños y adolescentes no han encontrado diferencias con la edad (García y da Costa Junior, 2008; Vera et al., 2010).

Conducta antisocial: diferencias en función del nivel socio-económico-cultural

Los pocos los estudios que han analizado el efecto del nivel socio-económico en la conducta antisocial, en general concluyen que a menor nivel socio-económico mayor nivel de conducta antisocial. En este sentido, Seijo et al. (2008) confirmaron más comportamientos antisociales en los adolescentes que vivían en barrios más deprimidos socioculturalmente. Y la reciente revisión de Lanctôt (2015) también enfatizó que las condiciones económicas adversas pueden ser un factor de influencia en la conducta antisocial de las chicas.

Objetivos e hipótesis del estudio

El estudio realizado tuvo dos objetivos: (1) Identificar la prevalencia de la conducta antisocial de 12 a 18 años; y (2) Analizar si existen diferencias en la conducta antisocial en función de variables socio-demográficas (sexo, edad, nivel socio-económico, nivel de estudios de padres/madres). Tomando como referencia la revisión de estudios llevada a cabo se formulan 4 hipótesis: (1) La conducta antisocial durante la adolescencia y la juventud tendrá un nivel de prevalencia alto, con un 10 % de participantes con puntuaciones percentiles 85-99; (2) Los varones tendrán puntuaciones superiores en conducta antisocial en comparación con las mujeres, sin embargo, las diferencias serán pequeñas; (3) La conducta antisocial aumentará de 12 a 18 años, y las diferencias entre sexos también aumentarán a medida que aumenta la edad, observándose mayores incrementos en los varones; y (4) Cuanto mayor sea el nivel socio-económico y el nivel de estudios de los progenitores, menor será el nivel de conducta antisocial.

Método

Participantes

La muestra está constituida por 3026 participantes de 12 a 18 años, 48.5 % varones y 51.5 % mujeres. Los participantes cursan Educación Secundaria Obligatoria, ESO (75.4 %) y Bachiller (24.6 %), estando inscritos en diversos centros educativos del País Vasco, públicos (45.6 %) y privados/concertados (54,4 %). La muestra es una muestra representativa de los estudiantes del País Vasco. Según la encuesta de población del eustat, la población de estudiantes de ESO y Bachiller es de 101.757. Utilizando un nivel de confianza de .99, con un error de muestreo de .024, para una varianza poblacional de .50, la muestra representativa es de 2.802. Para la selección de la muestra se utilizó una técnica de muestreo estratificado, proporcional y aleatorio, teniendo en cuenta la proporcionalidad de centros en cada provincia y el equilibrio de distintas condiciones (tipo de red…).

Instrumentos

Para evaluar la conducta antisocial se administraron dos pruebas, un autoinforme y un cuestionario cumplimentado por los padres/madres, ambos con garantías de fiabilidad y validez.

AD. Cuestionario de conductas antisociales-delictivas (Seisdedos, 1988/1995). Contiene 40 frases cuyos contenidos informan de distintos tipos de comportamientos antisociales y delictivos. Este autoinforme evalúa dos aspectos de la conducta desviada, el antisocial (entrar a un sitio prohibido, hacer pintadas, romper o tirar al suelo cosas de otra persona, pelearse con otros, con golpes, insultos o palabras ofensivas...) y el delictivo (tomar drogas, destrozar o dañar lugares públicos, robar, conseguir dinero amenazando a personas más débiles, pertenecer a una pandilla que se mete en peleas o crea disturbios...). La tarea consiste en leer las frases e informar si se han realizado las conductas que se indican en éstas. En la corrección se otorga un punto por cada frase afirmativa.

En este estudio se utilizó únicamente la escala de conducta antisocial. Los coeficientes de fiabilidad fueron satisfactorios en ambas escalas (.86). La consistencia interna obtenida con la muestra del presente estudio fue alta (α = .89). La validez criterial se basó en las puntuaciones significativamente superiores obtenidas por 95 adolescentes con problemas de conducta en contraste con 99 adolescentes de control. Los análisis de varianza evidenciaron diferencias significativas entre ambos grupos en la escala de conducta antisocial, F = 4.70, p < .01.

