INTRODUCCIÓN
Según el Estatuto del Niño y del Adolescente (ECA) (1990) se considera adolescente a quien tiene entre 12 y 18 años1. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y laInternational Society for Prevention of Child Abuse and Neglect(ISPCAN) afirman que los adolescentes son más susceptibles a la violencia sexual, ya que por la etapa de desarrollo no pueden dar su consentimiento para tal práctica2.
La violencia sexual comprende cualquier tipo de acto sexual y las acciones que lo preceden, como coqueteos, comentarios y caricias, siendo practicado por cualquier persona, siempre que sea utilizado con coerción3. Por lo tanto, es un problema que afecta no solo la salud física sino también la salud mental, lo que puede ocasionar daños temporales o permanentes4. En este contexto, existen diversas acciones que se caracterizan como violencia sexual, no solo restringida a la violación misma, tales como: acoso verbal, exposición a material pornográfico, exhibicionismo, voyerismo, explotación sexual, tocamientos, caricias y contacto físico con relaciones inter femorales, con o sin penetración2.
Aun cuando Brasil ha sido uno de los países pioneros en la construcción de políticas públicas destinadas a combatir la violencia sexual contra niños y adolescentes, con hitos como la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), la promulgación del Estatuto del Niño y del Adolescente (1990) y la aprobación del Plan Nacional de Combate a la Violencia Sexual contra Niños y Adolescentes (2000), los casos de violencia sexual contra adolescentes aún persisten en el cotidiano de la sociedad brasileña1.
En ese escenario, según el Departamento de Informática del Sistema Único de Salud de Brasil (DATASUS), de 2010 a 2017 hubo más de 90.000 denuncias obligatorias de violencia sexual contra adolescentes. Las regiones Sudeste, Norte y Sur son responsables por las mayores tasas con 32,7%, 21,9% y 18,5%, respectivamente. También hay una mayor prevalencia de víctimas con edades entre 12 y 14 años (67,9%), siendo la propia residencia de la víctima el principal lugar de ocurrencia (58%)5.
La violencia sexual es reconocida como un problema de salud pública y una violación de los derechos humanos universales, con alta prevalencia6. Aún en este contexto, los estudios indican que a pesar de la gran cantidad de casos subnotificados y de su creciente incidencia, existe una dificultad para obtener un número de casos que sean realmente compatibles con la realidad, ya que las víctimas tienen mucho miedo de denunciar el(los) episodio(s), por el profundo pacto de silencio, los tabúes culturales y, en general, la proximidad al agresor. Esto contribuye al desconocimiento de su real incidencia y mecanismos, lo que dificulta la captación de casos por parte de los servicios de salud, policía y justicia7.
Resumiendo, el estudio propuesto tiene como objetivo analizar los casos de violencia sexual entre adolescentes escolares, y se vuelve relevancia en la medida en que el tema trabajado aún es considerado un tema controvertido para la sociedad, con estrategias preventivas deficientes, además de la dificultad en la identificación y manejo de estos casos.
MATERIAL Y MÉTODO
Se trata de un estudio descriptivo con diseño transversal y enfoque cuantitativo. Este estudio forma parte de una investigación más amplia que fue realizada con población adolescente en 26 escuelas del municipio de Picos, Piauí, de las cuales 16 son administradas por el estado y 10 por el municipio.
Para seleccionar estas escuelas se siguió el siguiente criterio de inclusión, tener más de 10 alumnos matriculados en el grupo de edad de 13 a 17 años. Y como criterio de exclusión, tener estudios secundarios integrados a la carrera técnica profesional y al programa de Educación de Jóvenes y Adultos (EJA). Posteriormente, comenzamos a componer la muestra aplicando los criterios de inclusión y exclusión de los participantes.
En este contexto, para que la muestra representara fielmente a la población, se calculó un error de muestreo máximo de aproximadamente el 3%, en valores absolutos, y un nivel de confianza del 99%. El cálculo utilizado para la obtención de la muestra fue la fórmula para estudios transversales con población finita9, en el cual se obtuvo una muestra de 1073 adolescentes, 881 de colegios estatales y 192 de colegios municipales, en los cuales la muestra fue aleatoria por conglomerado para la selección de escuelas y censual para el acercamiento de los participantes.
