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Sanidad Militar

versión impresa ISSN 1887-8571

Sanid. Mil. vol.74 no.4 Madrid oct./dic. 2018

https://dx.doi.org/10.4321/s1887-857120180004000011 

CARTAS AL DIRECTOR

Sobre: Contribución a la Ciencia del general médico D. Mariano Gómez Ulla (1877-1945)

About: “Scientific Contributions of GMO Mariano Gómez Ulla (1877-1945)”

Agustín Esteban Hernández1 

Mí respetado General:

Como lector asiduo y no esporádico colaborador de la Revista de Sanidad Militar en sus distintas denominaciones, y últimamente acomodado en la Sección Tribuna de Humanidades del Boletín Informativo de Sanidad Militar, he visto y leído con gran atención el trabajo de los amigos gallegos, Prof. Ponte Hernando et al., publicado en el nº 74,1 de Sanidad Militar Contribución a la Ciencia del general médico D. Mariano Gómez Ulla (1887-1945) que ha sido un tirarme de la pluma (de la lengua se dice en el trato verbal) poniendo en movimiento mi nunca dormido “gomezullismo” desde el ya lejano ingreso en Sanidad Militar y mantenido despierto en un que se defiende como puede retiro. Encuentro el título un tanto enfático, “contribución a la ciencia”, si exceptuamos a Don Santiago yo no sé de cuántos españoles podría predicarse; en todo caso los cirujanos somos gente de acción, personajes trágicos diría Sauerbruch, podemos crear hechos, figura, mito, que no siempre puede trasmitirse, sino que acaba en su autor, mientras la ciencia es algo abstracto que tiene vida por sí y no siempre va relacionada a un nombre. De hecho Gómez Ulla fue un ídolo para las Fuerzas Armadas durante más de dos décadas y un insigne cirujano para toda España. También es poco usual referirse a Gómez Ulla como general que ciertamente lo fue y de división, y según algún runrún biográfico, aspiraba al grado de teniente general y no alcanzarlo le causó bastante frustración. No tengo muchos ejemplos que citar, pero para hacerlo por el principio, D. Manuel Gómez Durán en su discurso de ingreso en la Real Academia, no antepone el término general al nombre, en el ritual panegírico que hace de su antecesor en la docta institución.

Vuestro artículo, amigos Ponte Hernando y cols., exhala un cierto aroma reivindicativo, no sólo al presentar a Gómez Ulla militarmente sino principalmente al aportar una considerable cantidad de publicaciones que intentan desmentir el concepto, al que no se debe dar mayor importancia, de que D. Mariano Gómez Ulla era poco dado a prodigarse en los medios escritos. El bueno de Gomez Ulla y Lea, a quien tuvimos ocasión de saludar fugazmente en el despacho de D. Manuel Gómez Durán dice en su libro biográfico que su tío “no escribió ningún libro, no dejó escrito casi nada importante, que escribía con el trabajo y el ejemplo” y amplía irónicamente este juicio a todos los cirujanos españoles a los que acusa de “agrafia y avitaminosis publicitaria”.

En nuestros anaqueles, como único escrito de D. Mariano, figura un ejemplar de su discurso de ingreso en la Academia titulado “La Cirugía en la Guerra”. Es un trabajo compilatorio del desarrollo de la Cirugía Militar y aun General en los distintos pueblos y culturas, digamos universal, pues abarca desde los días de Adán y Eva hasta los del autor, con especial atención a figuras que como Paré, Larrey o Daza Chacón están en la mente de todos, o a métodos de evacuación y tratamiento en campaña, con aportaciones personales, incluida la primera guerra mundial de 1914-1918. Junto a él guardo el discurso de Gómez Durán a la misma Institución, parecido pero distinto, “Aportación de la Cirugía de Guerra al progreso quirúrgico actual”, con una dedicatoria que me gustaría reproducir si fuera dirigida a cualquier otro compañero y no a quien escribe estas líneas, porque es una muestra de la elegancia intelectual de su autor.

Ningún otro artículo de Gómez Ulla tuve ocasión de leer, mas cuando empezó mi andadura en Sanidad Militar él ya estaba en los altares sin que algún advocatus diaboli, fuese en la figura de inocente sobrino, hubiera impedido su canonización.