EPC-CA. Escala de problemas de conducta (Navarro et al., 1993). La escala, cumplimentada por los padres, evalúa los problemas de conducta de sus hijos e hijas. En el presente estudio se administró la escala de conducta antisocial (comportamientos que pueden clasificarse como agresivos, y otros que no siéndolo pueden dificultar las relaciones sociales). La tarea consiste en informar si el hijo o hija realiza o no esas conductas (romper objetos, golpear, fumar, beber, falsificar notas, no asistir al colegio, agredir a otras personas…). El coeficiente alpha de Cronbach de la EPC confirmó alta consistencia interna (α = .88), y el obtenido con la muestra del presente estudio fue similar (α = .89). Para un estudio de la validez criterial se aplicó la EPC a diferentes muestras de niños y adolescentes (remitidos al psicólogo escolar por problemas escolares, remitidos al psicólogo clínico, e internos en centros de reforma por problemas de delincuencia) y los análisis de regresión múltiple mostraron que la pertenencia a distintos grupos criteriales fue la variable que presentó relaciones de mayor cuantía con las puntuaciones en la EPC.

Procedimiento

Utilizando un diseño descriptivo y comparativo de corte transversal, primero se envió una carta a los centros educativos seleccionados explicando el proyecto de investigación. Con aquellos que aceptaron participar se concertó una entrevista en la que se explicó el proyecto con más detalle, y se entregaron los consentimientos informados para padres/participantes. Los miembros del equipo de investigación se desplazaron a los centros, y administraron el AD en una sesión de 15 minutos de duración. Además, se entregó un sobre que contenía la EPC-CA que debían rellenar sus padres. El estudio cumplió los valores éticos requeridos en la investigación con seres humanos y recibió el informe favorable de la Comisión de Ética de la Investigación de la Universidad del País Vasco (CEISH/112/2012).

Análisis de datos

Primero se obtuvo el porcentaje de participantes que tenían puntuaciones correspondientes a percentiles < 85 (bajo riesgo), entre 85 y 94 (alto riesgo), y ≥ 95 (perfil antisocial) en la autoevaluación y en la evaluación de padres/madres. Para analizar si existen diferencias en la conducta antisocial en función de las variables socio-demográficas se realizaron análisis descriptivos (medias, desviaciones típicas), univariantes, se calculó el tamaño del efecto (Eta y d de Cohen), y se llevaron a cabo pruebas post hoc de comparación de grupos (Bonferroni).

Resultados

Prevalencia de la conducta antisocial

En relación a la prevalencia de la conducta antisocial autoevaluada (AD) los resultados evidencian que el 16.6 % de la muestra del estudio tenía un alto nivel de conductas antisociales: el 10 % se inscribe en el perfil de alto riesgo (percentil 85-94) y el 6.6 % en el perfil antisocial (percentil 95-99). Únicamente el 8.5 % de los participantes no habían realizado ninguna de las 20 conductas antisociales descritas en el AD. La evaluación de los padres/madres (EPC-CA) evidenció resultados similares, un 17.5 % tenía un alto nivel de conducta antisocial: el 12 % dentro del perfil de alto riesgo (percentil 85-94) y el 5.5 % en el perfil antisocial (percentil 95-99). Únicamente el 9.6 % de la muestra obtuvieron una puntuación de 0 en conducta antisocial.

Conducta antisocial: Diferencias en función del sexo y la edad

Los resultados (ver Tabla 1) evidencian diferencias entre sexos significativas en el autoinforme de conducta antisocial (AD) con puntuaciones superiores en los varones, aunque el tamaño del efecto es pequeño. Sin embargo, no se hallaron diferencias entre varones y mujeres cuando la conducta antisocial fue evaluada por los padres/madres (EPC-CA).

Tabla 1 Medias, desviaciones típicas en conducta antisocial, en varones y mujeres, resultados del análisis de varianza en función del sexo y tamaño del efecto (Eta y d de Cohen) 

Nota. *p <.05. ** p< .01. ***p < .001. ns = no significativo.