Para los participantes, se consideraron los siguientes criterios de inclusión: adolescentes debidamente matriculados en escuelas regulares estatales y municipales del área urbana de Picos, Piauí, en los turnos de la mañana y tarde, con el grupo de edad de 13 a 17 años. Se eligió esta edad por ser similar a la utilizada en la Encuesta Nacional de Salud Escolar (PeNSE) de 2015, lo que permitió mejores comparaciones con este y otros estudios8. En cuanto a los criterios de exclusión, se siguieron los siguientes: el alumno no estaba presente en el aula el día de la aplicación del cuestionario; el estudiante tiene una incapacidad o trastorno que le impide contestar el cuestionario por sí solo.
De esta forma, se destaca que se optó por seleccionar la escuela y no el adolescente para garantizar el anonimato del participante, dado que el tema abordado en esta investigación (salud sexual y reproductiva) aún es considerado un tabú para la sociedad. Así, la recolección de datos se realizó en las escuelas seleccionadas a través de cuestionarios auto diligenciados por los adolescentes que aceptaron voluntariamente participar en el estudio y que sus padres dieron a conocer previamente a través del Término de Consentimiento Libre y Esclarecido (CIF), firmando el alumno el Término de Asentimiento Libre Aclarado (TALE) antes de completar el cuestionario.
También cabe señalar que, antes de la recolección de datos, el investigador responsable del macroproyecto capacitó a los estudiantes de Enfermería para aplicar los cuestionarios en las escuelas y luego realizó la primera visita a las escuelas seleccionadas para explicar la importancia de desarrollar este estudio a la junta y a los maestros. En ese momento se realizó un nuevo relevo de la formación de clases de cada escuela, y en una segunda visita a las escuelas se presentó la investigación a los estudiantes y se entregó el Término de Consentimiento Libre e Informado (FCI) a quienes deseaba participar, se lo llevó a los padres de familia para que firmaran dando a conocer la participación de sus hijos en la investigación, ya que la población son adolescentes menores de 18 años.
También en la segunda visita se solicitó a los adolescentes que informaran el número de teléfono de sus padres o tutores y que autorizaran al investigador a cargo para llamarles y explicarles sobre la investigación y la importancia de la participación de los adolescentes, siempre que los padres o tutores haberlo autorizado del FCI. También hubo una tercera visita, previamente programada para recoger el FCI firmado. Así, el día de la recolección de datos, siendo la cuarta visita a las escuelas, todos los adolescentes presentes en las clases de las escuelas seleccionadas, debidamente autorizados por sus padres, fueron invitados a responder el instrumento.
Los datos recolectados fueron ingresados y tabulados en el software Statistical Package for the Social Sciences (SPSS), versión 20.0 y sus resultados fueron presentados en Tablas y gráficos, utilizando estadística descriptiva.
En esta perspectiva, cabe mencionar que en el macroproyecto participaron un total de 1.051 adolescentes matriculados en escuelas estatales y municipales. Sin embargo, solo se incluyeron en este estudio 38 adolescentes que afirmaron haber sufrido algún tipo de violencia sexual. Es importante resaltar que los adolescentes investigados no siempre sufrieron violencia a la edad actual, es decir, pudieron haber sido víctimas durante la infancia.
Para la realización de esta investigación, se respetaron todos los principios éticos y legales propuestos por la Resolución 466/12, que rige las investigaciones involucrando seres humanos. Además, el proyecto fue presentado y aprobado por el Comité de Ética e Investigación de la Universidad Federal de Piauí con el dictamen número 2.429.523.
RESULTADOS
Se cuenta con una evaluación de 38 cuestionarios cuyos adolescentes participantes dijeron haber sufrido ya violencia sexual.
De acuerdo con laTabla 1, prevalecen las adolescentes del sexo femenino (81,6%), edad de 16 años (31,6%) y color de piel morena como las más mencionadas (42,1%). Más de 1/3 de estos adolescentes vive con su padre y su madre (44,7%), seguido de un 26,3% que vive sólo con su madre. Aproximadamente ¼ de los adolescentes tienen un ingreso familiar inferior a un salario mínimo y más de la mitad tienen como religión el catolicismo. Aunque un pequeño porcentaje declara trabajar (18,4%), la mayoría de estos adolescentes afirmó no tener ninguna actividad remunerada (81,6%).