Así pues, todos nosotros y muchos compañeros antes y después, y particularmente los que sentíamos la vocación quirúrgica nos hemos educado en la veneración y el respeto al insigne maestro. Mi hoja de servicios comenzaba con un bautismo africano, dos periodos en el Hospital de Melilla (ay, Manes también de Pagés, aquella placa en su memoria mutavit vitam meam) y otro más largo en el Sahara, fueron un intervalo al que siguió mi incorporación definitiva al venerable hospital de Carabanchel, ya nombrado “Gómez Ulla”, y cuya fisonomía de pabellones rojos iba a perdurar casi hasta el fin del siglo. Digo casi, pues un día se decretó someterlo a una metamorfosis complicada y la demolición sistemática de la vieja estructura coexistía con el nacimiento, ave fénix de ladrillo y cemento, de una esbelta torre llena de ventanas. Viendo aquel estropicio me asaltó un sentimiento de nostalgia hacia tanta vida de pacientes y tanto trabajo de compañeros adherido a aquellas paredes y techos y pavimentos, tantas ilusiones y alegrías y tragedias, que iban a desaparecer bajo la acción implacable de la piqueta albañilera. Y pensé que sería bueno rescatar los nombres de algunos de los compañeros más ilustres, de nuestros devanceiros, y sacarlos a vida aunque fuera la frágil y volandera de un artículo.

Y así, bajo una fotografía de los sentenciados pabellones rojos apareció este

MANES DE UN VIEJO HOSPITAL

Sunt aliquid Manes: letum non omnia finit

Propercio

  1. El Decálogo de Gómez Ulla

  2. Elogio y diatriba de Bastos Ansart

Publicado en la Revista Ejercito, núm. 561, Oct. 1986, pág. 85-90

En el libro homenaje al Centenario de nuestro Hospital (l996), libro algo pesado, en sentido ponderal, y no fácil de manejar, bajo el epígrafe “Tres Cirujanos”, pág. 147, incluimos una transcripción, con ligeras modificaciones, de las Vidas Paralelas de Gómez Ulla y Bastos Ansart, que constituyen al artículo de los Manes citado, a la que añadimos un tercero en concordia: Manuel Gómez Durán. Y así como no pudimos conocer a D. Mariano por ley de vida y breve aunque emotivo nuestro encuentro inolvidable con Bastos, la relación con Gómez Durán fue más larga y en algún sentido decisiva pues ocupó la mayor parte de nuestra estancia en el Hospital para obtener el Diploma de Cirugía General y Ortopédica. De la huella dejada en nosotros por D. Manuel quiero repetir aquí, como muestra, unas líneas del artículo necrológico a él dedicado en esta Revista, a la sazón Medicina Militar:”Jamás hemos sentido por ningún cirujano español o extranjero una mayor admiración que la que despertó en nosotros D. Manuel Gómez Durán”. Siempre le he considerado como otro Gómez Ulla, un alter Gómez Ulla, un Gómez Ulla redivivo. Ambos gallegos, de buena estatura, gran capacidad de seducción, cirujanos militares eminentes, Académicos ambos… qué más puede añadirse?

Se dice a veces de algún personaje que es irrepetible y esto es bueno aplicado a dictadores tiránicos (todos), pero los benefactores de la gente por qué no han de repetirse?

Y 3.Last. En el libro del Centenario, también de nuestra pluma, hay una semblanza de sor Amparo, colaboradora que fue de Gómez Ulla y nuestra “monja del quirófano”, algo tiene que ver con lo que se trata en este escrito, pag.486

Mis felicitaciones a los autores del artículo gallego.

Villanueva de la Cañada, verano de 2018

Cor. Médico. (R). Premio “Gómez Ulla” de la Rev. Medicina y Cirugía de Guerra (1961)


CARTAS AL DIRECTOR

RÉPLICA DE LOS AUTORES

Fernando Ponte1 

1Cap. Médico (RV). Prof. de Historia de la Ciencia (Acreditado de Titular en Historia de la Ciencia. ANECA). Universidad de Santiago de Compostela. Facultad de Medicina. España.

Excmo. Sr Director,

En primer lugar, quiero dar las gracias al coronel Esteban por sus elogiosas palabras en relación con nuestro trabajo sobre D. Mariano Gómez Ulla.

Su amable carta contiene algunos afectuosos y correctos aspectos críticos muy interesantes que me gustaría matizar o, si lo prefiere, rebatir con espíritu constructivo.

He aquí mis matizaciones razonadas:

  1. En cuanto a su declarado “gomezullismo”, simpático neologismo, decirle que lo comparto plenamente. Los clásicos, en cualquier ámbito de la vida, ya sean personas, estilos, libros, o cosas, se caracterizan por ser modelos a emular y seguir.

