INTRODUCCIÓN
El quiste óseo aneurismático (QOA) es una lesión benigna que puede afectar a cualquier hueso del cuerpo, si bien el fémur, la tibia, la columna vertebral, el húmero, la pelvis y el peroné son los más afectados1,2. Se trata de una lesión reactiva hiperplásica de etiología desconocida que está formada por cavidades quísticas que contienen sangre y están revestida por tejido reactivo mesenquimatoso3.
Con mayor frecuencia involucra la metáfisis o la parte metáfiso-diafisaria y puede provocar el abombamiento del hueso y causar dolor de intensidad variable, el cual generalmente es leve o moderado. El paciente puede presentar deformidad y fractura patológica, ya que en su evolución es común el crecimiento local agresivo y la destrucción cortical. La tasa de recurrencia de la lesión es superior al 10 %2.
Aparece con más frecuencia en las dos primeras décadas de la vida2, con una leve preponderancia femenina4,5. El QOA representa aproximadamente el 1,4 % de todos los tumores óseos primarios5 y presenta una incidencia de 0,14 a 0,32 por cada 100.000 individuos6.
CASO CLÍNICO
Presentamos el caso de un varón de 16 años con antecedentes de apendicectomía y cuadro de obstrucción intestinal resuelta mediante laparotomía y resección de brida. El paciente fue remitido a la consulta de Traumatología por presentar dolor mecánico en el tobillo izquierdo y cojera al correr, desde hacía varios meses y tras haber sufrido un esguince.
En la radiografía se evidenció una lesión lítica localizada en la cara lateral del tercio distal de la tibia izquierda, produciendo adelgazamiento de la cortical (Figura 1). La imagen proporcionada por resonancia magnética (RM) fue compatible con quiste óseo aneurismático o tumor de células gigantes.
Tras confirmar mediante biopsia el diagnóstico de quiste óseo aneurismático, se decidió intentar una embolización terapéutica, la cual no resultó exitosa debido al gran tamaño de la lesión. Posteriormente el paciente fue intervenido quirúrgicamente mediante resección y reconstrucción con injerto estructural osteosintetizado con tornillos (Figura 2). Tras inmovilización mediante yeso y posterior polaina, el paciente recibió tratamiento rehabilitador. La evolución fue favorable, permaneciendo asintomático al cabo de unos meses de la intervención.
DISCUSIÓN
Esta lesión fue descrita por primera vez por Jaffe y Lichtenstein en 1942, por lo que anteriormente llegó a ser conocida como enfermedad de Jaffe-Lichtenstein7. El QOA puede surgir de novo, denominándose QOA primario, pero hay una elevada incidencia de tumores acompañantes, en aproximadamente 1/3 de los casos, tratándose entonces de un QOA secundario2. El tumor de células gigantes constituye la asociación más frecuente. Aunque se trata de lesiones enigmáticas de causa desconocida7, probablemente se deben un cambio fisiopatológico específico, como consecuencia de un traumatismo (fracturas o lesiones ligamentosas) o de un proceso vascular anómalo inducido por un tumor o lesión preexistente capaz de iniciar una malformación arteriovenosa perióstica o intraósea5,8. Por otra parte, la aparición de QOA múltiples en el seno de una misma familia sugiere una predisposición genética, la cual podría explicar por qué la mayoría de estas aparentes malformaciones arteriovenosas del hueso aparecen de novo8.
De cierta importancia es la dificultad que puede presentar el diagnóstico de estas lesiones. Los estudios de imagen a veces no proporcionan criterios claros para su diferenciación de otras patologías como granuloma eosinófilo, tumor de células gigantes, fibroma no osificante, quiste óseo unicameral, displasia fibrosa, condroblastoma, condrosarcoma, fibroma condromixoide, tumor de Ewing y, en pacientes de mayor edad, carcinoma metastásico o mieloma7. En ocasiones la radiografía estándar puede bastar para establecer el diagnóstico de QOA, aunque la RM es más eficaz para el diagnóstico diferencial9,10. Su imagen más característica en la radiografía es la de una lesión lítica y multiloculada de carácter expansivo11.
Aunque se han comunicado casos de curación espontánea, habitualmente se requiere tratamiento, para lo que existen diversas técnicas mínimamente invasivas10. Las modalidades de tratamiento incluyen el legrado quirúrgico con o sin injerto óseo, la escisión completa, la embolización arterial selectiva, la radioterapia o una combinación de estos procedimientos5.
El papel de la embolización en el tratamiento del QOA es disminuir la vascularización y reducir la pérdida de sangre intraoperatoria. El éxito de este tratamiento solo se ha conseguido en huesos largos y pelvis. Entre las diversas opciones, la escisión total en bloque, si es posible, proporciona la tasa más alta de curación con un buen pronóstico y con unos excelentes resultados funcionales12. La escisión debe incluir toda la pared del quiste porque la escisión parcial se asocia con un mayor riesgo de recurrencia5.
En conclusión, el quiste óseo aneurismático constituye una lesión enigmática que se debe probablemente a un cambio fisiopatológico específico, como consecuencia de un traumatismo o de un proceso vascular anómalo inducido por un tumor. El médico de familia debe sospechar este tipo de lesiones ante imágenes radiológicas óseas de lesiones líticas y multiloculadas de carácter expansivo.