En relación a la edad, los resultados obtenidos (ver Tabla 2) muestran que tanto en el autoinforme (AD) como en la evaluación de los padres (EPC-CA) se confirma un incremento significativo de la conducta antisocial a medida que aumenta la edad. Las pruebas post hoc con la autoevaluación evidencian incrementos significativos entre los tres grupos de edad, mientras que en la evaluación de los padres se confirman diferencias entre los dos primeros grupos (12-13 y 13-14 años) y el último rango de edad (16-18 años). El grupo de 16-18 años tenía significativamente mayor nivel de conducta antisocial.

Tabla 2 Medias, desviaciones típicas en conducta antisocial, en diferentes grupos de edad, resultados del análisis de varianza en función de la edad, tamaño del efecto (Eta) y pruebas post hoc (Bonferroni) 

Nota. *p < .05. **p < .01. ***p < .001.

Los resultados de la interacción sexo*edad (ver Tabla 3) confirman diferencias significativas en el AD y la EPC-CA. Los datos muestran que en la conducta antisocial las diferencias entre sexos aumentan significativamente más en el tramo de 16 a 18 años, con superiores incrementos en los varones.

Tabla 3 Medias, desviaciones típicas en conducta antisocial, en varones y mujeres de distintos niveles de edad, resultados del análisis de varianza en función de la interacción sexo*edad y tamaño del efecto (Eta) 

Nota. AD: Conducta Antisocial (Autoinforme), EPC-CA: Conducta Antisocial (Padres).

*p<.05. **p<.01. ***p<.001.

Diferencias en función del nivel socio-económico y del nivel de estudios de los padres/madres

Los resultados obtenidos sobre las diferencias en función del nivel socio-económico (ver Tabla 4) son contradictorios. En el AD (autoinforme) las puntuaciones medias en conducta antisocial aumentan significativamente a medida que aumenta el nivel socio-económico. Sin embargo, en el EPC-CA (padres) aquellos que se inscribían en el nivel medio-bajo tenían puntuaciones significativamente superiores a los que pertenecían al nivel medio o medio-alto.

Tabla 4 Medias, desviaciones típicas en conducta antisocial en diferentes niveles socio-económicos, resultados del análisis de varianza en función del nivel, tamaño del efecto (Eta) y pruebas post hoc (Bonferroni) 

Nota. *p < .05. **p < .01. ***p < .001.

Los resultados obtenidos (ver Tabla 5) muestran que el nivel de estudios de ambos progenitores no influye en la conducta antisocial de sus hijos e hijas, observándose este resultado tanto en el autoinforme (AD) como en la evaluación de la conducta antisocial por parte de los padres/madres (EPC-CA).

Tabla 5 Medias, desviaciones típicas en conducta antisocial en diferentes niveles de estudio de los padres/madres, resultados del análisis de varianza en función del nivel de estudios y tamaño del efecto (Eta) 

Nota. ns= no significativo

Discusión

El estudio tuvo como objetivos analizar la prevalencia de la conducta antisocial, y explorar si existen diferencias en función de diversas variables socio-demográficas. En primer lugar, los resultados confirman que la conducta antisocial de 12 a 18 años en el País Vasco tiene un nivel de prevalencia alto. En el autoinforme un 16.6 % obtienen puntuaciones percentiles entre 85-99, y en la evaluación de los padres de 17.5 %, es decir, muy similar. Estos resultados confirman la hipótesis 1 (se había estimado un 10 % de estudiantes con puntuaciones altas) y ratifican el estudio de Seisdedos (1995/1988) con un porcentaje de 15 %.

En segundo lugar, las diferencias entre sexos en la conducta antisocial varían en función del informante. En la autoevaluación, las mujeres tienen puntuaciones medias significativamente inferiores (aunque el tamaño del efecto es pequeño), mientras que en la evaluación de los padres no se encuentran diferencias entre sexos. Por consiguiente, se puede afirmar que las diferencias entre varones y mujeres tienden a ser muy pequeñas. Estos resultados confirman la hipótesis 2 y en parte ratifican los obtenidos por estudios que han evidenciado puntuaciones superiores en los varones (e.g., Lanctôt, 2015; López-Romero y Romero; 2010; Pérez-Fuentes et al., 2011; Sagar et al., 2011; Sanabria y Uribe, 2009; Scandroglio et al., 2002) y también en parte de aquellos que no han hallado diferencias entre sexos (Bringas et al., 2006; Garaigordobil, 2005; Vera et al., 2010).

