INTRODUCCIÓN
Se podría pensar que la pandemia de la COVID-19 es algo sobrevenido para lo que nadie estaba preparado, que lo ocurrido pudo haber sido fruto de la casualidad, del carácter caprichoso de la naturaleza o de un fallo intencionado o no de bioseguridad, pero lo cierto es que un brote, sea del origen que sea, altera el statu quo y por tanto es una amenaza para la seguridad nacional. En este sentido, en 2014 Barack Obama declaró que el brote de Ébola que asolaba África occidental suponía una amenaza a la seguridad global frente a la cual era necesario hacer un esfuerzo de respuesta para atajarla1. Tres años después, Bill Gates defendió públicamente la necesidad de prepararse, como si de una guerra se tratase, frente a un brote pandémico que podría matar en seis meses a más de treinta millones de personas2.
Estas afirmaciones fructificaron dos años después y así, en 2019, la Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación de la Organización Mundial de la Salud elaboraba un informe sobre la necesidad de la preparación mundial para las emergencias sanitarias donde se podía leer que: «El mundo está en grave riesgo de ser devastado por epidemias regionales o pandemias que no solo causarán pérdidas de vidas, sino que alterarán la economía y provocarán el caos social»3.
Un brote local de una enfermedad infecciosa puede convertirse en regional e incluso global de forma prácticamente simultánea, en función de las características del agente que lo genere y del nivel de preparación del lugar donde se produzca4. La urbanización del medio, la deforestación o el carácter zoonósico del agente etiológico incrementan el riesgo de que la enfermedad se propague de forma rápida y eficaz. Situación que se ve favorecida por el cambio climático, el estilo de vida o incluso por el incremento de las resistencias antibióticas5. Las autoridades sanitarias no son ajenas a esa preocupación expresada por políticos o líderes mediáticos. De hecho, la OMS, ante la posibilidad de que se produjera un brote de una enfermedad transmisible que tuviera un impacto importante de salud pública, estableció una lista priorizada de enfermedades frente a las cuales es importante hacer un esfuerzo de I+D en contextos de emergencia sanitaria. En los últimos cinco años se han incluido en dicha lista algunos agentes infecciosos como el virus de la Fiebre Hemorrágica de Crimea-Congo, algunos henipavirus como el virus Hendra, Nipah o Cedar, los coronavirus MERS-Cov y SARSCoV, los virus Ébola y Marburgo, el virus de la Fiebre de Lassa y del Valle del Rift, los arenavirus de las Fiebres Hemorrágicas, los enterovirus EV71 y D68, el virus de la Viruela de los monos, los virus Chikugunya, Zika y HIV, incluyéndose a principios de 2020 al virus SARS-CoV-2, agente etiológico de la COVID-196.
La gran mayoría de los agentes incluidos en la lista tienen un origen animal. Así, el 61% de las infecciones humanas y el 75% de las enfermedades emergentes tienen un carácter zoonósico7. De hecho, los tres últimos coronavirus descritos tienen su origen en animales.
Ahora está más justificada que nunca la aplicación de la filosofía One Health promovida por la OMS con la integración de veterinarios en los equipos multidisciplinares para hacer frente a las amenazas biológicas donde suman esfuerzos expertos en sanidad humana, sanidad animal y medioambiente8. Desde la epidemia del Síndrome Agudo Respiratorio Grave (SARS) en 2003, hasta la tragedia en curso de la COVID-19, la transmisión de enfermedades infecciosas de animales al hombre está aumentando en frecuencia, virulencia y devastación. El Ébola, los SARS Cov, el MERS Cov o la gripe A son trágicos ejemplos. Aunque no se puede olvidar, desde la perspectiva de la filosofía One Health, que no sólo los grandes brotes epidémicos o incluso pandémicos tienen un grave impacto para la salud humana. De hecho, todos los días muchas personas se infectan y lamentablemente muchas mueren a causa de enfermedades como la rabia, la tuberculosis bovina y la brucelosis, entre otras.
En el ámbito de la salud pública, el veterinario dispone de un valioso conocimiento de la gestión de epidemias basado en la experiencia de control de brotes de enfermedades animales de alto impacto económico como la Fiebre Aftosa, la Lengua Azul o la Peste Porcina Africana. Hay estructuras diseñadas para aprovechar todas las capacidades disponibles, desde los laboratorios de Sanidad Animal con una inmensa capacidad de procesado de muestras, hasta la experiencia en la aplicación de medidas específicas de control y contención y en la visión de la inmunización de grupo.