Según laTabla 2, cerca del 86,8% de los adolescentes son heterosexuales, siendo el sexo femenino la identidad de género predominante (81,6%). La mayoría reportó no tener novio esTable (65,8%). Cerca del 55,3% informó haber realizado ya práctica sexual consentida y el 44,7% no había realizado esta práctica consentida. Aún en ese contexto, se observa que 66,6% de los adolescentes afirmaron haber utilizado preservativo durante esta práctica.
De los adolescentes investigados, un porcentaje relevante no suele practicar sexo anal (47,4%), pero de los que practican esta práctica (13,2%), una pequeña porción informó que nunca usaba preservativo (5,3%). Sin embargo, la mayoría prefirió no informar si usa o no preservativo durante el coito anal (86,8%). En cuanto a la práctica del sexo oral, más de 1/3 dijo realizarlo (39,5%), siendo el 18,4% sin preservativo. Además, el 34,2% de los adolescentes dijo haber tenido de una a dos parejas sexuales en su vida.
En cuanto a los hallazgos prevalentes en los últimos tres meses, los adolescentes relataron no haber tenido pareja sexual (34,2%), seguido de pareja sexual (18,4%). También en ese contexto, afirmaron tener una frecuencia de relaciones sexuales entre 2 y 3 veces por semana (18,4%) y que en la última relación sexual el 31,6% no utilizó preservativo.
De acuerdo con laTabla 3, se observa que, entre los perpetradores de la violencia sexual investigada, se destacan el exnovio (13,2%) y la amiga (10,5%), acto que prevalece en víctimas que tienen de 10 a 12 años. (23,7%). Entre los sentimientos suscitados tras el(los) episodio(s) de violencia sexual, la mitad de los adolescentes sintieron tristeza y miedo (50%), seguidos de vergüenza (44,7) e ira (42,1%). Aunque la mayoría afirma no haberse embarazado (71,1%) o haber contraído alguna ITS (78,9%) como consecuencia del abuso, todavía hay quienes no saben si han contraído alguna ITS (7,9%) y quienes todavía sufren violencia sexual (5,3%).
Con respecto a los últimos 30 días,1/3de los adolescentes manifestó que sus padres o tutores siempre saben lo que hacen con su tiempo en el día a día (31,6%), pero nunca verifican si han hecho la tarea (50%), ni siquiera tocan sus pertenencias sin su permiso (39,5%). También en este evento, cerca del 44,7% informó que no faltó un día a la escuela sin el permiso de sus padres. Además, el 39,5% informó que los padres nunca hablan de sexo.
DISCUSIÓN
Se sabe que la violencia sexual contra los adolescentes es un grave problema de salud pública, que muchas veces se refiere a hechos ocurridos en la infancia. Sabiendo que este tipo de violencia aún es un subregistro en todo el país, se observa que según DATASUS solo en 2017 se denunciaron más de 130 casos de niños (29,8%) y adolescentes (70,1%) víctimas de violencia sexual5. Cuando esta problemática considera poblaciones más grandes, como la capital de Amazonas, se presenta un número exponencialmente mayor de casos, siendo la forma de violencia más denunciada entre niños y adolescentes, correspondiendo a 135,3 casos por 100.000 y 194,2 casos/100 mil respectivamente sólo en 201310.
A la vista de los datos presentados, se entiende que la violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes está presente en diferentes escenarios, y sus mecanismos aún no son del todo conocidos. Sin embargo, la búsqueda de la caracterización de los casos de violencia sexual se convierte en el primer paso para subsidiar políticas capaces de reducir el número de casos, posibilitando la identificación de casos en forma oportuna y posibles formas de prevención10.
En cuanto a las características de las víctimas, existe concordancia con la literatura en cuanto a la prevalencia de mujeres víctimas, ya que una revisión integrativa de la literatura que analizó la evidencia científica mundial acerca de los factores de riesgo relacionados con la exposición de las adolescentes a la violencia sexual determinó que las adolescentes mujeres son más afectados en comparación con los hombres, con tasas de 8-31% y 3-17%, respectivamente11. En ese escenario, un estudio cualitativo que incluye el tema de la violencia sexual, narrada desde la óptica de los adolescentes, atribuyó este fenómeno como consecuencia de la perpetuación de la cultura sexista, degradante del sexo femenino12.