  2. Por lo que se refiere al título de nuestro artículo que usted califica como “un tanto enfático” por lo de Contribución a la Ciencia de D. Mariano Gómez Ulla, no puedo estar de acuerdo con que diga que, salvo D. Santiago Ramón y Cajal, no sabe “de cuantos españoles podría predicarse”, cito textualmente. Pues verá, he pretendido demostrar, a la luz de los documentos que poseo, que Gómez Ulla, hizo CIENCIA, eso sí, ciencia aplicada más que ciencia teórica; a este respecto le remito a cualquier tratado de «Historia de la Anestesia Española» (como el de Franco Grande et al, por ejemplo). Comprobará en ellos que Gómez Ulla, junto con sus colaboradores, y el farmacéutico militar Cambronero figuran, en Europa, entre los más experimentados en la materia (anestesia raquídea), antes del año 1920. Y, si no es ciencia aplicada el «Hospital a Lomo, del que se derivó inmediatamente una mejoría asistencial, con su correspondiente y drástica reducción de la morbilidad y mortalidad ¡Que venga Dios y lo vea! como diría un castizo. Sin salirnos de la época de D. Mariano, la «Edad de Plata» de la cultura española, estaba constituida por científicos y clínicos como Ferrán; San Martín; Olóriz, Marañón, Pi Suñer, Nóvoa Santos, Carrasco Formiguera y Goyanes Capdevila, por citar unos cuantos médicos respetados en Europa. Sugiero a los lectores que repasen la obra de estos gigantes y saquen sus conclusiones. Todo esto acontecía cuando Estados Unidos no era todavía la cabeza científica del mundo.

  3. En cuanto al supuesto “aroma reivindicativo” de nuestra presentación “militar” de Gómez Ulla, tiene su lógica pues estamos hablando de un gran médico militar, que hubo de manejar con igual destreza el bisturí, y las difíciles y complicadas unidades a pie, a caballo o a lomo de la época, con hombres, armas y trenes de bagajes, con pesadas cargas, que, a buen seguro, eran un verdadero engorro trasportar en aquellas pesadas cajas de madera y metálicas por terrenos escarpados del norte de África, utilizando vehículos que hoy podemos considerar casi primitivos. Aún hay más, debía manejar hombres y materiales lo que exigía ciertamente una preparación y capacidad militar, como si de un oficial de las armas se tratase. El “aroma reivindicativo” puede deberse, no se lo niego, al enfado que nos supuso leer en un libro, editado por el Servicio de Publicaciones de Defensa, sobre los sanitarios militares en la guerra de África. Su autor atribuye a nuestro protagonista actitudes “fascistas” afirmación que no compartimos una vez consultados los documentos a los que hemos tenido acceso y que obran en nuestro poder. Cómo es posible que quién se honró siempre en ser un monárquico, gentilhombre de Cámara de Alfonso XIII, y que siguió escribiéndose de por vida con el monarca exiliado fuese un fascista. Tengo la foto de la llave de Gentilhombre de Cámara, llave que he tenido en mis manos, gracias a mi amigo el Prof. Gómez-Ulla de Irazazábal, sobrino-nieto de D. Mariano y Catedrático de Oftalmología de la USC, un médico de fama mundial, al ser tenido como uno de los mejores expertos en patología de la retina. Cuando hablamos de Gómez Ulla, Pagés Miravé, Bastos Ansart o Gómez Durán, estamos hablando de “primera división” y quien desee analizar, en el futuro, con mayor profundidad estas figuras debe procurar informarse.

  4. En cuanto al coronel médico cirujano Gómez Ulla y Lea, padre del catedrático citado, escribió el libro sobre su tío a una edad avanzada, y de corrido, a petición de sus hijos para mantener viva la memoria de su tío. Y, a pesar de que me honro, como acabo de decir, con la amistad de sus hijos, le diré que, como no podía ser de otro modo, es una hagiografía, ya que se crio desde niño con D. Mariano, y porque no es un libro de investigación y adolece de falta de precisión en diversos detalles.

  5. Tengo, conozco y cito, el libro del Centenario del Hospital Gómez Ulla. Ciertamente es un libro “potente” y lamento no haber visto alguno, sí otros, de los pasajes que usted cita. Tratar a Gómez Ulla como general, me sorprende que me lo resalte en su carta. Si era General Inspector ¿cómo quiere usted que me refiera a él? Bueno, lo podemos tratar more clásico como «Inspector Médico de primera clase», si es más de su gusto. Parece lógico que D. Manuel Gómez Durán lo trate en su discurso como su Maestro y Académico, pues en ese marco estaban interpares.

  6. En cuanto a que usted cite a su maestro Gómez Durán, (lamento no haberlo sabido antes para poder hablar con usted sobre él) miel sobre hojuelas, porque Sanidad Militar ha tenido la amabilidad de publicarme, en su último número, un trabajo sobre él que espero será de su entera satisfacción. Para finalizar le aclaro que en nuestro artículo pretendíamos, no solo escribir lo ya archiconocido sobre Gómez Ulla, sino darle un enfoque más a la medida de lo que su título indica, lo que no sé si hemos conseguido. Por supuesto, conozco, poseo y cito, los discursos de ingreso en la RANM de ambos generales médicos en los dos artículos. Le matizo que Gómez Ulla ocupó la medalla nº 24 (Historia de la medicina), de ahí la elección y temática de su discurso histórico. Gómez Durán pasó a ocupar la medalla nº 21 (Cirugía General) por lo que no hay sucesión en la misma; lógico, pues D. Mariano murió en 1945 y D. Manuel ingresó en 1960.

Reciba un cordial saludo de su amigo que queda a sus órdenes.