Recientemente, la noticia del aislamiento del virus SARSCoV-2 en una tabla de corte confirma más, si cabe, la necesidad de profundizar en el concepto One Health9. Las decisiones apresuradas, donde no hay una evidencia científica, no solo tienen consecuencias económicas, sino que pueden incluso degenerar en situaciones que afecten a la seguridad a merced del desarrollo de campañas de desinformación interesadas10. En este escenario, el veterinario tiene la responsabilidad de ser uno de los vehículos de comunicación de información a la ciudadanía y ser, sin ninguna duda, actor en la comunicación estratégica institucional.
Lo anteriormente descrito no solo afecta al ámbito civil ya que, en la práctica, los ejércitos se preparan de forma continua frente a la amenaza biológica, es decir, frente al empleo intencionado de agentes biológicos en un contexto de guerra biológica. Sin embargo, no se ha considerado hasta hace pocos años la participación reglada de efectivos militares en entornos epidémicos y/o pandémicos aunque lo hayan hecho siempre de manera circunstancial a lo largo de la historia. Sirva de ejemplo que en 2005, ante la necesidad de atender a 3000 pakistaníes enfermos del virus H5N1, no había disponible ningún documento ni plan que describiera cómo reaccionaría la OTAN ante una emergencia pandémica11. Esta circunstancia sirvió de acicate para realizar un esfuerzo de preparación por parte de los países de la Alianza frente a este tipo de escenarios basándose en la aplicación de los principios de «respuesta colectiva» y de la doctrina Smart Defence mediante una acción coherente y eficiente12.
España no fue ajena a esta iniciativa donde las amenazas biológicas eran una realidad contra las que había que prepararse con todas las capacidades disponibles de las instituciones del Estado y resto de administraciones públicas. Así, se desarrolla la Ley Orgánica 5/2005, encomendando a las Fuerzas Armadas la misión de preservar la seguridad y bienestar de los ciudadanos en los supuestos de grave riesgo, catástrofe, calamidad u otras necesidades públicas.
Esta necesidad de preparación frente a los riesgos biológicos de carácter epidémico y/o pandémico se plasmó en la Estrategia de Seguridad Nacional 2017, la cual contempla una serie de amenazas y desafíos frente a los que el Cuerpo Militar de Sanidad, en sus diferentes especialidades, desarrolla y aporta sus capacidades de respuesta.
En este sentido, resulta fundamental destacar el papel que tiene la Veterinaria Militar dentro del Cuerpo Militar de Sanidad al objeto de dar respuesta a los retos que se plantean en los escenarios de crisis sanitarias por el carácter zoonótico de la mayoría de los brotes epidémicos a los que es necesario enfrentarse. El objetivo de este trabajo es resaltar las capacidades de la Veterinaria Militar ante brotes epidémicos y por otro lado resaltar el carácter zoonósico del SARS-CoV-2, agente etiológico de la COVID-19, que a pesar de ser una enfermedad que aparentemente sólo afecta al hombre, su origen y transversalidad con el mundo animal es indiscutible. También se pretende destacar el abordaje ineludible bajo la iniciativa One Health de la OMS en la prevención y lucha contra las epidemias como es el caso de la pandemia de la COVID-19.
LA VETERINARIA MILITAR ANTE LAS CRISIS SANITARIAS
La responsabilidad de la Veterinaria Militar, especialidad fundamental del Cuerpo Militar de Sanidad, en las crisis de carácter epidémico y/o pandémico, se traduce, desde el punto de vista operativo, en dos áreas conceptuales, entre las cuales se incluyen la defensa alimentaria y la sanidad ambiental, las cuales son componentes principales de la salud pública.
La defensa alimentaria se entiende como una necesidad de evolución conceptual de la seguridad alimentaria, ya que no sólo es importante disponer de alimentos en cantidad y calidad suficiente para satisfacer las necesidades nutricionales del individuo, sino que además deben de ser inocuos al no estar contaminados y/o alterados de forma natural, accidental o provocada. El veterinario militar, según de qué tipo de escenario se trate, debe procurar conocer los programas de vacunación, tratamientos preventivos, vigilancia del bienestar animal, cuyas desviaciones pueden tener graves repercusiones en la calidad de los alimentos. Esto le permite reaccionar ante situaciones epidemiológicas anómalas manteniendo la confianza en la cadena alimentaria.