La prevalencia de víctimas morenas auto declaradas en este estudio fue entendida como una característica regional, ya que tiene esa característica prevalente en común con un estudio basado en el mismo tema realizado en Pernambuco, estado geográficamente vecino a Piauí13. Y, a su vez, se contrasta cuando se compara con un estudio norteamericano que utilizó datos sociodemográficos referentes a aproximadamente 657.719 mil visitas a urgencias por violencia sexual y obtuvo el color de piel blanco como el más prevalente entre las víctimas14.
Un estudio realizado en Brasil encontró una alta prevalencia de víctimas de violencia sexual que reportaron no vivir con sus padres3. Así, se entiende que los adolescentes que viven con el padre y la madre, teóricamente, cuentan con un núcleo familiar esTable, compuesto por vínculos consanguíneos y afectivos que deben constituir un factor protector contra la ocurrencia de violencia sexual contra niños y adolescentes. Sin embargo, existen hallazgos de estudios que afirman que no es raro que los propios padres lo cometan, ya que esTablecen una relación de poder sobre la víctima, impidiendo el proceso de ruptura del silencio y dificultando la identificación y denuncia de los casos11. Así, se observa que, aunque este factor protector esté presente en los hallazgos de este estudio, todos los adolescentes que respondieron el cuestionario del instrumento de este estudio (n=38) en algún momento de su vida fueron víctimas de violencia sexual.
El bajo ingreso familiar es señalado como uno de los factores de riesgo que predisponen a los niños y adolescentes a sufrir violencia sexual11. Este es un factor retratado en el presente estudio al destacar que más de ¼ sobrevive con menos de un salario mínimo por familia. Así, en un intento de explicar el gran porcentaje de adolescentes de escasos recursos víctimas de abuso sexual presentado en este estudio, una investigación que examinó la asociación entre la desigualdad de ingresos y la violencia de pareja, a través de encuestas poblacionales de varios países, determinó una asociación positiva significativa15. Además, los estudios afirman que la realización de actividades remuneradas son factores de apoyo importantes en la vida de las personas abusadas sexualmente3,11. Sin embargo, vale la pena señalar que los bajos ingresos familiares encontrados en este estudio probablemente se deban a que la investigación se realizó en una escuela pública, donde los estudiantes, en la mayoría de los casos, pertenecen a familias con un nivel socioeconómico más bajo.
La violencia sexual, en cualquiera de sus presentaciones, debe ser entendida como un grave problema en la vida de todas las personas, independientemente de su orientación sexual. Así, si bien los hallazgos de este estudio indican un predominio de víctimas heterosexuales, la población LGB (lesbianas, gays y bisexuales), aunque sumados, representan una minoría poblacional, pero constituye un dato importante, considerando lo discutido en un estudio chino en el que la población minoritaria LGB tiene una mayor tendencia a desarrollar problemas mentales y físicos como consecuencia de la violencia sexual en comparación con la población heterosexual16. Aún en este contexto, hay escasez de investigaciones sobre este tema que aborden el público LGBT y, principalmente, Transexuales17.
Aún sobre el uso irregular del preservativo en las prácticas sexuales, se supone que es una conducta prevalente en la adolescencia, pues estudios apuntan fallas en el conocimiento de este público sobre la protección y prevención de su salud sexual y reproductiva, evidenciadas por la ausencia del uso del preservativo como un medio capaz de prevenir infecciones de transmisión sexual (ITS) y embarazos no deseados18,19.
En cuanto a los últimos tres meses, la mayoría de las adolescentes estudiadas manifestó no tener novio esTable y tener una frecuencia de relaciones sexuales entre dos y tres veces por semana. Considerando que más de1/3prefirieron no informar el número de parejas sexuales, esos datos fueron considerados importantes y sugestivos de actividades sexuales casuales, caracterizando uno de los factores de riesgo presentes en la ocurrencia de violencia sexual entre adolescentes3.
Con base en lo anterior, se estima que la reproducción de patrones sociales de género, en las experiencias de relaciones casuales, afecta de diferente manera a ambos sexos y contribuye al mantenimiento de jerarquías y desigualdades, fortaleciendo el silenciamiento sobre el tema, invisibilizando la violencia sexual ante esta forma de relacionarse, lo que puede estar relacionado con el desconocimiento del cumplimiento del número de casos20.