Las discrepancias encontradas, en la misma dirección que las halladas en los estudios previos, pueden ser explicadas en base a los distintos instrumentos de evaluación utilizados, los informantes, o a las edades de las muestras de cada estudio. No obstante, también pueden explicarse desde el aumento de la conducta antisocial en las mujeres adolescentes y jóvenes (en los últimos años varios estudios no están hallando diferencias entre sexos) o también desde la relevancia de la variable identidad de género (masculinidad) tal y como han enfatizado algunos estudios (Ma, 2005; Moreira y Mirón, 2013), lo que sugiere llevar a cabo nuevos estudios que incluyan la variable identidad de género además del sexo.

En tercer lugar, se confirma un incremento significativo de la conducta antisocial de 12 a 18 años. Las diferencias entre sexos aumentan significativamente con la edad, observándose mayores incrementos en los varones de 16-18 años. Estos resultados confirman la hipótesis 3 y ratifican los obtenidos en otros estudios (Bringas et al., 2006; Moffit y Caspi, 2001; Pérez-Fuentes et al., 2011; Rodríguez y Torrente, 2003; Sanabria y Uribe, 2009). No obstante, hay dos estudios que no han encontrado diferencias con la edad, uno realizado en México que incluía únicamente adolescentes (García y da Costa Junior, 2008) y otro en España con una muestra amplia de 8 a 17 años (Vera et al., 2010). Tal vez los instrumentos de evaluación utilizados pueden explicar en parte estas discrepancias.

En relación al nivel socio-económico, los resultados muestran resultados contradictorios, ya que en el autoinforme se encuentra significativamente más conducta antisocial en el nivel medio-alto, mientras que en la evaluación de los padres en el nivel medio-bajo. Además, no se evidencian diferencias en función del nivel educativo de los padres/madres, de lo que se puede inferir que esta variable no tiene mucho peso explicativo de la conducta antisocial. Los resultados confirman solo parcialmente la hipótesis 4 (que postulaba que a mayor nivel socio-económico y de estudios de los progenitores menor conducta antisocial). Los resultados con la evaluación de los padres apuntan en la misma dirección que los hallados por Seijo et al. (2008) que encontraron mayor nivel de conducta antisocial en niveles deprimidos socioculturalmente. Quizás la discrepancia en relación a los distintos niveles socio-económicos (que también se relaciona con el nivel de estudios de los padres/madres) pueda explicarse por las características de la muestra del estudio, que en el nivel medio-bajo no incluye participantes de niveles socio-económicos extremos, ni muy desfavorecidos, ni muy altos (lo que es coherente con la población del País Vasco). Por consiguiente, los resultados sugieren la importancia de continuar profundizando en el estudio de la conexión entre estas variables, analizando estas relaciones con muestras de niveles socio-económicos más extremos.

El estudio pone de relieve que la conducta antisocial es digna de consideración ya que un porcentaje alto de estudiantes (superior al 15 %) realiza muchas conductas antisociales. Cada vez las diferencias entre sexos son más pequeñas, se constata un incremento con la edad (12-18 años), y el nivel de estudios de los padres/madres relacionado con el nivel socio-cultural de la familia no tiene mucho peso explicativo. Estas aportaciones del estudio sugieren la necesidad de prevención e intervención. Entre las limitaciones del trabajo cabe destacar su diseño trasversal, que no permite identificar relaciones de causalidad entre las variables, así como una muestra socio-económica con ausencia de niveles extremos.

Los estudios que han evaluado las consecuencias de la conducta antisocial concluyen que una parte importante de los niños/niñas que tienen este tipo de comportamiento durante la infancia y la adolescencia mostrarán algún tipo de desajuste en la vida adulta (Garaigordobil y Oñederra, 2010). El hecho de que la conducta antisocial en los primeros años de vida sea un factor predictor de posterior conducta antisocial y delincuencia, es un argumento más que suficiente para concentrar los esfuerzos de prevención alrededor del desarrollo de los menores.