Por otro lado, es el responsable de la ejecución de los programas de autocontrol establecidos tanto en la parte documental como, en su caso, la verificación analítica en el laboratorio13 basándose en la estrategia promovida por la Comisión Europea De la granja a la mesa14.
Desde el ámbito de la sanidad ambiental el veterinario militar diseña, supervisa y verifica la ejecución de planes de limpieza, desinfección, desinsectación y desratización, al objeto de evitar la aparición de plagas y controlar los posibles vectores, para prevenir enfermedades de carácter zoonósico. Esta actividad la desarrolla tanto en el territorio nacional como en la zona de operaciones donde despliegan las diferentes unidades militares. El uso de plaguicidas obliga a un profundo conocimiento del impacto ambiental que conlleva su utilización en grandes espacios y las consecuencias colaterales derivadas de su diseminación (toxicidad para el hombre y animales, corrosión de superficies y elementos, etc.). El Oficial Veterinario dispone también de la capacidad para realizar una evaluación de riesgos mediante la identificación y seguimiento de los vectores de zoonosis en las zonas de operaciones proporcionando una protección adicional al contingente desplegado. Tal es el caso de enfermedades vectoriales como la Malaria, Leishmaniosis, Fiebre Q, Fiebre Recurrente, Fiebre del Nilo Occidental, entre otras muchas.
El desarrollo de equipos multidisciplinares dentro de la Sanidad Militar, equivalentes a los Equipos de Despliegue Rápido de Investigación de Brotes (EDRIB-RDOIT) integrados en los Medical Deployable Outbreak and Incident Investigation Teams (OTAN)15, serían los responsables de hacer frente a las amenazas biológicas y potenciarían una capacidad fundamental para establecer y verificar el diagnóstico, definir e identificar casos, describir una situación epidemiológica, desarrollar y evaluar hipótesis, comunicar resultados, implementar medidas de prevención y control, mantener la vigilancia e implementar, en caso necesario, la elaboración de nuevas recomendaciones para un mejor control del brote epidemiológico, sea cual sea el origen de éste. Dentro de la concepción modular de los EDRIB-RDOIT se integraría un módulo veterinario específico en función del potencial origen zoonósico del brote.
CARÁCTER ZOONÓSICO DE LOS CORONAVIRUS
Los coronavirus son muy comunes en mamíferos y aves16. No siempre están asociados a enfermedades y hay frecuentemente portadores asintomáticos en diversas especies domésticas y silvestres17. Se pueden citar alfacoronavirus como el felino FeCoV18, una gran variedad de betacoronavirus que afectan a mamíferos, incluidos murciélagos entre otros19,20, en este grupo se encuentran también los responsables de las enfermedades emergentes más recientes como son el MERS CoV, SARS CoV y SARS CoV-2. Se han descrito también gammacoronavirus y deltacoronavirus que afectan a aves, cetáceos e incluso felinos21.
Varias especies de mamíferos albergan coronavirus, y estas infecciones se asocian frecuentemente con enfermedades clínicas graves, como enfermedades respiratorias y entéricas en cerdos y ganado vacuno22,23. Estudios filogenéticos moleculares han revelado que al menos un coronavirus humano (HCov-OC43) puede haberse originado en ganado bovino o porcino24,25 y que este virus estaba asociado con una pandemia humana que surgió a fines del siglo XIX26. Datos recientes indican que los coronavirus pueden pasar de murciélagos a otras especies de vida silvestre y humanos27 y de humanos a tigres28 y cerdos29. Por lo tanto, comprender el rango de hospedadores del SARS-CoV-2 y los coronavirus relacionados es esencial para mejorar la capacidad de predicción y control de futuras pandemias. También es crucial para proteger las poblaciones de especies de vida silvestre en hábitats nativos y bajo cuidado humano, particularmente primates no humanos, que también pueden ser susceptibles a la COVID-1930.
En general, los coronavirus están adaptados a las especies, y la transmisión de una especie a otra es rara. Tal es así que después de su primer año de vida, más del 80% de los animales de las diferentes especies domésticas, son seropositivos para al menos un coronavirus, sin expresar signos clínicos31.
