Hace ahora 14 años cuando me despedí de vosotros como Directora de la Revista OFIL, en el Congreso que celebrábamos en Cartagena de Indias. Llevaba 4 años como directora y confieso que tras los primeros años de incertidumbre por su viabilidad económica, y las dificultades que me encontraba para poder cumplir los objetivos que me había propuesto, era feliz porque me sentía querida y respetada por todos vosotros, la familia OFIL, por lo que no importaban las horas de trabajo que tuviera que dedicarle.
Había ejercido como farmacéutica de hospital durante 28 años y en aquel momento pasaba a ejercerla en una oficina de farmacia de la que acababa de recibir la licencia de apertura en un municipio de la provincia de Madrid. Por eso pasé el testigo, porque el acuerdo de la Organización era que la dirección de la Revista debía estar siempre en un hospital, con el fin de asegurar y garantizar su viabilidad.
Ahora, después de estos años satisfactorios ejerciendo como farmacéutica de oficina, tan cercana al paciente, resolviendo y ayudando a resolver tantísimos problemas terapéuticos, tantísimas dudas acerca de los medicamentos, colaborando en tantas campañas sanitarias, etc. cuando el Dr. Soler me pidió que escribiera un editorial y me dio libertad para elegir el tema a tratar, empecé a pensar en tantos trabajos publicados, en un abanico tan enorme de objetivos de estudio e investigación, atención farmacéutica, avances terapéuticos, docencia, etc., que no sabía qué elegir. Pero ocurrió algo que jamás hubiéramos pensado que ocurriría en nuestras vidas: un duro confinamiento en nuestras casas, provocado por la pandemia de la COVID-19.
Todos en mayor o menor medida, de una u otra forma hemos vivido este encierro que nos ha brindado muchas horas para pensar. Y a mí, además de en otras muchas cosas, me ha dado por pensar en el Valor Sanitario de nuestra profesión y el escaso conocimiento que la sociedad tiene de él. Una parte reducida de nuestra sociedad conoce el amplio abanico de posibilidades sanitarias que tiene como salida laboral nuestra licenciatura, más allá de la oficina de farmacia, a la que curiosamente y a pesar de todo, la entiende más como negocio que como profesión sanitaria.
Quiero desde aquí rendir homenaje, en primer lugar, y como no podía ser de otra forma, a nuestros compañeros farmacéuticos que han perdido la vida en esta pandemia. Y cómo no, a aquellos farmacéuticos que desde todos los lugares y puestos de trabajo que desempeñan, se han dejado parte de sus vidas para combatir la COVID-19.
Es necesario rendir homenaje a todos los farmacéuticos que desde las farmacias de hospital han trabajado, con su dedicación y creatividad para que los medicamentos no faltasen y llegasen puntualmente a cada uno de los pacientes a sus domicilios, por lejanos que estos estuvieran, evitando así el riesgo de su acceso al hospital para conseguirlos, participando a la vez en la realización de ensayos clínicos y elaborando ingentes cantidades del imprescindible gel hidroalcohólico. Y a los que desde la oficina de farmacia han resuelto las dudas de los ciudadanos, explicándoles la enfermedad, su proceso infeccioso si lo había, dirigiéndoles con criterio a sus casas, centros de salud u hospitales para su adecuado tratamiento, etc. y en muchísimos casos llevándoles los medicamentos a sus casas.
Hemos visto todos los días, al anochecer, el agradecimiento que la población daba, en forma de aplausos, a las profesiones sanitarias que estaban en primeria línea de acción, allí donde había que tomar una decisión con cada uno de los ciudadanos que en forma de avalancha llegaban a los Servicios de Urgencia, y más adelante en el momento en que el paciente se batía entre la vida y la muerte, y todo ello sin los medios de protección adecuados. Es encomiable el agradecimiento a tanto desvelo, tantas prisas, tanta ansiedad, tanta lágrima de desesperación ante lo inevitable. Ojalá no dejemos de lado a estas profesiones, que hace nada eran olvidadas por, no sólo las administraciones públicas, sino también por la sociedad. Ojalá, cuando todo esto pase, sigan teniendo el título de héroes que por unos meses les hemos concedido y no caigan en el olvido.
Por nuestra parte, los farmacéuticos estamos acostumbrados también a ser ignorados por las administraciones y la sociedad. De hecho, pocos han sido los farmacéuticos que han aparecido en los medios de comunicación para explicar algo relacionado con el Coronavirus, a no ser por los problemas de abastecimiento y los precios de las mascarillas.
Pero que nadie olvide que al frente de muchos laboratorios de investigación, de análisis, de fabricación de material sanitario, de controles de calidad, desarrollo de tests, ensayos clínicos, etc., lo que hay es un farmacéutico. Mi HOMENAJE por tanto, para todos ellos.
Espero y deseo que se valore en algún momento el exceso de trabajo y los esfuerzos que han realizado los farmacéuticos y el tiempo que han ahorrado a los desbordados médicos, resolviendo cuestiones de primera línea en el mostrador de la farmacia, estando expuestos al primer aliento del angustiado enfermo, evitando así su acceso a los colapsados Servicios de Urgencia. En general la sociedad no sabe y quizá nunca reflexione acerca de la importancia de lo que han estado haciendo los farmacéuticos en esta pandemia. ¿Se les podría incluir entre los merecedores de los aplausos a las profesiones sanitarias? Pienso que sí.
Somos profesionales sanitarios preparados para la resolución de infinidad de cuestiones y problemas desde que salimos de la facultad. Ahora sólo necesitamos dar información a la sociedad acerca de lo que hacemos desde todos y cada uno de los ámbitos en los que desarrollamos nuestra preciosa y amadísima profesión. Porque, claro que nos sentimos satisfechos del reconocimiento que cada uno recibimos de las personas que nos rodean y a las que ayudamos y resolvemos problemas a diario, pero ahora me refiero a un reconocimiento social general y de las administraciones que nos dirigen. Sabemos trabajar muy bien, pero nos falta dar valor y publicidad a lo que hacemos.
GRACIAS FARMACÉUTICOS