Para prevenir la conducta violenta hay que tener en cuenta que son muchos los factores que pueden influir en que niños-niñas, adolescentes y jóvenes tengan conductas violentas, la multicausalidad de la conducta violenta. Como han señalado diversos autores (Garaigordobil, 2008; Garaigordobil, Martínez y Fernández, 2015; Gardner, Waller, Maughan, Cluver, y Boyes, 2015; Thomas y Pope, 2013), entre estos factores cabe destacar:

  1. Factores culturales: Las normas y valores que se refuerzan en cada cultura influyen, hay culturas que reprueban la agresión mientras que otras la recompensan. Las actividades de ocio que se potencian en cada cultura influyen, ya que se ha demostrado que aquellos que ven mucha violencia en la televisión, internet, videojuegos... tienden a comportarse de forma más agresiva, a tener menos empatía con las víctimas, a normalizar el uso de la violencia, y a percibir que la violencia es algo normal para resolver conflictos.

  2. Factores familiares: La investigación ha evidenciado que los niños-niñas y adolescentes agresivos viven en familias desestructuradas (con problemas de drogas-alcohol, conflictos de pareja, problemas de delincuencia, que no aportan cuidado y afecto, donde hay abandono, maltrato y abuso hacia el niño-a, con modelos autoritarios, agresivos-punitivos...) y/o familias muy permisivas (con disciplina inconsistente, donde no hay normas estables, ni diferenciación entre conductas adecuadas/inadecuadas). Los niños y adolescentes que tienen vínculos de apego seguro y buenas relaciones en la familia tienen con menor probabilidad conductas violentas.

  3. Factores escolares: También se ha puesto de relieve que algunos factores escolares aumentan la probabilidad de que la conducta violenta aparezca, por ejemplo, centros educativos en los que no se trasmiten valores socio-morales positivos, en los que no se sancionan las conductas violentas, o en los que en sus prácticas educativas se trasmiten estereotipos sexistas, racistas...

  4. Factores individuales: También se ha confirmado que determinadas características de personalidad (falta de empatía, impulsividad, baja tolerancia a la frustración...) pueden promover un nivel alto de conducta violenta.

Dado que la conducta social es compleja y la violencia aparece debido a múltiples factores, para prevenir e intervenir en la violencia infanto-juvenil haría falta hacerlo desde la sociedad, la escuela, la familia y también a nivel individual. La sociedad debería controlar e inhibir el nivel de violencia que se expresa en la TV, Internet, los video-juegos que refuerzan las conductas agresivas y antisociales, racistas, sexistas… La educación familiar desempeña un papel primordial, ya que los padres que son modelos de empatía y conducta social positiva, y que refuerzan estas conductas en sus hijos/hijas, tienen con mayor probabilidad hijos menos violentos. Las intervenciones en ámbitos educativos se han demostrado eficaces, y en general los programas que fomentan el desarrollo socio-emocional que fomentan, la tolerancia, la empatía, el respeto por los derechos humanos, el aprendizaje de técnicas para la resolución de conflictos pacíficas.... inhiben la conducta violenta (e.g. Garaigordobil y Fagoaga, 2006; Mestre, Tur, Samper, y Malonda, 2011). Y cuando la violencia ya se ha producido, también requiere la intervención terapéutica con el agresor y con la víctima.

Agradecimientos:

Estudio financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO) (PSI2012-30956), por el Dpto. de Educación, Política Lingüística y Cultura del Gobierno Vasco (IT638-13), y por la Universidad del País Vasco UPV/EHU (UFI PSIXXI 11/04).

Referencias

APA. Asociación Psiquiátrica Americana (1994). DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona, España: Masson. [ Links ]

APA. Asociación Psiquiátrica Americana (2003). DSM-IV-TR. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona, España: Masson. [ Links ]

APA. Asociación Psiquiátrica Americana (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona, España: Elsevier [ Links ]

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Cómo referenciar este artículo/How to reference this article:Garaigordobil, M. y Maganto, C. (2016). Conducta antisocial en adolescentes y jóvenes: prevalencia en el País Vasco y diferencias en función de variables socio-demográficas [Anti-social behavior in adolescentes and Young adults: Prevalence in the Basque Country and differences as a function of socio-demographic variables]. Acción Psicológica, 13(2), 57-68. http://dx.doi.org/10.5944/ap.13.2.17826

Recibido: 20 de Enero de 2016; Aprobado: 01 de Abril de 2016

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