Solo unas pocas especies descritas de coronavirus han mostrado un amplio rango de huéspedes que incluye al hombre como el SARS-CoV (civetas, mapaches, murciélagos herradura, cerdos), MERS-CoV (murciélagos, erizos, camellos) y Bov-CoV (ganado vacuno, rumiantes salvajes, camélidos, perros)16. La transmisión no necesariamente implica el desarrollo de la enfermedad, habitualmente ésta cursa de forma subclínica, sin embargo, éste no es el caso de la COVID-19 en el hombre.
En trabajos recientes32-34. En trabajos recientes32-34, se comprobó que la secuencia de SARS-CoV-2, concretamente su factor de unión al receptor (RBM) que contacta directamente con la enzima 2 del receptor de la angiotensina (ACE2), es similar a la de SARS-CoV, lo que sugiere que SARS-CoV-2 usa ACE2 como su receptor. Por otro lado, varios residuos aminoacídicos críticos en el RBM del SARS-CoV-2 proporcionan interacciones favorables con ACE2 humano, lo que estaría correlacionado con la alta capacidad de SARS-CoV-2 para la infección de células del hombre. También habría otros residuos críticos compatibles, pero no ideales, para unirse al ACE2 humano, lo que sugiere que SARS-CoV-2 ha adquirido recientemente su capacidad para la transmisión de hombre a hombre. Aunque el análisis filogenético indica un posible origen de murciélago del SARS-CoV-2, también se reconoce la ACE2 en diversas especies animales, lo que induce a plantear la participación de distintos hospedadores intermedios o modelos animales para infecciones de SARS-CoV-232. Por lo tanto, los estudios e investigaciones realizados con un abordaje zoonósico sin duda pueden ayudar a la vigilancia epidémica y el establecimiento de medidas preventivas contra la COVID-19.
La capacidad del SARS-CoV-2 de infectar a otras especies animales en ciertas circunstancias es una realidad. A lo largo de los últimos meses, se han encontrado algunos casos de animales infectados con el SARS-CoV-235-37. Algunos perros y gatos resultaron positivos incluso presentando síntomas alguno de ellos38. Varios tigres y un león en un zoológico de Nueva York también presentaron sintomatología. Se detectaron ejemplares positivos en cuatro granjas de visón en Holanda. En todos los casos, el coronavirus fue transferido de las personas a los animales, con una posible transmisión de retorno a los cuidadores en las granjas de pieles, éstos sería casos de antropozoonosis. En EEUU, desde que se detectaron los primeros casos en perros y gatos, el Departamento de Agricultura, Pesca y Conservación (AFCD) recomienda que las mascotas de mamíferos de hogares con personas hospitalizadas debido a la COVID-19 sean puestas en cuarentena y analizadas para detectar la infección por el SARS-CoV-239. Desde entonces, en numerosos animales domésticos, principalmente perros y gatos, se está detectando la presencia del SARS-CoV-237. La Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) indica que la infección de animales con el virus SARS-CoV-2 cumple con los criterios de una enfermedad emergente. Por lo tanto, cualquier infección de animales con el virus responsable de la COVID-19 debe informarse a la OIE de conformidad con el Código Sanitario para los Animales Terrestres. También la OIE recomienda que las personas sospechosas o confirmadas de estar infectadas con el SARS-CoV-2 deben minimizar el contacto directo con los animales, incluidos los animales de granja, los animales de núcleos zoológicos y otros animales cautivos y silvestres, particularmente especies que han demostrado ser susceptibles a la infección con el SARS-CoV-240.
La naturaleza de este nuevo virus zoonósico, su distribución generalizada y la susceptibilidad de algunas especies animales a la infección significa que el contacto cercano entre personas y animales puede provocar infecciones a los animales pero, con el tiempo, éstos podrían derivar en reservorios necesarios para que la infección retorne de nuevo al hombre a partir de los mismos.
CONCLUSIÓN
La Veterinaria Militar es una parte integral de la Sanidad Militar en la vigilancia y prevención de enfermedades. Más allá de las actividades relacionadas con la salud y el bienestar de los animales, los veterinarios militares tienen un papel clave en la prevención y el manejo de enfermedades de carácter zoonósico. Así, la respuesta a las amenazas biológicas que acechan a la sociedad pasa por el establecimiento de equipos multidisciplinares de despliegue rápido con la competencia científica y técnica para investigar y gestionar cualquier tipo de incidente biológico. Definitivamente la COVID-19 es un recordatorio de la importancia crítica del enfoque One Health que reúne equipos interdisciplinarios en salud humana, animal y ambiental.