Al tratar de caracterizar a las víctimas de violencia sexual, se busca conocer la relación entre víctima y agresor, se identifica que los principales agresores mencionados en los resultados de este trabajo, como el (ex) novio, amigo y padrastro, corroboran con los hallazgos de una revisión sistemática realizada en Chile, que determinó una alta prevalencia de agresores como personas conocidas de la víctima. Estos hallazgos incluso se alinean a través del punto de vista del agresor, al informar como categorías comunes de víctimas: (ex) parejas, amigos y conocidos21. Además, se enfatiza que un estudio sueco destacó la persuasión, la intimidación y/o el uso de la posición social como las principales herramientas utilizadas por los adultos en la perpetración de violencia sexual contra niños, niñas y adolescentes22.
En este contexto, la mayoría de los estudios esTablecen una alta probabilidad de que el agresor sea un hombre, especialmente cuando existe una relación íntima10 23como se afirma en un estudio realizado en Nigeria, en el que los hombres tenían el doble de probabilidades de cometer violencia sexual cuando en comparación con las mujeres24.
Corroborando los datos mencionados, se sabe que las relaciones íntimas pueden constituir un medio para la ocurrencia de violencia sexual contra los adolescentes, especialmente en el sexo femenino. Así, una encuesta que utilizó datos demográficos y de salud de Nepal, para estudiar la prevalencia de violencia sexual y embarazo no intencional y su asociación entre mujeres casadas de 15 a 24 años, identificó que alrededor del 22,7% de las mujeres ya tenían un embarazo no deseado y casi una de cada 10 mujeres ha sufrido violencia sexual por parte de sus maridos25. Por otro lado, en Estados Unidos, la prevalencia de agresores conocidos (24,8%) por parte de la víctima es menor que el porcentaje de agresores desconocidos (37,5%), tal como lo afirma un estudio retrospectivo que consideró los años 2005 a 201314.
Según una encuesta realizada en Manaus entre 2009 y 2016, se reafirma el papel del hombre como principal perpetrador de violencia sexual, y se infiere que predominan las víctimas con edades entre 10 y 14 años10. Además, un estudio transversal que utilizó datos de la Encuesta Nacional de Salud Escolar (PeNSE) realizada en 2015 determinó que existe una alta prevalencia de violencia sexual en escolares menores de 13 años3. Así, la baja escolaridad y la edad que presentan estas víctimas se entienden como factores que contribuyen a la cultura del silencio en estos casos de violencia. En este sentido, un estudio encontró que, por cada año adicional de edad, los adolescentes tienen aproximadamente un 9% menos de posibilidades de revelar el/los episodio(s) de violencia sexual, hecho que puede estar relacionado con factores sociales y miedo a los juicios morales20,26.
Los datos discutidos en esta investigación afirman que una minoría del 5,3% de los adolescentes aún sufre abuso sexual. Este fenómeno puede explicarse por la dificultad de romper la cadena de ocurrencia de estos episodios, ya que involucra mecanismos de intimidación que resultan en el silencio de la víctima, siendo probablemente intensificada por los tabúes sociales involucrados en el tema y porque son desacreditados por la familia o comunidad. Citar lo relatado en un estudio que, en la búsqueda por identificar los límites de tolerancia de las mujeres frente al abuso sexual sufrido en la infancia, encontró que hubo casos que ocurrieron en la infancia y permanecen como un secreto de la familia hasta el día de hoy, unos 36 años12,27.
En relación con el estado emocional de las víctimas, a través de un análisis cualitativo, se enumeraron los principales sentimientos suscitados en estas mujeres, que experimentaron violencia sexual en la infancia: asco, vergüenza, ira, deseo de venganza, dolor, inutilidad, asco27. En ese sentido, se entiende que existe un alineamiento entre los hallazgos en la literatura y los presentados en este estudio.
Es probable que los acosadores desarrollen problemas de salud mental, ya que la perpetración por parte de la pareja íntima está fuertemente asociada con el desarrollo de tristeza severa e ideación suicida en las agresoras femeninas, y sentimientos de inutilidad y mayor consumo de alcohol por parte de los agresores masculinos24. Mientras que las víctimas están constantemente envueltas por sentimientos negativos, expresando clínicamente síntomas relacionados con la depresión, la ansiedad y el estrés postraumático21.
Aún en este contexto, otro estudio señaló un aumento del riesgo de ideación suicida, intentos y muerte asociados con la ocurrencia de violencia sexual en la infancia28. Además, otro estudio vinculó la victimización por violencia sexual con trastornos de personalidad y problemas de conducta íntima29. Así, se destaca que la violencia sexual debe ser entendida como un trauma que conduce a complicaciones complejas e individuales a lo largo de la vida de las víctimas21.
Aún sobre los daños causados por este tipo de violencia, aunque las adolescentes afirmen no haber contraído una ITS y/o quedar embarazadas como consecuencia del(los) episodio(s), los hallazgos del estudio expresan que estas son consecuencias comunes involucradas en casos de violencia sexual25.
En el contexto familiar, los adolescentes relataron un grado significativo de desinterés por parte de los padres o tutores en relación con la escuela y actividades cotidianas de los adolescentes. Desde esta perspectiva, los estudios muestran un alto índice de adolescentes que sufrieron violencia sexual y que no tenían sus actividades constantemente supervisadas por la familia o tutores3.
En este contexto, la familia y la escuela son defendidas como factores protectores frente a la ocurrencia de violencia sexual contra niños y adolescentes12. Ese escenario tiene el potencial de favorecer la acción profesional interdisciplinar en salud, guiada por la enfermería, para posibilitar el encuentro con la educación en salud y el enfrentamiento de las vulnerabilidades que permean el desarrollo integral del niño y del adolescente13.
Dada la fuerte influencia de la violencia sexual en la vida de las personas, se sugieren estrategias efectivas para enfrentar este problema y prevenirlo. Así, se destaca una estrategia, realizada a través de una investigación acción en las islas de Trinidad y Tobago, que al contar con una campaña mediática sumada a los esfuerzos comunitarios por romper el silencio de las víctimas, se logró promover nuevas pautas de buenas prácticas a los prestadores de servicios, de contenido culturalmente pertinente y sensible al contexto, adapTable e implemenTable, y permitió una respuesta multidisciplinaria continua a las complicaciones derivadas de esta violencia, incluso modificando las políticas públicas, con el fin de apoyar a las víctimas y posibilitar un mejor conocimiento de los casos30.
Además de lo anterior, un estudio realizado en la capital de Pernambuco evaluó los medios de comunicación como una herramienta de influencia relevante en la ruptura del silencio, comportamiento que adoptan constantemente las víctimas de violencia sexual. Este medio tiene el potencial de permitir estrategias similares en todo Brasil12. Así, se espera que los datos puedan apoyar políticas públicas dirigidas al agravamiento denunciado, destacando la importancia de promover otros estudios para mejorar la comprensión de la complejidad de los mecanismos que engloban la violencia sexual contra niños y adolescentes.
CONCLUSIONES
La investigación de los factores que intervienen en la violencia sexual sufrida por adolescentes permitió vislumbrar el escenario en el que se desarrolla esa violencia, posibilitando la comprensión de los aspectos sociodemográficos, relacionales, comportamentales y sentimentales correspondientes a los objetivos propuestos.
Entre las principales dificultades de este estudio, destacamos el tabú que envuelve el tema, que muchas veces inhibe la participación de los adolescentes, el permiso de la familia y/o la no colaboración por parte de docentes y directores; la amplia conFiguración del cuestionario adaptado; la gran cantidad de adolescentes participantes; además de las barreras geográficas para el acceso a las escuelas, a pesar de que solo son escuelas en la zona urbana. También se destaca el probable subregistro de casos, considerando que, de los 1073 adolescentes evaluados, solo 38 relataron haber sufrido algún tipo de violencia sexual en algún momento de su vida, lo que también demuestra una importante dificultad para discutir el tema.
El presente trabajo se limitó a factores descriptivos, imposibilitando pruebas y asociaciones estadísticas, dada la discrepancia entre la población que afirmó haber sufrido ya violencia sexual y la que negó haberla experimentado. Además, el sesgo de memoria puede o no estar presente en los hallazgos y el hecho de que la investigación se haya realizado solo en escuelas públicas, no permite una identificación real de los estudiantes de todas las clases económicas.
Entre los principales aportes se encuentra el abordaje del tema, ya que aún es un área poco abordada y en consecuencia mínimamente difundida en la sociedad civil, pudiendo ser considerada un tabú sociocultural perpetuado en el tiempo.
Otras contribuciones están relacionadas con el conocimiento producido por la comunidad científica y la contribución a la comprensión de los factores que rodean la violencia sexual infantil. Así, se sugieren estudios que aborden específicamente tanto los mecanismos de ocurrencia del o de los episodios, explicándolos como los impactos sufridos por los adolescentes como consecuencia de la violencia sexual.